Al final, la vida y el tiempo te dan la razón. La más pequeña, la menos resultona, la más tímida del grupo, con el paso de los años resultó ser una gran mujer: una chica intelectual, con clase, educación, respeto, éxito profesional, serenidad y dulzura en sus relaciones, con un abstracto mundo interior y un sentimiento bien amasado de amor propio. Pero, a pesar de todas estas cualidades favorables a cualquier ser humano, hay una cosa en ella que ni siquiera el tiempo puede cambiar, algo que es inherente a la mayor parte de las personas, que casi todos hemos vivido al menos una vez en la vida, algo que quien no lo ha experimentado es incluso capaz de comprenderlo y entender su dolor...¿caéis ya en la cuenta? Me refiero al sufrimiento de una ruptura amorosa, el final de una unión sustancial entre dos personas que de un momento a otro se rompe por completo dejando simplemente algunos retazos clavados en el corazón, habitualmente, de uno de los dos miembros de la pareja.
lunes, 26 de julio de 2021
A mi amiga Marta
La primera vez que rompieron el corazón de Marta fue con diecisiete años. Se embarcó en el primer noviazgo "serio" de su vida. Su acompañante tenía veintiuno pero una cabeza y una lista de experiencias que podrían rozar los treinta sin problema, por lo que Marta, se encontraba en completa desventaja en todos los sentidos.
Todo iba bastante bien hasta la noche en la que recibió aquella llamada en la que él le decía que había conocido a otra persona y que ya no quería estar con ella. Así, de repente, en un chasquido, tras un año compartiendo fines de semana juntos, cama, risas, películas, el vaso del cepillo de dientes,¡pum!de un día para otro él la abandonó dejando dentro de ella una marca que para borrarla le llevará largas sesiones de psicoterapia y que incluso se irá con ella al otro lado, lugar en el que espero que no tengan cabida las rupturas amorosas y los guardias del paraíso no dejen entrar a los rompe huevos.
A raíz de este golpe del destino provocado por un capullo ejemplar, Marta se creó un sentimiento de desconfianza en torno a cualquier ser del género masculino. Les miraba con recelo, atendía a sus palabras conquistadoras desde el banquillo, sin acercarse al campo de batalla, confiando en su instinto anti engaños. Hasta el momento en el que, un año después, otra persona apareció en su vida con el mismo relámpago de excitación que sintió el día que conoció a su primer amor. Y es que,por muchos libros de autoayuda que leas, por muchas promesas que te hagas, por muchas veces que te repitas: “nunca volveré a enamorarme”, no servirá de nada, pues la metafísica amorosa, la mezcla de partículas de la atracción y las hormonas concordantes llamarán a tu puerta con tanta fuerza que la derrumbarán al primer roce con las yemas de los dedos.
La fuerza del amor, volvió a introducirse en el pecho de Marta, la cual tiró por la borda todas sus promesas, guardando solamente la más importante: "esta vez no me derrumbaré. Esta vez me amaré primero a mi misma y de esta manera nada me destrozará."
Y Marta, a la quinta ruptura, cogió su corazón, se lo sacó con unos alicates, lo partió en trocitos muy pequeños y se lo comió, para que así nadie pudiera volver a jugar con su miembro vital.
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