jueves, 28 de junio de 2012

La señorita Deseo

La señorita Deseo salió del bar del Boulevard de los Capuchinos con una embriaguez digna de cualquier vagabundo que ha perdido la visión del mundo y se refugia en su cartón de vino infectado de sueños de vidas felices que ocurrieron hace mucho tiempo o que quizás tan solo son retazos de sueños que jamás se realizarán.
Al bajar la calle que lleva al Montmartre repentinamente se le ocurrió la idea de acabar con las penurias su vida.
Tras pasar varios cruces de caminos decidió que lo perfecto era tirarse al río con piedras en los bolsillos de su lujoso y sucio vestido. Es decir, suicidarse de la misma forma que lo había hecho décadas atrás una de sus escritoras más admiradas, Virginia Woolf.
Lo único que ella había querido en su vida le había abandonado por una puta del tres al cuarto que no valía más de tres francos la hora.
No deseaba seguir viviendo, no tenía esperanza, sabía que no podría seguir adelante con tan solo su recuerdo. Ya lo había intentado antes y esto le produjo una amputación del brazo izquierdo al intentar cortarse las venas con una máquina de la fábrica de fiambres de su tio.
No estaba dispuesta a sufrir más, esta vez él no volvería arrepentido, estaba segura.
Y tampoco podría aguantar 1 espera de más de dos años, como la vez anterior.
Llegó al lugar en el que las corrientes del río eran más salvajes y la conseguirían arrastrar hasta el mar para que nadie encontrara su cadáver y el jamás conociera la desgracia.
Buscó piedras y las fue introduciendo tenebrosamente en sus bolsillos. A la vez que realizaba esta acción su borrachera fue bajando progresivamente grados y más grados y comenzó a despertar de la pesadilla que había estado acechando su mente durante esa noche.
Empezó a amanecer. Iba a ser un caluroso día de verano. Ella adoraba el verano, era su estación favorita. El ambiente olía a flores y sexo, olía al olor de la juventud que tanto añoraba pero que tanto había disfrutado.
De repente se miró a sí misma y se quedó ensimismada en sus pensamientos.
Al minuto esbozó una gran sonrisa.
Después como si una mariposa se hubiera posado sobre su piel empezó a reirse a carcajadas. Rió fuertemente y con ganas verdaderas. Se rió de si misma, se rió de él, se rió del desamor y de las tonterías que se pueden llegar a hacer cuando 1 persona que amas abandona tu vida.
Se rió de todo y de la nada.
Se quitó su mascara de sufridora y caminó calle abajo disfrutando del olor del verano y sintiéndose orgullosa de si misma, más que nunca en su vida….

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