lunes, 8 de noviembre de 2021

Crónica de otro planeta: 1ª visita

Mi nombre es SjHDN y vengo del Planeta K. He aterrizado en la Tierra para conocer a la raza humana y la verdad es que vuelvo muy desconcertado con respecto a esta creación que parecía tan divina y colosal.

Seré directo: la mayor parte de las personas que habitan en este lugar se están volviendo gilipollas.

Tras semanas analizando y observando, no llego a entender qué les pasa en la cabeza. Escuché a muchos que decían que con la crisis de un tal "Covid" todos serían más generosos, amables, empáticos, sostenibles, conscientes del mundo en el que están, de las necesidades de los demás, del significado de la vida, de una mayor apreciación del milagro de la humanidad… Tonterías, les vendieron la moto con palabrería.

Durante mi estancia en el planeta me he relacionado con muchos seres, cada uno de su padre y de su madre y muchas veces me pregunto cómo es posible que en un mismo mundo haya personas que viven en realidades completamente paralelas.

Otra de mis principales cuestiones es qué les han enseñado y qué están ellos mismos enseñando a sus hijos. La educación, pilar fundamental en toda sociedad, brilla por su ausencia, cada uno mira por su bienestar y el respeto, comprensión, capacidad de esfuerzo, lucha y la humildad se ha debido de escapar de su centro mental.

Otra de las cosas que me ha llamado la atención es la manera en la que estos humanos están quemando sus cerebros. Se pasan el día enchufados a unos teléfonos móviles que les convierten en autómatas a nivel mental. NOTA1: Recomiendo eliminarlos y que se pongan a pensar. Que comprendan que el conjunto del mundo no es su única verdad, que aquí se vive en Sociedad, donde cada persona es diferente a los demás pero donde el respeto es la clave de la convivencia. En estos momentos veo que ni hay respeto, ni hay valores, ni solidaridad.

El esfuerzo está infravalorado, están dejando de ver más allá que lo inmediato, del ahora, de lo que cada uno quiere ya de ya y a la mierda lo demás. NOTA2: tras eliminarles los teléfonos, encerrarles en un monasterio con 20 libros de los grandes filósofos de su historia.

Hay otra cosa muy absurda que me ha provocado un shock, gente joven y preciosa que vive acomplejada, en la que todas sus fotos tienen filtros donde se cambian su nariz, su boca, ¡hasta su forma de hablar! Todo ello porque no cumplen físicamente con los patrones que han sido marcados por los mercados y además no son conscientes de su propia valía, de la magia de su individualidad. NOTA3: familias, enseñen a amar.

También observo mucha gente que a sus altas edades no tienen ni un año cotizado en la Seguridad Social y siguen viviendo del dinero de sus papas, el cual además es del que no se ha conseguido de manera legal. Desconocen lo que es conseguirlo todo por ellos mismos, el placer de dichos logros, solo viven en una falsa y vacía burbuja de comodidad que no entiendo cómo pueden soportar.

También hay muchas personas que viven por y para enseñar, que no saben valorar, que no han conseguido nada más que aquello que intentan mostrar. Como ese otro tipo, los que dicen que son hippies y viven en un yate de 50 millones, los que defienden políticas y se comportan después de manera contraria a sus falsos ideales. Los que tienen hijos porque no tienen otra cosa que hacer y se piensan que así estarán menos solos, más entretenidos, menos aburridos.

Tanta gilipollez mental me satura. Los humanos me empiezan a dar miedo. Son capaces de asesinar y apedrear. De gritar e insultar a los demás. De machacar y odiar. NOTA 3: eduquen a sus hijos para que puedan buscarse la vida por ellos mismos desde bien jóvenes.

