...Y desde entonces, como opción antipérdida de recuerdos con
sabor a sugus de frambuesa,decidí dejarme crecer el pelo. Juré que desde aquel
día hasta que volviera a tocarle no iba a cortar jamás aquellas partes de mi
cabellera que sus manos tocaron mil y una veces. Así, ellos me ayudarían a
recordar y volver a sentir sus amables caricias, cargadas de falsa
esperanza...Decidí recordar y hacerlo siempre con buena cara.
viernes, 22 de marzo de 2013
Y desde entonces...
domingo, 10 de marzo de 2013
Morning Sun
La gente de mi generación se está convirtiendo en langostas,
animales sin cerebro que luchan por su supervivencia en un océano de
seres fantásticos pero sin capacidad de amar. Puede que sea mejor no
saber amar. Yo me considero un poco langosta. Nunca se me han dado bien
las relaciones personales. Creo que me quiero demasiado a mi misma.
Todo empezó el día que perdí la virginidad, me di cuenta de que el género masculino era un grupo de capullos sucios sin ningún tipo de sensibilidad. Yo estaba enamorada de Javi. Fue el día más emocionante de mi vida y también uno de los más decepcionantes.
Me llamó “Carla” cuando estábamos en pleno clímax sexual. Nos estábamos mirando fijamente a los ojos, yo pensé que iba a estallar de júbilo, alegría y placer, estaba a punto de alcanzar mi primer orgasmo con el chico que más me gustaba del mundo y me grita con su mano fuertemente apoyada en mi trasero: “oh Si Carla si, eres estupenda guapa!”
Mi nombre es Alba. También tiene dos “as” pero mi sustantivo significa amanecer y Carla significa zorra ex novia.
Algunas noches desde la ventana de mi habitación escucho los gritos agonizantes de las gaviotas. La verdad es que no tiene mucho sentido cuando vives en Madrid. No se, puede que mi cabeza esté enferma o que eche de menos Galicia, el lugar donde crecí.
Llegué a esta ciudad hace cinco años. Decidí instalarme en un sitio en el que pudiera sentirme un fantasma andando por las calles principales de la ciudad. No quería que nadie me hablara , ni me mirara, ni que siquiera sintieran mi olor o mi presencia. Quería ser yo sola y llenarme únicamente de mí. La verdad es que podría haberme ido a un monasterio budista. Hubiera sido una opción más segura de aislamiento.
Alquilé un ático en un barrio obrero de la ciudad. En quinientos metros a la redonda podía encontrar todo aquello que necesitaba para mi supervivencia en la gran ciudad: un estanco, una frutería, una licorería, un bar, de los denominados “de viejos” y un camello al que llamaba por teléfono y en cinco minutos me dejaba media piedra de hachís en el buzón. Era maravilloso. Ni siquiera tenía que verle la cara.
Los primeros días fueron simplemente sublimes. Pasaba horas encerrada en la cálida habitación de mi apartamento leyendo, pensando, cantando y escribiendo. Paulatinamente iba alcanzando un colocón perfecto con los cigarritos y el whisky. Me sentía despierta en un mundo de ensoñación. Una habitación alumbrada por la luz leve de una vela y la ceniza ardiente de la punta del porro. Rodeada de grandes escritores que me hacían el amor cada noche con sus palabras: Rimbaud, Baudelaire, Whitman… y yo. Un cuarteto perfecto.
Me sentía cómoda, no se si feliz, tampoco se cuanto duraría ese bienestar inventado pues no soy una persona que se me pueda calificar de constante. Me engancho fácilmente a las cosas pero también me desengancho a la primera de cambio. Me quité del gimnasio, de las clases de yoga, del curso de cocina... Me canso rápidamente, todo termina por aburrirme. Hay algo de lo que si que me cuesta quitarme: los hombres. Desengancharse de ellos supone para mi una tarea más bien ardua. Y siempre acabo por salir huyendo del contexto que nos rodeó para intentar olvidar o al menos no sentir cercana su existencia.
Puede que sea porque soy muy intensa y vivo el enamoramiento inicial como una etapa única de esplendor y alegría… puede que todo lo que estoy diciendo sea realmente absurdo.
Sin embargo, contradictoriamente, ciertas veces he sentido ataraxia ante algunos hechos numerables y me daba rabia sentir dicha indiferencia, era 1 mezcla rara entre gravedad del asunto y contradicción antisentimental...pero realmente, a la vez que escribo estas incongruencias, veo q soy todo lo contrario a este concepto. No podría llevar 1 vida basada en la ataraxia, soy demasiado pasional...aunque seguramente sería bueno para evitar ciertos sufrimientos absurdos como el que me ha provocado cambiarme de ciudad ocho veces en cinco años.
Todo empezó el día que perdí la virginidad, me di cuenta de que el género masculino era un grupo de capullos sucios sin ningún tipo de sensibilidad. Yo estaba enamorada de Javi. Fue el día más emocionante de mi vida y también uno de los más decepcionantes.
Me llamó “Carla” cuando estábamos en pleno clímax sexual. Nos estábamos mirando fijamente a los ojos, yo pensé que iba a estallar de júbilo, alegría y placer, estaba a punto de alcanzar mi primer orgasmo con el chico que más me gustaba del mundo y me grita con su mano fuertemente apoyada en mi trasero: “oh Si Carla si, eres estupenda guapa!”
Mi nombre es Alba. También tiene dos “as” pero mi sustantivo significa amanecer y Carla significa zorra ex novia.
