martes, 23 de abril de 2013

La ciudad de Angie

Angie vive en una ciudad de prisas, en las que las relaciones económicas son más importantes que las relaciones personales, en la que te dan un pisotón en el metro y no solo no te piden perdón si no que te echan la culpa a ti. Un lugar en el que la gente está perdiendo sus trabajos por culpa de los cuatro corruptos que les manejan; salen a la calle a protestar y a revolucionarse todos los días sin alcanzar solución alguna. Una ciudad que ha perdido el norte moralmente, en la que los maltratos a las mujeres están a la orden del día en las noticias, en la que los ricos miran mal a los pobres y viceversa, la diferencias de clases es el nuevo racismo del siglo XXI. La nueva generación de jóvenes solamente busca el hedonismo, salir, beber, divertirse y follar, las mujeres masocas se meten en problemas al enamorarse del chico guapo, del chico de moda y el chico de moda acaba en alcohólicos anónimos y en el hospital por gonorrea o VHS. Una ciudad llena de contaminación por culpa del invento revolucionario del coche que provoca estrés y el 40% de las crisis cardiacas. Una ciudad en la que se vive caro, se come poco y mal y se respira peor. Un sitio en el que si quieres todas las comodidades y ser propietario de las nuevas y caras tecnologías has de trabajar más de ocho horas al día y claro, luchar con la competencia para ser el mejor de tu grupo, aunque sea deshuesando pollos; siempre hay que luchar por lo mejor” es un eslogan que se ve a menudo en todos los anuncios de televisión y en los carteles publicitarios.Y mientras tanto, en casa, ya no se escucha a los niños reir y gritar correteando entre juegos tradicionales, ahora están enganchados a un mando y una pantalla llamada Play Station.

sábado, 13 de abril de 2013

EL DÍA DE LAS ALAS DE POLLO. (Diario de un día de ficción casi real)



8 de abril de 2013.

