A él le gusta mantener el orden, que todo esté dispuesto de
una manera impecable; limpieza en profundidad de la habitación cada dos días,
la ropa ordenada por colores y textiles, los papeles archivados por orden
cronológico y las tarjetas de visita por orden alfabético.
Le gusta dormir con un vaso al lado de la cama, en la
mesilla de noche y un pañuelo debajo de la almohada, por si el frío del
invierno le ataca con alguna molesta mucosidad en medio de la noche. La puerta, siempre a medio abrir, con la luz
del pasillo encendida y la persiana subida (para evitar que cualquier caco
cometa un acto vandálico). Al lado del vaso de agua también un bote de jarabe
para la tos, unos caramelitos mentolados y una linterna de mano, por si se va
la luz. Se arregla las uñas una vez cada cinco días. Se las corta, se las lima
y se echa zumo de limón para mantenerlas más fuertes. No soporta el olor de la
carne frita, por lo que, desde hace un par de años se alimenta a base de
verduras, frutas y lácteos. Sale a hacer jogging mañana sí, mañana no; nada más
levantarse, sin desayunar se calza sus zapatillas de marca y se recorre cinco
kilómetros y medio, después una ducha y
un desayuno rico en calorías. A media mañana una fruta y por la noche una cena
ligera.
No le gusta hacer el amor las noches antes de tener una
reunión importante o de presentar un proyecto. Prefiere guardar sus energías
para cosas más importantes.
Ella sin embargo, duerme sin almohada, sin pijama y tiene al
lado de la cama, en el suelo, una botella de plástico de hace más de un mes,
llena de agua del grifo. Hace semanas que no cambia las sábanas. Duerme con la
puerta cerrada y el ordenador encendido, le gusta cerrar los ojos y escuchar
cualquier cosa, aunque sea una película japonesa en versión original. A veces,
se olvida de cerrar la puerta de su casa con llave, no tiene miedo a los
ladrones, que entren, total, no tiene nada de valor demostrable.
La mesilla de noche la adornan un cenicero lleno de
colillas, un mechero y papel de liar. A veces se duerme con el cigarro en la
mano. Una vez casi quema su cama y la casa entera. Ahora se ha comprado unos
cigarrillos de esos que se apagan automáticamente al minuto. Muchas veces se
masturba antes de dormir, le ayuda a liberar tensiones inoportunas y la falta
de pareja desde hace años le hace
practicarlo bastante a menudo. No tiene pudor ni vergüenza alguna en reconocerlo.
Se suele levantar pasado el mediodía, pues trabaja hasta
altas horas de la noche. Su desayuno es un cigarro y un gran vaso de agua. A
veces practica algo de yoga, otras se va al parque a fumarse un canuto en
soledad, mirando como las madres juegan con sus hijos, sonríen y se colman de
amor. Ella inhala el humo y envidia la felicidad de los demás.
Un día, en ese parque él y ella se encontrarán de manera
fortuita y comenzaran un viaje sin soledad, plagado de manías y de
turbulencias, que les hará a los dos alcanzar el equilibrio cuya búsqueda ambos
ignoraban.
Ahora en la mesilla de noche hay una caja de preservativos y
una botella de agua de vidrio. Ambos duermen desnudos y salen a correr juntos
todas las mañanas.