Algunas noches desde la ventana de mi habitación escucho los gritos agonizantes de las gaviotas. La verdad es que no tiene mucho sentido cuando vives en Madrid. No se, puede que mi cabeza esté enferma o que eche de menos Galicia, el lugar donde crecí.
Llegué a esta ciudad hace cinco años. Decidí instalarme en un sitio en el que pudiera sentirme un fantasma andando por las calles principales de la ciudad. No quería que nadie me hablara , ni me mirara, ni que siquiera sintieran mi olor o mi presencia. Quería ser yo sola y llenarme únicamente de mí. La verdad es que podría haberme ido a un monasterio budista. Hubiera sido una opción más segura de aislamiento.
Alquilé un ático en un barrio obrero de la ciudad. En quinientos metros a la redonda podía encontrar todo aquello que necesitaba para mi supervivencia en la gran ciudad: un estanco, una frutería, una licorería, un bar, de los denominados “de viejos” y un camello al que llamaba por teléfono y en cinco minutos me dejaba media piedra de hachís en el buzón. Era maravilloso. Ni siquiera tenía que verle la cara.
Los primeros días fueron simplemente sublimes. Pasaba horas encerrada en la cálida habitación de mi apartamento leyendo, pensando, cantando y escribiendo. Paulatinamente iba alcanzando un colocón perfecto con los cigarritos y el whisky. Me sentía despierta en un mundo de ensoñación. Una habitación alumbrada por la luz leve de una vela y la ceniza ardiente de la punta del porro. Rodeada de grandes escritores que me hacían el amor cada noche con sus palabras: Rimbaud, Baudelaire, Whitman… y yo. Un cuarteto perfecto.
Me sentía cómoda, no se si feliz, tampoco se cuanto duraría ese bienestar inventado pues no soy una persona que se me pueda calificar de constante. Me engancho fácilmente a las cosas pero también me desengancho a la primera de cambio. Me quité del gimnasio, de las clases de yoga, del curso de cocina... Me canso rápidamente, todo termina por aburrirme. Hay algo de lo que si que me cuesta quitarme: los hombres. Desengancharse de ellos supone para mi una tarea más bien ardua. Y siempre acabo por salir huyendo del contexto que nos rodeó para intentar olvidar o al menos no sentir cercana su existencia.
Puede que sea porque soy muy intensa y vivo el enamoramiento inicial como una etapa única de esplendor y alegría… puede que todo lo que estoy diciendo sea realmente absurdo.
Sin embargo, contradictoriamente, ciertas veces he sentido ataraxia ante algunos hechos numerables y me daba rabia sentir dicha indiferencia, era 1 mezcla rara entre gravedad del asunto y contradicción antisentimental...pero realmente, a la vez que escribo estas incongruencias, veo q soy todo lo contrario a este concepto. No podría llevar 1 vida basada en la ataraxia, soy demasiado pasional...aunque seguramente sería bueno para evitar ciertos sufrimientos absurdos como el que me ha provocado cambiarme de ciudad ocho veces en cinco años.
miércoles, 6 de marzo de 2013
Érase una vez...
“Érase una vez”
es la manera en la que suelen comenzar los cuentos que leían nuestras abuelas a
nuestras madres, estas a nosotras y los que ahora interpretamos a nuestros
hijos y sobrinos. Así que esta historia la comenzaré a la manera antigua,
estereotipada, de comenzar todos los cuentos, esas historias para los más
pequeños que tienen un punto de ficción y uno más grande de enseñanza o
moraleja. Se trata de leyendas inventadas por los escritores y trovadores de su
momento, que han ido transportándose de boca en boca a lo largo de los siglos. Aunque, en mi
opinión, muchas de estas historias son también metáforas de una realidad que no
nos queda muy lejana a la del hoy en día.
Así pues, “érase
una vez una niña que vivía en un país sumido en una fuerte crisis económica,
sin apenas recursos básicos para sus habitantes y con cierta falta de humildad
en sus habitantes; una niña perdida en
la desesperanza surgida en su ser
por el trato inmoral de los dirigentes que controlan el gobierno de las tierras
sin dueño, ahora falsamente apropiadas (ya se sabe, todo se pega y suelen ser los hábitos malos aquellos que
el ser humano tiende a copiar más fácilmente). La niña, al menos, tenía una
pequeña casa donde dormir y un huerto para comer. Había crecido sola, sus
padres murieron cuando cumplió quince años y al cumplir los dieciocho, sola
también tuvo hacerse cargo de labores
que nunca había desempeñado. Aprendió sin maestro, cosió por pura intuición y
cocinó basándose en el ensayo y error. Tomó lecciones de la gente simplemente
saliendo a la calle y observando. Las relaciones humanas en los libros venían
muy bien explicadas y detalladas y los pocos amigos que tenían eran familiares
cercanos y lejanos y algún que otro cliente que le compraba ilegalmente los
tomates que también aprendió a cultivar en su pequeño huerto. Ahora se
encontraba en una difícil situación: o encontraba un empleo para poder hacer
frente a sus gastos obligatorios y vitales (comida, casa y agua); los cuales
habían doblado su precio por la inflación, o lo perdería todo, absolutamente
todo.
Una mañana tras
otra, la niña salía a buscar trabajo por
las calles. Se presentó ante multitud de establecimientos, de almacenes, de
bares y restaurantes, pero en ninguno la querían, pues su pasado laboral estaba
exento de experiencia y menos aún de formación. Se sentía bastante triste y
nerviosa, no sabía que podía hacer, pero en ningún momento se rindió y siguió
adelante en su búsqueda.