Son las 8 de la mañana, suena el despertador, lo apago con ternura, hoy quiero levantarme con positividad y la verdad es que he debido de soñar con algo bonito ya que, es el primer día en este mes en el que no tengo que apagarlo otras cuatro o cinco veces más.
Aunque he dormido solamente cuatro horas, me siento con energía, cosa que me extraña tras los acontecimientos de las últimas dos semanas. Parece que el mundo se ha puesto en mi contra, creo que quiere darme una lección;  mi mente se encuentra dispersa y está teñida de un color negro, los malos pensamientos se pasean continuamente por el laberinto de mi cabeza, me aterran las dudas, los nervios me vencen y me ahogo en un vaso de agua. Me frustro por buscar y no encontrar un empleo, aunque sea de “comemierda” si es que eso está remunerado y encima la tristeza invade repentinamente y sin sentido mi ser. Y no, no estoy menstruando. Según un video “místico” de internet mi conciencia está cambiando, mejorando, tomando partida en estos cambios tan importantes y buenos que se han ido creando en mi interior en este último año, y a eso es debido todo este malestar; “tu cuerpo está haciendo una limpieza del pasado y está soltando todo lo malo”. Eso, según internet,  según mi opinión, tengo un leve nivel de depresión, aunque decido acogerme a las palabras místicas intentando que permanezca en mí una pizca de positivismo ante las inclemencias de este mundo puto.
Miro a mi derecha y mi compañero permanece dormido. Me subo encima de él y le despierto con efusividad. He decidido no cabrearme aunque me tenga que levantar a las 8 de la mañana para acompañarle al médico a recoger unos análisis que por fin, tras dos meses, están listos.
Desayunamos y antes de salir de casa le pregunto si lleva el papelito con el código que te dan tras pincharte.
–Eh, no, no lo tengo, no tengo ningún papel, creo que no me dieron nada.
Como he decidido no enfadarme le digo que no pasa nada, que suelen tenerlo informatizado.
Llegamos a la consulta y tras esperar diez minutos entramos a ver al doctor:
–Dígame, ¿Qué le ocurre?
–Vengo a recoger el resultado de los análisis.
–Vale, dígame su nombre y apellidos.
Mientras mete los datos en el ordenador con absoluta parsimonia  y bajándose las gafas para poder ver de cerca las letras de la pantalla, el doctor dice que hoy va un poquito lento y para romper el incómodo silencio, nos habla:
– ¿Qué tal Italia?
– ¿Italia?
–Sí, ¿no eres italiano?
–No, soy húngaro.
–Italia está jodida. Está completamente jodida, como todo. Italia es como una de esas mujeres estresadas que lo único que necesita es que se la metan bien fuerte– dice el doctor.
Mi compañero y yo nos damos un sutil codazo, intentando controlar nuestra cara de sorpresa. Y entonces llega la pregunta que tanto tenía:
– ¿Tienes el papel de recogida de los análisis por ahí? Es que, bueno, no pasa a menudo, pero puede ser que no se hayan grabado los datos en el ordenador y sin ese papel no tenemos nada. Ya os digo que no suele pasar, pero…ha pasado.
Veo como mi pareja empieza a fingir con insistencia que busca el papel que para él resulta inexistente y a mí me empieza a entrar un calor por el cuerpo.
–Hacemos una cosa, mirad si está por casa o en el coche o algo y vuelves con él– dice el doctor.
Salgo de la consulta cabreada y se lo muestro:
– ¿Eres incapaz de guardar un papel importante?
–Sabes que paso un montón de los papeles– responde él indignado.
–Pues aprende la lección y guarda bien los putos papeles que te dan– digo yo fríamente.
La lección fue que volvió al médico sin papel y le dieron cita para repetir los 3tipos de análisis para dentro de dos semanas, con su debida recogida  4 semanas después, lo cual significa que como tuviera algo grave, esa gravedad crecería durante tres meses más por el simple hecho de tirar un papelito a la basura en un mundo en el que si no llevas tu documentación encima, te ponen una multa.
Vuelvo a casa y me meto en la cama de nuevo, voy a hacer una repetición. Pongo el despertador para dentro de dos horas y prometo que mi mosqueo absurdo se habrá evadido.
Me levanto, de no tan buen humor como esperaba, son las dos de la tarde y hoy queríamos comer paella. Bajamos al supermercado a comprar las alas de pollo que acompañan al “arroz con pollo” y tras no encontrarlas y preguntar nos dicen que no quedan. Recorremos dos tiendas más y resulta que se han agotado… ¿cómo es posible que no quede pollo en todo el pueblo? ¿Cómo es posible que todo el mundo hay decidido comer alas de pollo hoy? Y sobre todo, ¿cómo es posible que tengamos que hacer 10 km en coche para conseguir las malditas alitas de pollo para la puñetera paella que se nos ha metido entre ceja y ceja?
Son las cuatro y mi chico acaba de terminar de cocinarla, es la hora exacta en la que se tiene que ir a trabajar. Come sin disfrutar, se viste y se va. Nos despedimos con un gran beso de disculpa mutua. Me asomo a la venta y le saludo con la mano mientras se va en el coche. Perdono su despiste, ¿a quién no le ha pasado?