Como resumen de todo lo anotado en esta primera visita, contaré que un día, en lugar llamado “hotel”, donde las personas van a pernoctar, escuché cómo un humano en estado ebrio declaraba a gritos que la limpieza de su habitación había sido una mierda. Y lo que me choca es que él mismo no viera que la única mierda que había era la suya. Decía que pagaba mucho dinero por ello…¿y es que porque pague hay derecho a que escupa en el suelo, que lo llene todo de restos comida, que esparza sus heces por la cama, que arrastre toallas por todo el cuarto y que orine cinco veces sin tirar de la cadena? ¿Es que por tener dinero hay que faltar el respeto a las personas que vienen detrás? ¿Tienen que poner en evidencia a los demás y tener la caradura de decir que quiere una compensación pues no le han limpiado correctamente? Señores humanos, ¿Pero no ven lo ridículo de la situación? ¿Pueden pararse un momento a pensar? NOTA 4: quitar el dinero al que no lo sabe usar y enseñarle a pensar.


FIN DE LA PRIMERA VISITA.

lunes, 26 de julio de 2021

A mi amiga Marta

 Al final, la vida y el tiempo te dan la razón. La más pequeña, la menos resultona, la más tímida del grupo, con el paso de los años resultó ser una gran mujer: una chica intelectual, con clase, educación, respeto, éxito profesional, serenidad y dulzura en sus relaciones, con un abstracto mundo interior y un sentimiento bien amasado de amor propio. Pero, a pesar de todas estas cualidades favorables a cualquier ser humano, hay una cosa en ella que ni siquiera el tiempo puede cambiar, algo que es inherente a la mayor parte de las personas, que casi todos hemos vivido al menos una vez en la vida, algo que quien no lo ha experimentado es incluso capaz de comprenderlo y entender su dolor...¿caéis ya en la cuenta? Me refiero al sufrimiento de una ruptura amorosa, el final de una unión sustancial entre dos personas que de un momento a otro se rompe por completo dejando simplemente algunos retazos clavados en el corazón, habitualmente, de uno de los dos miembros de la pareja.


La primera vez que rompieron el corazón de Marta fue con diecisiete años. Se embarcó en el primer noviazgo "serio" de su vida. Su acompañante tenía veintiuno pero una cabeza y una lista de experiencias que podrían rozar los treinta sin problema, por lo que Marta, se encontraba en completa desventaja en todos los sentidos.
Todo iba bastante bien hasta la noche en la que recibió aquella llamada en la que él le decía que había conocido a otra persona y que ya no quería estar con ella. Así, de repente, en un chasquido, tras un año compartiendo fines de semana juntos, cama, risas, películas, el vaso del cepillo de dientes,¡pum!de un día para otro él la abandonó dejando dentro de ella una marca que para borrarla le llevará largas sesiones de psicoterapia y que incluso se irá con ella al otro lado, lugar en el que espero que no tengan cabida las rupturas amorosas y los guardias del paraíso no dejen entrar a los rompe huevos. 

A raíz de este golpe del destino provocado por un capullo ejemplar, Marta se creó un sentimiento de desconfianza en torno a cualquier ser del género masculino. Les miraba con recelo, atendía a sus palabras conquistadoras desde el banquillo, sin acercarse al campo de batalla, confiando en su instinto anti engaños. Hasta el momento en el que, un año después, otra persona apareció en su vida con el mismo relámpago de excitación que sintió el día que conoció a su primer amor. Y es que,por muchos libros de autoayuda que leas, por muchas promesas que te hagas, por muchas veces que te repitas: “nunca volveré a enamorarme”, no servirá de nada, pues la metafísica amorosa, la mezcla de partículas de la atracción y las hormonas concordantes llamarán a  tu puerta con tanta fuerza que la derrumbarán al primer roce con las yemas de los dedos.

 La fuerza del amor, volvió a introducirse en el pecho de Marta, la cual tiró por la borda todas sus promesas, guardando solamente la más importante: "esta vez no me derrumbaré. Esta vez me amaré primero a mi misma y de esta manera nada me destrozará."