La tarde de
aquel día, acudió a una tienda de perfumes de elaboración propia. Una señora
salió de detrás de las cortinas de la trastienda a recibirla, con unos guantes
blancos de tela en las manos, las gafas medio caídas y una fragancia de rosas
ocupando toda la atmósfera. Le preguntó, con aire amable y cordial, qué deseaba
y la niña le dijo que estaba desesperada buscando trabajo. Era una señora de
mediana edad, con el pelo semi oscuro por las canas y unos ojos claros que
detallaban la tierna mirada de las personas buenas de espíritu. La dueña le cuestionó acerca de los trabajos
que había hecho en el pasado y Eva, nuestra pequeña, se echó a llorar
desconsolada. Le contó toda su situación en orden cronológico como excusa ante
su inexperiencia y tras ello pidió perdón por haberla molestado con sus
lamentos y desgracias y abrió la puerta para irse, sintiendo que no solo estaba
perdiendo su tiempo, sino también el de los demás y eso no era justo. En ese
momento, la dama se subió las gafas, dudó un par de segundos y la mando volver
a entrar y cerrar la puerta con llave.
Eva siguió sus
instrucciones y ambas traspasaron la cortina de la trastienda. Entraron en una
habitación semi grande, con una mesa de madera que ocupaba ya la mitad del habitáculo. Encima de esta, unas diez estanterías pequeñas plagadas de cajoncitos y estos a
su vez de botecitos de cristal cuyo
interior lo rebosaban distintos tipos de plantas, alcoholes y fragancias que
Eva no podía distinguir ya que nunca había aprendido a leer.
–Este
es mi taller, mi lugar de trabajo, donde preparo todos los perfumes que vendo
tras la cortina a gente adinerada que puede permitirse los más dulces deleites
aromáticos. Quiero hacerte una prueba,
te voy a enseñar unas hierbas, las mirarás, las olerás y me dirás cuales son
exactamente, solamente dejándote llevar por el sentido del olfato y con la
ayuda de la vista después – dijo la
señora, con aire serio.
Eva acertó el
nombre de más de la mitad de las plantas y cuando finalizó el test, la dueña le
dio la gran noticia:
– Quiero
que trabajes conmigo, me estoy haciendo mayor y necesito una ayuda en el
mostrador. A la vez, cada día, después de las cinco, tu hora de fin de jornada,
te quedarás un rato más para aprender a transformar las rosas en colonia, las
semillas de melocotón en un dulce para los cuellos más sutiles y la esencia de
eneldo en un anti mosquitos natural – pronunció su nueva jefa.
Eva rebosaba
felicidad, estaba emocionada ¡todos sus problemas se habían solucionado gracias
a Estrella! ¡Y de la manera más rápida y fácil posible! Además le encantaba ese
trabajo y no era nada duro o difícil para ella! ¡Todo era perfecto! Pero ya se
sabe que la perfección no existe y los problemas, tarde o temprano, acaban
llegando...
Al día siguiente
Eva apareció con una pulcra puntualidad en la perfumería. La puerta estaba
cerrada y dio unos sutiles golpecitos en el cristal. No había nadie. Volvió a
llamar. Nada. Empezó a sentirse incómoda. Toda clase de pensamientos se pasaron
por su cabeza. QuizásEstrella estaba en la trastienda concentrada en sus colonias y
no escuchaba la puerta, ella misma dijo que se estaba haciendo mayor; se había olvidado de la cita; estaba en el
baño haciendo sus necesidades o cualquier excusa que justificara esa ausencia.
Golpeó la puerta, una y otra vez, cada vez más fuerte. En el último momento
antes de darse por vencida escuchó una voz que venía de dentro, "¡Ya
voy! ¡Voy! ¡No estoy sorda!". Y una persona menuda, mayor y con cara de
mal humor abrió e hizo pasar a Eva.
–Así que tú eres
la nueva ¿verdad? –pronunció la vieja con poca cortesía en su tono. Estrella no
va a poder venir así que he venido a sustituirla. Soy María, la dueña de la
tienda, la supervisora de Estrella. Ven, te diré lo que tienes que hacer.
Eva se sintió
desconcertada y siguió a María hasta detrás del mostrador, lugar que le presentó
como “su sitio de trabajo”.
Cogió un block
de notas, otro en el que aparecía todo el stock de la tienda y uno más con
largas listas de componentes necesarios para la elaboración de perfumes. Todos ellos estaban marcados con cifras de
precios y detrás de cada hoja numerosas cuentas, sumas y restas, divisiones y
ecuaciones que Eva ni siquiera distinguía.
Le dijo que su
deber era encargarse de las cuentas matemáticas, de los albaranes y de marcar
correctamente los precios de sus productos.
Eva había ido a
la escuela hasta los once años y habían pasado demasiados años y demasiados
sufrimientos y deberes en su vida como para ocuparse de recordar la tabla de
multiplicar o el significado de las raíces cuadradas.
En este momento
se sentía asustada, pero se juró que nada del mundo la haría perder este
trabajo, este proyecto de futuro necesario para subsistir en un presente lleno
de deudas y de hambre.
Así que se sentó
tras el mostrador y comenzó a revisar las cuentas. Aún era temprano y la tienda
no abriría sus puertas hasta las diez, además los clientes que venían podían contarse con los dedos de una mano y a veces incluso con un solo
dedo; por ello, tendría tiempo para ponerse al día e intentar fallar lo
menos posible.
