No pudo dormir en toda la noche, se limitó a darle vueltas a la
cabeza y a recapacitar con más contras que pros la historia de su vida. Destacó
particularmente sus múltiples fracasos sentimentales por culpa de una mente
egoísta y machacante, la suya propia.
Ahora lo había perdido todo y hacía años que ya
había adelantado los hechos, cuando su Romeo (en versión
antidulzura) le dijo que quería compartir el resto de su vida con ella. Ella lo deseaba,
pero tenía claro que un día terminaría, como todo, por culpa de sus actuaciones
perversas. Y así fue.
Aquella mañana de verano en ese hostal situado en el
centro de la ciudad , mirando fijamente a la luz cegadora y caliente del sol se
dio cuenta de sus graves errores y quiso llorar, pero no pudo. No era lo
suficientemente frágil como para hacerlo. A Ella no le importaba nada, su
cabeza no le daba tiempo para preocuparse en algo más que en su propio ser y en
lamentarse por todos esos errores que hubiera podido evitar. Pero Ella era una
mujer a la que le gustaba la aventura y el sentimiento sufrido. Era una mujer
libre a la que en el fondo solamente le preocupaba su malherido corazón y no el
de los demás.
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