Dos minutos más tarde suena mi móvil. Se trata de una empresa que estuvo a punto de contratarme exactamente hace un año en un trabajo completamente relacionado con mi profesión y eso, en los tiempos que corren, no es algo tan fácil. Al final, tras muchas entrevistas, no me contrataron, aunque tuviera un grandioso currículum, una buena formación y una experiencia más que sobrante para comenzar en ese lugar. Pero en vez de a mí, contrataron a una chica que ni estaba licenciada, ni tenía estudios  ni nada de nada, pero cumplía al 100% con la mentalidad y la religión de los jefes, es decir, era musulmana. Pues ahora, un año más tarde, me estaban llamando expresamente a mí para ofrecerme un trabajo en la ciudad de la que me acaba de mudar, huyendo en busca de mejores oportunidades. Claramente dije que yo no me movía de aquí y aquel “no”, supuso un pequeño golpe cuando justamente estas en un periodo de tu vida de crecimiento profesional, en el que estas ansiosa por encontrar un trabajo adecuado. Segunda casualidad del día y la historia no ha hecho más que comenzar.
Decido hacer una limpieza de la casa, luego me daré una ducha y pasaré la tarde en la playa mirando al sol esconderse tras el mar. Nada más empezar con el cubo y la fregona vuelve a sonar mi teléfono durante medio segundo. Es mi chico. Qué extraño, ¿para qué me hace una perdida si va conduciendo? Voy a devolverle la llamada y me salta su contestador automático. Repito la misma acción y vuelve a saltar. Un nervio me entra por el estómago y creo una escena de tragedia griega en mi cabeza: ha tenido un accidente con el coche y ha intentado llamarme para despedirse de mí y se le ha quedado el móvil sin batería justamente en ese momento (no se extrañen, ya he dicho que llevaba un par de semanas con pensamientos negros evadiendo mi cabeza).
Vuelvo a llamar, con el corazón casi en la mano y por fin responde:
–Me acabo de quedar tirado sin gasolina, o eso creo. –dice mi compañero en un tono nervioso.
Le pregunto que donde está, me dice que a tan solo cinco kilómetros de nuestra casa. Lo primero que pienso es que el seguro es solamente a terceros, está a mi nombre y que lo contratamos hace tan poco tiempo que aún no nos llegó la documentación por correo. Además, por ahorrarnos otra visita burocrática de las 8 que llevamos este mes, él no tiene el carnet expedido en este país y eso supone un problema. Putos papeles.
Le digo que no se preocupe, que vaya a la gasolinera que está a un kilómetro a comprar gasolina aunque lo que realmente le quiero decir es: ¿¡Cuantas veces te he dicho que tienes que vigilar el depósito, que la aguja está rota y no marca bien los litros!?
Casualidades de la vida, al llegar a la gasolinera esta se encuentra cerrada. Por suerte una pareja le recoge, le lleva a otra gasolinera y de nuevo al coche. Pero el único dinero que lleva en efectivo (la tarjeta no le funciona porque se le imantó y está esperando una nueva) es para comprar 2 litros de gasolina y si el coche está seco, con esa cantidad es imposible que arranque. Efectivamente, no arranca.
–El coche no arranca. No puedo llegar tarde por segunda vez al trabajo o me van a despedir. Estos señores me llevan hacia allá. He dejado el coche escondido en una puerta que he visto abierta, en un campo de bananas.
Se podrán imaginar mi respuesta:
– ¿Me estás diciendo que has dejado el coche dentro de una finca privada escondido en unas bananeras? ¿No has dejado una nota siquiera diciendo lo que te había pasado y que vendrías a buscarlo mañana?
Intento no ponerme nerviosa con él, bastante putada es lo que le ha pasado.
Acto seguido llamo a mi padre y le comento la situación. Sigo sus consejos y rápidamente me visto, voy a hacer fotocopias de la copia de los papeles del seguro que me mandaron por internet y me dirijo con ellos a la parada del autobús. Espero media hora el maldito transporte público y aún me queda otra para llegar a mi destino. Entro y me siento. Miro a mi izquierda y tengo a un anciano con un radiocasete sujeto en alto en sus manos. Su cuerpo está inmóvil escuchando la música. La canción es “Guantanamera”, una de las canciones míticas en el submundo de amor de mi pareja y mío. No me queda más remedio que sonreír.
Llego a su trabajo, me dice que ha tenido que pedir dinero a los compañeros para comprarse unos zapatos, pues se los había dejado en el coche. Además me cuenta que ha llamado a la policía para informarles y que tras darle sus datos se le ha apagado el móvil… ¿Qué más puede pasar? Me da las llaves y los papeles del coche y me explica donde está aparcado. Parece fácil. No me enfado, ni le digo nada malo aunque esté cagándome en su malísima idea… ¿no hubiera sido más fácil haber ido yo al coche que estaba bien cerca de casa, con el papel del seguro y haberme quedado allí arreglando el asunto? No, tenía que hacerme 30km de ida en un autobús de recorrido eterno y ahora, venían los 30km de vuelta.