Se pasó toda la
mañana sumando, restando y dividiendo, tratando de aprender, de recordar algo
que nunca había necesitado, hasta este crucial momento.
Al final del
día, María revisó la cuenta y descubrió que Estrella había realizado varios
errores importantes en los resultados totales. Se había equivocado en cosas que
María consideraba básicas e imposibles de errar, por cualquier persona con un
poco de cultura.
Al día
siguiente, cuando Estrella llegó a la tienda, el primer saludo del día que
recibió fue una regañina por parte de la dueña, que le dijo que le daba una
segunda oportunidad, solamente porque Estrella se lo había pedido y ella la
apreciaba bastante.
Esa misma tarde,
tras cerrar la tienda, volvieron a hacer las cuentas y de nuevo, los
resultados, comprobados y requete comprobados eran erróneos. Estrella estaba
presente y comprobó la dureza de María hacia la nueva empleada. Quería echarla,
no quería perder su dinero pagando a una persona que no sabía hacer su trabajo.
–Siento mucho
haberles causado molestias. He mentido y no les he contado que no sé leer y
casi no recuerdo como hacer divisiones - dijo Estrella arrepentida.
– Ya está, ¡no
hay más que hablar! ¡No hay más que hablar, la chica no está cualificada para
el trabajo, buscaremos a otra! –. Rechistó María.
– Por favor,
dale una oportunidad más a la pobre chica, si no se quedará en la calle y se
morirá de hambre. La última, de verdad, dame dos días para enseñarla, luego
pruébala de nuevo y ya verás. Aprenderá enseguida, además yo me quedaré la
primera semana trabajando con ella para ayudarla.
– ¿Sin cobrar?
–Sin cobrar.
Así que Estrella
se puso manos a la obra con Eva y en siete días la enseñó a multiplicar,
dividir y hacer raíces cuadradas. Durante esos días no pararon casi ni para
comer. Eva se sentía arropada por una persona que casi ni la conocía y que la
estaba ayudando sabiendo que esta no le daría nada a cambio, es decir, de una
manera altruista. Era algo que había admirado mucho en ciertas personas que
la rodeaban, pero estas, como los clientes de la boutique del perfume también se podían contar con los dedos de las
manos.
Pasó la
prueba a la perfección sin equivocarse ni una milésima así que consiguió el
trabajo que tanto había buscado.
Más tarde
formaría incluso su propio negocio y formaría una familia a la que no le
faltaban ni comidas ni vestidos ni juguetes para los críos. Era completamente
feliz.
Antes de todo
esto, poco después de que María la diera la buena noticia del contrato, la niña
le preguntó a Estrella el por qué de su amabilidad y de su dedicación a ella
sin apenas conocerla. Y esta le dijo que simplemente trataba a las personas
como le gustaría que le trataran a ella y que el verdadero significado de la
felicidad humana se conseguía a través de ese camino. Y era cierto, Estrella
tenía una mirada de paz y de humildad en su rostro, transparente y sincero, un
rostro de humanidad.
sábado, 16 de febrero de 2013
Él y ella
A él le gusta mantener el orden, que todo esté dispuesto de
una manera impecable; limpieza en profundidad de la habitación cada dos días,
la ropa ordenada por colores y textiles, los papeles archivados por orden
cronológico y las tarjetas de visita por orden alfabético.
Le gusta dormir con un vaso al lado de la cama, en la
mesilla de noche y un pañuelo debajo de la almohada, por si el frío del
invierno le ataca con alguna molesta mucosidad en medio de la noche. La puerta, siempre a medio abrir, con la luz
del pasillo encendida y la persiana subida (para evitar que cualquier caco
cometa un acto vandálico). Al lado del vaso de agua también un bote de jarabe
para la tos, unos caramelitos mentolados y una linterna de mano, por si se va
la luz. Se arregla las uñas una vez cada cinco días. Se las corta, se las lima
y se echa zumo de limón para mantenerlas más fuertes. No soporta el olor de la
carne frita, por lo que, desde hace un par de años se alimenta a base de
verduras, frutas y lácteos. Sale a hacer jogging mañana sí, mañana no; nada más
levantarse, sin desayunar se calza sus zapatillas de marca y se recorre cinco
kilómetros y medio, después una ducha y
un desayuno rico en calorías. A media mañana una fruta y por la noche una cena
ligera.
No le gusta hacer el amor las noches antes de tener una
reunión importante o de presentar un proyecto. Prefiere guardar sus energías
para cosas más importantes.
Ella sin embargo, duerme sin almohada, sin pijama y tiene al
lado de la cama, en el suelo, una botella de plástico de hace más de un mes,
llena de agua del grifo. Hace semanas que no cambia las sábanas. Duerme con la
puerta cerrada y el ordenador encendido, le gusta cerrar los ojos y escuchar
cualquier cosa, aunque sea una película japonesa en versión original. A veces,
se olvida de cerrar la puerta de su casa con llave, no tiene miedo a los
ladrones, que entren, total, no tiene nada de valor demostrable.
La mesilla de noche la adornan un cenicero lleno de
colillas, un mechero y papel de liar. A veces se duerme con el cigarro en la
mano. Una vez casi quema su cama y la casa entera. Ahora se ha comprado unos
cigarrillos de esos que se apagan automáticamente al minuto. Muchas veces se
masturba antes de dormir, le ayuda a liberar tensiones inoportunas y la falta
de pareja desde hace años le hace
practicarlo bastante a menudo. No tiene pudor ni vergüenza alguna en reconocerlo.
