domingo, 26 de enero de 2014

Fragmento de la Intro de La Dulce Caída.



(...)" Cinco años después, coincidiendo con el fin de la carrera y con los excelentes resultados, de repente, mis sueños, mis esperanzas, mis deseos, sin olvidar también los de la mayoría de los jóvenes de mi generación, fueron ahorcados por una soga llamada Gobierno: el asesino de la moral y la educación, de la ciencia y del progreso. Un organismo formando por un grupo de seres que parece que en vez de estudiar la carrera de Políticas estudiaron la mejor manera de manipular y castigar a la gente, de destrozar el futuro y de enriquecerse con todo esto a costa de la angustia y de las lágrimas de los pocos seres civilizados que habitan aquí. 



Vivo en una ciudad  donde las relaciones económicas son más importantes que las personales, una ciudad con prisas, en la que te dan un pisotón en el metro y no solamente  te niegan una excusa, sino que encima te culpan a ti. En este lugar la gente está perdiendo sus trabajos gracias a los cuatro corruptos que les manejan  y aunque todos los días salgamos a la calle a protestar por nuestros derechos, no alcanzamos solución alguna. Se trata de una ciudad que ha perdido la esperanza y la moralidad, donde los maltratos están a la orden del día en las noticias, los ricos miran mal a los pobres y cuatro señores vestidos con traje se frotan las manos con nuestro dinero. La diferencia de clases se ha convertido en una especie de racismo del siglo XXI.
La nueva generación de jóvenes solamente busca el hedonismo, salir, beber y divertirse. Las mujeres se han convertido al masoquismo y no dejan de meterse en problemas enamorándose del chico guapo y el chico de moda acaba en alcohólicos anónimos tras salir del ingreso en el hospital por una gonorrea.
Mi ciudad es una gran urbe cargada de contaminación provocada por el “mejor invento de la historia”: el coche, causante de estrés, de altos niveles de contaminación ambiental y del 40% de los accidentes mortales. Se vive caro, se come mal y se respira peor. Es un lugar en el que si quieres obtener todas las comodidades y ser propietario de las caras tecnologías has de trabajar duramente más de ocho horas al día y luchar contra la competencia para conseguir ser el mejor de tu grupo (aunque sea deshuesando pollos). ”Siempre hay que tener lo mejor” es el eslogan que se suele ver en todos los anuncios de televisión y en los carteles publicitarios. Este es el absurdo y equívoco sentido de la vida que se ha creado en la sociedad a la que, según dicen, pertenezco.
Odio mi ciudad. Además, lo he dejado con mi novio y me siento absolutamente PERDIDA". (...)


http://www.verkami.com/projects/7292-la-dulce-caida-ayuda-para-la-edicion-impresa/







jueves, 23 de enero de 2014

AYUDA PARA LA EDICIÓN IMPRESA

HOLA A TOD@S!!necesito vuestra ayuda para la publicación de mi libro!!He creado un proyecto de crowdfounding (sistema de autofinanciación) en Verkami. Se trata de que aportando la cantidad que prefieras para obtener la recompensa que más te guste PRECOMPRAS el libro y haces posible que se materialice!Si en 33 días no consigo los 820 NO TE QUITAN NADA DE LA TARJETA y si lo consigo el cargo se hace efectivo. ES MUY FÁCIL Y SE TARDA 1 MINUTOl..Te metes en la página de verkami y le das al boton de la cantidad q quieras aportar, te va a pedir tu mail y una contraseña.seguidamente el numero de la tarjeta y listo!! REPITO, el cargo se hace efectivo 30 dias despues, es decir cuando el proyecto acaba, y solamente en caso de que haya conseguido los 820, si no, no se hace ningun cargo en tu tarjeta!! Gracias a todos por leermey espero vuestra ayuda.....SI QUIERES COLABORAR NO LO DEJES PARA MAÑANA X FAVORRRR!!

http://www.verkami.com/projects/7292-la-dulce-caida-ayuda-para-la-edicion-impresa

jueves, 16 de enero de 2014

LA DULCE CAÍDA, AYUDA PARA LA EDICIÓN IMPRESA!!!!

