domingo, 17 de junio de 2012

En el sur

Al final del pasillo, luchando contra las estanterías de libros viejos, y cintas cassette de muchos años antes de que nosotros fuéramos un proyecto en las cabezas de nuestros padres, se encontraba la mejor habitación de la casa.
Era un espacioso habitáculo bañado en una luz roja gracias a una de esas lámparas que suelen utilizarse en los antros movidos por el vicio y el dinero, que al fin y al cabo son la misma cosa. Dos ventanales que miraban al sol estaban con la persiana a medio bajar, lo suficiente para que pudiera escucharse el canto de los pájaros que empezaban a piar a esa hora del final de la noche.
En el suelo un tocadiscos rodeado de cajas de vinilo grabados por dioses de la poesía, por Adonis ensangrentados.
En paralelo a todo esto se encontraba la completa comodidad enmarcada en una cama de matrimonio para una persona y por supuesto sin hijos.
Alrededor de toda a habitación había tres espejos situados en la posición adecuada que marcaban aquellas intempestivas horas de la noche. Una mesita de noche compuesta por un cajón cargado de preservativos estaba pegada al lado derecho de la cama, todo ello visto desde mi punto de vista, pues me hallaba en el lado de la cama de la mujer. Invadiendo un poco su lugar con mi posición oblicua estaba el tumbado conscientemente a mi lado. Y entre nosotros la reina. Una gata de menos de un año que estaba necesitada de cariño. Tal vez como nosotros dos. Que terminamos insconscientemente encerrados entre esas paredes que gritaban a los besos y a los abrazos que nunca llegaron a llevarse a cabo. Nos fundimos juntos entre la música, sin mas palabras que el canto de los pájaros y los llantos de Neil Young. Quizás era suficiente para la primera noche que él y yo compartimos cama y magia en una inesperada y cálida noche de primavera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Visitas

14581