domingo, 3 de agosto de 2014

Un hombre insatisfecho

¿Acaso te pedí que me sacaras del campo oscuro que poblaba mi cabeza? Jamás insistí en pasear por otros lares más brillantes. Ya sabes pienso que eso de “ser feliz” más que un estado es una actitud.

 ¿De verdad creías que el alma es una forma de pureza? No creo que se represente de esa manera en las personas como yo tú y como yo. No me imagino un cuento de hadas y sí puedo visualizar un terreno pedregoso, húmedo, sin luz plagado de ideas misteriosas, oscuras, que deambulan formando ese ente llamado alma. 

Pero no me disgusta, no me frustra el no poder sacarme de la cabeza esas ideas que se contradicen con el deseo que se mueve entre el líquido de mis venas.

No eran suficientes 2000 estrellas fugaces para satisfacer mis deseos insatisfechos consigo mismos, pues ni siquiera se creían reales danzando entre la cuerda floja que de un lado engancha el alma de una chica como tú y de otro el mundo de las tinieblas al que me someto.

Siempre busqué un atardecer aún mejor, mucho mejor que el que vislumbra el final de un día de verano en el que el cielo anaranjado se despide con ráfagas románticas de tonalidades rosas y de nubes que casi forman corazones enteros en el cielo.


Pero esos atardeceres ni siquiera existen a miles de kilómetros de aquí, quizás en el espacio exterior logre encontrarlos y entonces tu presencia será tan necesaria como lo es cada día el amanecer.


miércoles, 23 de julio de 2014

El absurdo mundo de la piruleta no le gusta a todo el mundo.

La palabra apropiada y deseada no es "caché" . "Estar bien visto" es una alusión superficial y ridícula.

El pretexto de "tiene buen nombre" no quiere decir absolutamente nada

La estupidez de la sociedad del día de hoy se basa, en la mayor parte, en esos conceptos que ni siquiera te proporcionan un camino al falso concepto de la felicidad.

El hacer porque te vean, el buscar algo que en apariencia parece mejor para que la gente que está equivocada con lo que es mejor o peor alaben tu decisión. 

El sufrimiento de los palos inesperados llegarán y estos serán de acero, de los que marcan lo más interno de alma.

La vida es muy larga y no se puede vivir siempre en el mundo de la piruleta.

Salid del camino equivocado,ahora que estáis a tiempo, volved a ser las almas humildes y plenas que erais, amad como amabais antes de contaminaros, dejad de buscar y usar los billetes, utilizad y cread con vuestras cabezas, vuestras mentes, vuestra solidaridad.

No os guiéis por la absurdez del qué dirán, evitad las amistades que se convierten en "conocidas" y valorad la verdad más plena.

Ya vais tarde en el reloj del tiempo, reaccionad, dejad una semilla en la tierra en vez de regueros de mierda de culos egoístas, prepopentes que conversan con un corazón absolutamente vacío.Se creen que está lleno, ¡claro que sí...!De paja y hierro.

El hedonismo no llena, la felicidad más pura no se encuentra ahí fuera, sino ahí dentro. 

Desarrollaros, sufrid, caed y levantaros, porque la siguiente vez que lo hagáis seréis aún más fuertes y llegará el momento en el que ni siquiera un rayo será capa de partir el alma de acero que habéis creado y nada, ni nadie, absolutamente nada ni nadie será capaz de hacer caer una lágrima de vuestra cara. 

Esfuerzo, afán de superación, lectura, aprendizaje y sobre todo amor son las cosas que no son cosas y que verdaderamente necesitais.

Ya es hora de dejar de mirarte el ombligo, deja de ser una rata de ciudad, deja de contaminar y empieza a crear una experiencia de vida que hará que todo, absolutamente todo haya merecido la pena.

domingo, 8 de junio de 2014

INTRO de "La dulce caída"