Señoras y señores, La Dulce Caída ya está viento en popa a toda vela!!
Hago un llamamiento a todas aquellas personas que deseen leer el libro, que hagan sus aportaciones para obtener la recompensa que deseen!!
A continuación toda la información en:


http://www.verkami.com/projects/7292


http://www.verkami.com/projects/7292


http://www.verkami.com/projects/7292

Descripción del proyecto

¿DE QUÉ TRATA LA DULCE CAÍDA?
La Dulce Caida es una novelette que habla del absurdo del enamoramiento, de los celos, de las relaciones de pareja tóxicas, de las obsesiones y sobre todo, de la juventud, es decir, de todos y de cada uno de nosotros caracterizados en los personajes de Angie, Martina, Leo y Equis.
La protagonista es una joven perdida en un mundo que se ha convertido en lo contrario a lo que deseaba que fuera.
Angie es una chica descontenta con su presente y temerosa del futuro incierto que va asolando las calles de un país en crisis. Es licenciada en Derecho y trabaja de becaria desde que terminó la carrera. Para poder pagar las facturas encuentra un trabajo de acomodadora en un centro cultural de una ciudad asolada por la crisis económica. Como intento de evasión ante esta dudosa realidad, se ha enamorado. Y lo peor de todo es que se ha quedado prendada de la persona menos indicada, de un chico que le llevará a dar un salto al vacío sin paracaidas en la espalda.

sábado, 11 de enero de 2014

La Dulce Caída (fragmento perteneciente al Cap1)



(...)   No aguantaba más de treinta segundos tumbada. Me levantaba al baño, me echaba agua en la cara, me miraba al espejo, me sentaba en la tapa del váter y volvía a la cama. Esos movimientos desembocaron en un bucle. Cada vez que miraba mi cara reflejada, un pensamiento malvado se incrustaba en mi cabeza y me llevaba a imaginarme muerta, a ver que el mundo era tan complejo que al final no valía nada. Absolutamente nada. Estaba muy colocada.
¿Se han imaginado alguna vez su propio funeral? Yo lo hacía a menudo. Visualizaba mi ataúd y una foto mía al  lado, colocada a pocos centímetros de mi cuerpo yaciente. Mis mejores amigos  se encontraban entre el público así como mis familiares más cercanos. No podía dejar de imaginarme el sufrimiento de mi madre llorando mi pérdida. Debe de ser horrible vivir la muerte de un hijo. Cada vez que lo pienso entro en un luto imaginario.
 Quise cambiar el rumbo de mis negros pensamientos y  me acordé del último bar al que nos habíamos arrastrado antes del alba. El camarero que nos abrió la puerta se llamaba Samuel.  Era un señor de unos sesenta años, dueño del  local desde hacía quince. El garito estaba decorado al estilo circense: Los colores eran ácidos y alegres (para mí, un tanto psicodélicos a aquella hora de la noche y en aquel estado), había un monociclo colgado de una pared, maniquíes simulando cabezas de payasos y una columna enmarcada con fotos de sus actuaciones.
 El señor se había levantado a las seis de la mañana para abrir el negocio y dar cobijo a los que buscan refugio en las últimas cervezas de la noche o en las primeras del día y así, hacer algún que otro dinero extra. Le llamabas al móvil y te abría la persiana metálica; en cuanto entrabas, un movimiento de cabeza a un lado y a otro de la calle y de nuevo persiana para abajo.
 Nada más entrar, Martina fue al baño y yo me senté en la barra observando a Samuel. Aparentaba ser  un  hombre serio al que no le agradaba su trabajo  y  mostraba su resignación en una expresión facial apagada, uniforme y algo cabreada. Se acercó a mí y lo primero que hizo desde detrás de la barra fue demostrarme que los prejuicios son las máscaras que ponemos a las personas antes de conocerlas. De repente tenía al  lado de mi cerveza a un muñeco de peluche hablándome, una especie de conejo, de esos que usan los ventrílocuos en sus actuaciones. Samuel se puso a gastarme bromas. Yo le reía las gracias con mucho gusto.
—Trabajé durante veinte años en un circo -comenzó-. Mira estas fotos... ¡Qué joven!, ¡qué flexibilidad tenía!...y ¡qué novios me echaba! – dijo Samuel emocionado, con una gran sonrisa en  la boca y con los ojos llenos de nostalgia. Eran fotos antiguas, la mayoría de ellas en blanco y negro donde se veía a un Samuel enfundado en un mono ajustado de tirantes poniéndose la pierna en la cabeza, bromeando con payasos, acariciando a un león... Lo más curioso es que en todas ellas sonreía, no actuaba, no posaba, era todo tan real que podías incluso distinguir en sus pequeños ojos el brillo de la felicidad.
  —Tuvo que ser genial trabajar en ese ambiente, ¿cómo le dio por el circo?– pregunté con verdadero interés.
Y este fue el principio de una conversación de más de una hora en la que Samuel me contó en orden cronológico los primeros diez años de su vida circense.
Le interrumpí educadamente para ir al baño y mientras orinaba, intentando mantener el equilibrio para no tocar la mugrienta tapa del váter de un bar abierto a deshora, pensaba en que tal vez me hubiera encantado trabajar en un circo, pero que, obviamente ya era tarde para empezar. Y sin saber por qué, me acordé de mi madre… ¿qué pensaría ella de mí si, por ejemplo, me viera colgando de un trapecio ataviada con un biquini de cuero rosa? ¿O pegando a los leones con un látigo enfundada en unas mallas de cuero? Supongo que nada bueno, aunque en el fondo me daba igual. ¿Qué pensaría de mí mi madre si me viera a las 9 de la mañana borracha y drogada hablando sin parar con un señor de  60 años, con una cerveza en una mano y un cigarro en la otra?