Y Marta, a la quinta ruptura, cogió su corazón, se lo sacó con unos alicates, lo partió en trocitos muy pequeños y se lo comió, para que así nadie pudiera volver a jugar con su miembro vital.


jueves, 3 de junio de 2021

Personas cactus

Los cactus llevan en la naturaleza más de sesenta millones de años. Son plantas del grupo monofilético que han evolucionado a lo largo de los tiempos, es decir, que a pesar de los cambios tienen un antepasado en común. Me parecen unos seres vivos fascinantes.  Acumulan agua en sus tejidos para adaptarse al hábitat, pueden sobrevivir a las sequías y tardan años en dar una flor que apenas tiene unas semanas de vida. Estas flores suelen ser solitarias y, sorprendentemente, hermafroditas. Curiosamente, estudios afirman que tener un cactus cerca de un objeto electrónico puede actuar como purificador ya que repele las radiaciones electromagnéticas notablemente.

Hay personas que son un poco cactus. Tienen una coraza dura y punzante pero guardan raudales de sentimientos y emociones en su interior. A veces, si te acercas demasiado pueden llegar a pincharte e incluso incrustar una espina en tu corazón. Sin embargo, si les cuidas, les mimas y les riegas moderadamente, son capaces de abrirse, sacando lo mejor de sí mismos: una bellísima y singular flor.

A veces no nos damos cuenta de que las personas, al igual que las plantas, somos delicadas y necesitamos el tiempo, la atención y el cariño de los demás. A veces abusamos de cercanía provocando la fuga de un carácter agrio y amargo que puede llegar a agujerear y por consecuencia, herir. En ocasiones no nos percatamos de que detrás de una coraza de frialdad la mayoría de las personas contiene en su interior una esencia completamente diferente a la que vemos y nos equivocamos cuando miramos y no vemos más allá. A veces todo es únicamente cuestión de tiempo y de saber esperar.

Un cactus, al igual que una persona, no es un adorno para llenar estantería en casa si no algo que requiere dosis de empatía y atención por nuestra parte. Y es que al final, te das cuenta de que el conjunto de todas estas acciones proviene del aprendizaje y del fertilizante más potente que existe en este universo: el amor en todas sus formas.

lunes, 3 de mayo de 2021

El vidente

No había pegado ojo. Las fuertes tormentas no pararon durante toda la noche y ahora sentía una especie de resaca torrencial. Salí de la cama sin ganas. El calentador se tomó el día libre y, para despertarme, tuve que ducharme con un chorrito de agua gélida. De camino al trabajo se me paró el coche en mitad de la autopista. Cojonudo, ¿algo más? El día, como esperado, siguió siendo una mierda. Estaba deseando que terminara y volver a la cama, pero antes me acerqué a hacer unas compras. Cuando estaba llegando a la puerta del super, se me acerco un chico muy alto, delgado y con mirada de pocos amigos con algo en las manos haciendo afán de entrega. Una tarjeta publicitaria. Menos mal. Pensé que quería venderme alguna droga o peor aún, que llevaba una navaja para clavármela y robarme lo poco que llevaba. Muchos pensarán que son prejuicios, pero últimamente no me iba muy bien en general, con lo que ante cualquier hecho particular dudaba y mi mente siempre acababa llevándome al lado oscuro.

En la tarjeta ponía: “PROFESOR KUNTA, GRAN VIDENTE. Adelántate al futuro y déjame guiarte a las decisiones adecuadas. Despréndete del pasado de tus ancestros y encuéntrate a ti mismo. Resultados garantizados al 100%”. Me lo guardé en el bolsillo. En mi defensa, debo decir que en ningún momento y bajo ningún concepto, se me pasó por la cabeza utilizar estos “servicios” de dudosa índole, pero sí que me tomé esta entrega como una señal.

Durante esa noche, sumido en una nube de humo de peleas entre mis pensamientos y mi alma y de intentar poner orden a todo el embrollo que se paseaba por mi cabeza, abordé el tema de la herencia familiar. “Despréndete de tus ancestros y encuéntrate a ti misma” - volví a leer en la tarjeta.