Cuando era pequeña, una profesora le dijo a mi madre que era bastante distinta a los demás niños de mi edad. La actitud que mostraba ante ciertos incidentes diarios sorprendía a la tutora. Le contó que esa misma mañana una de las niñas se había caído de la silla y que toda la clase (incluida ella misma) se rieron. Sin embargo, se había fijado en que yo me había mantenido con una expresión completamente seria, mirando a la maestra sin hacer la más mínima mueca cómica, adoptando la supuesta actitud que cualquier educador debía de tener en una situación así: “no os riais, no tiene ninguna gracia. Marta, ¿te has hecho daño?”
Marta era muy tímida, mala en los estudios y acomplejada por un físico que, adelantándose en el reloj vital, ya mostraba los cambios propios y desagradables de la adolescencia.
Podía intuir el estado de Marta con solo una mirada.
Era, arquetípicamente hablando, la tonta del grupo, de la que se reía todo el mundo; también la chica tímida que cada mañana vomitaba antes de subirse al autobús.
Ella odiaba ir al colegio, pero lo que más detestaba era la hora del recreo, momento en el que sentía al máximo su soledad, gracias a los crueles niños que la rodeaban y que no querían jugar con ella.
Podía comprender el miedo y dolor de la niña que pasaba los ratos sentada en un banco, sola, a punto de llorar, viendo como los demás se lo pasaban bien y ella no. Más que lástima, lo que sentía hacia ella era compasión. Me gustaba acercarme y preguntarla si quería compartir un trozo de mi sándwich. Estoy segura de que Marta me miraba pensando: otra estúpida más que viene a vacilarme…
El día en el que por fin aceptó mi bocadillo me percaté de que había hecho algo bueno por una persona. Sus ojos brillaban con entusiasmo al terminarlo: “Muchas gracias, Angie”. Sonreí.
Diez años después de superar el reto escolar decidí estudiar la carrera de Derecho. Quería defender al inocente, ayudarle a hacerse grande, a luchar contra las injusticias.
En esos tiempos me gustaba el ser humano, me consideraba una “filántropa empedernida” con la propia energía de cualquier persona que empieza a vivir la segunda década. Durante esos cinco años tuve ilusiones, sueños, esperanzas y planes.
Me convertí en una joven estudiosa, activa y paciente. Me esforzaba en alcanzar todos los logros académicos con el fin de conseguir mi objetivo profesional.
La verdad es que pasé una etapa universitaria bastante tranquila en comparación con la etapa que estoy viviendo ahora.
No es que fuera una pánfila que se pasaba todas las noches en la biblioteca, más bien era una chica que sabía ordenar su tiempo de estudio y cuadrarlo con unas cuantas noches al mes de “sexo, drogas y rock and roll. Tuve suerte, me gustaba estudiar.
Cinco años después, coincidiendo con el fin de la carrera y con los excelentes resultados que logré, de repente, mis sueños, mis esperanzas, mis deseos, sin olvidar también los de la mayoría de los jóvenes de mi generación, fueron ahorcados por una soga llamada Gobierno: el asesino de la moral y la educación, de la ciencia y del progreso. Un organismo formado por un grupo de seres que parece que en vez de licenciarse en  Políticas estudiaron la mejor manera de manipular y castigar a la gente, de destrozar el futuro y de enriquecerse con todo esto a costa de la angustia y de las lágrimas de los pocos seres civilizados que habitan aquí.
Vivo en una ciudad donde las relaciones económicas son más importantes que las personales, una ciudad con prisas, en la que te dan un pisotón y no solamente te niegan una excusa, sino que encima te culpan a ti. En este lugar la gente está perdiendo sus trabajos gracias a los corruptos que les manejan y aunque todos los días salgamos a protestar por nuestros derechos, no alcanzamos solución alguna. Se trata de una ciudad que ha perdido la esperanza y la moralidad, donde los maltratos están a la orden del día en las noticias, los ricos miran mal a los pobres y cuatro señores vestidos con traje se frotan las manos con nuestro dinero.
La diferencia de clases se ha convertido en una especie de racismo del siglo XXI.
La generación de jóvenes solamente busca el hedonismo, beber y divertirse. Las mujeres se han convertido al masoquismo y no dejan de meterse en problemas enamorándose del chico guapo y ese chico de moda acaba en alcohólicos anónimos tras salir de su ingreso en el hospital por una gonorrea.
Es una urbe cargada de contaminación provocada por el “mejor invento de la historia”: el coche, causante de estrés, de altos niveles de contaminación ambiental y del 40% de los accidentes mortales.
Se vive caro, se come mal y se respira peor, es un lugar en el que para obtener la comodidad has de trabajar duramente ocho horas al día y luchar contra la competencia para ser el mejor (aunque sea deshuesando pollos).
“Siempre hay que alcanzar lo superior” es el eslogan que se suele ver en todos los anuncios de televisión y en los carteles publicitarios. Este es el absurdo y equívoco sentido de la vida que se ha creado en la sociedad a la que, según dicen, pertenezco.
Odio mi ciudad. Además, lo he dejado con mi novio y me siento absolutamente PERDIDA.


