jueves, 10 de diciembre de 2020

Geranios en flor

A las 8:42, como cada día desde hacía diez años, la canción de “La bamba” retumbaba en sus oídos.  Pablo apagó con un golpe seco su despertador  y con un bostezo se levantó de la cama. "Un día más, un día menos" - pensó de nuevo.

 Nada más poner un pie en el suelo lanzó un grito de dolor. Se había clavado uno de esos diminutos cristales de la botella de ron que bebió y posteriormente destrozó la noche anterior. Terminó de subir la persiana de la habitación y se encendió un cigarrillo. Llovía. Mal empezaba su rutina. 

Después de un desayuno basado en una gran dosis de cafeína, y una ducha de agua fría de más de diez minutos salió a la calle. Diluviaba. Además esa mañana volvía a tener aquel chispeante dolor de cabeza con el que amanecía todos los lunes.

Recorrió el mismo camino de siempre: mirada al suelo, música en sus oídos y como complemento el pitillo colgando de su mano. Andaba cerca de dos kilómetros para llegar al trabajo. Pero lo prefería, no le gustaba el transporte público, se agobiaba rodeado de, lo que el denominaba, "la masa". Para él la gente era como un rebaño de ovejas, todos iguales, haciendo lo mismo, pensando lo mismo, siguiendo las mismas ridículas y absurdas modas. Desde hacía mucho tiempo, nadie le aportaba nada.
Llegó a su despacho y como cada mañana a las 09:30 abrió su correo electrónico y se sirvió un café solo. La bandeja de entrada estaba vacía, únicamente había treinta correos absurdos que no hablaban de nada. Aborrecía casi todo en su trabajo, sobre todo a su compañero Javier, un chico algo más joven que él, demasiado hablador y con apariencia de felicidad empalagosa en el rostro. Pablo realmente le odiaba. Su monólogo matutino esa jornada trató sobre la primavera, le echó el típico discurso de que en esta época todo es más bonito, todo florece, hay más luz, los días son más largos y uno está más feliz… Pablo intentó hacer oídos sordos para no vomitar.

Esa misma tarde, cuando terminó su turno y se disponía a meterse un trozo de bocadillo de tortilla en la boca recibió un mensaje en el móvil. Era Gabriela, una chica más joven que él con la que solía verse a menudo. “ ¡Otra vez! Qué pesada…” - pensó. Pero tras leerlo repetidas veces y esforzándose por dominar su pequeña y mínima motivación,  acudió a la cita que ella le había propuesto. 

Nada más verse se besaron repetidamente. No se dijeron ni una palabra. Tampoco era necesario, cada uno tenía claro el rol que tenía que seguir en esa relación.
Pasaron horas en la cama. Tocándose, hablando, descubriéndose el uno al otro. Cuando se levantó para vestirse de nuevo, Pablo volvió  a sentirse igual que hacía unas horas, su auto maltrato mental y sus pensamientos depresivos volvieron a aparecer como un escalofrío.
La chica feliz  de la sonrisa permanente y de los ojos brillantes le cogió de la mano y le llevó hasta su balcón. Quería enseñarle algo antes de que se fuera.  “Mira Pablo, qué grandes están los geranios. Han florecido mucho durante estos últimos diez meses que has estado viniendo por aquí...” - dijo Gabriela dulcemente.
Pablo permaneció callado durante más de diez segundos. Al fin, con una sonrisa verdadera en la cara le dijo: “Es lo que tiene la primavera...puede ser maravillosa, ¿verdad?”. 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

El síndrome de Peter Pan

Miré el reloj y eran cerca de las siete. Me acerqué a la habitación principal y levanté levemente una de las grandes persianas que habíamos bajado para alargar una noche que no queríamos que terminara jamás. Dos rayitas brillantes enfocaron de lleno mis pupilas y sentí un escalofrío. 

Volví al salón donde estaban mis cuatro personas favoritas. Hacía ya cinco años de esta conexión. Ellas habían formado parte de mi crecimiento, de mi paso de la adolescencia a la juventud y a día de hoy podría decirse que también a la madurez. Eran parte de mi ser, como un brazo o una pierna. Cada cual se había hecho un huequito dentro de mi corazón, el cual me perjuró que ese sentimiento duraría para siempre, aún sabiendo que la palabra “para siempre” sólo dura los dos segundos y medio que tardas en pronunciarla.

Agarré una cerveza del bol con hielos, ya casi deshechos y me senté a observarles. Estaban pletóricos danzando como si el mañana, que ya era hoy, no existiera. Les miraba y sonreía. Sentía cómo disfrutaban la música, notaba el amor y el cariño que corría entre todos ellos, pero en un instante mi sonrisa se borró y me invadió una horrible melancolía. Mi cerebro se empezó a contradecir, no quería que esa noche terminara, quería que todo fuera como antes, como ahora, como siempre, pero eso no iba a poder ser ya que en aproximadamente ocho horas cogía un vuelo a Paris, ciudad de la que me había enamorado tras un intenso Erasmus. Iba a probar suerte buscando un trabajo relacionado con nuestros estudios, ya me había cansado de Madrid y era hora de mover el culo. Algo me decía que no volvería en un largo tiempo.

Blanca se mudaba a Londres en un par de días. Se había empeñado en conocer Reino Unido y estudiar un máster. Llevaba años planeándolo y por fin se había atrevido. La verdad, es que me sentía muy orgullosa de ella, porque aquella niña con la que compartí secretos inconfesables, risas y llantos por doquier, diera uno de los mayores pasos de su vida (hasta el momento). Además, mantenía la esperanza de que nos visitaríamos mutuamente y que, por supuesto, hablaríamos por Skype mínimo una vez a la semana.
Me miró y me sacó la lengua. Yo la hice un corte de mangas. Así era nuestra relación, éramos una pareja de amigas que se complementaba a la perfección.
En ese momento Miriam me sirvió una copa, "¡vamos Andrea, que no decaiga, levántate a bailar!"- me dijo entusiasmada. Miriam había sido una de las primeras personas que conocí al entrar en la Universidad. Con ella me pegué mis primeras borracheras y compartí los primeros llantos y rupturas, era una delicia de persona, un ser de plata con un corazón bañado en oro. Me gustaba su lado salvaje, que solo sacaba de vez en cuando, me recordaba mucho a mi. Me juré que jamás le perdería, que siempre estaría a mi lado.  Era la típica persona con la que podías contar para todo y para nada. Ahora se iba un año a vivir al otro lado del océano con su novio. 