A base de revolver ideas, experiencias y sentimientos me di cuenta de que muchas veces las personas, dentro de nuestra nube mental heredada y de nuestro contexto social y experiencial, tendemos a seguir el ejemplo de nuestros ascendientes, padres y abuelos. “Admiro a mi padre, quiero ser como él.”, “mi familia es grande, yo también quiero una familia grande”, “mi madre fue madre joven, yo también quiero serlo”, “mis padres quieren que la estirpe familiar continúe, así que así lo haremos”, “a mi hijo le voy a poner el nombre de su padre y del padre de su padre y del padre del padre de su padre porque es tradición familiar” …

 Y de repente, me di cuenta de que todo en la vida, en tu vida, gira alrededor de una pregunta muy sencilla que muchas veces olvidamos formular. Entonces pregunté: ¿y tú? ¿Qué es lo que verdaderamente quieres tú como persona individual? Entonces ocurrió algo mágico, me liberé, de todo lo que me rodeaba, de la herencia de los traumas vividos por mis antepasados, de un pasado que ni conozco pero que subconscientemente está ahí, de todo lo que tenía metido en la cabeza a base de pico y pala, y ocurrió un milagro: fui yo mismo, sané y aprendí a elegir. Cogí la tarjeta del profesor Kunta y la tiré a la basura. Los videntes no existen, son los padres.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Ell@s

Hoy va por l@s que dicen “yo puedo” y pueden, por l@s que de vez en cuando caen por sentirse súper héroes sin poderes pero vuelven a levantarse más potentes todavía, pues ese es el verdadero poder.

A tod@s los que consiguieron independizarse a los veinte, no fue suerte, fue mucho esfuerzo; a l@s que tienen como objetivo conocer más, ser más sabi@s, más profesionales, más human@s con el fin de poder ayudar a cuantos más, mejor, en cualquier ámbito grupal.

A tod@s las que intentan autosuperarse día tras día, a l@s que pueden con un examen de Finanzas II en ingles siendo de letras puras, a l@s que crían sol@s y a l@s que han sido criad@s sol@s, a l@s creativ@s ante las crisis, a l@s que mantienen el buen humor y te sacan una sonrisa, a l@s que aprendieron a decir no, a l@s que les encanta decir sí y probar, descubrir...

A l@s que no desperdician energía con “estoy muy gord@ o estoy demasiado delgad@”(¿cuánto es demasiado?).

A l@s que se dedican a hacer cosas que aportan, a l@s que te vienen a pedir consejo y a l@s que los dan. A l@s que tienen “un buen par”, a l@s que mantienen la calma, la coherencia, la inteligencia emocional, a l@s que de vez en cuando la pierden por completo (¡y qué más da!), a l@s que dan todo o nada, a l@s que se buscan y no acaban de encontrarse (paciencia), a l@s que empiezan y acaban, y al final y siempre, a l@s que aman, a sí mism@s y a los demás.

jueves, 18 de febrero de 2021

Nacimiento prematuro

Todo se torció incluso antes de haber nacido. Soy prematura, me adelanté un mes. Mi nacimiento estaba planificado el 6 de enero, cual regalo de Reyes Magos, pero me apresuré y mi madre parió el día de la Constitución Española. De una u otra manera, ambos eran festivos, pensados para descansar, no para sufrir una cesárea, pero el cordón umbilical estaba enredado en mi garganta y no había otra manera de sacarme de ahí. Creo que ese nudo fue el desencadenante de todo. Me ahogaba, quería salir y luché ferozmente agarrándome a la vida para conseguir escapar lo más rápido posible. Ahora me arrepiento de haber tenido tanta prisa. Como en la famosa escena de una película de autor en la que un plano cenital muestra a la protagonista flotando en una piscina en postura fetal y se siente el silencio, la nada, el principio de todo, el deseo de volver al origen, a mecerse en un océano de aguas calientes y tranquilas. Ay la paz ultrauterina… quien volviera a ella aunque solo fuera unos instantes.