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domingo, 11 de mayo de 2014

Rita y su madre

  Rita y su madre estuvieron más tiempo intentando meterse en el agua que disfrutando de ella. En esta zona, el Atlántico aún no ha concertado una cita con la primavera y sus cálidas corrientes que este año parecen haberse retrasado en el camino.
  Subieron caminando hacia sus toallas intentando no tropezar con las piedras del camino,  seguras de sí mismas tras haber logrado tal proeza en un día semi nublado como pocos ha habido en esta zona de la Península.
  Paola, la madre de Rita reguló la hamaca que habían alquilado y emparejándose con el sol, que asomaba tras una nube, sintió cómo los rayos secaban poco a poco las gotitas que caían desde el cuello hasta los pechos. Le gustaba esa sensación de destrucción. Se puso su pamela, se arregló el biquini acoplando los senos en cada lado del sujetador y cerró los ojos. A pesar de sus cincuenta y cinco años, aún resplandecen signos corporales de su estupenda juventud, aunque en este mismo instante, ella, en este preciso momento no aprecie absolutamente nada.
  Mientras tanto Rita, de pie, enfrente de ella, la miraba sin saber bien qué decir o qué hacer. Por fin, se atrevió a pronunciar las palabras que Paola había estado evitando toda la mañana:

—Creo que deberías de hablar con papá.

En ese mismo instante los ojos de Paola se abrieron sorprendidos y miraron fijamente y sin piedad a los de Rita.

–Lo que piense tu padre no me interesa en absoluto, ya te lo he dicho varias veces, que no quiero saber nada. –respondió Paola incorporándose de nuevo en su tumbona intentando omitir las palabras de su hija.

–Pues papá estuvo ayer con la abuela y dijo eso. –respondió Rita acertadamente tratando de que su madre iniciara por fin una conversación con ella sobre todo lo sucedido.

–¿Qué le ha dicho a la abuela?–dijo rompiendo el engaño consigo misma y mostrando el verdadero interés que ocultaba bajo el rencor y la vergüenza.

–Papá le ha dicho que cree que tu estas bien porque “ te lo has quitado de encima” y ahora puedes disfrutar de todo lo que quieras.

–¿Ah sí?¿Que yo estoy bien?¿Eso ha dicho tu padre?¿Y qué ha dicho sobre cómo está él?

–Mal mamá, ¿cómo te crees que va a estar papá? Está mal, dice que está solo, sin nadie, sin ni siquiera dinero…Creo que deberías de hablar lo antes posible para intentar solucionar esta situación. Las cosas tienen que hablarse, si no… ¿Qué?

–Osea que él está mal y yo estoy de puta madre –dijo Paola interrumpiendo a Rita– . Pues eso no es verdad, hija, pero bueno… ¿Y qué más ha dicho tu padre?

–Pues dice eso, que le has echado de casa y que ni siquiera quieres hablar con él. Mira mamá, yo creo que deberíais de hablar para eliminar todas esas rayadas que tenéis cada uno en la cabeza y evitar elucubraciones absurdas. Además le dijo a la abuela que cree que estas con otro hombre.

– ¿Eso cree?
–Es lo que dijo. Ahora vengo mamá, voy al baño que tengo muchas ganas de hacer pis.

Y cuando su hija se fue Paola explotó de una vez por todas en lágrimas eliminando la careta que se puso desde el principio de la ruptura. Y cuando esta volvió, un sentimiento de culpa mezclado con victimismo se abalanzó sobre ella.

–Yo también estoy muy mal Rita. ¿Cómo te crees que puedo estar tras romper 30 años de matrimonio feliz? ¿Cómo te crees que estoy cuando yo también me encuentro perdida? –dijo empezando a perder la timidez ante su hija y esbozando sus sentimientos en un lienzo en blanco.
–Ya me lo imagino mamá…pero por eso tienes que hablar con él. Para no mandar a la mierda tantos recuerdos, tantas vivencias juntos, tanta vida…y también por nosotras, vuestras hijas.

