martes, 12 de junio de 2012

No creo en el cambio social....(historias de amor infiel)

Siempre he pensado que los grandes cambios empiezan por la transformación de uno mismo, de su interior, de sus deseos, de sus visiones que desembocan en una metamorfosis de la actitud acorde a sus ideales. Y eso es algo muy difícil de llevar a cabo por algunas personas un tanto…¿cómo decirlo fácilmente…?Idiotas. Es decir, si un día descubres que odias que se maten animales para hacer abrigos de piel, no olvides que la palabra “visón” significa “búfalo” y esto a su vez quiere decir que tú también llevas encima de tus espaldas un mamífero que encontraste el mes pasado en una tienda cara, en pleno periodo de rebajas.
Pero ¿qué puedo esperar de la gente si yo soy la primera que no cree en el cambio social? Tengo una visión de la raza humana formada por un buen pedazo de nietschismo y un trozo más pequeñito de misantropía, .
“Sí, es verdad, todo cambio empieza por uno mismo”- recordé esta mañana después de haberme ventilado una cajetilla de tabaco y veinte euros de hachís. Llegué a sacar esa conclusión cuando llegué a casa y recordé palabra por palabra la discusión que había tenido con J en el bar.
J era mi ex pareja. Siempre andábamos riñendo, inclusive una vez terminada la relación..nunca comprenderé por qué lo hicimos, me refiero a por qué rompimos, pues al fin y al cabo era la misma mierda y al menos, lo  bueno que tenía el estar juntos era que follábamos todos los días.
Fue una dura ruptura para mi, pues, en este caso fui yo la víctima (bueno, esto según mi subjetiva visión, todo hay que decirlo). Está bien, acepto que yo era un poco neurótica, gritaba mucho, le pegué un buen sopapo en la cara y le rayé el coche de lado a lado…pero todo esto fue una consecuencia  al enterarme  que se estaba acostando con otra mujer y en nuestra cama.

En fin…historias de amor,  historias para no dormir..con personajes complicados, que somos los propios culpables de echar a la mierda preciosos sentimientos fértiles y perdurables de una relación. Seres llenos de orgullo y rencor, de envidia y odio, de cuestiones sin resolver, de vacío existencial....seres llenos de mierda, pelotitas de caca que rebotan contra el planeta tierra originando grandes agujeros. Ejércitos terroristas que destrozan a la tierra por ese agujero. Centenas de asesinos hurgan en el y destruyen poco a poco los respirables aires de sensibilidad, simpatía y amor que algunas pocas criaturitas creadas de la nada aún llevan en sus corazones. Pero bueno, vayamos a la cita con mi ex y dejemos los problemas para los amantes.

Habíamos quedado para ir al teatro y charlar acerca del pasado con una cerveza de acompañamiento. Vamos a ver, seamos sinceros…Queríamos acostarnos. Ese era el verdadero objetivo. Miento…mejor dicho, él quería follar y a mi me hubiera gustado que me lo propusiera.

Como siempre, yo llegué pronto a la puerta del bar, estaba un tanto nerviosa y al ver que él todavía no estaba por ahí decidí repetir el camino “coche-puerta del bar” unas seis veces hasta que a la séptima la cagué y me pilló entrando en el coche:
-“¡Ey Bea!Siento el retraso, he tenido lío en el curro, ¡no te vayas!” -gritó J corriendo hacia mi desde la acera de en frente (por temor a quedarse sin echar un polvo esa noche, estoy segura).

Decidí no excusarme. 1-0, él gana. “No te preocupes, anda que no has tenido que esperarme tu a mi veces” -le dije sonriendo.

Le miré de arriba abajo en cuanto se descuidó. Estaba igual que siempre. De hecho reconocí perfectamente los pantalones rojos que llevaba. Los mismos que se puso en aquella celebración de mi cumpleaños, meses atrás, exactamente el día que descubrí que se había acostado con una compañera del trabajo. Del mío. Pero:  “si me fui a su casa, estaba en la cama con ella en pelotas y ni siquiera se me levantó”. Así que me lo tuve que tomar como que “no fue nada grave… “.Y aquí es donde aparece el sopapo en la cara que he mencionado al principio de la historia.

La verdad es que me cabreó mucho que llevara esos malditos pantalones y mi rabia empezó a crecer por debajo de mi cuerpo salvaje. La sentía saliendo a borbotones por la boca , lanzando burradas que ni siquiera la tía más choni del mundo se atrevería a pronunciar. Estaba ardiendo de rabia y de dolor y tuve que hacerlo antes de que me diera un síncopa. Aunque esta vez, en esta cita acordada años después, venía en son de paz. Asi que me la tragué entera con una calada.

Entramos en el bar. La luz era tenue. Unas seis mesas poblaban el apetitoso lugar. Él había reservado una mesita  llena de velas rojas que, por así decirlo, incitaba a la pasión.
Nos sentamos y J, seguro de si mismo y sin ni siquiera consultarme, pidió una botella de tinto y dos copas.
“Vaya…esta vez si que se lo está currando- pensé”.
Desde que lo dejamos, (o lo dejé, o bueno, mejor dicho me dejó él solito en el momento en que le vi comiéndose a esa zorra) quedábamos cada dos o tres meses. Bebíamos en algún bar perdido en medio de la nada y acabábamos en la cama de cualquier hostal. No era una consecuencia del alcohol, era un objetivo previo. El sexo entre los dos fue y es el mejor de toda mi vida.