 Mi fama de peleona me precede y mi primer trauma infantil también. Hasta los 25 me ponía siempre mala con anginas, mínimo una vez al mes. Estaba claro que el nudo en la garganta me aprisionó tanto que me hizo, incluso, ser incapaz de expresar mis sentimientos con facilidad, una especie de mutismo emocional, quedándose estos atrancados e infectando mi cuerpo en forma de placas de pus y con dos anginas que solían parecer el par de huevos que me faltaban a la hora de comunicarme, especialmente con los tíos. Alexitimia.

Dicen que la última etapa del embarazo sólo se ocupa de acumular grasa debajo de la delicada piel del bebé, lo que le ayudará a regular mejor su temperatura corporal cuando nazca. Siempre tengo frio, y las manos y los pies a veces parecen escarcha. Además me faltaron 4 cm de altura, unos pechos más grandes, las piernas más largas y un estómago más fuerte. Al sacarme me metieron directamente en una incubadora. Me perdí el primer abrazo de la madre, el calor de la carne y me sentí sola sin su olor. Segundo trauma superado, el sentimiento de abandono y soledad. Pero me ha encantado ser la pequeña de la clase, la que se juntaba con los mayores, la que terminó la uni antes de los 22 y la que se buscó la vida desde que nació.

Algunos investigadores consideran que la prematuridad es una enfermedad crónica. Sin embargo, los afectados no siempre estiman que algunas de estas limitaciones funcionales sean un problema, lo que refleja una enorme capacidad de resiliencia y adaptación. De hecho, la prematuridad también puede tener otras consecuencias sorprendentes. Por ejemplo, los adultos que nacen prematuramente suelen tener una personalidad diferente. Diferente, que no anormal. Eso que me llevo.

 

 

miércoles, 10 de febrero de 2021

Psicosomatismo

Había pasado una mala noche. Se levantó de la cama con una sensación de mareo. Al llegar al baño y sentarse notó que todo le daba vueltas. Se puso las gafas, forzó los ojos para enfocar y se percató de que estaba sufriendo un episodio de vértigo. Hacía muchos años que no le pasaba. La última vez fue en 2015; el médico le dijo que se trataba de las cervicales, el fisioterapeuta le mandó unos ejercicios para relajarse, la de acupuntura le comentó que los mareos podían estar relacionados con problemas en el riñón, mientras que el que le leyó las cartas dijo que todo se debía a una ruptura sentimental. Decidió creerles a todos ellos.

Volvió a la habitación y se tumbó. Se sentía como cuando en los viejos tiempos se pasaba de la raya con el alcohol y debía apoyar una pierna en el suelo (echar el ancla) para controlar esa impresión de dar vueltas en una noria a toda velocidad. Pero esta vez era mucho peor, en cada latigazo notaba que se salía de la realidad y que podría desmayarse en cualquier momento. Respiró profundamente y, como habitualmente, buscó en internet las posibles causas de su malestar. Angustia, ansia, inquietud, ansiedad, taquicardia, estrés, agobio, mareo, depresión y de nuevo ansiedad era la palabra que más se repetía. Volvió a respirar profundamente e intentar apagar su cerebro, que emitía más de setenta mil pensamientos por minuto.

No eran buenos tiempos para mantenerse en equilibrio. La situación global, mundial, provincial, comarcal y de su casa, eran de poca ayuda. “Psicosomático: es un concepto del psicoanálisis que se refiere a una lesión orgánica que se considera de origen psicológico. Es un síntoma físico que se supone producto de un padecimiento mental. - siguió leyendo en la red.

