sábado, 1 de febrero de 2014

Un sms



Al salir del bar volví a sentir la incomodidad de aquella cortina de luz matutina. Por el camino a casa, me obsesioné con la idea de que me estaba volviendo una persona muy negativa. No sabía a partir de qué momento mi mente había comenzado a ennegrecerse, supongo que el conjunto de las experiencias vividas fueron lo que cambiaron mi humor. Ahora parezco la eterna mujer amargada, que incluso alcanzando picos de felicidad consigo hacerla desaparecer en pocos minutos. Me gustaría ser una persona feliz, de las que se levantan y son felices, desayunan y son felices, están en el trabajo y son felices, se ven gordas y son felices, tienen dolor de estómago y son felices…Claramente, en ese mismo momento y con todo lo que había tomado, yo no parecía una persona de esas. 

—“Vaya desgraciada” – pensé victimizando un poco. Acto seguido me levanté de la cama aburrida de mis recuerdos y me tomé un Lexatin. Quería esconder esos pesares artificiales con halos de nihilismo y dormí las siguientes catorce horas hasta que un mensaje del teléfono móvil me desveló. Abrí los ojos de golpe e intenté incorporarme, mis manos temblaban  y  me sentía atolondrada. No sabía ni qué hora ni qué día era. La pastilla me había trastocado. Rápidamente enfoqué las pupilas y leí el nombre del remitente: EQUIS.

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