domingo, 17 de noviembre de 2013

Lástima

El deseo puede ser un arma cargada con la envidia si este no es verdadero, si ha aparecido con
la angustia de que si este tiene algo, yo lo quiero también solamente para no sentirme pequeña.
La codicia se reparte con puñaladas de acero lanzadas desde el cielo.
Las mentiras cada vez se hacen más grandes y las caras se llenan de máscaras más originales.
Aquí todo el mundo se destroza entre ellos a base de palabras envenenadas donde la envidia absoluta vuelve a ser la reina de la fiesta de disfraces. Y al final, durante ese baile de mácaras, todos se dan cuenta de que se necesitan los unos a otros para seguir respirando. La misma mierda. Es un ni contigo ni sin ti, la necesidad de amor de la humanidad, la compañía que quieres para seguir caminando y no sentirte solo. Porque, estos disfraces, lo único que ocultan bajo sus puntitos de purpurina es una absoluta y tremenda SOLEDAD. Ese es el hoyo del que salen las críticas, las envidias, la necesidad de ser más que el que es insuperable, las falsas sonrisas y el deseo incumplido. ¡Qué lástima que se quiten los disfraces y sean la esencia que saben que son!

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿En qué piensas?

-¿En qué piensas?
-En que estoy cansado de pensar tanto.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Erasmus


La verdad es que mi querida Martina es una chica muy responsable. Me lo demostró los primeros días de convivencia en Roma, la ciudad a la que nos fuimos a estudiar juntas.

Nos concedieron una beca Erasmus en el último curso de la carrera (una de esas subvenciones del Estado que por falta de fondos y por desgracia ya no se conceden). 

Era la primera vez que yo pisaba la ciudad. En pocos días me di cuenta de que había algo de magia en esa ciudad decadente, en el misterio de la historia que aún quedaba vivo y remarcado en las ruinas que asoman en cualquier esquina mostrando la grandiosidad del pasado, que, por desgracia, nada tiene que ver con el momento actual. El sustantivo Roma, leído al revés, forma la palabra “Amor”, que aunque suene algo pedante y romántico es uno de los vocablos más bonitos que existen.

Nada más bajarnos del autobús en la estación del sur estuvimos a punto de darnos la vuelta, volver al aeropuerto y salir volando de allí. Aparecimos en un barrio lleno de gente con malas pintas, de basura, de calles con adoquines levantados, de paredes a las que el paso del  tiempo les había  robado el color y que ahora eran adornadas por posters de conciertos medio caídos y rajados anunciando eventos que databan de dos o más años atrás. En  la calle no había ni un alma; llovía con fuerza y era imposible arrastrar nuestras maletas por esas aceras empedradas. Adicionalmente casi nos atropelló un coche cuando íbamos a cruzar con la luz del semáforo que da preferencia a los peatones. Conducían como locos y ni un conductor de  los que cinco que pasaron respetó las normas viales. ¿Se habían convertido las máquinas en algo más importante y salvaje que los hombres o eran los propios hombres los que se habían transformado en algo peor?

Por fin encontramos el portal de nuestra casa. Era un edificio antiguo, no muy alto, con la fachada pintada de color salmón (en un pasado lejano debió de ser  rosa). Encontramos el telefonillo y timbramos despejando nuestras dudas acerca de su efectivo funcionamiento. Sorprendentemente, una voz italiana  (y, por lo tanto, sexy) respondió. Era Antonio, nuestro nuevo compañero de piso. Bajó a recibirnos y a ayudarnos a cargar las maletas y nada más verle, la ciudad de Roma empezó a gustarnos un poquito más.                                                                                     

