Entonces me dijiste que no era el tipo de mujer con la que
te gustaría estar, que no encajábamos, que éramos muy diferentes, que sería
imposible una relación juntos... y quince años después sigo pensando en aquellas
palabras, que no se si las dijiste tratando de ocultar otra verdad, si fue por
despecho o si realmente así lo sentías. Pero ahora ya es tarde, tú no estás y
yo hace tiempo que también me fui.
La verdad es
relativa, así como el tiempo. Mi cabello, que no he cortado desde entonces,
sigue oliendo a ti, aún paso mis manos entre los pelos acariciando mi cabeza
con la misma delicadeza con la que lo hacías tú. Sigo mirando tu lado de la
cama y recordando todas las canciones que te mostraba y que tú siempre
criticabas, pero que también sé perfectamente que, aunque no lo reconocieras,
te agradaban e incluso luego las mostrabas a tus amigos como si hubieran sido un descubrimiento
tuyo. Siempre ha habido muchas cosas que tú no sabes que sé.
El recuerdo es una sombra del olvido que me forcé por
mantener dentro de mi cabeza. Y a base de forzar el olvido logré tenerte cada
vez más presente. Ya no me importa que te pasees por mi cabeza como si nada, ya
no me esfuerzo en echarme la culpa a mí de todo lo que pasó. Y aquí, sentada en
frente de tu tumba, solo deseo que estés donde estés, sigas acordándote de la
chistosa que te deseó, te quiso y te odió.