Hacía cinco años que había terminado la relación con su pareja, tras doce años de noviazgo. El mismo tiempo que hacía que no sentía ese desagradable vértigo. De nuevo, no tenía ni puta idea de qué hacer con su vida. Además las opciones estaban presas, esposadas en la cárcel del COVID19. Si tan siquiera podía salir de su municipio y con 45 años cargados a la espalda… ¿Dónde narices iba a ir? Se sentía perdida, desequilibrada, en una caída vertiginosa al vacío.

Cuanto más pensaba en ello, más vueltas le daba la cabeza así que decidió hacer una de sus meditaciones semanales. Cerró los ojos, inspiró, expiró e intentó la hazaña de no pensar en nada. Se quedó dormida media hora más.

Al volver a abrir los ojos, sintió como el vértigo había disminuido y se encontraba mejor. Se preparó el desayuno con desgana y se forzó a hacer sus 10 km diarios alrededor del gran parque. Se dejó llevar entre los sonidos de sus pisadas, los cantos de los diferentes pájaros y el silencio placentero que albergan los pulmones de las grandes ciudades. Bajando el ritmo del camino y con las endorfinas en su punto álgido se dio cuenta de que no podía seguir anclada al pasado, ni angustiarse por el futuro, que lo único que le quedaba ahora era a ella misma, y que su principal objetivo era su propia paz; y eso no dependía de nada ni de nadie más que de ella. Aquella tarde, se arregló por primera vez en mucho tiempo y se decidió a quedar con el chico con el que chateaba desde hacía largos meses. La ansiedad había sido ese enlace entre el pasado y el futuro, pero la vida era ahora.

miércoles, 3 de febrero de 2021

Fatiga pandémica

Hace un año que mi mundo, al igual que el de millones de personas, cambió. Las emociones  iniciales fueron similares a que surgen ante una pérdida: el shock y la incredulidad. Los pensamientos más recurrentes, nacieron del ego: por qué esto a mí, qué he hecho mal, qué mala suerte.

Después de la caída, llegó el despertar, la asimilación y aceptación de todo lo que estaba ocurriendo y del cambio radical de más de 180 grados que tuvieron nuestras vidas. De un día a otro literalmente, todo se dio la vuelta: sin trabajo, sin libertad, sin vernos, abrazarnos o despedirnos. Tanto tiempo en casa provocó la apertura de la caja de Pandora y que millones de pensamientos (el 90% de ellos negativos) invadieran nuestras mentes. Falta de concentración, creatividad bajo mínimos, ilusión desgastada… Nuestros cuerpos mutaron en espaldas con grandes chepas, pesadas; nos hicimos pequeños, nos engulló nuestra propia burbuja. Días de subidas, días de bajadas en la montaña rusa de nuestras emociones. Y de nuevo, la boca de la ballena se abrió y ahí estuvimos, remando y aprendiendo a dirigir el oleaje con nuestros fuertes remos que en ningún momento llegaron a romperse.

Y durante todo el viaje, también hubo lugar para el recuerdo de lo antiguo y la transición hacia lo nuevo, una mezcla entre lo vintage y lo futurista, el impresionismo y el surrealismo. Volvimos a pararnos a apreciar los colores del cielo, disfrutar de un paseo a la orilla del mar, a sentir el amor, a labrar la amistad, despedir lo desgastado, reutilizar lo anticuado y replantear ese futuro que está por llegar. Con esperanza, entre telas de araña que a veces se pegan entre los dedos, como nuestros sueños, legañas incrustadas en las cuencas de los ojos que nos quitan visibilidad. Entendiendo que todo en esta vida son ciclos, olas para surfear y sobre todo, sin olvidar que ante todo lo demás, tú eres el que debe agarrar fuerte el timón y en esa marejada, hacer todo lo posible para mantenerte en equilibrio. Todo pasará. La orilla cada vez está más cerca.

martes, 26 de enero de 2021

Una mala noche

 Son las cuatro y media de la mañana. No puedo dormir. Me agobia mucho el hecho de que dentro de tres horas tengo que estar en pie y que llevo el doble metida en la cama. Sudo. Tengo calor, doy vueltas de un lado al otro en busca del gustoso frío de las cálidas y sudorosas sábanas blancas de agosto.


