Las redes sociales se ha convertido en algo comparable a Puerto Banús: un auténtico escaparate humano; y nosotros somos sus modelos, ridículos hasta con filtros, que paseamos enseñando las “cosas buenas” de la vida (subjetivamente hablando, claro), poniendo etiquetas y disfraces marketinianos a todo lo que nos rodea y, a veces incluso, a nosotros mismos.
Convertimos a niños en
modelos de fotografía y en carnaza para perturbados que navegan a sus anchas
entre nuestros datos y falsa privacidad, influimos en el incremento de los
complejos entre los adolescentes y adultos, posamos y pedimos a nuestros novios
que nos saquen fotos y les regañamos si no nos la sacan como queremos. Ponemos
morritos ilusorios, metemos barriga, nos cambiamos el pelo (y el cerebro) de
lado, posamos, posamos y posamos, filtro aquí, filtro allá…Nos denudamos, nos
exhibimos, nos retocamos, que si las mechas, que si el botox, que si la
celulitis fuera, que si los ojos verdes, que si la papada… y al final
terminamos perdiendo el tiempo y transformándonos únicamente en esclavos mediocres y angustiados.
Lo peor de todo es que
nos cargamos de absurdas frustraciones, de deseos irrisorios, de egos inflados; a
la vez que nos alejamos cada vez más de nuestra esencia, de nuestra alma, del
quienes somos y adónde vamos.
¿Sabéis esa gente que se
pasa el día diciendo literalmente lo súper felices que son y cuanto más lo
repiten más nos damos cuenta de que no están viviendo la vida que les gustaría
vivir ni están en equilibrio consigo mismos? Pues eso son las redes sociales.
Hablan mucho, pero dicen bastante poco. Y a mí la verdad es que me gusta más la
gente honesta, la que va de frente, la que te dice que lleva unos días echa una
mierda y a la semana se levanta y te dice que ha enfrentado su problema y está
mucho mejor. La que te coge una videollamada recién levantada con el pelo despeinado y la
piel llena de grasa. La que te escucha, la que habla, la que te cuenta y comparte sus miedos
con los tuyos. No sé, lo natural, lo que al fin y al cabo somos y sentimos
todos debajo de nuestra piel, ¿no?
Interesante post. Totalmente de acuerdo contigo, vivimos en un escaparate continuo y absurdo. Esta sociedad se ha convertido en una especie de juegos del hambre, pero en lugar de matar a gente, el objetivo es llegar a ser el punto de mira de todos, da igual si lo que compartes es verdad o mentira, si publicas algo y ves que a la gente le agrada, sigues ese rol, y te obsesionas en tener cada vez más seguidores, te tomas tan enserio los comentarios de gente desconocida, que crees que son amistades verdaderas, y al final, te das cuenta que vives una vida ficticia, como en un cuento de hadas, la diferencia es que aquí nadie vendrá a matar al dragón por ti.
ResponderEliminarYo, al igual que tú, también me quedo con la gente real y natural.
¡Un abrazo y cuidate!
Muchas gracias por tus sinceras palabras, muy bien expresadas y completamente en línea. Lo peor de todo es cuando te das cuenta de que cosas/personas absurdas son totalmente alabadas en las redes... Ahí es cuando pierdo la esperanza en la humanidad jeje. Un abrazo y a seguir cuidándonos mucho!!
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