domingo, 7 de abril de 2013

Horas inoportunas



Emborráchate y vuélvete a acordar de nuevo de mi. Esos calurosos momentos, esas manos, esos ojos, esas partes propias de nuestra raza.... 
Marca mi número, es lo que quiero. Puntual no faltas a tu cita de todas las semanas. Un doble sonido y ahí estas tu...A esas horas solo se puede pensar una cosa,horas importunas. ¿Qué buscas? Yo lo se. 
Ahora mismo no puedo dartelo, mañana quizás...
No, no,no vuelvas más, bórrame...
¿Mañana puedes? Y ya no hay respuesta... 

Falta de comunicación, el destino juega una mala pasada. No coincidimos, no hablamos, no miramos....Demasiado alcohol en la sangre. Contradicciones en mi lengua.
Y yo sigo aquí, peinando mis trozos de azabache, esperando a que se conviertan en blancos hasta q un día, quizás, vuelva a sonar el teléfono...

sábado, 6 de abril de 2013

Aquella mañana



No pudo dormir en toda la noche, se limitó a darle vueltas a la cabeza y a recapacitar con más contras que pros la historia de su vida. Destacó particularmente sus múltiples fracasos sentimentales por culpa de una mente egoísta y machacante, la suya propia. 
Ahora lo había perdido todo y hacía años que ya había adelantado los hechos, cuando su Romeo (en versión antidulzura) le dijo que quería compartir el resto de su vida con ella. Ella lo deseaba, pero tenía claro que un día terminaría, como todo, por culpa de sus actuaciones perversas. Y así fue. 

Aquella mañana de verano en ese hostal situado en el centro de la ciudad , mirando fijamente a la luz cegadora y caliente del sol se dio cuenta de sus graves errores y quiso llorar, pero no pudo. No era lo suficientemente frágil como para hacerlo. A Ella no le importaba nada, su cabeza no le daba tiempo para preocuparse en algo más que en su propio ser y en lamentarse por todos esos errores que hubiera podido evitar. Pero Ella era una mujer a la que le gustaba la aventura y el sentimiento sufrido. Era una mujer libre a la que en el fondo solamente le preocupaba su malherido corazón y no el de los demás.

lunes, 1 de abril de 2013

Welcome home



Entro en el barco y me situó en primera fila. Creo que necesito algo de viento en mi cara. El último porro antes de salir de casa me ha dejado un poco atontada. La carga de mis dos maletas y el ordenador a través de toda la calle principal han echo que mi respiración se acentúa y sea cada vez más fuerte. Me está dando taquicardia. Me agobio. No quiero que la brisa me agobie, haga volar mis cabellos y me deje los ojos secos. Las lentillas acaban resultando cartones. Así que me levanto y colocó al final del todo, al lado de una pareja que parece encantada con la idea de irse juntos a vivir fuera de la isla en la que han estado siempre. Rutina, ya se sabe. Aunque muchas veces el aire no sirve más que para remover brisas.
Yo también me voy, o mejor dicho, vuelvo.Bajo del barco y ya estoy en tierra firme. Recojo mi equipaje y me dirijo rápidamente hacia el aeropuerto. Voy a recogerle, él también viene.



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Tras media hora detrás de la barandilla, la puerta de salida se abrió por primera vez. Estaba en la sala 11, el vuelo Ib 54298 había recogido ya sus maletas y se dirigían al exterior tras 12 horas de aeropuerto-avión. Me sentía nerviosa. No podía analizar mis sentimientos. Se trataba de una mezcla de alegría y miedo ante la intriga del cambio, de un cambio que ambos provocamos en nuestras vidas, él y yo.

Lo había dejado todo: su familia, su trabajo, su país... para venirse conmigo al mío e introducirse en una vida nueva de mi mano. Todo un atrevimiento si tenemos en cuenta que el amor es loco, como un acto kamikaze imparable.

Deseaba besarle, dormir y despertarme con él todos los días y por fin lo iba a tener. Las dudas cuestionaban mi cabeza tras la barrera metálica de la puerta metálica. La gente empezaba a salir y se oían gritos y abrazos y también lágrimas, pero de alegría, al menos en este caso, en este vuelo, todo era felicidad.

viernes, 29 de marzo de 2013

Portadas La dulce caída.

En este link encontrarán las pruebas de portadas para La dulce caída, que Carmen Pérez está haciendo con mucho amor. http://www.deshabita.com/blog/post.php?s=2013-03-29-la-dulce-cada-mas-pruebas-de-arte
Está es una de mis favoritas...
Dentro de poco...daré a conocer a más personajes...


viernes, 22 de marzo de 2013

Boceto 02 Angie, LA DULCE CAÍDA.


Estoy preparando mi primer libro, una novelette juvenil y hoy, celebrando las 1200 visitas al blog, vamos a empezar con las presentaciones generales. Antes de nada, decirles que la ilustradora Carmen Pérez será la persona que transforme las palabras en imágenes, la que ponga una cara concreta a los personajes que nos van a acompañar en esta historia. Y yo, Alba G la creadora de los personajes y de las aventuras y desventuras que ocurren en una historia, que estoy segura de que les gustará mucho .

Más información en : http://www.deshabita.com/blog/post.php?s=2013-03-22-la-dulce-cada-primeros-bocetos


Tengo el honor de presentarles uno de los bocetos de Angie, la protagonista de LA DULCE CAÍDA.


