2020: el año de la rata. Del puto virus. De la devastación. De los cambios. Del autoconocimiento. Del no pensar en el mañana. De la resiliencia y la entereza. 2020, el año más raro de nuestras vidas y de las de aquellos que, lamentablemente, ya no están.
2020, algún día miraremos
atrás y entenderemos el poder que nos has concedido. El poder de, por muy cursi
que pueda parecer, valorar el amor por encima de todas las cosas, el poder de
entender y cuidar nuestra mente y salud como máxima prioridad. La
licencia de hacernos fuertes, de aguantar, de luchar, de no perder la fe, de
ayudar… La potestad de darnos cuenta de quien nos tiene en su cabeza y a quien
tenemos nosotros... de cuidar, de amar, de preocuparnos y de valorar a quien nos
rodea y a quien rodeamos entre nuestros brazos, sin guantes y sin gel, a pelo,
sin miedo.
2020, el año para quemar
todo aquello que ya sobraba dentro de nuestras vidas. Para reafirmar nuestros
valores, capacidades, vicios y virtudes. Para alejar las falsas lecciones de
moralidad de los demás, para criticar la falta de civismo de nuestra sociedad,
para alimentar egos maquillados de payasos y volver a apuntalar que la política
en nuestro país, aunque lo parezca, no es el peor mal que nos rodea. A veces
simplemente es nuestro vecino, nuestro compañero o algún familiar. Al fin y al cabo, un año
que nos está enseñando a aforar lo que verdaderamente importa por encima de lo
demás. Y a que nos resbalen cada vez más las opiniones en torno a tu
autenticidad... 2020… ¿Quién se lo iba a esperar?
Y no sé a ti, pero en el fondo (muy fondo) del agujero, encontré una luz que me llevó a encontrarme de nuevo con mi esencia y a hacer una de las cosas que más me gusta hacer desde que tengo uso de razón y, todo hay que decirlo, que en los últimos años había relegado a un segundo plano: escribir. Porque para mí, desde bien pequeña, escribir es vomitar, es sacar un trocito de tu alma, es una limpieza terapéutica que también puede curar a los demás con su lectura. Es descubrir, indagar, reafirmarse y al fin y al cabo, expresar.
Bienvenidos a mis textos y relatos “ a pelo”: ficción mezclada con realidad, vómitos
combinados con arena y sal del mar, palabras secas, directas, que expulso sin
más, sin ninguna intención oculta, sin un significado detrás.
Y para terminar, o bien,
para comenzar, Bukovski (uno de mis escritores fetiche) dijo que quizás estaba
loco, pero al menos podía volar… Pues en mi caso, a través de las palabras, que
caen sobre las teclas del ordenador como si fueran misiles de guerra, me siento
jodidamente igual. Y si te gustan bien y si no, coges la puerta y te vas.