Lo que veo a través de esa mirada del color verde de las
hojas otoñales, es absoluta inocencia.
Puede que la carne sea capaz de transmitir muchos de sus
pecados e incluso su voz, que muchas veces , antes de denominarla como dulce,
pudiera provocarle cierta ronquez en la garganta. Pero en el fondo, en los
adentros de ese océano verde lleno de peces, he descubierto algo más sincero,
más sano y natural que toda la injusticia que cometió.
Veo que tiene
algo que le transmuta en un chiquillo adorable. Es un delgado cuerpo de niño
recubierto de fibras adolescentes y con una mente juvenil en pleno proceso de
ebullición madura. Me gustaría nadar dentro de ese mar, bucear a través de su
cuerpo y de su mente buscando la sinceridad absoluta, la esencia de su ser ,
buscando algo que me haga confiar en las personas, que me haga volver a
alegrarme por un paseo de la mano por los adentros de esta ciudad, Madrid.
Sería capaz de cambiar el significado de la época de los ochenta de la frase “De
Madrid al cielo”. Aunque también es cierto que me quedaría con una pequeña
parte de ese sentido que tiene la frase relacionado con la heroína. La droga
que entró a través de las venas de mis ojos y que me hizo cambiar la forma de
mirar a mi alrededor y la forma de sentir en relación a los demás y en relación
a mi misma.
Todos tenemos sueños de grandeza cuando dormimos, pero mis
sueños se limitan a estar despierta, a abrir los ojos y tener delante la
realidad que me gustaría que fuera real. Quisiera continuar con este buen
comienzo. No quiero la perfección, pues ya he proclamado que es un concepto de
dioses y que ni siquiera estos últimos existen. Ahora busco otras cosas, más
naturales y sobre todo, respetables. El respeto si que es un concepto existente
que hay que evitar , por encima de todo, atentar contra él.
Quiero respetar
la naturaleza, observar una flor, apreciar su tallo, la clorofila de sus hojas,
el verde de sus peciolos y de sus ojos.
Quiero enraizarme en la bola de hilos que forman sus ataduras al suelo.
Quiero denudarme y anudarme en ese ovillo de naturaleza, de amor, de unión
universal. Pero se que he de hacerlo con delicadeza, pues los seres vivos somos
frágiles y es fácil marchitarnos. Hay que tener un cuidado sublime, pues la
destrucción está al alcance de un dedo de la mano.
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