“Me llamo Angie. Mi padre me puso ese nombre por la canción de los Rolling Stone. Eso suelo contar, aunque es mentira. Me llamo Ángeles y lo odio. Mi padre comenzó a llamarme Angie por Angelina Jolie, ya que mis pechos empezaron a crecer demasiado pronto. Soy una joven cualquiera que vive en un barrio cualquiera de un país cualquiera sumido en una crisis económica, social y moral. Tengo un trabajo precario, una casa cara y pequeña, un gato al que odio y una amiga llamada Martina que me ayuda a aliviar mis penas saliendo a algún que otro bar hasta altas horas del día siguiente.
Me he enamorado de Equis, un chico que ha aparecido en mi vida como “el salvador” y que realmente está empezando a convertirse en el destructor, el que me llevará a caer al vacío sin paracaídas en la espalda”.

Y desde entonces...



...Y desde entonces, como opción antipérdida de recuerdos con sabor a sugus de frambuesa,decidí dejarme crecer el pelo. Juré que desde aquel día hasta que volviera a tocarle no iba a cortar jamás aquellas partes de mi cabellera que sus manos tocaron mil y una veces. Así, ellos me ayudarían a recordar y volver a sentir sus amables caricias, cargadas de falsa esperanza...Decidí recordar y hacerlo siempre con buena cara.


domingo, 10 de marzo de 2013

Morning Sun

La gente de mi generación se está convirtiendo en langostas, animales sin cerebro que luchan por su supervivencia en un océano de seres fantásticos pero sin capacidad de amar. Puede que sea mejor no saber amar. Yo me considero un poco langosta. Nunca se me han dado bien las relaciones personales. Creo que me quiero demasiado a mi misma.

Todo empezó el día que perdí la virginidad, me di cuenta de que el género masculino era un grupo de capullos sucios sin ningún tipo de sensibilidad. Yo estaba enamorada de Javi. Fue el día más emocionante de mi vida y también uno de los más decepcionantes.
Me llamó “Carla” cuando estábamos en pleno clímax sexual. Nos estábamos mirando fijamente a los ojos, yo pensé que iba a estallar de júbilo, alegría y placer, estaba a punto de alcanzar mi primer orgasmo con el chico que más me gustaba del mundo y me grita con su mano fuertemente apoyada en mi trasero: “oh Si Carla si, eres estupenda guapa!”
Mi nombre es Alba. También tiene dos “as” pero mi sustantivo significa amanecer y Carla significa zorra ex novia.

Algunas noches desde la ventana de mi habitación escucho los gritos agonizantes de las gaviotas. La verdad es que no tiene mucho sentido cuando vives en Madrid. No se, puede que mi cabeza esté enferma o que eche de menos Galicia, el lugar donde crecí.
Llegué a esta ciudad hace cinco años. Decidí instalarme en un sitio en el que pudiera sentirme un fantasma andando por las calles principales de la ciudad. No quería que nadie me hablara , ni me mirara, ni que siquiera sintieran mi olor o mi presencia. Quería ser yo sola y llenarme únicamente de mí. La verdad es que podría haberme ido a un monasterio budista. Hubiera sido una opción más segura de aislamiento.

Alquilé un ático en un barrio obrero de la ciudad. En quinientos metros a la redonda podía encontrar todo aquello que necesitaba para mi supervivencia en la gran ciudad: un estanco, una frutería, una licorería, un bar, de los denominados “de viejos” y un camello al que llamaba por teléfono y en cinco minutos me dejaba media piedra de hachís en el buzón. Era maravilloso. Ni siquiera tenía que verle la cara.

Los primeros días fueron simplemente sublimes. Pasaba horas encerrada en la cálida habitación de mi apartamento leyendo, pensando, cantando y escribiendo. Paulatinamente iba alcanzando un colocón perfecto con los cigarritos y el whisky. Me sentía despierta en un mundo de ensoñación. Una habitación alumbrada por la luz leve de una vela y la ceniza ardiente de la punta del porro. Rodeada de grandes escritores que me hacían el amor cada noche con sus palabras: Rimbaud, Baudelaire, Whitman… y yo. Un cuarteto perfecto.

Me sentía cómoda, no se si feliz, tampoco se cuanto duraría ese bienestar inventado pues  no soy una persona que se me pueda calificar de constante. Me engancho fácilmente a las cosas pero también me desengancho a la primera de cambio. Me quité del gimnasio, de las clases de yoga, del curso de cocina... Me canso rápidamente, todo termina por aburrirme. Hay algo de lo que si que me cuesta quitarme: los hombres. Desengancharse de ellos supone para mi una tarea más bien ardua. Y siempre acabo por salir huyendo del contexto que nos rodeó para intentar olvidar o al menos no sentir cercana su existencia.

Puede que sea porque soy muy intensa y vivo el enamoramiento inicial como una etapa única de esplendor y alegría…  puede que todo lo que estoy diciendo sea realmente absurdo.
Sin embargo, contradictoriamente, ciertas veces he sentido ataraxia ante algunos hechos numerables y me daba rabia sentir dicha indiferencia, era 1 mezcla rara entre gravedad del asunto y contradicción antisentimental...pero realmente, a la vez que escribo estas incongruencias, veo q soy todo lo contrario a este concepto. No podría llevar 1 vida basada en la ataraxia, soy demasiado pasional...aunque seguramente sería bueno para evitar ciertos sufrimientos absurdos como el que me ha provocado cambiarme de ciudad ocho veces en cinco años.

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