Tras acomodarnos en la bohemia buhardilla con techos de vigas de madera chirriantes por el sonido de la carcoma, Antonio nos invitó a dar un paseo por los alrededores del barrio. Tras caminar unos diez minutos y girar una esquina abandonada, el  grandioso Coliseo se alzó ante nuestros ojos y en  ese exacto momento juré amor eterno a Roma, el actual amor de mi vida, y a ese fascinante año de libertad que perdurará en mis recuerdos hasta el día de mi muerte y más allá. Después de aquella experiencia, puedo decir que Martina estará por siempre a mi lado. Nuestra relación de amistad puede comprarse con la de dos hermanas que se aman. Nos apoyamos en todo, nos contamos nuestros secretos más ocultos y también somos capaces de cabrearnos cuando alguna de las dos opina que la otra la esta cagando. Cuando terminó mi relación con Equis, Martina fuera la única persona capaz de decirme cosas crueles a la cara para ayudarme a ver la realidad que yo misma quería ocultar. También solía sacarme de fiesta, cada vez que terminaba de cumplir con su prioridad: Leo. Desde que él apareció, yo la perdí un poquito.              

 

sábado, 19 de octubre de 2013

Roma



(...) Para ser  honesta, nunca  me  habían gustado  los gatos. Yo era más de perros, como era de esperar si revisamos mi vida sentimental. Cuando nuestra relación terminó acabé odiando a Roma tanto o más que a Equis. Había mucho de él en la gatita. Muchas veces observaba  cómo jugaba con sus ovillos de lana y de repente, disimulando, inmóvil, me miraba de reojo con un aire cruel y como diciendo: “te estoy viendo, no te librarás de mí tan fácilmente”.
 Me alegro de haber echado para atrás mi deseo de darla en adopción. Así que sigo conviviendo con Roma, que cada vez me cae mejor. Supongo que esto significa que poco a poco estoy  olvidando la maldad de Equis, que le estoy borrando de mis recuerdos, que estoy eliminando toda la rabia, la ira, basándome en el poder del perdón (esto lo leí en uno de los libros de autoayuda que me compré tras la tragedia, al día siguiente de dar todo por finalizado). Aunque de todas formas, sigo pensando que es un mal nacido y un desgraciado. Y que espero y deseo que le provoquen el mismo sufrimiento que el cabrón me provocó  a  mí, una y otra y otra vez hasta que el corazón se le rompa  de  dolor y se deshaga dentro de su cuerpo. Pero, en serio, estoy dejando la ira a un lado.(...)

sábado, 12 de octubre de 2013

Hacer algo prohibido

Notas como la adrenalina sube desde el estómago hasta tu cerebro en menos de un segundo. Tienes un sentimiento de grandeza digno de reyes y princesas el día de su toma de poder. Te sientes eufórico, una mezcla de alegría y miedo, de suerte y terror entrelazado con cuerdas de riesgo que penden de un fino hilo. Sabes que estás haciendo algo malo, pero a la vez, esa maldad logra que experimentes una sensación difícilmente alcanzable a base de estrategias legales. Estas a punto de conseguir tu objetivo. El corazón late en toda su plenitud. Lo tocas con la mano izquierda para evitar que se te salga del pecho. Respiras y sin divagar más pasas a la acción. En ese pico de crisis, esa delgada línea entre ganar o perder, entre triunfo y fracaso multiplicado estás tú y tus nervios. Y sin pensarlo más consigues tu objetivo y en ese mismo instante te sientes dios durante cinco minutos de verdadera alegría.

sábado, 5 de octubre de 2013

EL VERANO ES PARA LOS PALETOS.

Odio los veranos. Año tras año se escuchan las mismas gilipolleces en las televisiones acerca de las fiestas patronales de los pueblos, de los grandes atascos de la m30 o de cómo utilizar correctamente una crema solar. Siempre lo mismo, el verano fresco y lluvioso de Galicia, la masificación de los festivales musicales, las cogidas de los San Fermines, la procesión marítima de la virgen del Carmen y los comas etílicos en Ibiza o en cualquier sitio de playa alicantino. La gente se vuelve aún más gilipollas cuando llega este periodo del año, el calor hace mella en los cerebros que permanecen en modo off durante tres meses. La jornada de 8 a 13 no compensa, las pérdidas superan a las ganancias en cualquier sector que no sea el servicios; las playas se atiborran de familias salvajes deseosas de hacer un castillo de arena, de arrastrarse por el barro o de posar ante la cámara en plan sirenita. Seres que no dudan en poner su toalla a un centímetro de la tuya (toalla que incluye la bolsa de playa, la colchoneta, las palas, el flotados, la barca hinchable, el hinchados, la nevera portátil y los quince miembros de la familia Martín Suárez). Puedes incluso oler el desodorante de pies del adolescente que tumbado en la toalla mira a su alrededor amargado con el único consuelo de escuchar a los Iron Maiden en su mp3 y cagarse en toda su estirpe por haberle traído allí un verano más. La tranquilidad no existe , de hecho, juraría que los estudios probabilísticos prueban que el número de asesinatos, trifulcas y navajazos varios crece con respecto a meses atrás. Ah, y me olvidaba de las intoxicaciones etílicas. En esta época del año se come más, se bebe más, se trabaja menos, se folla más y también se jode más a las personas que como yo, odiamos a las personas. ¡Son ustedes estúpidos con su obsesión estival!

