Son las cuatro y media de la mañana. No puedo dormir. Me agobia mucho el hecho de que dentro de tres horas tengo que estar en pie y que llevo el doble metida en la cama. Sudo. Tengo calor, doy vueltas de un lado al otro en busca del gustoso frío de las cálidas y sudorosas sábanas blancas de agosto.
martes, 26 de enero de 2021
Una mala noche
martes, 19 de enero de 2021
Lo natural
Las redes sociales se ha convertido en algo comparable a Puerto Banús: un auténtico escaparate humano; y nosotros somos sus modelos, ridículos hasta con filtros, que paseamos enseñando las “cosas buenas” de la vida (subjetivamente hablando, claro), poniendo etiquetas y disfraces marketinianos a todo lo que nos rodea y, a veces incluso, a nosotros mismos.
Convertimos a niños en
modelos de fotografía y en carnaza para perturbados que navegan a sus anchas
entre nuestros datos y falsa privacidad, influimos en el incremento de los
complejos entre los adolescentes y adultos, posamos y pedimos a nuestros novios
que nos saquen fotos y les regañamos si no nos la sacan como queremos. Ponemos
morritos ilusorios, metemos barriga, nos cambiamos el pelo (y el cerebro) de
lado, posamos, posamos y posamos, filtro aquí, filtro allá…Nos denudamos, nos
exhibimos, nos retocamos, que si las mechas, que si el botox, que si la
celulitis fuera, que si los ojos verdes, que si la papada… y al final
terminamos perdiendo el tiempo y transformándonos únicamente en esclavos mediocres y angustiados.
Lo peor de todo es que
nos cargamos de absurdas frustraciones, de deseos irrisorios, de egos inflados; a
la vez que nos alejamos cada vez más de nuestra esencia, de nuestra alma, del
quienes somos y adónde vamos.
¿Sabéis esa gente que se
pasa el día diciendo literalmente lo súper felices que son y cuanto más lo
repiten más nos damos cuenta de que no están viviendo la vida que les gustaría
vivir ni están en equilibrio consigo mismos? Pues eso son las redes sociales.
Hablan mucho, pero dicen bastante poco. Y a mí la verdad es que me gusta más la
gente honesta, la que va de frente, la que te dice que lleva unos días echa una
mierda y a la semana se levanta y te dice que ha enfrentado su problema y está
mucho mejor. La que te coge una videollamada recién levantada con el pelo despeinado y la
piel llena de grasa. La que te escucha, la que habla, la que te cuenta y comparte sus miedos
con los tuyos. No sé, lo natural, lo que al fin y al cabo somos y sentimos
todos debajo de nuestra piel, ¿no?
viernes, 8 de enero de 2021
Mirar de frente
Sentir la chispa, el estímulo que te acerca más a la vida, el aliento de la pasión exhalando lentamente su dulzor... Manos recorriendo caminos impensables y bocas que traspasan límites que nunca fueron marcados. Porque todo es posible entre las paredes de la habitación que abarca una historia inconfesable cargada de sin sentidos ni razón, construida de fuego interior, de palabras sin decir, de silencios agradables, de copas rebosantes, de gritos y suspiros.
Una historia de miradas encontradas que encuentran sin buscar un sinfín
de matices. Miradas que se hablan sin decirse nada, miradas de deseo, cargadas
de ansiedad, latentes ojos abiertos y brillantes que siempre piden más, que te
traspasan el pecho haciéndote sentir atravesada por una flecha lanzada a la
espalda.
En la distancia se distingue que todo empezó por un deseo, un capricho sin más, un vacío que llenar. “será mía” y no será por casualidad. El afán de la conquista, de la presa por cazar, el deseo de lo desconocido, el misterio por lo que habrá. Las ganas de recorrerle trazando rutas sin destino final.
Humedecer los fogosos labios deleitándome en las pequeñas y sabrosas comisuras; el olor de lo distinto, la oscuridad de las velas, el sonido
transformador que va llevando a los cuerpos a una intensa catarsis. Y entre los susurros, las palabras envolventes y las miradas indescriptibles, lanzadas y preparadas
al azar.
Abriendo las piernas al calor, al confort de unos brazos que abarcan tu pecho desnudo. Miradas de frente, palabras cruzadas... Mi egoísmo no sabe donde esconderse, haciéndome confuso y asustadizo ante una situación inmanejable con un final inimaginable.