domingo, 11 de mayo de 2014

Rita y su madre

  Rita y su madre estuvieron más tiempo intentando meterse en el agua que disfrutando de ella. En esta zona, el Atlántico aún no ha concertado una cita con la primavera y sus cálidas corrientes que este año parecen haberse retrasado en el camino.
  Subieron caminando hacia sus toallas intentando no tropezar con las piedras del camino,  seguras de sí mismas tras haber logrado tal proeza en un día semi nublado como pocos ha habido en esta zona de la Península.
  Paola, la madre de Rita reguló la hamaca que habían alquilado y emparejándose con el sol, que asomaba tras una nube, sintió cómo los rayos secaban poco a poco las gotitas que caían desde el cuello hasta los pechos. Le gustaba esa sensación de destrucción. Se puso su pamela, se arregló el biquini acoplando los senos en cada lado del sujetador y cerró los ojos. A pesar de sus cincuenta y cinco años, aún resplandecen signos corporales de su estupenda juventud, aunque en este mismo instante, ella, en este preciso momento no aprecie absolutamente nada.
  Mientras tanto Rita, de pie, enfrente de ella, la miraba sin saber bien qué decir o qué hacer. Por fin, se atrevió a pronunciar las palabras que Paola había estado evitando toda la mañana:

—Creo que deberías de hablar con papá.

En ese mismo instante los ojos de Paola se abrieron sorprendidos y miraron fijamente y sin piedad a los de Rita.

–Lo que piense tu padre no me interesa en absoluto, ya te lo he dicho varias veces, que no quiero saber nada. –respondió Paola incorporándose de nuevo en su tumbona intentando omitir las palabras de su hija.

–Pues papá estuvo ayer con la abuela y dijo eso. –respondió Rita acertadamente tratando de que su madre iniciara por fin una conversación con ella sobre todo lo sucedido.

–¿Qué le ha dicho a la abuela?–dijo rompiendo el engaño consigo misma y mostrando el verdadero interés que ocultaba bajo el rencor y la vergüenza.

–Papá le ha dicho que cree que tu estas bien porque “ te lo has quitado de encima” y ahora puedes disfrutar de todo lo que quieras.

–¿Ah sí?¿Que yo estoy bien?¿Eso ha dicho tu padre?¿Y qué ha dicho sobre cómo está él?

–Mal mamá, ¿cómo te crees que va a estar papá? Está mal, dice que está solo, sin nadie, sin ni siquiera dinero…Creo que deberías de hablar lo antes posible para intentar solucionar esta situación. Las cosas tienen que hablarse, si no… ¿Qué?

–Osea que él está mal y yo estoy de puta madre –dijo Paola interrumpiendo a Rita– . Pues eso no es verdad, hija, pero bueno… ¿Y qué más ha dicho tu padre?

–Pues dice eso, que le has echado de casa y que ni siquiera quieres hablar con él. Mira mamá, yo creo que deberíais de hablar para eliminar todas esas rayadas que tenéis cada uno en la cabeza y evitar elucubraciones absurdas. Además le dijo a la abuela que cree que estas con otro hombre.

– ¿Eso cree?
–Es lo que dijo. Ahora vengo mamá, voy al baño que tengo muchas ganas de hacer pis.

Y cuando su hija se fue Paola explotó de una vez por todas en lágrimas eliminando la careta que se puso desde el principio de la ruptura. Y cuando esta volvió, un sentimiento de culpa mezclado con victimismo se abalanzó sobre ella.

–Yo también estoy muy mal Rita. ¿Cómo te crees que puedo estar tras romper 30 años de matrimonio feliz? ¿Cómo te crees que estoy cuando yo también me encuentro perdida? –dijo empezando a perder la timidez ante su hija y esbozando sus sentimientos en un lienzo en blanco.
–Ya me lo imagino mamá…pero por eso tienes que hablar con él. Para no mandar a la mierda tantos recuerdos, tantas vivencias juntos, tanta vida…y también por nosotras, vuestras hijas.

En ese momento, Cristina, una amiga de la familia fue a saludarlas. Rita aprovechó para ausentarse con sus amigos. Tras veinticinco años sin mantener una conversación sincera con Paola, esto había sido demasiado transparente para ella. Ver a su madre llorar y hablar de otro hombre en el mismo día había supuesto demasiado en la vida de una chica que solamente ha mantenido conversaciones superficiales con su madre. Pero resulta que las madres también tienen sentimientos, también aman y también se enamoran de otro hombre.

–¿Cómo estas, Paola? –preguntó su amiga.
Llorando a lágrima viva, Paola le respondió negativamente.
–Estoy fatal…ya no se si quiero a uno o quiero al otro o qué quiero…Quizás debería de volver con Manolo por el bien de toda la familia, pero entonces yo estaría jodiendo mi vida…¿debo joder mi vida por los demás?¿Y si el otro me sale rana y estoy cegándome?No sé que hacer…
–Tómate tu tiempo, Paola, lo que ahora mismo necesitas es pensar, es tener unos meses para ti misma, tienes que estar sola.
–Pero....llevo 35 años sin estar sola… ¿eso cómo se hace?


Entonces se abrazaron y Paola lloró aún con más rabia y desconcierto.

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