(...)

sábado, 28 de diciembre de 2013

La Dulce Caída...Cap 5



A menos de ¡¡2 semanas!!(por fin) para la publicación del proyecto Crowdfounding de La Dulce Caída, les voy dejando algún que otro adelanto original de la novelette. 


5
Una mirada.

La noche en la que conocí a Equis, Martina, Leo y yo habíamos estado tomando unas cervezas en un bar y no sé si por efecto de la luna llena o por el alcohol,  los tres emanábamos una  intensa energía festiva. De hecho, Leo me estaba cayendo cada vez mejor, se había convertido en el seguidor de todas mis bromas y viceversa. Hay que joderse con el alcohol…          
 Eran alrededor de las tres cuando nos dispusimos a hacer lo que todo el mundo hace a partir de esa hora: salir de un bar  para meterte en un “club”.
Tras intentar que el asiático que vende cervezas por la calle nos ofreciera un descuento en nuestra compra, sin logro alguno, brindamos por la noche, por la juventud y por nosotros mismos. En ese mismo momento de euforia vital, Leo cogió a Martina de la cintura y la besó con tal sexualidad que puedo decir incluso, que me excité al verles. Me sonrieron, me engancharon cada uno de un brazo y me metieron en un garito llamado Bacanal.
A Martina le gustaba mucho bailar durante horas y horas, no se cansaba. La verdad es que hubiera sido admirable su ritmo y energía si no fuera porque siempre, a escondidas, se iba al baño a empolvarse la nariz. Lo normal era que tardara más de la cuenta en regresar. Solía justificarse diciendo que tenía que cambiarse el tampón. Era una auténtica bobería, la regla suele venir solamente una vez al mes y eso es aún más automático, predecible e infalible si se toma la píldora anticonceptiva, como era su caso. Las justificaciones que intentaba venderme me parecían ridículos engaños. Estoy segura de que se convencía de que no acababa de meterse una raya del tamaño de un lápiz, pues solía definirse ante los demás como “una chica sana que no necesita mierdas para pasárselo de puta madre”. Era incluso capaz de hacerse análisis de sangre y objetar que eran erróneos, que eran imposibles tales resultados, que ella nunca, NUNCA JAMÁS, había probado las drogas.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Un cigarro


El viento chocando contra la ventana me despertó. Me incorporé en la cama con un movimiento brusco producto del miedo y de la intriga ante lo desconocido. Intenté abrir los ojos rápidamente pero permanecían enganchados con las pestañas que aún contenían los sueños pegados en cada pelito negro. Entre tinieblas logré descubrir el encendedor de la luz. Lo pulsé pero parecía haberse estropeado. Algo me produjo un escalofrío dentro del pecho. Desde que Ella se fue, no había terminado de acostumbrarme a compartir mi soledad con cuatro paredes. Aún me daba miedo encontrarme solo en la cama y más aún en la casa que tantos recuerdos albergaba. Encendí una vela con el mechero que guardaba en el pantalón del pijama. Era bastante precavido y un fumador empedernido desde que ella se fue. Conseguí llegar a los plomos y los activé, pero la luz no volvía. En ese momento recordé que olvidé pagar las facturas del mes  y que quizás el banco me había cortado la electricidad. Realmente ni siquiera tenía ese dinero para poder introducirlo en la cuenta bancaria que ya anunciaba varios ceros al principio y al final de la numeración.  Mi vida se movía entre tinieblas en una noche que reclamaba los días de felicidad que ya se perdían entre fotos y memorias que aún colgaban de las paredes de mi casa, de nuestra casa.

Tropecé con algo en el pasillo, de vuelta  a la cama, el lugar donde más horas solía pasar y decidí quedarme sentado en el suelo notando el frío de las baldosas. Me gustaba. Necesitaba sentir algo y sobre todo despertar la mente para mezclar el recuerdo con el olvido para intentar sobrevivir al vacío, a la nada. Porque la vida sin Ella, por mucho que lo intentara y me esforzara, valía absolutamente nada. Se había convertido en la ceniza del cigarro consumiéndose en mi mano, noche tras noche, mientras recordaba la apacible última sonrisa que me dejó cuando se esfumó de mi lado.

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