sábado, 16 de febrero de 2013

Él y ella



A él le gusta mantener el orden, que todo esté dispuesto de una manera impecable; limpieza en profundidad de la habitación cada dos días, la ropa ordenada por colores y textiles, los papeles archivados por orden cronológico y las tarjetas de visita por orden alfabético.
Le gusta dormir con un vaso al lado de la cama, en la mesilla de noche y un pañuelo debajo de la almohada, por si el frío del invierno le ataca con alguna molesta mucosidad en medio de la noche.  La puerta, siempre a medio abrir, con la luz del pasillo encendida y la persiana subida (para evitar que cualquier caco cometa un acto vandálico). Al lado del vaso de agua también un bote de jarabe para la tos, unos caramelitos mentolados y una linterna de mano, por si se va la luz. Se arregla las uñas una vez cada cinco días. Se las corta, se las lima y se echa zumo de limón para mantenerlas más fuertes. No soporta el olor de la carne frita, por lo que, desde hace un par de años se alimenta a base de verduras, frutas y lácteos. Sale a hacer jogging mañana sí, mañana no; nada más levantarse, sin desayunar se calza sus zapatillas de marca y se recorre cinco kilómetros y medio,  después una ducha y un desayuno rico en calorías. A media mañana una fruta y por la noche una cena ligera.
No le gusta hacer el amor las noches antes de tener una reunión importante o de presentar un proyecto. Prefiere guardar sus energías para cosas más importantes.
Ella sin embargo, duerme sin almohada, sin pijama y tiene al lado de la cama, en el suelo, una botella de plástico de hace más de un mes, llena de agua del grifo. Hace semanas que no cambia las sábanas. Duerme con la puerta cerrada y el ordenador encendido, le gusta cerrar los ojos y escuchar cualquier cosa, aunque sea una película japonesa en versión original. A veces, se olvida de cerrar la puerta de su casa con llave, no tiene miedo a los ladrones, que entren, total, no tiene nada de valor demostrable.
La mesilla de noche la adornan un cenicero lleno de colillas, un mechero y papel de liar. A veces se duerme con el cigarro en la mano. Una vez casi quema su cama y la casa entera. Ahora se ha comprado unos cigarrillos de esos que se apagan automáticamente al minuto. Muchas veces se masturba antes de dormir, le ayuda a liberar tensiones inoportunas y la falta de pareja  desde hace años le hace practicarlo bastante a menudo. No tiene pudor ni vergüenza alguna en reconocerlo.
Se suele levantar pasado el mediodía, pues trabaja hasta altas horas de la noche. Su desayuno es un cigarro y un gran vaso de agua. A veces practica algo de yoga, otras se va al parque a fumarse un canuto en soledad, mirando como las madres juegan con sus hijos, sonríen y se colman de amor. Ella inhala el humo y envidia la felicidad de los demás.
Un día, en ese parque él y ella se encontrarán de manera fortuita y comenzaran un viaje sin soledad, plagado de manías y de turbulencias, que les hará a los dos alcanzar el equilibrio cuya búsqueda ambos ignoraban.
Ahora en la mesilla de noche hay una caja de preservativos y una botella de agua de vidrio. Ambos duermen desnudos y salen a correr juntos todas las mañanas.

sábado, 2 de febrero de 2013

Pues así.


Soy Alba, una chica, o mejor dicho, una mujer de 26 años. No se lo que quiero, pero sí que se lo que no quiero. En los tiempos que nos rodean con su halo de frustración, conseguir saber algo es un gran logro.
 No quiero pasarme la vida en un trabajo de mierda, con una hipoteca, un coche, un televisor y los fines de semana en centros comerciales. No quiero que se aprovechen de mi ni perder el tiempo rodeada de gente que tras cruzar la esquina habla acerca de tu persona hasta que notas que te estallan los oídos. No quiero vivir siempre en el mismo sitio ni comer siempre lo mismo. No quiero terminar vendiendo mi cuerpo en cualquier esquina, o en cualquier despacho de alguna productora audiovisual por conseguir el pan de cada día. Y mira, diciendo esto acaba de pasarse por mi corazón algo que si quiero, que se me respete, a mi persona y sobre todo a mi trabajo, que se me valore por lo que soy y he conseguido en estos años y sobre todo que pueda sacar todo lo que llevo dentro, que me dejen expresarme creativa y sentimentalmente, que mis ideas puedan fluir por el aire y materializarse y cobrar vida y celebrarlo con champán (que no me gusta , pero siempre queda chic en una celebración).
Muchas veces lo que quieres es tan obvio que te olvidas de ello.  Otras tantas lo que tienes es lo que en un tiempo quisiste y ya no aprecias ni solemnizas. Así somos los seres humanos, tontos, en general, idiotas en particular.

Me gusta mucho comer, me llevo bien con mi cuerpo y no me engorda ni con cuatro kilos de tortitas con nata y chocolate. Cocinar es un placer manual que conecta con el orgasmo cerebral en el momento en el que tu creación roza el paladar y ese sabor específico en el que tú has tenido bastante que ver se diluye a través de tus papilas gustativas, tus dientes sienten el tacto y la lengua saborea con gusto demostrándolo y agradeciéndolo con un eructo final.
Soy una persona cambiante, no tengo paciencia para las cosas largas, pero me he propuesto ganarla escribiendo un libro que todavía no he comenzado más que en mis deseos internos. También tengo la intención de correr una maratón a final de año, así que en este caso, más que paciencia lo que tengo que ganar es voluntad (y mucha) para salir a correr todos lo días en pleno invierno madrileño a -1 grado de temperatura (podría ser peor, siempre todo podría ser mucho peor).

A veces pienso en la muerte y en la desaparición, entonces me aterro, paralizo y bloqueo completamente mi cerebro. Me siento perdida y asustada, aunque la teoría budista de la reencarnación me ayuda a sobrellevar estos sustos repentinos con los que me azota la vida. Pero..¿es natural no? Tengo que aceptar que la muerte sin vida no es muerte y al contrario. Y que todo sirve para algo. Ese es mi lema: si algo pasa ha sido porque tiene que pasar. Es una especie de justificación cósmica ante las hecatombes del día a día.

Por lo general suelo ser alegre y social, aunque en el fondo me apasiona la soledad. Me gusta pensar, me gusta tener momentos para mi solita, para aterrarme con malos pensamientos o babear con ensoñaciones caribeñas y soleadas.

¿Y qué más decir de mi? Puedo finalizar diciendo que soy muy circular, muy cambiante, ahora arriba, ahora abajo, ahora vuelvo, ahora me alejo. Pero supongo que todos los seres humanos tenemos un poquito de esto, pues los ciclos de la vida son circulares y nosotros estamos metidos en ello cual hámsters en una de esas ruedas introducidas en una jaula, que no para de girar y girar. Yo solamente espero no vomitar más.

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