Se suele levantar pasado el mediodía, pues trabaja hasta
altas horas de la noche. Su desayuno es un cigarro y un gran vaso de agua. A
veces practica algo de yoga, otras se va al parque a fumarse un canuto en
soledad, mirando como las madres juegan con sus hijos, sonríen y se colman de
amor. Ella inhala el humo y envidia la felicidad de los demás.
Un día, en ese parque él y ella se encontrarán de manera
fortuita y comenzaran un viaje sin soledad, plagado de manías y de
turbulencias, que les hará a los dos alcanzar el equilibrio cuya búsqueda ambos
ignoraban.
Ahora en la mesilla de noche hay una caja de preservativos y
una botella de agua de vidrio. Ambos duermen desnudos y salen a correr juntos
todas las mañanas.
sábado, 2 de febrero de 2013
Pues así.
Soy Alba, una chica, o mejor dicho, una mujer de 26 años. No
se lo que quiero, pero sí que se lo que no quiero. En los tiempos que nos
rodean con su halo de frustración, conseguir saber algo es un gran logro.
No quiero
pasarme la vida en un trabajo de mierda, con una hipoteca, un coche, un
televisor y los fines de semana en centros comerciales. No quiero que se
aprovechen de mi ni perder el tiempo rodeada de gente que tras cruzar la
esquina habla acerca de tu persona hasta que notas que te estallan los oídos.
No quiero vivir siempre en el mismo sitio ni comer siempre lo mismo. No quiero
terminar vendiendo mi cuerpo en cualquier esquina, o en cualquier despacho de
alguna productora audiovisual por conseguir el pan de cada día. Y mira,
diciendo esto acaba de pasarse por mi corazón algo que si quiero, que se me
respete, a mi persona y sobre todo a mi trabajo, que se me valore por lo que
soy y he conseguido en estos años y sobre todo que pueda sacar todo lo que
llevo dentro, que me dejen expresarme creativa y sentimentalmente, que mis
ideas puedan fluir por el aire y materializarse y cobrar vida y celebrarlo con
champán (que no me gusta , pero siempre queda chic en una celebración).
Muchas veces lo que quieres es tan obvio que te olvidas de
ello. Otras tantas lo que tienes
es lo que en un tiempo quisiste y ya no aprecias ni solemnizas. Así somos los
seres humanos, tontos, en general, idiotas en particular.
Me gusta mucho comer, me llevo bien con mi cuerpo y no me
engorda ni con cuatro kilos de tortitas con nata y chocolate. Cocinar es un
placer manual que conecta con el orgasmo cerebral en el momento en el que tu
creación roza el paladar y ese sabor específico en el que tú has tenido
bastante que ver se diluye a través de tus papilas gustativas, tus dientes
sienten el tacto y la lengua saborea con gusto demostrándolo y agradeciéndolo
con un eructo final.
Soy una persona cambiante, no tengo paciencia para las cosas
largas, pero me he propuesto ganarla escribiendo un libro que todavía no he
comenzado más que en mis deseos internos. También tengo la intención de correr
una maratón a final de año, así que en este caso, más que paciencia lo que
tengo que ganar es voluntad (y mucha) para salir a correr todos lo días en
pleno invierno madrileño a -1 grado de temperatura (podría ser peor, siempre
todo podría ser mucho peor).
A veces pienso en la muerte y en la desaparición, entonces
me aterro, paralizo y bloqueo completamente mi cerebro. Me siento perdida y
asustada, aunque la teoría budista de la reencarnación me ayuda a sobrellevar
estos sustos repentinos con los que me azota la vida. Pero..¿es natural no?
Tengo que aceptar que la muerte sin vida no es muerte y al contrario. Y que
todo sirve para algo. Ese es mi lema: si algo pasa ha sido porque tiene que pasar.
Es una especie de justificación cósmica ante las hecatombes del día a día.
Por lo general suelo ser alegre y social, aunque en el fondo
me apasiona la soledad. Me gusta pensar, me gusta tener momentos para mi
solita, para aterrarme con malos pensamientos o babear con ensoñaciones
caribeñas y soleadas.
¿Y qué más decir de mi? Puedo finalizar diciendo que soy muy
circular, muy cambiante, ahora arriba, ahora abajo, ahora vuelvo, ahora me
alejo. Pero supongo que todos los seres humanos tenemos un poquito de esto,
pues los ciclos de la vida son circulares y nosotros estamos metidos en ello
cual hámsters en una de esas ruedas introducidas en una jaula, que no para de
girar y girar. Yo solamente espero no vomitar más.
domingo, 13 de enero de 2013
¿Qué pasaría si todos los habitantes humanos de la Tierra saltaran a la vez?
Anoche tuve un sueño bastante inquieto, no tanto en el acto
que se produce al dormir como en el sustantivo que lo atestigua. Me desperté
asustada de un golpe, mis ojos se abrieron y la oscuridad les
asoló. En ese mismo instante noté que estaba sudada y la primera reacción que tuve tras sentir la
brillante realidad de la nocturnidad en una habitación, me volví de espaldas
buscando el calor de la trasera de mi amor y empecé a recordar.
