jueves, 5 de julio de 2012

...Y él salió del agua

…Y él salió del agua. Tumbada en la ardiente arena blanca, a pocos metros de la orilla observaba al detalle como las pequeñas gotas  se envolvían por todo su cuerpo y se desplazaban hacia los bajos con una sensual sutileza y cosquilleante lentitud. Los montículos de agua estaban deseosos de  resbalarse y recorrer todas las partes de su cuerpo. Desde mi toalla sentí un sol aún más abrasador…
Él se dirigió hacia mí con una mirada húmeda y chispeante. Yo me tumbé boca arriba e hice como si no le hubiera visto.
En pocos segundos mi cuerpo sintió un fogoso placer. Se tumbó sobre mí con su cuerpo helado creando una reacción de 0 grados en ambos torsos. Una temperatura perfecta, placentera para mí, ya que mi talle desprendía llamas y caliente para él que temblaba por las frías aguas atlánticas. Fueron unos minutos demasiado agradables…
Al momento vacilamos con la arena y nos pusimos en pie dirección al bar que estaba a pie de playa. Desde allí disfrutamos de una maravillosa puesta de sol que creó una temperatura perfecta en el ambiente, como una reacción entre dos pieles que se aman, que  se corresponden, que se  reparten mutuamente, que se abrigan ante los problemas y se calientan con tan sólo un roce de pieles.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Visitas

14581