En ese momento, Cristina, una amiga de la familia fue a saludarlas. Rita aprovechó para ausentarse con sus amigos. Tras veinticinco años sin mantener una conversación sincera con Paola, esto había sido demasiado transparente para ella. Ver a su madre llorar y hablar de otro hombre en el mismo día había supuesto demasiado en la vida de una chica que solamente ha mantenido conversaciones superficiales con su madre. Pero resulta que las madres también tienen sentimientos, también aman y también se enamoran de otro hombre.

–¿Cómo estas, Paola? –preguntó su amiga.
Llorando a lágrima viva, Paola le respondió negativamente.
–Estoy fatal…ya no se si quiero a uno o quiero al otro o qué quiero…Quizás debería de volver con Manolo por el bien de toda la familia, pero entonces yo estaría jodiendo mi vida…¿debo joder mi vida por los demás?¿Y si el otro me sale rana y estoy cegándome?No sé que hacer…
–Tómate tu tiempo, Paola, lo que ahora mismo necesitas es pensar, es tener unos meses para ti misma, tienes que estar sola.
–Pero....llevo 35 años sin estar sola… ¿eso cómo se hace?


Entonces se abrazaron y Paola lloró aún con más rabia y desconcierto.

martes, 15 de abril de 2014

Frase1

Las l e t r a s s e c o n v i e  r  t e n e n  palabras que se  van  hi lan do  sa biamente hasta convertirse en frases con sentido

lunes, 24 de marzo de 2014

No es lo mismo

No es lo mismo vida feliz que vida plena.

No es lo mismo ser turista que viajero

Aunque parezca lo contrario no es lo mismo una rata del dinero que el dinero de una rata.

No es lo mismo envidiar que desear.

No es lo mismo disfrutar que vivir.

No es lo mismo divertirse bebiendo que beber para divertirse ni es lo mismo contemplar el fracaso como una oportunidad a apartar las oportunidades para no fracasar.

No es lo mismo tener una relación social profunda a profundizar en todas las relaciones sociales.
 
No es lo mismo saborear las pequeñas alegrías y logros diarios que masticar una vacía felicidad.

No me engañais, es lo mismo decir es lo mismo que lo mismo es.

jueves, 20 de marzo de 2014

Fragmento de "La Dulce Caída"



Hasta hoy me he acostado con una generosa cantidad de chicos. Si no me equivoco: Luis, Juan, Álvaro, Lauro, Paul, Mateo, Pietro, Carlos…. hacen un total de treinta y dos. Sin embargo, Martina, podía contarlos con los dedos de una mano.
A la vuelta del Erasmus, se enamoró perdidamente de Leo, su pareja actual. Su relación se basa en una especie de balanza en la que el peso del lado derecho se llama “amor” y el del lado izquierdo se llama “desconfianza”. Por la mañana pueden estar comiéndose a besos y horas más tarde cada uno está metido en una habitación con cara de cabreo. No hay medida para ellos. O todo o nada. O nada o todo.  
Al principio de irse a vivir juntos, nuestra relación de amigas quedó relegada a un segundo plano. La mayor  parte de la culpa era de Leo, que aprovechaba cualquier instante para atacar nuestra intimidad y echar por tierra todos nuestros solitarios planes. Martina era incapaz de negar cualquier proposición de su chico, quería disfrutarle las 24 horas del día, como suele pasar en la llamada “etapa del atolondramiento mental”.
Intenté que esa situación no me afectara repitiéndome mil veces que el amor es maravilloso (mientras dura), que era normal preferir quedar con alguien que te provoca orgasmos múltiples de diez segundos a estar con tu mejor amiga. Ya se les pasaría la tontería…Y así fue, cuatro años después era Martina la que me rogaba que saliéramos juntas, mano a mano, como en los “viejos tiempos”, que ya parecían ciertamente lejanos.

domingo, 23 de febrero de 2014

Salto en el tiempo




Va demasiado rápido. El conjunto de acontecimientos pasados se anudan en mi estómago como una especie de cuerdas de diferentes colores. Cada una de ellas representa un momento, otras una persona, un olor, una palabra, un recuerdo físico.
Volver atrás, revivir el sonido del jaleo de coches, de gente, de risas. Meterte en un antro, emborracharte, gritar, fumar. Confusión, tortura sentimentalista, 20 años, avanzar y retroceder
El poder de cerrar los ojos y visualizar su rostro, oír la voz ronca y carrasposa. La música entrando por tu boca abierta que pide a gritos otra complementaria. Inhala el olor del rocío de la madrugada  y levantarse un día después respirando café molido. Las noches que se convierten en mañanas, la ciudad a tus pies. La gente, el caos, los mensajes. Girar y saltar, hacer el ridículo y llamar la atención, no te preocupes de nada, disfruta este momento. Y se fue y aquí está de nuevo en mi vello erizado, en la carne tenebrosa del recuerdo, no fue un amor, no fue una persona, fue una etapa. Una de las mejores.
Madrid, su gente, los autobuses, despertarte en otro lugar, las luces de neón, los antros con litros de absenta desfigurando tus pensamientos, esperar. Los impulsos, la carne, la piel, él.