En el sueño yo estaba en mi casa de veraneo, con una amiga a
la cual no reconozco como tal, ni siquiera le pongo cara, pero siento que era
amiga. Sí, lo noto, era una buena colega. Es algo que no se puede explicar con
palabras, así que no voy a intentar compararlo con nada más, pues serían letras
echadas al aire.
En el sueño, la luz era tenue, de interior noche y mi amiga
y yo nos disponíamos a irnos a la cama, (repito, mi amiga, no me gusta
acostarme con amigas, ni siquiera en sueños). En ese momento, en un punto en el techo apareció una
especie de verruga colgante.
Era T, una chica por la que sentía mucho, ¿cómo decirlo?
Repugnancia y algo un poco más suave que el odio. Era ella, pero no la veía,
pues jugaba el papel de un espíritu malvado que venía a joderme la noche y a no
dejarme dormir representado como una verruga estalactita pegajosa pegada al
techo. Sí, se que suena raro, pero los sueños son así, y si no, solo hay que
ver algún cuadro o entrevista al maestro de los sueños, Dalí. Al momento
comenzaban a aparecer más verrugas y mi amiga se sentía preocupada. Los cajones
de la mesa se abrían y se cerraban, las cosas se movían violentamente y pasaban
cosas del tipo “película de terror para adolescentes asustadizos”. Harta ya de
tanto mamoneo, cogí a mi amiga y fuimos a ver qué eran esos ruidos tan extraños
que provenían de la cocina…"¿qué estará haciendo ahora T?"- Me preguntaba yo
silenciosamente con auténtico interés. Abrimos la puerta de la cocina y en la
lumbre había una bandeja de patatas fritas asándose en el aceite ardiente y al
lado una docena de huevo aún cerrados. Mi amiga dijo: Bueno hija, si al menos
nos hace la cena pues genial ¿no? No había resignación posible. Yo asumí con la
cabeza. Ahora no paro e intentar buscar un significado subconsciente a lo de
los huevos y las patatas….
Volví a la habitación y T empezaba a comportarse ya como en
una peli de terror de las buenas, para adultos, las no recomendadas bajo
ninguna circunstancia para menores de dieciocho años. Empecé a sentir miedo y
desesperación y le preguntaba por qué me estaba haciendo esto y ella no tenía
respuesta, solo sonreía como queriendo decir: soy mala y solo lo hago por
joder, porque me da la gana. Y ahí, con el miedo metido entre los huesos y el
sudor me desperté sobresaltada, y con perdón, acojonada y preguntándome : ¿qué pasaría si
todos los seres humanos de la Tierra saltaran en el mismo momento, a la misma
hora?
lunes, 7 de enero de 2013
Los grupos
Las ovejas suelen ir en grupo, pocas veces verás una alejada
del resto, en general, la mayoría de animales suelen llevar este estilo de vida
común. Los animales son como las personas pero sin razón, esto quiere decir que
se mueven más a través de sus instintos que de su cerebro.
A mi no termina de convencerme el tema de los grupos… Muchas
veces me parece que son el foco descentralizador de la personalidad, la pérdida
de caracteres propios y el fin de la individualidad, entre otros.
Fíjense, estamos rodeados de grupos: los que tienen la misma
idea política, los que siguen fervientemente al mismo equipo de fútbol, los que
defienden unas ideas, los fans de un grupo de música que se reúnen cada vez que
el cantante de turno actúa, los boys scout, el coro de la iglesia, y para no
irnos tan lejos, los grupos de amigos, bastante diferentes al significado de
familia, que a eso ya no le considero grupo, si no, colectivo con la misma
sangre que se une para el beneficio altruista y común, algo así como una ONG,
la cual también dejaría excluida en este texto.
Supongo que ustedes me entienden cuando digo “grupos”. Hablo
de esas personas que se reúnen con un fin en común, hablo de aquellos que
vociferan por la defensa de algún derecho redimido, los que quedan para pegar a
inmigrantes o los que se ven todos los domingos para tomar un vermú en el bar
más caro de la ciudad.
Es difícil entrar en un grupo, para ello necesitarás la
aceptación de todos sus miembros y deberás de ser como cada uno de ellos, es
decir, una pequeña miniatura, una pieza copiada de un puzzle que construye el
todo. Al principio solamente deberás encajar positivamente en su lugar y ser
aceptado, caerles bien, demostrar que eres como ellos. Luego, con el paso del
tiempo tendrás que pensar y actuar exactamente como ellos hacen, si no, serás
criticado, vilipendiado y despreciado y deberás huir sin mirar atrás borrando
cada rastro y cada paso en falso dado en el conjunto.
Dicen que la unión hace la fuerza, que uno solo no se puede,
pero que entre todos podemos lograr muchos avances en todos los campos de la
vida. Y estoy de acuerdo, pero siempre me ha gustado la frase: “dos son
compañía tres son multitud” y a mi las multitudes, las masas, nunca me han
gustado. Me recuerdan a las ovejas corriendo por el prado en la misma dirección
siguiendo los gritos de un solo pastor, del líder, del dominante y opresor, del
tirano metafórico que se encuentra en todos estos grupos dañinos.
Por eso opino que hay que saber controlar el nivel de
integración en un grupo, conocer su poder y participar en ellos siempre con la
justa medida, sin olvidarse de ser nosotros mismos, sin cesar en nuestras diferencias
y conquistando y mostrando lo que nos hace únicos y especiales a cada uno de
nosotros, seres particulares y habitantes a su vez, de una sociedad común.
Breve y conciso
El amor es el sentimiento de paz y seguridad que se te mete
hasta las entrañas y conquista tus neuronas.