Mañana me espera un día muy largo, demasiado como para seguir despierta a estas horas. El ruido del reloj me absorbe en un círculo vicioso en el que los segundos pasan el doble de rápido. Y sigo sin dormir. Me obsesiono tanto con el tic tac tanto que termino levantándome y dejando el reloj en el baño. Aún así, a veces sigo oyéndolo. O no, quizás es paranoia. Vuelvo a levantarme y lo meto en el cajón del mueble de los potingues. Me mojo la cara, me miro al espejo. Estoy cansada, me siento como si estuviera en un after party, pero sin diversión alguna. Vuelvo a la cama, me pongo los tapones de los oídos para centrarme en el sueño. Me los acabo quitando, esos tapones que me compré en el viaje a Tailandia eran lo más parecido a tener los dedos índices metidos en tu oreja tras cuatro horas en remojo. Duros, fríos, con arrugas….

Mi cuerpo está agotado, he estado trabajado doce horas y he comido mierda de una cadena de comida rápida. Seguro que por eso no puedo conciliar el sueño. El estómago me está provocando todo esto. Voy a la cocina y me tomo el jarabe antigases lo antes posible. Se que no me dormiré hasta que no lo haga. 

Vuelvo a la cama, completamente concentrada en dormir de una maldita vez. Miro el reloj, son las cinco y media. Oh, dios mío, solo voy a poder dormir dos horas, ¡dos malditas horas otra vez! Me resigno…estaré bien, soy una chica fuerte y esto acabará pronto. Tan pronto como encuentre otro trabajo y deje de limpiar la mierda de dos oficinas y un chalet a seis euros la hora.

Se que algo mejor me espera, si reduzco el pensamiento de que tendré que pasar muchas horas de mi vida en el médico que intentará arreglar los dolores de espalda provocados por limpiar váteres llenos de cagadas. Ya me empieza a doler. Noto mis riñones hinchados, como si estuviera premenstrual en plena ovulación. Mierda, este trabajo me está destrozando. Pero no puedo dejarlo. No tengo otra opción.

Y sigo sin dormir y son las seis de la mañana. Mi cerebro en marcha, pasa por un sin fin de pensamientos presentes y futuros. Aunque lo que más me martiriza la cabeza es el pasado. Quisiera olvidarlo, pero no puedo. Aparece cuando menos me lo espero. Y duele. Intento ser fuerte y darle la espalda. A veces hasta me pongo los guantes de boxeo para luchar contra él. Lo noqueo pero se levanta de nuevo tres días después y vuelve a aparecer pegando fuerte. ¡Malditos recuerdos! Me gustaría exterminarlos. Son una plaga que no te deja avanzar en un campo de maíz. Como si alguien te tirara de la espalda hacia atrás y no te dejara avanzar en cada paso en vano.

Me acuerdo de ti, sí, me acuerdo mucho de ti. De cuando tampoco podías dormir por las noches y me llamabas a las seis de la mañana para escuchara el canto del gallo del corral. Era tu forma de darme los buenos días y de desahogarte ante tu falta de sueño. Pero luego siempre venías. Directo a mi cama, a despertarme de una forma más agradable que aquellos alaridos. Y un día te fuiste, sin quererlo. Fue tu sino. Y ya no estas. Y te busco en mi cabeza y solo recuerdo aquella cama vacía de hospital y ese olor a muerte. Y lloro. Y vuelvo a levantarme al baño a secarme las lágrimas con una toalla pues ya he terminado con todos los pañuelos de papel de la mesilla.

