Llevábamos mucho tiempo esperando este momento, para ser exactos un año y veinte días que habían pasado silenciosamente durante la era COVID.
Teníamos muchas ganas de volver a pisar un festival de música y por fin había llegado el día, 20 de junio de 2021. Quede constancia que cuando hablo de un festival no aludo a emborracharse, a restregarse entre la gente, a drogarse como monos, NO, en absoluto, me refiero a algo totalmente diferente a los clichés… Me refiero a que se te erice todo el vello del cuerpo, a que cada sonido se introduzca entre tus venas corriendo por tu sangre, te posea y te haga flotar en el espacio entre bailes y sonrisas ajenas. Y es que hay temas y canciones que son como un peyote inocuo que pueden elevarte a los estados más elevados de conciencia; otros que te dirigen hacia la más tierna melancolía y algunos que incluso pueden llegar a hacerte sentir plena felicidad durante sus 6:35 minutos de duración.
Hay personas que no entienden las maravillas que conlleva el reggae, el jazz, el blues y sobre todo, la música electrónica. Dicen que eso es “chumbachumba” de niñatos que se drogan para soportar esos sonidos del infierno. Sin embargo, yo creo que, particularmente el Techno es el anticristo del absurdo y puto reggaeton. Y es que la desinformación y el desconocimiento llevan al camino de la equivocación y de los prejuicios. La masa está perdida. Es una pena cómo la cultura musical de este país (y de muchos otros) se ha convertido en…en “eso” (no quiero herir sentimientos).
Cuando la comprendes y la sientes, la música electrónica de
calidad es un arte capaz de mantenerte danzando durante largas horas, de
cambiar una tarde de desánimo en todo un jolgorio. Es incluso idónea para transportarte a momentos del recuerdo, modificar
tu espíritu y elevarlo.
Estábamos haciendo cola a
la entrada del recinto en el momento en el que se abrieron las puertas. Todas
estábamos expectantes. La música de uno de los tres escenarios al aire libre
empezó a sonar. Me apasiona ese momento previo a una actuación cuando, la
gente, nerviosa, se va acercando al escenario y…Pum!, el primer sonido de los
altavoces encendiéndose como un fogonazo. Pum! Se apagan las luces. Pum! los
visuales entran en juego…los aplausos, la expectación, una melodía de
introducción, el artista se acerca a la tarima, saluda, luces y de repente…PUM!
Todo el recinto estalla en masa, todas las personas saltan, cierran los ojos,
sienten, viven, se expresan bailando…y, veinte minutos después las sonrisas
invaden el espacio, sientes la energía de que todos somos uno, la unión entre
las personas a través de la música…es envolvente, te atrapa y, de nuevo,
vuelves a sonreír, a sentir que la vida son dos días y que hay que disfrutarla.
Y es que se nos está empezando a olvidar lo que era la vida antes del COVID y,
dentro de nosotros, no hay mayor deseo, de que todo vuelva a la normalidad y que bailemos juntos esta danza.
Oh, como hecho de menos esa sensación, la música que te sube por el cuerpo, que te pone los pelos de punta, la sonrisa y el buen rollo que hay en un festival de techno. Vete Covid, déjanos ser felices otra vez!
ResponderEliminarOjalá sea pronto...cada día que pasa estamos más cerca de volver a disfrutar de lo que más nos gusta. Un día más, un día menos :)
ResponderEliminar