El invierno está genial: las calles despobladas, la nieve cubriendo todo el mobiliario urbano, el escenario de nuestros días en color blanco y el motor de los coches estropeados que congelados no pueden ni arrancar; la gente permanece en sus casa, en familia, tapados con mantas calentándose sopas o haciendo croquetas con la abuela en bata de algodón. El ánimo está más tranquilo, suavizado, se consume menos, los rostros son fríos y tranquilos, en paz. Se disfruta la cama con más placer, cuerpo con cuerpo bajo el calor del nórdico y del pijama de felpa. Los besos y los abrazos son más calidos y cariñosos, el amor se hace de verdad.  El verano es para los paletos.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Presencia



Nunca faltas a las citas anuales más importantes. Llevas una década haciéndolo y supongo que continuarás durante al menos otra más. Puntual acudes a tu cita despertando sentimientos escondidos, ocultos bajo el abrigo invernal. Mantienes el juego de la presencia infinita, no puedo verte ni tocarte pero sí que puedo pensarte (sé que con eso puedes llegar a conformarte, aunque sea falsamente). Un señal, solamente una mínima señal de consciencia para recordar tu voz y el tacto áspero de tus serias manos abarcando cada detalle de mi cuerpo.
Sueles aparecer cuando menos me lo espero o cuando creía no esperarlo, aunque realmente el deseo gritara a la llamada de auxilio que late en el fondo de mi ser. Pero nunca vienes a sacarme de aquí. Eres capaz de revolverme el estómago con tan solo una palabra escrita, incapaz de hacerme olvidar o de comprender el paso de los años mientras todo sigue exactamente igual.
Te asomas en mis cumpleaños, cada fin de año, en mi aniversario marital, en eventos musicales, en fiestas nocturnas sin final, eres capaz de aparecer en noches de miércoles si el jueves se marca en el calendario con un círculo de abstinencia laboral. Las cenas más románticas son rotas por un timbre seco y alarmante, en las noches me desvelas asomándote por un lado de mi almohada con una luz que ciega mis ojos, capaces de enfocar tu nombre y permanecer leyéndolo en voz baja durante más de diez segundos. Causas espasmos de shocks que seguramente podrás sentir desde la otra punta del planeta. Estuviste en mil viajes, en actos públicos y familiares y en noches desenfrenadas con hombres que te superaban en la cama. Fuiste el protagonista en discusiones merecidas y el traidor en mensajes no respondidos. Y siempre me levantaba, miraba el teléfono y ahí te encontraba, pensando en mi cuerpo en cualquier momento nocturno, sobrio de alcohol y de deseo, lleno de recuerdos de juventud y deseoso por volver a probar el antídoto a la vejez, el beso de la traición que se maquilla de amor, o que quizás siempre estuvo pintado de un color sonrojado, lindo, parecido a todo lo que conlleva la palabra amor en el recuerdo del olvido. Por la mañana nos tomamos un café imaginario y hablamos de todo.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Generaciones


