Pensar en las pérdidas me supone un vacío existencial
cargado de pesar. Incluso me mata pensar en mi propia muerte. A veces imagino
mi funeral y las caras de las personas que me quieren. El tremendo pesar que
podría causarle a mi madre y a mi padre. Creo que no lo podrían soportar.
Espero que nunca tengan que sufrirlo. Ya estaré yo para ello si el reloj
cronológico funciona bien.
A veces me siento con miedo y pena. Se me revuelve el
estómago al pensar en la vida. Esa vida cercana a la muerte, ese pesar, esas
cuestiones incuestionables que me convierten en una persona angustiada.
Me quedaría debajo de la sábana muchas mañanas en vez de
levantarme. No me atrevo. No quiero sufrir. No quiero hacerme vieja, temo a la
enfermedad y a la muerte como principal enemiga de la vida.
Me cago al pensar que la persona que amo se irá algún día, y
es que hay muchos tipos de muerte, no solo la física.
La vida me duele, me va marcando, me frustra, me hace crecer
y continuar. Es la llama que llevamos dentro la que hace que nos pongamos en
pie cada día.
Pero yo no quiero morir. ¡¡No me quiero morir!!Ni vivir la
muerte de las personas que más amo.
MIERDA MIERDA MIERDA Y MIERDA, ¿POR QUÉ NOS TENEMOS QUE
MORIR?Yo no quiero convertirme en cenizas. No quiero sentirme como una
minúscula hormiga. Tengo miedo de desaparecer, tengo mucho miedo de perderme en
la luz.
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