Llevaba media hora ahí sentada, en mi pesadumbre y con mi drama mental cuando Benja puso una de nuestras canciones favoritas y vino corriendo a sacarme a bailar. Era el “Because we are your friends…”, uno de nuestros himnos en esos tiempos. Nos conocimos bailando y se que bailando acabaría esto. Él también se iba a Inglaterra a perfeccionar su inglés. Me entristecía pensar que se acabarían esas divertidas tardes en su casa solo conversando, riendo y fumando cigarros hasta las tantas. O uno de esos viernes que de repente se convertían en domingo como si no existiera nada más alrededor nuestro que la música y el amor. Salir con él de fiesta era de lo más divertido que podía pasarte. Además de todo esto Benja era mi confesor, mi arregla mundos, mi chico al que le encantaba vestirse de chica y al que le podía contar todo sin ningún tipo de reparo; la persona que me calmaba y arreglaba cuando tenía un día malo y viceversa. Era único. Aunque se juntaba con gente con la que, a mi parecer, no debiera juntarse. Pero, según él, yo también me juntaba con tíos con los que no debía juntarme así que estábamos en igualdad de condiciones.

Volví a mirar el reloj y ya eran las ocho. Esa hora había pasado tan rápido como los cinco años que hacía que nos habíamos conocido. Y es que es cierto eso que dicen de que la vida pasa más rápido a medida que vas creciendo. Ni trampa ni cartón, los adultos estaban llenos de razón al decirme "disfruta de tu juventud".

Una de nuestras canciones“erizapelosdelbrazo”, Oasis, Wonderwall empezó a sonar. En ese momento, nos limitamos a hacer un círculo en medio del desastroso salón que habíamos dejado tras más de diez horas de postfiesta y nos abrazamos. No nos mirábamos a las caras, solo el tacto del abrazo era suficiente para experimentar aquella sensación común de alegría y melancolía mezclada con el azúcar de la existencia. Supimos que era la hora de la despedida, el final había llegado.Todos ellos remarcaban que eso no era el final, que la distancia no iba a cambiar nada, que realmente era el inicio. Para mi era, efectivamente, el inicio del final. Subimos las persianas y fin. 

Blanca hizo y posteriormente rehizo su vida en Londres. Ya han pasado tres años desde entonces, hablamos una vez al año. Se que le tengo para lo que necesite pero ya ni siquiera me sale contarle mis problemas. Demasiadas vivencias separadas que le hacen a una cambiar su fuero interno. Y la verdad es que es una enorme pena que las cosas terminen así, pues las verdaderas amistades, como esta de la juventud, son las que recordarás cuando estes sentada en tu sillón haciendo punto con los pies metidos en agua fría. El caso es que yo preferiría reir haciendo punto con ella a mi lado.

En cuanto a Miriam, no volví a verla ni siquiera a su vuelta de Estados Unidos. Vive en la misma ciudad que yo desde hace años. Ahora sale por otros sitios, con gente completamente distinta (a mi y a ella misma) y estoy segura, de que si hablara con ella, también hablaría de otra manera. Aquel tipo le absorbió. Me gustaría tanto verla, me gustaría tanto que todo fuera como antes de levantar aquella persiana...Me di cuenta de que lo que me pasaba es que no quería crecer, quería congelar ese instante de felicidad plena, de juventud, de alegría, sin problemas y quedarme varada para siempre, con ellos, con mis mejores amigos. Tenía el síndrome de Peter-Pan y ellos eran mi Campanilla, la luz de todos mis días, la alegría del vivir, esa que no ha de perderse nunca.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Hoteleros

“El turismo es eterno, es un sector que jamás morirá y aún menos en España, que, desde hace décadas, es uno de los países más visitados a nivel planetario. Tened por seguro que aquel que decida trabajar en el mundo de la hotelería, tendrá trabajo asegurado para toda una vida”. Esta era la frase con la que los profesores de 1º de Turismo inauguraban el curso y que retumbó en mi cabeza en marzo de 2020, año que plantó un ¡zas en toda la cara! a todos aquellos que no vaticinaron esta impensable, pero real pandemia, que nos ha sumergido en una de las crisis MUNDIALES (lo remarco ya que ciertamente alivia el tan repetido “mal de muchos, consuelo de tontos”) más devastadoras que ha vivido la sociedad desde que tengo uso de razón.

Pero antes de sumergirnos en el río de barro de los tiempos que corren, retrocedamos y recordemos de dónde venimos. A mi generación pertenecen aquellos que superamos los 30 pero seguimos por debajo de los 40. Se nos conoce como Millennials, NINIS o simplemente “generación perdida”, da igual el nombre, el concepto es el mismo. Si algo tenemos en común es que la mayoría de nosotros tuvimos la grandísima suerte de poder estudiar una carrera, formarnos con masters, doctorados, idiomas y mudanzas a Londres o a Irlanda. Cuando por fin estábamos listos para despegar en el ansiado y apasionante mundo laboral, nos dieron en la cara con el ladrillo de las crisis de 2008, otra gran recesión que, en este caso, afectó principalmente a España. En aquel momento, el que pudo sobrevivir (hablando en plata, aquellos con padres y madres con pasta) pudieron salir adelante, los demás, tuvieron que “reciclarse” o “reinventarse” cuando todavía ni siquiera habían sacado rendimiento a sus conocimientos y habilidades. Aun así, con mucho tiempo, esfuerzo y creatividad, lograron ganar, o al menos salir inmunes de la batalla.

Una década después de la hecatombe, cuando todo parecía coger su ritmo y sintonía, llegó el Coronavirus, SARS2, COVID 19 o también conocido como “el puto bicho malo” y nos confinaron en casa durante meses. Presagiando la negatividad de la siguiente frase, la esquivo nombrando algo positivo, ya que fue en este momento en el que tuvimos, por fin, tiempo. Tiempo para pensar, para plantearnos cosas, para recordar, para ordenar la biblioteca en orden alfabético, para disfrutar del café del desayuno sin mirar el reloj, para dormir hasta las once si nos da la gana, para que los abrazos con tu pareja fueran infinitos o para, por ejemplo, escribir sobre todo aquello que me ha rodeado profesionalmente durante los últimos 10 años.

Volviendo al tema del turismo, tampoco borraré las palabras de uno de mis primeros mentores en el mundo de la hotelería: “este trabajo es para aquellos que están hechos de otra pasta”. Es una profesión sacrificada, en la que mientras todos descansan y están de vacaciones, tú les estás haciendo disfrutar de las mismas. Una forma de vida donde los planes son improvisados, quizás en Octubre en vez de Agosto, con celebraciones postergadas o perdidas, donde los cumples, aniversarios, puentes o roscón de Reyes se celebran de otra manera o incluso no se celebran. 