Las generaciones avanzan y ocupan tu lugar al mismo tiempo que tú te vas instalando en las almas de los que van por delante de ti. Fuiste la pequeña de la familia en algún momento de tu vida (todos pasamos por ello) y si la dicha es buena llegarás a ser  la matrona. Eres tu bisabuela, tu abuelo, tu padre y tu madre. A la vez, tu hijo y el suyo. Fuiste la sobrina y ahora eres la tía, la hija y la madre. Tus ojos tienen la mirada de los ojos de la madre de tu padre la cual aún recuerda como miraban con ternura aquellos que la protegieron durante su niñez y que tú nunca llegaste a conocer. La curvatura de tus labios lleva el apellido que sigue a tu nombre y al de cuatro generaciones que envejecen en frente de ti. El color de tu pelo lleva existiendo dos siglos y la amplia sonrisa de tu abuelo la sostiene entre muecas el hijo que tienes entre tus brazos. Al fin y al cabo, uno es tan solo la mezcla del todo.Es un reto ver crecer y morir, contemplar maravillado o con los ojos  húmedos la evolución y el cambio, la juventud y la vejez, la muerte y la vida en sí mismas, en toda su esencia natural.

martes, 30 de julio de 2013

Sin prisa

La Dulce Caída está en proceso de creación. Poco a poco iré avanzando para tenerlo finiquitado de cara al fin del verano. Dentro de unos días, cuando la calma lo permita, seguiré dando a concocer a los personajes del libro que están deseosos de salir a la luz.
Ya se sabe, las cosas de palacio, van despacio.

domingo, 7 de julio de 2013

MARTINA



Es la mejor amiga de Angie desde la universidad. Estuvieron viviendo juntas en Roma, disfrutando de una beca Erasmus. Es bastante sexy y guapa, la típica chica que les suele gustar a todos los hombres, pero tiene novio desde hace tres años y ama la fidelidad por encima de todo. Está completamente enamorada. Es una chica valiente, segura de sí misma (en apariencia porque luego es frágil como el cristal). Se deja manipular bastante por su chico, Leo.  Trabaja en una boutique de moda cara y vive muy agusto con lo que gana, con tan sólo mostrar su carita bonita y sus buenos modales. Le encanta la música y bailar. Fuma muchos porros y de vez en cuando se empolva la nariz con sustancias químicas, cosa que Angie odia a más no poder.

miércoles, 3 de julio de 2013

Más datos sobre Angie



Su relación con Equis hará que su aberración a la humanidad crezca (en especial a una determinada especie del género masculino) y su deseo sexual, también. Por el contrario, su autoestima  menguará hasta límites claramente traspasados según cualquier estudiante de primer curso de psicología.
Su verdadero nombre es Ángeles, ni Ángela, ni Angélica, si no Ángeles, cosa que a ella no le gusta nada.

Su madre, Katy, se casó con un hombre rico y ya se ha hecho tres o cuatro operaciones (dos liposucciones, un lifting y un agrandamiento de labios). Le manda dinero cada mes, pero Angie lo destina a una organización no gubernamental, contra la caza de animales para hacer abrigos de piel, de esos, de los que Katy lleva encima…Necesita sentirse autosuficiente. Aunque esté en la mierda, nunca va a pedir nada a nadie.

 Es muy irónica y bastante pesimista. No tiene planes de futuro, pues no ve nada realizable tal y como está el contexto en el que vive, así que simplemente se conforma:”Ya se arreglarán las cosas, yo me quejo pero no muevo un dedo”.

Le encanta la multiculturalidad del barrio en el que habita y también le gusta vivir, por decirlo de alguna manera, en la mierda. Es algo dejada, desordenada, algo sucia. Le da pereza limpiar la casa; esta actitud comenzó a crearse en ella a raíz de la muerte de su padre pues en ese momento se dio cuenta de que la vida eran dos días y había que dejar de preocuparse por cosas banales y absurdas.


En el fondo mira a la gente por encima del hombro, se siente más inteligente que ellos. Piensa que están gastando sus vidas a lo tonto trabajando tanto, con las hipotecas, los coches, los niños, las nóminas mensuales y los contratos indefinidos. Pero resulta que ella está llevando un camino que no dista demasiado de esa crítica, pues tiene veintisiete años, trabaja todos los días de la semana, intenta ahorrar pero se lo gasta en el bar y sobre todo, el peor mal de todos, es ese conformismo arraigado, ese deseo de dejar que las cosas cambien por si solas.
Otro problema importante es que no sabe lo que realmente quiere.
 

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