Se oyó un ruido similar al del látigo golpeando una mesa de
metal, mientras araña y corta en un chasquido al objeto que recoge su ira.
-¡Te la debía!- dijo la hermana pequeña con una vergüenza
envuelta en rabia penetrando su mirada.
Seguidamente, un segundo de silencio callado por el alarido
de salvación lanzado a la madre, resolutoria de todos los problemas.
-¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaaa!¡Me ha pegado una torta!- dijo la
pequeña ante los atónicos ojos de la hermana mayor, portadora del bofetón en
cuestión.
-¡Pero mamá, si yo no he hecho nada! ¡Está mintiendo!¡Ella
es la que me ha dado!¡Mira mi cara!¡Está roja!-dijo la hermana mayor.
La madre se acercó a las niñas, y le dio una bofetada sin
picor a la hermana pequeña, por haber agredido a su hermana mayor y haber
mentido. A continuación, una segunda bofetada a la otra hija, por haberse
chivado y porque ella, previamente, en la riña desencadenante del tortazo “endeudado”,
le había puesto la zancadilla a la pobre hermanita pequeña. Las deudas, en
familia, rápido se pagan.
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