Pero es un trabajo excitante en el que cada día ocurre algo completamente diferente al anterior, que te permite relacionarte con todo tipo de personas constantemente, donde eres un solucionador nato de problemas de cualquier ámbito, con los que creces profesional y humanamente a medida que pasan las horas, donde los retos están a la orden del día y tienes el placer de hacer que la gente disfrute teniendo una repercusión directa en su felicidad. Gracias a él, tu curriculum añade nociones de psicología, coaching, enfermería, docencia, formación de formadores, comunicador, chamanismo, hombre o mujer del tiempo, decoradora, embaucador, investigador, CSI, celestina, actriz y muchos más.

Los grandes empresarios dicen que si sabes dirigir un hotel, eres capaz de dirigir y gestionar cualquier tipo de negocio. Y es que un hotel es un mini mundo que abarca multitud de ámbitos, desde el mantenimiento de las instalaciones, la creación y el diseño de productos, servicios y experiencias, marketing, comunicación, sostenibilidad, relaciones con clientes, la contabilidad, la decoración del ambiente y el lugar, la división de habitaciones, las ventas,…en resumen, la  gestión de más de 15 departamentos completamente diferentes uno del otro pero cuya implicación individual es tan relevante que si uno de esos eslabones cae, toda la cadena se rompe. Cada día pueden tomar decenas de decisiones que implican acciones de peso para cada uno de esos departamentos. Se trata de dirigir una orquesta donde lo más importante son las personas y que, por lo tanto, también conlleva un gran trabajo en cuanto a gestión de equipos, motivación, formación, crecimiento y desarrollo de los mismos y un largo etcétera. Y es por todo eso por lo que amamos la hotelería y, por ello, personalmente, amo mi profesión.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Mientras duermen

Un lugar en el que un individuo haciendo y diciendo gilipolleces vacias, sin contenido, tiene dos millones de seguidores que imitan su absurdo ejemplo.

Un país en el que una persona mediática que lo único que hace es hablar sobre los demás cobra treinta veces más que el medico que salva vidas a diario.

Un sitio en el que un corte de pelo de moda da más que hablar que el avance de la ciencia y la tecnología; donde la desconfianza, la crítica, los juicios de valor, la envidia y el cotilleo están a la orden del día, donde se mira con los ojos y no con el corazón, se aplaude al guapo y se insulta al feo. 

Un lugar en el que las palabras son lanzadas al aire a través de un matasuegras y la manipulación inconsciente está a la orden del día.

Un lugar en el que abundan los catetos que se creen cualquier mierda que aparece en cualquier absurda fuente de información sin contrastar.

Un lugar en el que te hacen creer que algo es tu pasión para que lo conviertas en misión de vida. 

Y, sin embargo, a pesar de todo, amo este lugar, pero cuando todo el mundo está durmiendo.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

¡Danzad malditos, danzad!

Llevábamos mucho tiempo esperando este momento, para ser exactos un año y veinte días que habían pasado silenciosamente durante la era COVID.

Teníamos muchas ganas de volver a pisar un festival de música y por fin había llegado el día, 20 de junio de 2021. Quede constancia que cuando hablo de un festival no aludo a emborracharse, a restregarse entre la gente, a drogarse como monos, NO, en absoluto, me refiero a algo totalmente diferente a los clichés… Me refiero a que se te erice todo el vello del cuerpo, a que cada sonido se introduzca entre tus venas corriendo por tu sangre, te posea y te haga flotar en el espacio entre bailes y sonrisas ajenas. Y es que hay temas y canciones que son como un peyote inocuo que pueden elevarte a los estados más elevados de conciencia; otros que te dirigen hacia la más tierna melancolía y algunos que incluso pueden llegar a hacerte sentir plena felicidad durante sus 6:35 minutos de duración.

Hay personas que no entienden las maravillas que conlleva el reggae, el jazz, el blues y sobre todo, la música electrónica. Dicen que eso es “chumbachumba” de niñatos que se drogan para soportar esos sonidos del infierno. Sin embargo, yo creo que, particularmente el Techno es el anticristo del absurdo y puto reggaeton. Y es que la desinformación y el desconocimiento llevan al camino de la equivocación y de los prejuicios. La masa está perdida. Es una pena cómo la cultura musical de este país (y de muchos otros) se ha convertido en…en “eso” (no quiero herir sentimientos). 

Cuando la comprendes y la sientes, la música electrónica de calidad es un arte capaz de mantenerte danzando durante largas horas, de cambiar una tarde de desánimo en todo un jolgorio. Es incluso idónea para  transportarte a momentos del recuerdo, modificar tu espíritu y elevarlo.

Estábamos haciendo cola a la entrada del recinto en el momento en el que se abrieron las puertas. Todas estábamos expectantes. La música de uno de los tres escenarios al aire libre empezó a sonar. Me apasiona ese momento previo a una actuación cuando, la gente, nerviosa, se va acercando al escenario y…Pum!, el primer sonido de los altavoces encendiéndose como un fogonazo. Pum! Se apagan las luces. Pum! los visuales entran en juego…los aplausos, la expectación, una melodía de introducción, el artista se acerca a la tarima, saluda, luces y de repente…PUM! Todo el recinto estalla en masa, todas las personas saltan, cierran los ojos, sienten, viven, se expresan bailando…y, veinte minutos después las sonrisas invaden el espacio, sientes la energía de que todos somos uno, la unión entre las personas a través de la música…es envolvente, te atrapa y, de nuevo, vuelves a sonreír, a sentir que la vida son dos días y que hay que disfrutarla. Y es que se nos está empezando a olvidar lo que era la vida antes del COVID y, dentro de nosotros, no hay mayor deseo, de que todo vuelva a la normalidad y que bailemos juntos esta danza.






sábado, 31 de octubre de 2020

El garbanzo negro

“¡A comer!” – grito mi madre puntual como un reloj a las 15:00, horario que se seguía religiosamente en la casa desde que Ana tenía uso de razón.

Los primeros en sentarse siempre eran los más pequeños y el último, cual cura que sale al estrado, el patrón de la familia. Con un alargamiento de brazo para coger un trozo de pan, el padre de Ana daba por inaugurado el almuerzo del día.