domingo, 9 de febrero de 2014

Fragmento perteneciente a La Dulce Caída



Juan no era tan tonto como yo pensaba. De hecho, era un tío estupendo y me encantaba. Fueron unos meses felices en los que aprendí a apreciar el sentido de una caricia y a destornillarme de risa cada vez que me componía canciones y me las cantaba  en  privado con absoluta motivación. Fueron también días de mucho vino y de abundante sexo, de fiestas que siempre terminaban con una sonrisa y un suspiro de placer y de resacas que, al abrigo de sus brazos tatuados, apenas dolían. Fue un grandioso verano que, tras el reencuentro en una etapa pasajera, se destruyó por completo en mi memoria.
       Llevábamos cinco meses sin vernos. Me subí al coche e hice un viaje en carretera de 800 km hasta el pueblo que estaban rehabilitando. Me moría de ganas de volver a sentirle. Desde que él se había ido, pocos Adonis habían pasado por mi cama y ninguno había sido capaz de hacerme gritar como había logrado él.  
Al llegar le telefoneé varias veces sin obtener respuesta. Me quedé dentro del coche, inquieta, esperando a que alguien saliera de esa gran casa medio destruida que habitaba en medio de la nada. Esperaba que ese alguien fuera Juan.
Cuando estaba empezando a entrar en la rueda de la desesperación vi salir de la puerta de la casa a uno de los chicos que también iba a clase conmigo, el más tímido el día de la paella: Javi. Se me iluminó la cara y noté que también él sintió una leve alegría al verme. Salí del coche y le recibí con un abrazo. Le pregunté por “el guaperas” y me dijo que estaba  ensayando con el grupo y que luego tenía que pasarse a hacer unas cosas en la casa de una amiga. Le había dejado a él encargado de ocuparse de mí sí me veía aparecer.
–Ven, entra y deja tus cosas, voy mientras a comprar tabaco y a dar un paseo al perro –dijo Javi con un tono seco. Por el brillo de sus ojos, creo que estaba bastante fumado.
Entré en la casa y me imaginé cual sería la habitación de  Juan, lo adiviné a la primera, tenía una foto de Buda en la puerta y otra de una actriz porno muy famosa justamente debajo. Entré y me senté en la cama, saqué un par de cosas de mi maleta y cotilleé cada milímetro de la habitación, incluyendo los cajones de la mesilla. Era una mala manía que no podía evitar cada vez que estaba con un chico para asegurarme de que no me acostaba con ningún psicópata. 

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sábado, 1 de febrero de 2014

Un sms



Al salir del bar volví a sentir la incomodidad de aquella cortina de luz matutina. Por el camino a casa, me obsesioné con la idea de que me estaba volviendo una persona muy negativa. No sabía a partir de qué momento mi mente había comenzado a ennegrecerse, supongo que el conjunto de las experiencias vividas fueron lo que cambiaron mi humor. Ahora parezco la eterna mujer amargada, que incluso alcanzando picos de felicidad consigo hacerla desaparecer en pocos minutos. Me gustaría ser una persona feliz, de las que se levantan y son felices, desayunan y son felices, están en el trabajo y son felices, se ven gordas y son felices, tienen dolor de estómago y son felices…Claramente, en ese mismo momento y con todo lo que había tomado, yo no parecía una persona de esas. 

—“Vaya desgraciada” – pensé victimizando un poco. Acto seguido me levanté de la cama aburrida de mis recuerdos y me tomé un Lexatin. Quería esconder esos pesares artificiales con halos de nihilismo y dormí las siguientes catorce horas hasta que un mensaje del teléfono móvil me desveló. Abrí los ojos de golpe e intenté incorporarme, mis manos temblaban  y  me sentía atolondrada. No sabía ni qué hora ni qué día era. La pastilla me había trastocado. Rápidamente enfoqué las pupilas y leí el nombre del remitente: EQUIS.

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