martes, 10 de julio de 2012

"Hola"


El timbre sonó, dejé la carne en el horno, me quité el delantal, abrí la puerta y volví hacia la cocina, me di cuenta de que había dejado el fuego muy alto y el asado de cordero ha de cocinarse con mesura.

-¿Alba? Hola.

Me di la vuelta y ahí estaba él, fue como una especie de aparición en medio de la nada de mis sentimientos. En frente mía, a dos metros de mi , en la puerta de mi casa. No podía creerlo, pero era real. Traté de calmar los latidos de mi corazón y respirar hondo como si realmente su presencia no me hubiera revuelto el corazón por completo. Por supuesto, no quería que se diera cuenta de mi estrépita impresión. Vamos, rápido, Alba, piensa cómo reaccionar ante esta baza que te juega la vida. Había abierto la puerta demasiado rápido y …¡Era el hombre de mis sueños y de mis pesadillas!( una gran diferencia si lo comparamos con la rutinaria visita de  mi hermana). Seguía callada, los segundos iban pasando y solo me focalizaba en su mirada, en aquellos ojos brillantes y azules que me poseyeron en aquellos tiempos. Ahora trataban de hacerlo de nuevo, su sonrisa de inocencia (ja!¿inocencia? Maldita falsa inocencia), me hicieron reaccionar ante mis pensamientos que se dividían entre :
1) una sensación de rabia y asco mezclada con dolor.
2)Tremenda alegría al ver que había venido hasta mi de nuevo, por alguna razón que aún desconocía.

Mi mente se balanceaba a toda mecha entre las dos opciones, la primera: quiero abrazarle, pero a la vez desearía darle un bofetón.¿Pero cómo se atreve a aparecer así de repente y volver a desvirtuarme todo mi mundo?…¡Será cabrón! Siempre ha sido un maldito egoísta..Aunque por otra parte, parece que está más guapo que antes y mira con que paz me está mirando….
Me quedé paralizada, no reaccioné hasta que vi que sus labios se estaban entreabriendo para decir algo y antes de que ese momento se produjera me aproximé a él , agarré el marco de la puerta y la cerré contra su cara dando un buen portazo.

Aquella mañana justamente estrenaba un nuevo vestido negro que me había comprado el día anterior. Negro, el color del luto, del duelo, de la pena. Por el contrario, él apareció vestido con unos jeans y una camiseta de un amarillo tan chillón que clamaba a gritos la esperanza, el perdón y la reconciliación. Pero, ¿realmente, a que había venido a mi casa? ¿Qué estaba buscando? y lo más importante de todo…¿qué sentía? Como sabía que no iba a poder soportar la intriga durante ni siquiera un día, decidí que lo mejor era abrir la puerta y ver que ocurría.
Así que eso hice.
Una sonrisa enmarcaba toda su boca, sabía lo que estaba pensando: “no ha cambiado nada, sigue desquiciada, casi me rompe la cara con la puerta” así que mi mirada se volvió turbia y volví a estamparle la puerta en las narices.

-Alba, por favor, abre la puerta, tengo que hablar contigo. Haz las cosas bien por una vez.
-¡Por una vez!-contesté enfurecida-¿Haz las cosas bien por una vez?- grité al mismo tiempo que abría, de nuevo y con rabia esta vez la puta puerta.
-¿Asi que soy yo quien tiene que hacer las cosas bien?¿Fui yo la que estaba en la cama con otra persona cuando la noche anterior me habías rogado que me fuera contigo a vivir y formar una familia allí ? venga, ¡no me jodas!
-Por favor Alba, vengo en son de paz, no quiero discutir, no he llegado hasta aquí para recibir portazos en la cara.

-Nadie te pidió que vinieras.
Su expresión me señalaba que estaba empezando a perder la paciencia así que me calmé, le dije que entrara y que me dijera todo lo que había venido a decir.

Y con un par de narices dijo: Te quiero, Alba. ¿Quieres compartir tu vida conmigo, esta vez de verdad? Solo dime si o no, si la respuesta es no, te dejaré para siempre.

¡¡¿Quéeee?!! Algo dentro de mi saltó como una goma elástica que lleva anudada mucho tiempo, tuve una mueca estomacal muy graciosa y me sentí liberada., De repente, encontré el sentido a todo así que no tuve más remedio que sonreir, abrir la puerta y pedirle con amabilidad que se fuera y que no volviera nunca más. 

A continuación, me dirigí al baño, me quité mis ropas lúgubres, me metí en la bañera, salí de ella, me comí mi asado en su punto y no hice otra cosa más que descojonarme, de él y de la vida en general, que es una maldita comedia.



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