Me importa una mierda que me dejara por una niñata de veinte
años. Sinceramente, mejor para mí. Y no es que sea una mujer despechada, ni
mucho menos. Simplemente estoy tratando de asimilar que Jaime era un “hijo de
puta” con todas sus letras.
¿Es justo que tras siete años de amor tuviera que encontrarle
en la cama con la chica con la que trabajaba 8 horas al día con él y a la cual criticaba
sin parar?
Es mucho menos justo si tenemos en cuenta que esa cama era la
mía, la cama en la que me había enamorado, había llorado, abrazado, amado y
follado a mi amado Jaime. La cama que día sí, día también, compartía con él.
La cama inviolable a la cual le habían arrancado las bragas, así, de repente, a lo bestia.
Por supuesto que no es justo como tampoco lo es lo que pasó
en el momento en el que abrí aquella puerta….
Las llaves se me cayeron de las manos. Me agaché a recogerlas. Tuve un sentimiento extraño, una especie de nudo en el estómago a deshora.
Continué hasta el salón. Qué raro... Jaime me dijo que estaría en casa todo el día.
En la mesa del comedor había un fular de chica, que, obviamente no era mío. Una alarma saltó en mi interior, pero automáticamente la apagué. Jamás hubiera esperado ningún incendio en esa casa.
Continué hacia la habitación y durante el recorrido del largo pasillo, empecé a escuchar ruidos, A cada paso que daba el ruido se iba convirtiendo en gemido. Con el primero me asusté. En el tercero mi corazón ya estaba hecho pedazos.
Abrí la puerta de la habitación y allí estaban, desnudos, profanando mi cama, nuestra cama. Pasaron unos segundos hasta que Jaime se dio cuenta de mi presencia. La levedad del tiempo se hizo pesada y en tan solo esos instantes descubrí el lado oscuro que todo ser humano tiene en su interior. Esa irracionalidad animal que nos hace menos humanos, menos cercanos.
Las lágrimas empezaron a brotar por mis ojos en forma de cristales que salían del corazón. Jaime se percató de mi presencia. Vi su sucia mirada en el espejo cambiar a una tierna nostalgia de la bondad.
Me miró como un animalillo al que están a punto de pegar un tiro. Pero yo no hice nada de eso, simplemente abrí la puerta y me fui para no volver nunca más.