El amor es la alegría del alma, la felicidad de una sonrisa
verdadera, un viaje a un lugar que por mucho que conozcas siempre te resulta
nuevo, excitante y desconocido.
El amor es lo que hace que te levantes cada mañana, la
fuerza que te empuja y a la vez te separa del destino final.
El amor verdadero es cuando con tan solo dos palabras de una
boca deseada, consigues tocar el cielo, cuando tu propia sonrisa reflejada en
el espejo inunda tu corazón y enmarca el deseo de una mirada reflejada en los
ojos de otro ser.
viernes, 7 de diciembre de 2012
26 años
Dicen que los acontecimientos de la vida están relacionados
los unos con los otros y todo pasa por alguna razón, que con el tiempo
descubrirás y seguramente, aplaudirás. Todo tiene un sentido, en la mayor parte
de los casos positivo, aunque sus primeras acciones puedan resultarte tan
dolorosas como un puñetazo en el ojo. Al final todo sale como tiene que salir,
todo te ayuda a aprender, a resurgir y a crecer internamente para lograr la
verdadera felicidad y el descubrimiento de tu propia esencia, lo cual, al fin y
al cabo es una de las cosas más importantes de esta, nuestra vida.
Ya no tengo coche, ni casa en la playa, mi Mac de hace nueve
años ha pasado ha ser un “modelo vintage estropeado sin solución”, ahora soy yo
la que cada mes tiene que dar una pequeña contribución a mis padres para los
gastos, además ya no hay chica que limpia la casa, todos nos manchamos las
manos.
Uno de los pocos elementos tecnológicos que tengo es un Ipod
del año 2004, no suelo llevar reloj, ni anillos, ni pulseras, ni pendientes, he
dejado de salir de fiesta todos los fines de semana, ya no voy a los clubs de
moda, ni fumo habitualmente, tengo la cabeza y el cuerpo limpios pero no porque
me pase horas en el gimnasio.
Casi todo lo que ahorro es para proyectos de futuro y para
irme a vivir a otros lugares. He dejado de comprar revistas de moda machistas
que crean complejos inexistentes en mujeres reales cargadas de manufacturaros
complejos.
No veo la tele, me corto el pelo yo y jamás me han hecho la
manicura. Eso sí, con la comida no escatimo.
A primera vista, esta situación puede parecer un drama para
muchas personas que miran y tocan con los ojos. Para mí es uno de los momentos
más felices para mi persona, que me está abriendo los ojos, haciendo que crezca
y convirtiéndome en un ser humilde, alegre y positivo, dejando de lado
preocupaciones ridículas, absurdas y opulentas y haciéndome una persona más
fuerte, luchadora y amorosa.
Una vez fui capaz incluso de robar un billete a un familiar
y eso no se olvida jamás. Con el tiempo te das cuenta de que el dinero tiene
que ganárselo uno mismo y sobre todo, de que hay cosas que no se pueden
comprar.
Ahora uso el transporte público, con lo que no contamino, ni
me como horribles atascos de horas, o voy en bici e incluso andando, con lo que
moldeo mis piernas y mi trasero, y por supuesto, ejercito mi corazón.
Ya no pierdo el tiempo gastando horas y horas delante del
ordenador ni pensando qué modelito ponerme, o qué pensarán los demás, dedico mi
tiempo a las personas que me rodean, ver crecer a una sobrina día a día es uno
de los mejores regalos del mundo.
Consumo mucho tiempo en los libros y esto junto con la
escritura me produce un placer indescriptible que solo unos cuantos agraciados
conocemos.
Me siento bien cuando no tengo que pedir ni un euro a mis
padres, me siento grande, ¡soy autosuficiente y puedo sobrevivir por mi sola!,
cuando salgo a la calle ya no tengo que preocuparme con que me roben o llorar
porque he perdido mi móvil o mi reproductor de mi mp3. Ahora tengo 3 cosas y esas
tres cosas las cuido con mesura. Aunque al fin y al cabo, solo son eso, cosas.
Un vez por semana toca limpieza general, con un poquito de
música, mi pareja y yo limpiamos potentemente nuestros aposentos rodeados de
bailes y exóticos movimientos palo de fregona en mano. Nos divertimos, no
protestamos, no nos quejamos, solo vivimos con una sonrisa en la boca dando
gracias por todo lo que hemos logrado juntos y separados.
Ahora sé las cosas que tengo en el armario, me he dado
cuenta de que no merece la pena guardar la ropa de cuando tenía 15 años y que
es mejor dársela a otra gente que la necesita más que yo, he dejado esa antigua
manía de los recuerdos y las reliquias. Eso me hace sentir bien.
Ya no gasto mis viernes, sábados y domingos (e incluso a
veces lunes) en ir de fiesta, en beber, fumar y salir a hacer el capullo a
discotecas de precios abusivos, que se aprovechan de los más jóvenes y a estar
rodeada de gente, en su mayor parte, superficial que lo único que sabe hacer y
que se les da bien es eso mismo, salir de fiesta. (Eso sí, el día que salgo ,
me pongo hasta nerviosa y salgo por todo lo alto.)
Ya no voy a buscar al tío más bueno del garito, lo tengo en
mi cama todas las noches.
Ahora me levanto pronto, me voy con él o mis 4 mejores amigos a divertirnos al
campo, a descubrir nuevos sitios del barrio, a perdernos y reírnos, a hablar
con la gente, a ver una peli, a cocinar, a clases de yoga o a crear un programa
de televisión que pueda ayudar a los demás.
