domingo, 22 de septiembre de 2013

Presencia



Nunca faltas a las citas anuales más importantes. Llevas una década haciéndolo y supongo que continuarás durante al menos otra más. Puntual acudes a tu cita despertando sentimientos escondidos, ocultos bajo el abrigo invernal. Mantienes el juego de la presencia infinita, no puedo verte ni tocarte pero sí que puedo pensarte (sé que con eso puedes llegar a conformarte, aunque sea falsamente). Un señal, solamente una mínima señal de consciencia para recordar tu voz y el tacto áspero de tus serias manos abarcando cada detalle de mi cuerpo.
Sueles aparecer cuando menos me lo espero o cuando creía no esperarlo, aunque realmente el deseo gritara a la llamada de auxilio que late en el fondo de mi ser. Pero nunca vienes a sacarme de aquí. Eres capaz de revolverme el estómago con tan solo una palabra escrita, incapaz de hacerme olvidar o de comprender el paso de los años mientras todo sigue exactamente igual.
Te asomas en mis cumpleaños, cada fin de año, en mi aniversario marital, en eventos musicales, en fiestas nocturnas sin final, eres capaz de aparecer en noches de miércoles si el jueves se marca en el calendario con un círculo de abstinencia laboral. Las cenas más románticas son rotas por un timbre seco y alarmante, en las noches me desvelas asomándote por un lado de mi almohada con una luz que ciega mis ojos, capaces de enfocar tu nombre y permanecer leyéndolo en voz baja durante más de diez segundos. Causas espasmos de shocks que seguramente podrás sentir desde la otra punta del planeta. Estuviste en mil viajes, en actos públicos y familiares y en noches desenfrenadas con hombres que te superaban en la cama. Fuiste el protagonista en discusiones merecidas y el traidor en mensajes no respondidos. Y siempre me levantaba, miraba el teléfono y ahí te encontraba, pensando en mi cuerpo en cualquier momento nocturno, sobrio de alcohol y de deseo, lleno de recuerdos de juventud y deseoso por volver a probar el antídoto a la vejez, el beso de la traición que se maquilla de amor, o que quizás siempre estuvo pintado de un color sonrojado, lindo, parecido a todo lo que conlleva la palabra amor en el recuerdo del olvido. Por la mañana nos tomamos un café imaginario y hablamos de todo.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Generaciones


Las generaciones avanzan y ocupan tu lugar al mismo tiempo que tú te vas instalando en las almas de los que van por delante de ti. Fuiste la pequeña de la familia en algún momento de tu vida (todos pasamos por ello) y si la dicha es buena llegarás a ser  la matrona. Eres tu bisabuela, tu abuelo, tu padre y tu madre. A la vez, tu hijo y el suyo. Fuiste la sobrina y ahora eres la tía, la hija y la madre. Tus ojos tienen la mirada de los ojos de la madre de tu padre la cual aún recuerda como miraban con ternura aquellos que la protegieron durante su niñez y que tú nunca llegaste a conocer. La curvatura de tus labios lleva el apellido que sigue a tu nombre y al de cuatro generaciones que envejecen en frente de ti. El color de tu pelo lleva existiendo dos siglos y la amplia sonrisa de tu abuelo la sostiene entre muecas el hijo que tienes entre tus brazos. Al fin y al cabo, uno es tan solo la mezcla del todo.Es un reto ver crecer y morir, contemplar maravillado o con los ojos  húmedos la evolución y el cambio, la juventud y la vejez, la muerte y la vida en sí mismas, en toda su esencia natural.

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