 Salgo del lugar y camino hacia la parada. Empiezo a relajarme para no enfadarme, lo estoy consiguiendo, me subo al autobús de vuelta tras 45 minutos de espera y me sorprendo por mi paciencia. Me lo estoy tomando mejor de lo que esperaba.
Tras otros 45 minutos dentro del autobús mirando la hora cada cinco minutos y agobiándome sabiendo que quedan solamente 30 de luz solar. Llego al sitio donde me ha dicho que se encuentra el coche. Tengo la suerte de que el autobús para 100 metros antes de la puerta verde que me ha sido descrita. Bajo y me dirijo andando al lugar por una carretera de doble sentido y un andén milimétrico. El cielo empieza a esconderse y el atardecer hubiera sido aún más bonito si lo hubiera visto desde la playa.
Llego a la famosa puerta verde, está cerrada. Cojo el manillar, giro y está cerrada con llave. Decido llamar a mi chico para asegurarme de que esa es la puerta exacta. Me salta el buzón de voz. Esta vez sí que se ha quedado sin batería. ¡Me cago en la p….!
Me asomo por los agujeros de las paredes de cemento de la banarera. Los coches que pasan por los dos sentidos deben de creerse que me estoy colando en una propiedad priva. Raro es que no aparezca la policía. Y menos mal…    
No veo nada más que bananas. Ahí no hay rastro de coche alguno. Me planteo el irme caminando por esa peligrosa carretera hasta la siguiente finca. Alomejor me he equivocado. Llamo a mi padre y me dice que me vaya a casa.
– ¿Dónde estás hija?
–Estoy en una curva, en medio de una carretera de dos sentidos bastante peligrosa y se está haciendo de noche.
– ¿Tienes cerca la parada del autobús?
–Sí
–Pues vete allí.
Victimizo:
–Vale papá, pero esto es muy peligroso y tengo que cruzar dos carreteras en medio de una curva donde pasan coches a toda ostia. Vale, allá voy, cruzo papá, voy corriendo ¡Ya estoy cruzando! ¡Papá tengo miedo!
Haga un drama de la situación. Cuelgo a mi padre una vez que llego a la parada del autobús y se me hace de noche esperándolo.
Por fin llego a casa pensando en que el dueño de la finca ha visto un coche en su propiedad, se lo ha quedado, le ha quitado las piezas y las ha vendido a un desguace. Lo primero que hago es cenar los restos de la paella y mientras me como las alas de pollo sobrantes llamo a los dos depósitos municipales de la zona donde me dicen que no saben nada acerca de mi coche. Genial, nos lo han robado seguro.
Mi chico coge un taxi a la 1 de la mañana para volver por fin a casa tras este día tan curioso (por llamarlo de alguna manera…) y bajo para darle los 30 euros que le ha costado. Me dice que ha dejado una nota en la puerta de la finca. “Seguro que mañana nos llaman temprano”.
Un ataque de risa invade nuestro cuerpo, claramente nos descojonamos de todas las situaciones y nos vamos a la cama.
Suena la alarma, nos levantamos riéndonos de nuevo, vamos a comprar gasolina andando medio rezando para que primero, la puerta esté abierta, segundo, el coche esté allí y tercero, sea solamente un problema de gasolina y no de mecánica. Cogemos el autobús sin esperar mucho y llegamos al lugar. Oh, vaya, gracias a dios la puerta está abierta. Gritamos para ver si hay alguien pero nadie contesta así que entramos. Mi querido había dejado el coche unos 300 metros campo a través… ¿cómo pretendía que lo viera? e incluso ¿Pensaba que si llegaba yo ahí sola me iba a meter tan adentro de una finca privada donde cuando menos te lo esperas te sale un tío con una escopeta?
Siento un golpe de alegría al ver que el coche está ahí, intacto. Echamos la gasolina, aparto a mi novio y sigo las instrucciones que vi en un video. Espero unos minutos, y sin tocar nada piso el acelerador para bombear. Vuelvo a esperar unos minutos y me dirijo a la llave de contacto. Recordaré fielmente el instante en el que giré dicha llave de contacto, pisé el acelerador, vi como la luz parpadea y finalmente, como el llanto de un niño en el momento de salir del vientre materno, el coche arrancó y  juro que en ese mismo instante recuperé toda la positivad perdida y me reí a carcajadas de los juegos sucios del azar y de la vida en general. He de reconocer que me sentí feliz, grande, limpia y a partir de ese momento, todo empezó a salir más que bien; las casualidades se volvieron a mi favor. Fue el final de una etapa mental y el comienzo de otra mejor, tal y como bien predijo el video de internet.
La vida sube y baja y una cosa no es mejor ni peor que la otra. Lo bueno te alegra, lo malo te enseña y te ayuda a disfrutar plenamente de las subidas. Se trata de un aprendizaje continuo en el que con el paso de los acontecimientos asimilas que pase lo que pase, no durará para siempre y que lo importante es disfrutar el momento presente. Llámenlo basura filosófica, llámenlo misticismo absurdo, llámenlo como quieran.