Ana tenía dieciséis años, esa edad tan confusa que, si se pudiera, la eliminaría inmediatamente, dejando un lapsus temporal entre medias, como una hibernación humana desde los doce hasta los dieciocho. Y es que la adolescencia es una etapa que Ana siempre recordará con verdadero pavor y repulsión, con un sentimiento de indiferencia hacia sí misma, de rabia, de ira.

“Bueno Ana, ¿qué tal llevas el trabajo de Ciencias, hija?” – preguntó la madre empáticamente y rompiendo el hielo.

Ana estaba mirando hacia el plato, concentrada en los garbanzos que nadaban entre la sopa y principalmente, en uno negro que encontró.

“Ana, ¿puedes contestar a tu madre y mirarla a la cara cuando te habla? Ana…¡Ana!...¡ANA!¡Estas sorda o qué te pasa!” – gritó el padre enfurecido.

Cada vez que el padre de Ana abría la boca durante la comida, los hermanos sabían que no iba a ser para decirle a la mama lo buena que estaba… Ninguno de los presentes quería que su padre abriera la boca mientras comían y tenían mucha mesura en hacerlo ellos mismos también.

Ana miro con los ojos ensangrentados a su padre, giró la cara hacia su madre y pronunció un simple, “bien mamá”. Seguidamente dirigió una mirada al patrón y continuo haciendo más larga su respuesta para satisfacerle “ya está casi terminado, lo entregamos el lunes”.

No soportaba a su padre, pensaba que era un puto ogro que se pasaba el día tocándose los huevos en casa y tocándoselos a los demás, con especial tesón en los de ella. No le gustaba el trato vejatorio que les daba principalmente a ella y a su madre. La última vez que le vio darle un bofetón por contestar irónicamente a una de sus preguntas, sintió como si esa mano hubiera rebotado también en su cara. Su padre le hacía sentirse débil, indefensa y que no valía para nada. Nunca tenía una sola palabra buena para ella. Era un amargado que hacía que su adolescencia estuviera aún más cerca del purgatorio. Ana se sentía como el garbanzo negro de la familia, como un mutante en una mutante en una peli de serie B. Se sentía con el agua al cuello, a punto de ahogarse en los últimos suspiros.

“Ana, vamos, acábate el plato y ayuda a tu madre a recoger la mesa. Siempre eres la última en todo…es que yo no se si eres tonta o te lo haces” – dijo el padre de Ana mientras se encendía el cigarrillo de después de comer.

Ana, sin mirarle, cogió la cuchara, lentamente se comió las dos últimas cucharadas. Se quedó observando al garbancito negro que había relegado primeramente a un lado y, envalentonándose, se lo comió y se levantó de la mesa decidida a no volver nunca más.

miércoles, 28 de octubre de 2020

2020, el año de la rata

2020: el año de la rata. Del puto virus. De la devastación. De los cambios. Del autoconocimiento. Del no pensar en el mañana. De la resiliencia y la entereza.  2020, el año más raro de nuestras vidas y de las de aquellos que, lamentablemente, ya no están.

2020, algún día miraremos atrás y entenderemos el poder que nos has concedido. El poder de, por muy cursi que pueda parecer, valorar el amor por encima de todas las cosas, el poder de entender y cuidar nuestra mente y salud como máxima prioridad. La licencia de hacernos fuertes, de aguantar, de luchar, de no perder la fe, de ayudar… La potestad de darnos cuenta de quien nos tiene en su cabeza y a quien tenemos nosotros... de cuidar, de amar, de preocuparnos y de valorar a quien nos rodea y a quien rodeamos entre nuestros brazos, sin guantes y sin gel, a pelo, sin miedo.

2020, el año para quemar todo aquello que ya sobraba dentro de nuestras vidas. Para reafirmar nuestros valores, capacidades, vicios y virtudes. Para alejar las falsas lecciones de moralidad de los demás, para criticar la falta de civismo de nuestra sociedad, para alimentar egos maquillados de payasos y volver a apuntalar que la política en nuestro país, aunque lo parezca, no es el peor mal que nos rodea. A veces simplemente es nuestro vecino, nuestro compañero o algún familiar. Al fin y al cabo, un año que nos está enseñando a aforar lo que verdaderamente importa por encima de lo demás. Y a que nos resbalen cada vez más las opiniones en torno a tu autenticidad... 2020… ¿Quién se lo iba a esperar?

Y no sé a ti, pero en el fondo (muy fondo) del agujero, encontré una luz que me llevó a  encontrarme de nuevo con mi esencia y a hacer una de las cosas que más me gusta hacer desde que tengo uso de razón y, todo hay que decirlo, que en los últimos años había relegado a un segundo plano: escribir. Porque para mí, desde bien pequeña, escribir es vomitar,  es sacar un trocito de tu alma, es una limpieza terapéutica que también puede curar a los demás con su lectura. Es descubrir, indagar, reafirmarse y al fin y al cabo, expresar.

Bienvenidos a mis textos y relatos “ a pelo”:  ficción mezclada con realidad, vómitos combinados con arena y sal del mar, palabras secas, directas, que expulso sin más, sin ninguna intención oculta, sin un significado detrás.

Y para terminar, o bien, para comenzar, Bukovski (uno de mis escritores fetiche) dijo que quizás estaba loco, pero al menos podía volar… Pues en mi caso, a través de las palabras, que caen sobre las teclas del ordenador como si fueran misiles de guerra, me siento jodidamente igual. Y si te gustan bien y si no, coges la puerta y te vas.




 

jueves, 24 de noviembre de 2016

El recuerdo es una sombra del olvido


Entonces me dijiste que no era el tipo de mujer con la que te gustaría estar, que no encajábamos, que éramos muy diferentes, que sería imposible una relación juntos... y quince años después sigo pensando en aquellas palabras, que no se si las dijiste tratando de ocultar otra verdad, si fue por despecho o si realmente así lo sentías. Pero ahora ya es tarde, tú no estás y yo hace tiempo que también me fui.

 La verdad es relativa, así como el tiempo. Mi cabello, que no he cortado desde entonces, sigue oliendo a ti, aún paso mis manos entre los pelos acariciando mi cabeza con la misma delicadeza con la que lo hacías tú. Sigo mirando tu lado de la cama y recordando todas las canciones que te mostraba y que tú siempre criticabas, pero que también sé perfectamente que, aunque no lo reconocieras, te agradaban e incluso luego las mostrabas a tus amigos como si hubieran sido un descubrimiento tuyo. Siempre ha habido muchas cosas que tú no sabes que sé.


