El timbre sonó, dejé la carne en el horno, me quité el
delantal, abrí la puerta y volví hacia la cocina, me di cuenta de que había
dejado el fuego muy alto y el asado de cordero ha de cocinarse con mesura.
-¿Alba? Hola.
Me di la vuelta y ahí estaba él, fue como una especie de
aparición en medio de la nada de mis sentimientos. En frente mía, a dos metros
de mi , en la puerta de mi casa. No podía creerlo, pero era real. Traté de
calmar los latidos de mi corazón y respirar hondo como si realmente su presencia
no me hubiera revuelto el corazón por completo. Por supuesto, no quería que se
diera cuenta de mi estrépita impresión. Vamos, rápido, Alba, piensa cómo
reaccionar ante esta baza que te juega la vida. Había abierto la puerta
demasiado rápido y …¡Era el hombre de mis sueños y de mis pesadillas!( una gran
diferencia si lo comparamos con la rutinaria visita de mi hermana). Seguía callada, los
segundos iban pasando y solo me focalizaba en su mirada, en aquellos ojos
brillantes y azules que me poseyeron en aquellos tiempos. Ahora trataban de
hacerlo de nuevo, su sonrisa de inocencia (ja!¿inocencia? Maldita falsa
inocencia), me hicieron reaccionar ante mis pensamientos que se dividían entre
:
1) una sensación de rabia y asco mezclada con dolor.
2)Tremenda alegría al ver que había venido hasta mi de nuevo,
por alguna razón que aún desconocía.
Mi mente se balanceaba a toda mecha entre las dos opciones,
la primera: quiero abrazarle, pero a la vez desearía darle un bofetón.¿Pero
cómo se atreve a aparecer así de repente y volver a desvirtuarme todo mi
mundo?…¡Será cabrón! Siempre ha sido un maldito egoísta..Aunque por otra parte,
parece que está más guapo que antes y mira con que paz me está mirando….
Me quedé paralizada, no reaccioné hasta que vi que sus labios
se estaban entreabriendo para decir algo y antes de que ese momento se
produjera me aproximé a él , agarré el marco de la puerta y la cerré contra su
cara dando un buen portazo.
Aquella mañana justamente estrenaba un nuevo vestido negro
que me había comprado el día anterior. Negro, el color del luto, del duelo, de
la pena. Por el contrario, él apareció vestido con unos jeans y una camiseta de
un amarillo tan chillón que clamaba a gritos la esperanza, el perdón y la
reconciliación. Pero, ¿realmente, a que había venido a mi casa? ¿Qué estaba
buscando? y lo más importante de todo…¿qué sentía? Como sabía que no iba a
poder soportar la intriga durante ni siquiera un día, decidí que lo mejor era
abrir la puerta y ver que ocurría.
Así que eso hice.
Una sonrisa enmarcaba toda su boca, sabía lo que estaba
pensando: “no ha cambiado nada, sigue desquiciada, casi me rompe la cara con la
puerta” así que mi mirada se volvió turbia y volví a estamparle la puerta en
las narices.
-Alba, por favor, abre la puerta, tengo que hablar contigo.
Haz las cosas bien por una vez.
-¡Por una vez!-contesté enfurecida-¿Haz las cosas bien por
una vez?- grité al mismo tiempo que abría, de nuevo y con rabia esta vez la
puta puerta.
-¿Asi que soy yo quien tiene que hacer las cosas bien?¿Fui
yo la que estaba en la cama con otra persona cuando la noche anterior me habías
rogado que me fuera contigo a vivir y formar una familia allí ? venga, ¡no me
jodas!
-Por favor Alba, vengo en son de paz, no quiero discutir, no
he llegado hasta aquí para recibir portazos en la cara.
-Nadie te pidió que vinieras.
Su expresión me señalaba que estaba empezando a perder la
paciencia así que me calmé, le dije que entrara y que me dijera todo lo que
había venido a decir.
Y con un par de narices dijo: Te quiero, Alba. ¿Quieres
compartir tu vida conmigo, esta vez de verdad? Solo dime si o no, si la
respuesta es no, te dejaré para siempre.
¡¡¿Quéeee?!! Algo dentro de mi saltó como una goma elástica
que lleva anudada mucho tiempo, tuve una mueca estomacal muy graciosa y me
sentí liberada., De repente, encontré el sentido a todo así que no tuve más
remedio que sonreir, abrir la puerta y pedirle con amabilidad que se fuera y
que no volviera nunca más.
A continuación, me dirigí al baño, me quité mis ropas
lúgubres, me metí en la bañera, salí de ella, me comí mi asado en su punto y no
hice otra cosa más que descojonarme, de él y de la vida en general, que es una
maldita comedia.
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