Rita y su
madre estuvieron más tiempo intentando meterse en el agua que disfrutando de
ella. En esta zona, el Atlántico aún no ha concertado una cita con la primavera
y sus cálidas corrientes que este año parecen haberse retrasado en el camino.
Subieron
caminando hacia sus toallas intentando no tropezar con las piedras del
camino, seguras de sí mismas tras haber
logrado tal proeza en un día semi nublado como pocos ha habido en esta zona de
la Península.
Paola, la
madre de Rita reguló la hamaca que habían alquilado y emparejándose con el sol,
que asomaba tras una nube, sintió cómo los rayos secaban poco a poco las
gotitas que caían desde el cuello hasta los pechos. Le gustaba esa sensación de
destrucción. Se puso su pamela, se arregló el biquini acoplando los senos en
cada lado del sujetador y cerró los ojos. A pesar de sus cincuenta y cinco
años, aún resplandecen signos corporales de su estupenda juventud, aunque en
este mismo instante, ella, en este preciso momento no aprecie absolutamente
nada.
Mientras
tanto Rita, de pie, enfrente de ella, la miraba sin saber bien qué decir o qué
hacer. Por fin, se atrevió a pronunciar las palabras que Paola había estado
evitando toda la mañana:
—Creo que deberías de hablar con papá.
En ese mismo instante los ojos de Paola se
abrieron sorprendidos y miraron fijamente y sin piedad a los de Rita.
–Lo que piense tu padre no me interesa en absoluto,
ya te lo he dicho varias veces, que no quiero saber nada. –respondió Paola
incorporándose de nuevo en su tumbona intentando omitir las palabras de su
hija.
–Pues papá estuvo ayer con la abuela y dijo eso.
–respondió Rita acertadamente tratando de que su madre iniciara por fin una
conversación con ella sobre todo lo sucedido.
–¿Qué le ha dicho a la abuela?–dijo rompiendo el
engaño consigo misma y mostrando el verdadero interés que ocultaba bajo el
rencor y la vergüenza.
–Papá le ha dicho que cree que tu estas bien
porque “ te lo has quitado de encima” y ahora puedes disfrutar de todo lo que
quieras.
–¿Ah sí?¿Que yo estoy bien?¿Eso ha dicho tu padre?¿Y
qué ha dicho sobre cómo está él?
–Mal mamá, ¿cómo te crees que va a estar papá? Está
mal, dice que está solo, sin nadie, sin ni siquiera dinero…Creo que deberías de
hablar lo antes posible para intentar solucionar esta situación. Las cosas
tienen que hablarse, si no… ¿Qué?
–Osea que él está mal y yo estoy de puta madre
–dijo Paola interrumpiendo a Rita– . Pues eso no es verdad, hija, pero bueno… ¿Y
qué más ha dicho tu padre?
–Pues dice eso, que le has echado de casa y que ni
siquiera quieres hablar con él. Mira mamá, yo creo que deberíais de hablar para
eliminar todas esas rayadas que tenéis cada uno en la cabeza y evitar
elucubraciones absurdas. Además le dijo a la abuela que cree que estas con otro
hombre.
– ¿Eso cree?
–Es lo que dijo. Ahora vengo mamá, voy al baño que tengo
muchas ganas de hacer pis.
Y cuando su hija se fue Paola explotó de una vez por
todas en lágrimas eliminando la careta que se puso desde el principio de la
ruptura. Y cuando esta volvió, un sentimiento de culpa mezclado con victimismo se
abalanzó sobre ella.
–Yo también estoy muy mal Rita. ¿Cómo te crees que puedo
estar tras romper 30 años de matrimonio feliz? ¿Cómo te crees que estoy cuando
yo también me encuentro perdida? –dijo empezando a perder la timidez ante su
hija y esbozando sus sentimientos en un lienzo en blanco.
–Ya me lo imagino mamá…pero por eso tienes que hablar con
él. Para no mandar a la mierda tantos recuerdos, tantas vivencias juntos, tanta
vida…y también por nosotras, vuestras hijas.
En ese momento, Cristina, una amiga de la familia fue a
saludarlas. Rita aprovechó para ausentarse con sus amigos. Tras veinticinco
años sin mantener una conversación sincera con Paola, esto había sido
demasiado transparente para ella. Ver a su madre llorar y hablar de otro hombre
en el mismo día había supuesto demasiado en la vida de una chica que solamente
ha mantenido conversaciones superficiales con su madre. Pero resulta que las
madres también tienen sentimientos, también aman y también se enamoran de otro
hombre.
–¿Cómo estas, Paola? –preguntó su amiga.
Llorando a lágrima viva, Paola le
respondió negativamente.
–Estoy fatal…ya no se si quiero a uno o
quiero al otro o qué quiero…Quizás debería de volver con Manolo por el bien de
toda la familia, pero entonces yo estaría jodiendo mi vida…¿debo joder mi vida
por los demás?¿Y si el otro me sale rana y estoy cegándome?No sé que hacer…
–Tómate tu tiempo, Paola, lo que ahora
mismo necesitas es pensar, es tener unos meses para ti misma, tienes que estar
sola.
–Pero....llevo 35 años sin estar sola… ¿eso
cómo se hace?
Entonces se abrazaron y Paola lloró aún
con más rabia y desconcierto.