El recuerdo es una sombra del olvido que me forcé por mantener dentro de mi cabeza. Y a base de forzar el olvido logré tenerte cada vez más presente. Ya no me importa que te pasees por mi cabeza como si nada, ya no me esfuerzo en echarme la culpa a mí de todo lo que pasó. Y aquí, sentada en frente de tu tumba, solo deseo que estés donde estés, sigas acordándote de la chistosa que te deseó, te quiso y te odió.

domingo, 17 de enero de 2016

Un humano

Durante meses estuve fijándome en la matrícula de todos los Ford fiesta que veía por la ciudad. Incluso, una vez, en un viaje a Roma, estuve a punto de saltar por la ventana del coche creyendo haber visto el dichoso Ford fiesta negro matrícula 1448DVS. Aunque fuera materialmente imposible que él estuviera conduciendo por Roma siempre tenía un trocito de esperanza que me hacía sacar la cabeza por la ventana y descuajaringarme el cuello para comprobar, entre arcadas nerviosas, cómo me estaba equivocando de coche y más aún de persona. Kike odiaba viajar.
Cuando nos conocimos, yo siempre le vacilaba diciendo que la DVS significaba: ¿Donde Vas tú Solo?  Y ahora lo recuerdo y me río dictando la obviedad: Kike siempre iba solo a todos los lados. Incluso al cine. Decía que no le gustaban los humanos y que necesitaba bastante tiempo del día para descansar completamente en paz. A veces era un arisco insustancial y otras incluso podía ser un hijo de puta impertinente. Pero quizás eso era lo que le hacía ser tan especial, diferente al resto de hijos de puta impertinentes con los que me he ido topando a lo largo del camino.

Tras esa apariencia de persona huraña todos sabemos que Kike tenía una faceta interna mucho más tierna y humana. Era un hombre que a solas lloraba por la gratitud de estar vivo y completamente sano. Lloraba por los muertos en los atentados, en las guerras, por los fallecidos en los accidentes de tráfico. Derramaba millones de lágrimas cuestionándose el por qué de tanta maldad y maldiciendo al miedo de lo inesperado, de lo fatuo, de lo que le estaba por llegar y no conocía. Lloraba por todas y cada una de nuestras almas y rogaba la huida del miedo y la rabia que le impregnaban las venas cada vez que ponía el telediario. Kike era eso, un humano hijo de puta.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Nació perdida

Estaba sentada en un bordillo, al lado de la puerta de salida de personal. Hablaba con un conocido mío. Me senté al lado de ella a esperar a que vinieran a buscarme y me introdujeron en la conversación sin yo quererlo.
Tenía el pelo tintado de negro y podrido por un exceso de plancha. Llevaba unas gafas de sol que dejaban a la vista las líneas negras que tenía como cejas. Su sonrisa era dura e intuía unos dientes seminegros y unas encías mal cuidadas y del mismo color. Era muy delgada y vestía ropa barata y comida por el tiempo.
-¿Tienes un cigarro? – me preguntó cuando el tercer integrante de la conversación se marchó dejándome a solas con la desconocida.
- No, que va, lo he dejado – respondí.
-Yo también, solo fumo yerba, pero hoy me han echado de aquí dentro- dijo señalando la puerta de las oficinas – y además el cabrón de mi novio debe de andar borracho por ahí… ¡Y espero que ni aparezca en casa esta tarde!
Sonreí sin decir nada. Estaba segura de que si la decía que yo también fumaba yerba de vez en cuando estrecharía la cercanía con ella y estaría hablándome durante toda mi espera. Además supuse que comenzaría a desahogarse y yo tenía tantos problemas en ese momento que escuchar los de los demás me iba a llevar a un bucle sin fin.
-Perdona, ¿tienes un cigarro?- le preguntó a un tipo que pasaba por la calle.
-Sí, toma.
-¿Tienes un mechero?-me dijo a mí cuando se fue el señor.
-Sí, toma – contesté inconscientemente a la vez que metía la mano en mi bolso.
-¿Qué hace una “no fumadora” con un mechero?-preguntó ella riéndose. En esa carcajada pude percatarme del olor a whisky que salía de su boca.
-Bueno, fumo yerba de vez en cuando – contesté arrepentida.
- Eso está bien…¿no tendrás nada por ahí? ¿Vamos y nos tomamos unas cervezas? – preguntó intentando buscar compañía para ahogar sus penas de una manera menos dolorosa.
-Me echaron de aquí – dijo sin apenas darme tiempo a negar su pregunta- porque dicen que le falté el respeto al jefe. ¡Ja! -  dijo subiendo el tono de su voz. ¡Aquí el único que falta el respeto es él, que es un abusador, un esclavista, que nos tiene con la espalda partida todo el día! ¿Y encima pretende dejarme en ridículo delante de todas las compañeras? Eso… ¡eso si que no!- dijo ella.
-Ya me imagino…sé cómo funcionan las cosas en tiempos de crisis. Se aprovechan de nosotros como quieren… -contesté yo en mi afán por empatizar con todas las personas.
-¿Cómo te llamas?-dijo mientras se levantaba para darme dos besos.
-Laura, ¿y tú?
-Me llamo Berta…esta panda de cabrones que me han echado y dejado en la calle… ¡que les jodan!¡hay mil trabajos más! Y encima luego todas esas envidiosas… –dijo Paula
-¿Te tenían envidia el resto de las chicas?-pregunté yo empezando a comprender el asunto de la historia.
-Ni te imaginas…yo era la que mejor trabajo hacía y la que más propinas se llevaba… ¡y en solo un mes! Y ellas muchas veces me robaban lo que me dejaban los clientes…y yo, pues claro...un día también robe… ¡no soy tonta, joder! – dijo Paula, cada vez más nerviosa
Yo sabía que sus palabras no eran más que un producto de la ira y de la tristeza de saber que se había equivocado otra vez. Que la había cagado y perdido otro trabajo más. Que su chico llevaba dos días sin aparecer por casa y que ella, una ex alcohólica, había vuelto a enganchar la botella esa misma tarde.
Había coincidido con Paula en un par de sitios más y ambas veces la habían despedido por lo mismo. Por no querer acatar órdenes, por contestona y mal educada. Simplemente. No había complot, no había esclavismo, solamente había que trabajar sin quejarse. Cerrar el pico y hacer lo que te pidieran, que para eso se pagaba.
Paula no era una víctima del sistema, un caso de precariedad laboral ni una trabajadora explotada. Paula, simplemente, había nacido perdida.

martes, 20 de octubre de 2015

Exceso de estupidez

Somos tan estúpidos que tras siglos de historia seguimos cometiendo los mismos errores sin haber aprendido nada para evitarlos.