Empezamos a beber y a hablar de cosas formales, de los trabajos, los estudios, los viajes….Estaba siendo una de las mejores conversaciones que había tenido con él desde hacía meses. J estaba espléndido, gracioso, tierno, simpático, atractivo..hasta le veía tan guapo como cuando me enamoré locamente la primera vez. Pero de repente, llegó la hecatombe con la segunda botella de vino:

-“Me caso”,-pronunció súbitamente J.

Me empecé a reir sonadamente, me lo estaba tomando a broma, estaba tan chisposo esa noche…Y no, lo único que estaba era felizmente enamorado. Tanto como para casarse.

-“Sí, el 10 de abril, con Sara, una chica que conocí hace 9 meses. Y sí, no hace falta que lo digas, la fui infiel contigo un par de ocasiones. Pero no quiero hablar de eso, está olvidado, ambos sufrimos mucho”- dijo J.

Mi cara no tenía descripción posible. Intentaba fingir una mirada de alegría y aceptación, de aprobación. Casi me ahogo al intentar hablar de lo nerviosa que estaba.

-“Bien, me pilla muy de improviso, pero, si eres feliz…brindemos por ello”-dije interpretando un papel digno al Goya, al Kafka y si apuras hasta el Oscar.

-“ Sí. Soy más feliz que en toda mi vida”.- Exclamó J ciego ante mi falsa expresión.

Y brindamos. Y volvimos a brindar y él no dejó de hablar de ella y yo no dejé de hablar de Pablo, mi chico imaginario. Y la verdad es que por las cosas que decía sobre ella, la chica tenía que ser maravillosa, un cielo, una princesa encantada y no de las de cuento, si no de las verdaderas.

Me empezó a dar mucha envidia. Me hubiera encantado estar en el lugar de esa preciosa (hay que reconocerlo, la vi en unas 200 fotos del facebook) y atenta chica. Así que para hacer frente a mi angustia existencial seguí bebiendo.

Llegó un momento en el que me di cuenta de que ambos estábamos completamente borrachos. Me refiero a que llegamos a ese punto en el que no éramos capaces de andar sin tambalearnos y ni siquiera de pensar con fluidez. Las luces rojas del bar, el calor del alcohol, él sentado al lado mía, tan guapo, tan feliz…

Como en toda borrachera legendaria, empezamos a recordar situaciones pasadas. Él me volvió a desvelar que en “aquella época” estaba colgadísimo de mí, que se moría con mi boca, mi pequeñita nariz y mi “acojonante” culo.
Y se acerco a mi y me miró con ojos de deseo. A J también le gustaba mi sonrisa, el tono atractivo de mi voz, y, estoy segura de que mi nueva camiseta de los Stones le llamó la atención positivamente.
A mi él me encantaba, lo que no me hacía tanta gracia era la idea de que tuviera novia y aún encima que fuera a casarse con ella. “Buah, no pasa nada,seguro que yo le follo mejor y que cuando lo hace con ella recuerda nuestros salvajes polvos”- pensé.

Nuestras caras se encontraron de frente debido a un movimiento desequilibrado de las copas  y con una gran sonrisa empezamos hablando de lo bien que lo pasábamos juntos y acabamos con una conversación sexual. Mientras, el tono de la misma iba subiendo, con indirectas por parte mía. Deseaba tenerle de nuevo conmigo.
Sé que no debía hacerlo, que, por mi propia carne había sufrido el dolor de un hombre infiel, pero, el alcohol me dejaba separarme de mi idea pacífica. Él luchaba por evitar el pecado, intentaba no caer en la tentación.

Salimos del bar. Había cerrado con nosotros dentro y el dueño, un yonki del speed estaba abriendo de nuevo para cambiar los gin-tonic por cafeses.

Debajo del árbol del que estábamos esperando, supuestamente al primer autobús de la mañana (ya habían pasado dos que iban camino de nuestras respectivas vidas) un insecto, como un gusano, se posó sobre la cabeza de él. El gusano de la maldad, de la muerte, del engaño. Iba recorriendo toda su cabellera. Yo observaba su movimiento con cada palabra que decía, mis ojos tras las gafas de sol lo seguían inquietos. Me daba asco. Y él también.
Entonces, no se por qué, de repente, decidí dejar el juego , la maldad, el atrevimiento y dejarle a él y a su mujer en paz. Supongo que el alcohol terminaba de diluirse en mis venas.” Cada uno con su vida, porque si juegas con fuego, algún día te puedes quemar. “
Nos despedimos con un gran abrazo y me autodeseé mucha felicidad y amor.

Ahora creo que hice bien. Siempre he creído en la ley del karma y en que todo lo que sube termina por bajar y viceversa. Ahora todo está bien y se que algún día volverá a estar mal. El ciclo sin fin, como dirían en El Rey León.
El cumplimiento de esta absurda e incomprensible ley del bien y del mal es algo que he ido comprobando a lo largo de los años y que ahora se ha incrustado en mi piel. Me rijo por esa norma y me muevo en torno a ella.

Se que la vida es algo extraño y sin sentido, por el momento, hasta que gane la batalla del descubrimiento y consiga el preciado tesoro del saber, pero mientras tanto jugaré con el karma y la bipolaridad.

Y es que hace unos seis meses todo era una mierda, nada tenía sentido, y yo me estaba echando a perder….
 Eso sí, sigo sin creer en el cambio social, aunque sí en el de uno mismo. Porque todo gran cambio, empieza por el tuyo propio, por tu actitud, por saber decir no cuando hay que hacerlo, por salir a las calles, por protestar por lo que realmente te mereces y te están quitando… La lucha social es como el amor, o lo mantienes o termina desapareciendo.

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