Intento dormir, de nuevo. Y no puedo. Doy un pequeño grito de rabia y en ese momento Carlos se gira hacia mi asustado y me da un beso medio sonámbula. Él si que puede dormir.

martes, 19 de enero de 2021

Lo natural

Las redes sociales se ha convertido en algo comparable a Puerto Banús: un auténtico escaparate humano; y nosotros somos sus modelos, ridículos hasta con filtros, que paseamos enseñando las “cosas buenas” de la vida (subjetivamente hablando, claro), poniendo etiquetas y disfraces marketinianos a todo lo que nos rodea y, a veces incluso, a nosotros mismos.

Convertimos a niños en modelos de fotografía y en carnaza para perturbados que navegan a sus anchas entre nuestros datos y falsa privacidad, influimos en el incremento de los complejos entre los adolescentes y adultos, posamos y pedimos a nuestros novios que nos saquen fotos y les regañamos si no nos la sacan como queremos. Ponemos morritos ilusorios, metemos barriga, nos cambiamos el pelo (y el cerebro) de lado, posamos, posamos y posamos, filtro aquí, filtro allá…Nos denudamos, nos exhibimos, nos retocamos, que si las mechas, que si el botox, que si la celulitis fuera, que si los ojos verdes, que si la papada… y al final terminamos perdiendo el tiempo y transformándonos únicamente en esclavos mediocres y angustiados.

Lo peor de todo es que nos cargamos de absurdas frustraciones, de deseos irrisorios, de egos inflados; a la vez que nos alejamos cada vez más de nuestra esencia, de nuestra alma, del quienes somos y adónde vamos.

¿Sabéis esa gente que se pasa el día diciendo literalmente lo súper felices que son y cuanto más lo repiten más nos damos cuenta de que no están viviendo la vida que les gustaría vivir ni están en equilibrio consigo mismos? Pues eso son las redes sociales. Hablan mucho, pero dicen bastante poco. Y a mí la verdad es que me gusta más la gente honesta, la que va de frente, la que te dice que lleva unos días echa una mierda y a la semana se levanta y te dice que ha enfrentado su problema y está mucho mejor. La que te coge una videollamada recién levantada con el pelo despeinado y la piel llena de grasa. La que te escucha, la que habla, la que te cuenta y comparte sus miedos con los tuyos. No sé, lo natural, lo que al fin y al cabo somos y sentimos todos debajo de nuestra piel, ¿no?

viernes, 8 de enero de 2021

Mirar de frente

Sentir la chispa, el estímulo que te acerca más a la vida, el aliento de la pasión exhalando lentamente su dulzor... Manos recorriendo caminos impensables y bocas que traspasan límites que nunca fueron marcados. Porque todo es posible entre las paredes de la habitación que abarca una historia inconfesable cargada de sin sentidos ni razón, construida de fuego interior, de palabras sin decir, de silencios agradables, de copas rebosantes, de gritos y suspiros.

Una historia de miradas encontradas que encuentran sin buscar un sinfín de matices. Miradas que se hablan sin decirse nada, miradas de deseo, cargadas de ansiedad, latentes ojos abiertos y brillantes que siempre piden más, que te traspasan el pecho haciéndote sentir atravesada por una flecha lanzada a la espalda.

En la distancia se distingue que todo empezó por un deseo, un capricho sin más, un vacío que llenar. “será mía” y no será por casualidad. El afán de la conquista, de la presa por cazar, el deseo de lo desconocido, el misterio por lo que habrá. Las ganas de recorrerle trazando rutas sin destino final.

Humedecer los fogosos labios deleitándome en las pequeñas y sabrosas comisuras; el olor de lo distinto, la oscuridad de las velas, el sonido transformador que va llevando a los cuerpos a una intensa catarsis. Y entre los susurros, las palabras envolventes y las miradas indescriptibles, lanzadas y preparadas al azar.

Abriendo las piernas al calor, al confort de unos brazos que abarcan tu pecho desnudo. Miradas de frente, palabras cruzadas... Mi egoísmo no sabe donde esconderse, haciéndome confuso y asustadizo ante una situación inmanejable con un final inimaginable.


 

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