Somos tan estúpidos que en vez de hablar de frente y solucionarlo lo hacemos todo por detrás. Somos tan estúpidos que seguimos matándonos los unos a los otros porque parece que en el fondo odiamos nuestra propia especie, nuestro propio ser.

Somos tan estúpidos que nos dedicamos a destruir en vez de crear sacando partido a la inteligencia y racionalidad que nos han sido otorgadas.

Somos tan extremadamente estúpidos que nos arrepentimos de lo que hacemos una y otra y otra vez y volvemos a hacerlo otra vez más.

Somos tan estúpidos que nos creemos más importantes e inteligentes que los demás cuando todos estamos destinados al mismo final.

Somos tan estúpidos que nos molesta que nos molesten y luego nosotros volvemos a molestar.

Somos tan estúpidos que hablamos sin pensar, si es de los demás mejor porque somos unos cobardes incapaces de mirar dentro de nosotros mismos y descubrir toda la estupidez acumulada durante años.

Somos tan estúpidos que los consejos nos sientan mal y en vez de para ayudar nos los dicen para jodernos más.

Somos tan estúpidos que perdemos horas y días en pensamientos que no valen nada comparado con toda la inmensidad que nos rodea.

Somos tan estúpidos que nos dedicamos a ser como las ratas de ciudad, comprando todo, consumiendo más y dejando una huella en el planeta, una puta huella de mierda pintada con el pincel del ego y nada más.

Somos tan estúpidos que no creemos en nosotros mismos ni en nadie o nada más,

Somos tan estúpidos que creemos que la vida es solo para disfrutar, para reír y festejar y no vemos que eso tan solo es artificialidad y no la esencia de verdad.

Somos tan estúpidos que siendo inteligentes nos pasamos años y algunos toda una vida sin hacer nada.

Somos tan estúpidos que besamos sin amar, criticamos sin saber y gastamos sin pensar.


Somos tan estúpidos que no nos damos cuenta de que todos somos igual de estúpidos y que en este agujero no hay hormiga reina o madre, solamente hormiguitas frágiles con idéntico final.

martes, 14 de julio de 2015

Rothko

Según Rothko (artista, pintor y grabado

letón que terminó suicidándose en New York 

en 1970) una relación humana creadora tiene 

que constar de los siguientes atributos:



1. Tragedia

2. Sensualidad


3. Tensión o conflicto (deseo contenido)

4. Ironía

5. Ingenio y juego

6. Azar 

7. Esperanza (10%)

¿Sabes lo que te digo Mr. Mark Rothko? 
Fuck the Drama. 

Mi cama


Me importa una mierda que me dejara por una niñata de veinte años. Sinceramente, mejor para mí. Y no es que sea una mujer despechada, ni mucho menos. Simplemente estoy tratando de asimilar que Jaime era un “hijo de puta” con todas sus letras.

¿Es justo que tras siete años de amor tuviera que encontrarle en la cama con la chica con la que trabajaba 8 horas al día con él y a la cual criticaba sin parar? 

Es mucho menos justo si tenemos en cuenta que esa cama era la mía, la cama en la que me había enamorado, había llorado, abrazado, amado y follado a mi amado Jaime. La cama que día sí, día también, compartía con él. La cama inviolable a la cual le habían arrancado las bragas, así, de repente, a lo bestia.

Por supuesto que no es justo como tampoco lo es lo que pasó en el momento en el que abrí aquella puerta…. 

Las llaves se me cayeron de las manos. Me agaché a recogerlas. Tuve un sentimiento extraño, una especie de nudo en el estómago a deshora.
Continué hasta el salón. Qué raro... Jaime me dijo que estaría en casa todo el día. 

En la mesa del comedor había un fular de chica, que, obviamente no era mío. Una alarma saltó en mi interior, pero automáticamente la apagué. Jamás hubiera esperado ningún incendio en esa casa.

Continué hacia la habitación y durante el recorrido del largo pasillo, empecé a escuchar ruidos, A cada paso que daba el ruido se iba convirtiendo en gemido. Con el primero me asusté. En el tercero mi corazón ya estaba hecho pedazos.

Abrí la puerta de la habitación y allí estaban, desnudos, profanando mi cama, nuestra cama. Pasaron unos segundos hasta que Jaime se dio cuenta de mi presencia. La levedad del tiempo se hizo pesada y en tan solo esos instantes descubrí el lado oscuro que todo ser humano tiene en su interior. Esa irracionalidad animal que nos hace menos humanos, menos cercanos. 

Las lágrimas empezaron a brotar por mis ojos en forma de cristales que salían del corazón. Jaime se percató de mi presencia. Vi su sucia mirada en el espejo cambiar a una tierna nostalgia de la bondad. 
Me miró como un animalillo al que están a punto de pegar un tiro. Pero yo no hice nada de eso, simplemente abrí la puerta y me fui para no volver nunca más. 

Tela de araña


Perdida entre las telas de la araña radioactiva que se va tejiendo entre mi cerebro y el corazón.

Invadida por una ola de deseo implacable provocada por el deshielo egocéntrico de una cabeza mal posicionada.

Lanzada al vacío con una mochila cargada de dinamita, a punto de explotar. Pero aquí sigo, buscando que me idolatren, que me suban en brazos a la luna y me vuelvan a bajar dando tumbos. 
Supongo que mi ego está removiendo mis entrañas alcanzando altos grados de imbecilismo puro y duro.

Desaparece. Sal de esta fantasía autocreada. Elimina las paredes imaginarias que has creado a tu capricho y borra toda aquella huella cargada de “quizases” manchados con carmín rojo.

Sigue tu camino, no te desvíes, no caigas en las redes, por mucho que lo desees, porque el pescado sin agua, se muere.


domingo, 31 de mayo de 2015

Él

Sus pasos son alegres. Se desplaza por la línea del tiempo marcando los segundos rápidamente, rebotando sobre cada uno de ellos como un niño contento que entra en el parque de atracciones. En cada saltito altivo los brazos alardean de ser dueños de un pecho fibroso y equilibrado con el resto de su cuerpo de 1,67cm.

Su mirada es una luz brillante de color verde envuelta en unas pequeñas conchas de almeja empezándose a abrir cuando tienen hambre de vida. Son capaces de iluminarte el camino. Su forma, el color de las pestañas tostadas por el sol… Es una mirada limpia, dulce y transparente, una mirada capaz de transformar tu día en una alegría constante envuelta de amor infinito. Porque él ama, es capaz de quererte sin medida.

