Al ver los últimos segundos de tu video,
he descubierto por qué te amé, a gritos, desde lo más profundo de mí ser. El
por qué de esa obsesión duradera años tras años. Y es que no fue por tu físico,
por el contexto en el que te movías o por el color de tus ojos. No…no tiene nada que con conceptos fuera
de lo abstracto, que no valen absolutamente nada. Lo que me mantuvo admirando tu persona
fue la ternura. Esa ternura que se esconde fácilmente tras una mirada enferma y
contaminada. La ternura que me recuerda a tu lado más infantil saltando en la
cama una mañana de domingo. El alimento de un recuerdo que mantengo
en la distancia. Pero que cada vez que me fuerzo por traerlo de nuevo a mi
cabeza me sigue erizando el vello de las caderas. Eres un niño dentro del cuerpo de un adulto y
aunque nadie lo ve, yo sí.
Me he dado cuenta de que…tan solo
quería…protegerte.
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