El paso del tiempo puede vencer la batalla contra el olvido.
Un buen día todas aquellas lágrimas que derramaste se secarán repentinamente
con un cálido soplido proveniente de una boca ajena.
Entonces te das cuenta de lo absurdo que ha sido y sobre
todo, lo absurdo y estúpido que has sido tú mismo en desperdiciar el tiempo
derramando tu tristeza y llantos sobre aquel chico que te clavó una espina ya
extraída.
Pensándolo bien ese escozor no sobra en tu vida. El lamento
ante una desilusión viene bien a la hora de formar el alma. De todas maneras,
podría haberme ahorrado la mitad de las gotas de agua salada que poco a poco
desbordaron mi mar. Hubiera evitado la deshidratación mental y habría ganado un
par de sonrisas. De sonrisas como la de el nuevo inquilino de mi mente. Ese que
me ha hecho borrar las cicatrices de mi cuerpo. Los arañados, los cardenales,
las magulladuras provocadas por un afín inadecuado. Después de cinco años él ha
conseguido lo que una decena de hombres han intentado con esmero.
Y de repente me encuentro en una habitación en la que me
encuentro a gusto, recogida, sana. Con unos besos que me erizan el alma. Una
agudeza corporal digna de un maestro del esgrima. Calculado, sentido, hiriente
de pasión y sexualidad…Estoy bien, me encuentro muy bien. De hecho hace días
que siento ese ahogo estomacal que me propuse no volver a sentir en un largo
tiempo. Pero es inevitable, una guerra entre cabeza y corazón tan fuerte como
la del eros y el tanatos. Es un acto mordaz a la par que excitante. En el fondo
no es algo nuevo para mi, porque estas situaciones han sido vividas repetidas
veces a lo largo de estos años de curación. Siempre es lo mismo, pero a mi no
me lo parece. Creo que nunca he sentido algo tan extremadamente fuerte,
peligroso, excitante…simplemente bonito.
Me gusta, me agrada sentir sus manos por mi cuerpo, su
lengua, su aliento en la nuca. Que me abrace al dormir, que me susurre al odio
y que me lleve de viaje a la luna. Es perfecto, aunque la palabra perfección
nunca se ha encontrado en mi vocabulario.
Pero tiene una fecha de caducidad cercana, como siempre. La
distancia, el tiempo, los proyectos van a separar algo mágico digno de ser
narrado en un cuento de hadas, solo que el final en este caso no será feliz. El
tiempo juega con ventaja contra mi y me da sustos en cada esquina oscura. Se
acerca sigilosamente a mi como una sombra en la oscuridad y eso me da miedo, me
apabulla, me da ganas de gritar.
Sus ojos me miran, sus manos me desean, lo noto, en su voz,
en su aliento, en su risa. Me toca como si fuera la primera vez que toca a una
mujer.. Nos compenetramos a la perfección en un baile que bien podría estar en
la categoría del tango. Somos una pareja rítmica, juntos formamos una melodía
única y especial. Somos una canción de Jimmi Hendrix, improvisada, sentida,
poesía en el aire, poesía en sus labios, poesía en su mirada, en sus dedos. Me
está descuartizando el corazón con sus versos.
Mi piel se
eriza y no puedo evitar sentir escalofríos cuando me acaricia suavemente en las
cálidas noches de verano. Una ambiente único, pleno, feliz, naturaleza humana
en plena ebullición. Me pasaría la vida con el dentro de mi, aunque sea dentro
de mi mente.
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