 Su inocencia transmite calma, sus movimientos sin prisa alguna te llenan de serenidad.

Él es una persona buena, cariñosa, entregada y trabajadora. Cuida el detalle como un escultor en su primera obra. Modela firmemente tu cuerpo con sus manos mientras te hace el amor. Saber perdonar y confiar en si mismo pero también en los demás.

Amigo de sus amigos, amante de los animales y las plantas, dulce y amable con las mujeres, es el marido al que amar, al que cuidar y entregar el alma. 

Es una persona con la que te apetece estar y hacer realizar cualquier actividad. Porque él es un artista con valía que demuestra que aquí, en esta vida, está haciendo una gran obra maestra.

sábado, 23 de mayo de 2015

Especial

Es cierto que cada persona es un pequeño universo, con sus leyes, su moral, sus ideas y características propias. Cada individuo es diferente uno del otro y es obvio que no hay dos que sean exactamente igual.

Tendemos a pensar que cada uno de nosotros es especial y único y que el universo (no solo el nuestro si no el común) gira alrededor de nuestra órbita. Pero esta idea bien argumentada tan solo nos llevara a caer en la desilusión, a estamparnos contra el muro tangible de la realidad.

Beatriz estuvo varios meses creyendo esto solemnemente, como un religioso que agarra su cruz. Se enganchó a la red de su ego pensando que Javi, el chico con el que se había acostado un par de noches, estaba coladito por ella.

Javi es un tipo atractivo, que rozaba la treintena pero que no lo aparentaba con su cabello negro y sus ojos verdes con mirada infantil. Puede decirse que Javi es un “tío bueno” que lo sabe perfectamente y que utiliza sus armas más sutiles como una cobra ataca en el momento más inesperado.

Beatriz acababa de dejarlo con su novio tras una aburrida relación de año y medio en el que la protagonista absoluta de la historia fue ella misma. Su pareja era el actor secundario que aparecía cuando le daba la gana. Ella se hartó de ser algo tan pequeño y se pasó unas semanas intentando subirse la autoestima y prometiéndose que a partir de ese mismo momento ella iba a ser la estrella.

Una noche de fiesta conoció a Javi. Rápidamente el cruce repetitivo de sus miradas les llevó a encontrarse en el baño del garito y a consumar un deseo que llevaba toda la noche merodeando a su alrededor. Tan solo hicieron falta un par de palabras, una confirmación de que no era un absoluto capullo al abrir la boca y un par de besos en público para descubrir que su aliento y su olor corporal eran buenos.
Terminaron la noche en casa de ella enredados en conversaciones filosóficas y disfrutando de un mar de estrellas bastante poético. Él estuvo convincente. Demostró no ser simplemente una cara bonita si no también una mente abierta, con conocimiento y envergadura al hablar.

Al salir el sol se despidieron. Bea cerró la puerta y sonrió. Pasó un par de horas recordando todo lo sucedido y repitiendo en su mente cada palabra de la conversación que habían tenido. Con cada repetición, el adorno de ese recuerdo iba en aumento.

Cuando despertó horas más tarde, lo primero que hizo fue mirar el teléfono, por si había algún mensaje de Javi. Nada. Entonces siguió recordando ensimismada y comenzó a meter la pata usando, inconscientemente, el verbo “idealizar”.

No pudo evitar escribirle aquella misma tarde y entre nervios esperar una respuesta que no llegó hasta el día siguiente.  Estuvo mirando el teléfono cada cinco minutos y cuando por fin llegó el mensaje, la absurda y engañosa felicidad alegró su día. ¿Cómo es posible que tu felicidad y el aprovechamiento de tu jornada dependa del mensaje de un tío al que acabas de conocer?

Volvieron a quedar un par de días después. La escena del “mar de estrellas en el cielo” se volvió a repetir, esta vez de forma más intensa. Podemos decir que Bea se enamoró, o mejor dicho, se atontó en tan solo una semana.
Cuando cerró la puerta con un beso de despedida, esta vez lo que sintió fue la más absoluta soledad. Era como si le atacara la nostalgia del rato maravilloso que había pasado hacía tan solo un par de minutos. Eso es que el único relleno en su vida estaba basado en las alabanzas y el abrazo de un hombre atractivo. Y ni siquiera había llegado a correrse…
Bea no pudo evitar escribirle unas horas después. Quería más. Necesitaba más. Pero…¿Cuál era la verdadera necesidad de Bea?¿Qué estaba buscando?¿Qué era lo que quería de él?

Se paso toda la tarde mirando el teléfono y montándose aventuras y desventuras en su cabeza. Repasó dato a dato de su conversación, analizó hasta el más mínimo detalle llegando a la conclusión de que Javi podría ser un novio perfecto para ella. Estaba segura de que él pensaba lo mismo. Le había dejado atontado. Seguramente él estaba en su casa haciendo los mismo que estaba haciendo ella. No le cabía duda alguna.
Su mente dio tantos pasos agigantados que hasta imaginó una reunión familiar en casa de él (que ni siquiera la conocía), se imaginó viajando juntos por Europa y hasta visualizó una vida en común.

Javi no volvió a contestarle hasta que no volvió a “picarle el rabo” unas semanas más tarde. Había otras 3 o 4 Beas más mandando mensajes a su móvil.

Moraleja: la vida no es una película de Disney, ni tú eres una princesa ni esa rana es tu príncipe. Antes de esperar que os llene el amor de cualquiera, tenéis que llenaros con el amor a vosotras mismas.Gracias.


lunes, 23 de marzo de 2015

Sigue siendo machismo....

Sigue siendo machismo…

cuando digo que mi novio es el que plancha en casa y te ríes insinuando que “cómo es posible que una mujer no sepa planchar”…

cuando en una entrevista de trabajo seleccionas a la chica que está buena en vez de a la más 
profesional…

cuando te quedas sentado en la mesa, después de comer, esperando a que la mujer te retire el plato de la sopa y te ponga el segundo

cuando dices que vas a clases de artes marciales, que eres la única chica y alguien te dice que jamás serás tan fuerte como un hombre…

cuando te estoy hablando de espaldas y tú en vez de estar concentrado en mis palabras lo estás en mi culo…

cuando dices que una talla menos de falda me quedaría mejor…

cuando pagas menos a una mujer que hace el mismo trabajo que un hombre…

cuando una mujer es infiel a su marido y le miras mal, mientras tú te estás acostando con tres y eres “el puto crack”…

cuando piensas que soy lesbiana al opinar sobre el buen físico de alguna tía…

cuando cuentas chistes machistas, aunque sea “de broma”…

cuando dices que las mujeres solo servimos para parir…

cuando dices “mujer al volante, peligro constante…”

cuando te extrañas porque hacemos timbas de póker…    


o cuando realmente piensas que es el hombre el que tiene que pedir matrimonio a la mujer y que lo contrario es “raro”…

sábado, 7 de marzo de 2015

DIÁLOGO ENTRE LAS PALABRAS Y LAS IMÁGENES: lo visual y lo escrito


La creación del cine fue un gran logro en cuanto a la satisfacción de la representación de las ilusiones, visiones y fantasías de las personas capacitadas para soñar, para ver simulaciones auto creadas en sus cerebros.

