domingo, 12 de agosto de 2012

Inocencia a través de la piel



Lo que veo a través de esa mirada del color verde de las hojas otoñales, es absoluta inocencia.
Puede que la carne sea capaz de transmitir muchos de sus pecados e incluso su voz, que muchas veces , antes de denominarla como dulce, pudiera provocarle cierta ronquez en la garganta. Pero en el fondo, en los adentros de ese océano verde lleno de peces, he descubierto algo más sincero, más sano y natural que toda la injusticia que cometió.

 Veo que tiene algo que le transmuta en un chiquillo adorable. Es un delgado cuerpo de niño recubierto de fibras adolescentes y con una mente juvenil en pleno proceso de ebullición madura. Me gustaría nadar dentro de ese mar, bucear a través de su cuerpo y de su mente buscando la sinceridad absoluta, la esencia de su ser , buscando algo que me haga confiar en las personas, que me haga volver a alegrarme por un paseo de la mano por los adentros de esta ciudad, Madrid. Sería capaz de cambiar el significado de la época de los ochenta de la frase “De Madrid al cielo”. Aunque también es cierto que me quedaría con una pequeña parte de ese sentido que tiene la frase relacionado con la heroína. La droga que entró a través de las venas de mis ojos y que me hizo cambiar la forma de mirar a mi alrededor y la forma de sentir en relación a los demás y en relación a mi misma.

Todos tenemos sueños de grandeza cuando dormimos, pero mis sueños se limitan a estar despierta, a abrir los ojos y tener delante la realidad que me gustaría que fuera real. Quisiera continuar con este buen comienzo. No quiero la perfección, pues ya he proclamado que es un concepto de dioses y que ni siquiera estos últimos existen. Ahora busco otras cosas, más naturales y sobre todo, respetables. El respeto si que es un concepto existente que hay que evitar , por encima de todo, atentar contra él.
 Quiero respetar la naturaleza, observar una flor, apreciar su tallo, la clorofila de sus hojas, el verde de sus peciolos y de sus ojos.  Quiero enraizarme en la bola de hilos que forman sus ataduras al suelo. Quiero denudarme y anudarme en ese ovillo de naturaleza, de amor, de unión universal. Pero se que he de hacerlo con delicadeza, pues los seres vivos somos frágiles y es fácil marchitarnos. Hay que tener un cuidado sublime, pues la destrucción está al alcance de un dedo de la mano.

Y sobre todo, quiero ver el sol, buscar mi fuente de vida, eso que me alimente lo necesario para sobrevivir en un campo de cactus y cardos. Quiero su luz, quiero su alimento, quiero echar raíces en él y llegar a ser la planta en flor más bonita del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Visitas