domingo, 7 de abril de 2013

Horas inoportunas



Emborráchate y vuélvete a acordar de nuevo de mi. Esos calurosos momentos, esas manos, esos ojos, esas partes propias de nuestra raza.... 
Marca mi número, es lo que quiero. Puntual no faltas a tu cita de todas las semanas. Un doble sonido y ahí estas tu...A esas horas solo se puede pensar una cosa,horas importunas. ¿Qué buscas? Yo lo se. 
Ahora mismo no puedo dartelo, mañana quizás...
No, no,no vuelvas más, bórrame...
¿Mañana puedes? Y ya no hay respuesta... 

Falta de comunicación, el destino juega una mala pasada. No coincidimos, no hablamos, no miramos....Demasiado alcohol en la sangre. Contradicciones en mi lengua.
Y yo sigo aquí, peinando mis trozos de azabache, esperando a que se conviertan en blancos hasta q un día, quizás, vuelva a sonar el teléfono...

sábado, 6 de abril de 2013

Aquella mañana



No pudo dormir en toda la noche, se limitó a darle vueltas a la cabeza y a recapacitar con más contras que pros la historia de su vida. Destacó particularmente sus múltiples fracasos sentimentales por culpa de una mente egoísta y machacante, la suya propia. 
Ahora lo había perdido todo y hacía años que ya había adelantado los hechos, cuando su Romeo (en versión antidulzura) le dijo que quería compartir el resto de su vida con ella. Ella lo deseaba, pero tenía claro que un día terminaría, como todo, por culpa de sus actuaciones perversas. Y así fue. 

Aquella mañana de verano en ese hostal situado en el centro de la ciudad , mirando fijamente a la luz cegadora y caliente del sol se dio cuenta de sus graves errores y quiso llorar, pero no pudo. No era lo suficientemente frágil como para hacerlo. A Ella no le importaba nada, su cabeza no le daba tiempo para preocuparse en algo más que en su propio ser y en lamentarse por todos esos errores que hubiera podido evitar. Pero Ella era una mujer a la que le gustaba la aventura y el sentimiento sufrido. Era una mujer libre a la que en el fondo solamente le preocupaba su malherido corazón y no el de los demás.

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