El hecho de que se materializaran estos espejismos, consiguió cumplir las expectativas tanto de los artistas y creadores de cine, como del público en general.
 Resultó maravilloso poder observar con los ojos lo que uno ve desde sus adentros, convertir un sueño en una realidad. La satisfacción es incluso más grande para el creador, capaz de conseguir transformar en tangible una simple visión subjetiva.

El arte del cine, proviene de uno aún más antiguo, el arte de la pintura. Pintar fue una de las primeras acciones artísticas que comenzaron nuestros parientes primitivos. 
Aún ni siquiera sabían hablar, es decir, no habían creado las palabras, el lenguaje de signos lingüísticos. Esta fue una de las maneras que descubrieron para hacerse entender. 
Se comunicaban mediante dibujos que cualquier niño pequeño podría hacer. De esta manera comenzaron a expresas cosas básicas.
Pero en estas pinturas solamente representaban la más cercana realidad que estaban viviendo, es decir, todo aquello que estaba delante de sus ojos. ¿Y qué pasaba con los sentimientos? 
Con la creación de los lenguajes y del primer alfabeto, se empezó a poner nombre no solo a las cosas, sino también a esos sentimientos. Gracias a las palabras, el ser humano ha sido capaz de dar a conocer cosas que no pueden verse con el sentido de la vista. 
La formación de frases con esas palabras propició la creación de contextos amplios. La escritura permitió, como el cine, dar a conocer lugares donde uno nunca antes ha estado o experimentar sensaciones que se conocen o incluso que nunca se han vivido. 

En mi opinión la escritura va incluso, un poco más allá que el cine en este sentido. 
Esas representaciones escritas se convierten en infinitas dependiendo de quién sea el lector. Las ideas mentales son subjetivas, las imágenes que se revelan en la pantalla son objetivas en cuanto al significante. El significado y el sentimiento es algo que siempre será subjetivo y que se puede apreciar en cada segundo de la realidad vivida, eso es indiscutible.

Pero creo que el arte de la escritura juega con un poder mayor: la imaginación. Por lo tanto, cada lector es también un director de cine, que crea las imágenes particulares de lo que lee y que para cada uno, aunque la letra sea única, esa visión es infinita.

Pintar, esculpir o hacer cine son algunos de los poderes que tenemos los humanos para expresar todo lo que llevamos dentro, para crear significantes y significados propios, para mostrar las luchas eternas y las cuestiones universales. 
Gracias a ellos, el ser humano, dejando a un lado su innata capacidad de expresarse mediante gestos, ruidos o miradas, es ahora capaz de comunicarse mostrando lo más oculto de su ser.A parte de estas artes, como bien decía Huxley, hay algo más allá de las palabras, un lenguaje interno, energético e indescriptible, algo que elimina la simbología y que nos hace conectar con la verdadera realidad (para llegar a él no es necesario tomar benzedrina o mescalina, señores).

Nota: No sé si considero que es más difícil expresar con palabras o con imágenes, lo que sí creo es que la pintura  puede considerarse la madre de todas las artes.


jueves, 18 de diciembre de 2014

Un corte de manga

Reirte y enseñarle el culo a una ansiedad maquillada de problemas.

Hacerle un corte de manga a los cabrones emperrados consigo mismos.

Escupir en las huellas de las botas manchadas de cenizas vertidas en una copa de alcohol abandonada en la repisa de algún bar.

Descojonarte de todos aquellos cables cruzados que bailan con unas neuronas que no aceptan la mayoría de edad.

Bailar y festejar besando la cara de la verdad. Y aceptarla.

Evitar los dramas histriónicos y el juego del escondite inglés.

Ahora lo verdadero juega el papel más importante.

Se acabó lanzar la piedra y esconder la mano. Empieza lo bueno.

martes, 16 de diciembre de 2014

Sentirte IMBÉCIL

Lo de sentirme imbécil es algo que me lleva pasando desde el momento en el que pillé a mi mejor amiga de la secundaria quitándome el novio delante de mis narices. 
Es un sentimiento que ha ido evolucionando a lo largo de mi treintena de vida y que se ha ido repitiendo y, también, todo hay que decirlo,  reduciendo a lo largo de los años.

Realmente hacía mucho tiempo que no me autodenominaba una auténtica IMBÉCIL y he de decir que esta vez gana por goleada a las últimas veces que me ocurrió.

El problema está en que uno piensa que escarmienta y resulta ser todo lo contrario. Se dice que el hombre es el animal que tropieza dos veces con la misma piedra, Yo ya perdí la cuenta de las veces que tropecé y sinceramente, esta vez tenía la práctica completamente perdida y olvidada, por lo que el momento se vuelve aún más comprometido.

Siempre me he considerado una persona inteligente, atractiva, amable....pero todos estos adjetivos positivos pueden ser capaces de desvanecerse en décimas de segundo destruyendo toda tu autoestima y llenándote de esa mierda que llevabas bastante tiempo sin catar. Esa mierda que me encantaría tirar por el váter, pero es tan grande que ni siquiera cabe.

El problema está en la idealización, en la obsesión, en los pedacitos de recuerdos y sensaciones que se quedan grabados a fuego en tu cuerpo. Un tatuaje perenne, imposible de eliminar, que cicatriza en los primeros días, que son a la vez en los que más te duelen. Pero ese dolor es gustoso, es una especie de morbo al que no puedes evitar perseguir. Y , sinceramente, al día siguiente desearías hacerte otro tatuaje y volver a hacer sufrir a tu piel y a ti misma. 

Finalmente parece que huimos de la perfección. A veces pensamos que lo perfecto termina arruinando nuestras vidas. Sin embargo, lo imperfecto y problemático es una falsa ilusión que termina diluyéndose en ácido. 

Yo me bebí ese ácido y, por desgracia, siento que me gustaría volver a bebérmelo y así poder tatuarme en el cuerpo: IMBÉCIL.


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