He desarrollado mi creatividad y me he convertido en “cosas”
que nunca pensé que sería: profe de inglés infantil, coordinadora de protocolo,
monitora de ocio y tiempo libre, extra en películas y videos, doble en una peli
de Almodóvar, camarera e incluso presentadora de un programa (y lo que queda…con
ganas, ¡una aprende de todo! Y cuanto más aprendes, más te vales). Y cuando te
hacen un regalo, las sonrisas no llegan a abarcar toda la cara, se salen de
ella.
He conocido a gente agradable y no tan agradable de
distintos ámbitos y me he dado cuenta de una cosa tangible por mis propias
manos: en España no tienen ni puta idea de organizar nada, todo va a dedo y
quien no es un chorizo es un explotador.
Crecer y conocer son mis fines.
Ahora disfruto el doble de los viajes. Es un verdadero
regocijo gastar tu esfuerzo invertido en el trabajo en el puro placer. Pero no
me refiero a los hoteles de 5 estrellas o a los restaurantes de comida cara (y
mala, en algunas ocasiones y lo sé por haber trabajado en sitios muy caros en
apariencia y muy pobres en presencia). No. Me refiero a coger una mochila y
recorrer a pie las ciudades y las playas, a conocer gente, a disfrutar de un
atardecer o de un amanecer en otro lugar, como si fuera el último de tu vida. A
mi me gusta ser viajero, no turista, pasarme en tirada en la toalla cuatro
horas seguidas todos los días me aburre. A las “comodidades” contrarias a la
palabra “básica”, que si se usan a diario ( q no digo yo que de vez en cuando
un jacuzzi sienta de lujo…) le llamo yo opulencia y esto, según la RAE
significa : “Abundancia o riqueza excesiva de bienes, exceso de cualquier
cosa.”Significa eso y todo lo que la palabra conlleva en un momento de crisis
económica mundial. La moral, cada uno la tiene donde quiere. Pero muchos
deberían de cagarla. La opulencia gratuita no da envidia, da asco. Las falsas
comodidades para mi son como el chiste de “¿Cuál es el colmo de un vago?
Hacerse una liposucción para no tener que hacer ejercicio”.
He vivido en distintos lugares de Europa y he conocido a
gente incluso de Trinidad y Tobago (sí, esas islas semidesconocidas del
caribe), he aprendido a lidiar con compañeros de piso con problemas
psiquiátricos, con chicos iguales o peores y he aprendido a arreglar tuberías
del baño que estallan en el momento más inesperado. Me gusta hablar con la
gente, hablar inglés, francés, español e incluso alemán y conocer las palabras
básicas del holandés o el portugués. Me gustan los idiomas, me gustan las
diferentes culturas. He besado a hombres y mujeres, he amado y he odiado, me
han querido y no me han olvidado, la suerte me ha acompañado y otras veces he
tenido yo que ir a buscarla, pero ante todo, no culpo al destino, pues esa
sería la excusa más barata.
Por supuesto no pago por ir al gimnasio, hago jogging y
boxeo con mi pareja, él me enseña, yo aprendo. Yo le enseño Pilates, él aprende
algo nuevo. Mi cuerpo se mantiene en forma y mi cabeza también…¿te
aburres?¡Pues vamos a pelear! He descubierto que el deporte es algo necesario
para todo ser humano y no lo pienso separar de mi vida.
Adoro dormir todas las noches abrazada a él, me encanta una
conversación en la bañera con una copa de vino o un paseo por la Gran Vía o
bailar en pelotas cualquier tema de música electrónica.
Vernos todas las noches una película, me ha hecho comprender
y conocer el cine, pues en año y medio más de 400 films es una buena lista.
Mis regalos favoritos son los libros y los besos y abrazos.
He aprendido tres idiomas. Veo, observo, leo, aprendo, escucho y pienso. Sobre
todo, pienso.
He dejado de lado la envidia, pues estoy feliz conmigo misma
aunque me falten todas las extremidades de mi cuerpo o deje de usar la talla
36. Y sobre todo, he llegado a comprender que la felicidad entera y completa no
existe y que el dolor y las desavenencias son absolutamente necesarias en la
vida. Todo consiste en buscarse, en encontrarse. Eso sí, solo tú mismo puedes
manejar tu calma interior, eliminar tus iras, tus rabias, tus celos, tus ganas
de joder a los demás. Limpia toda la contaminación que llevas dentro y verás la
luz del día con otros ojos.
¡Y que me quiten lo “bailao”!…con tan solo ocho años viajé a
Nueva York, Florida y Orlando y me monté en todas las atracciones de todos los
increíbles parques temáticos que allí visitamos. ¡El sueño de toda niña!Italia,
París, Inglaterra, Andorra, España, Portugal, Egipto, Marrakech, Hungría,
Cuba…. Quedarán perennes en mi memoria, aparte de por el disfrute porque todo
esto no es gratuito y deberá tener una recompensa a las personas que hicieron
posibles todas estas aventuras. Gracias a papa y mama, a los cuales agradezco
de todo corazón el haberme dado cada cosa en su momento y más que nada en
quitármelo todo cuando empecé a tener la posibilidad de obtenerlo por mi misma.
Gracias por la educación, el buen gusto y sobre todo el buen humor ante lo
blanco y también ante lo negro. Gracias por ayudarme a hacerme como soy, eso
sí, siempre en versión mejorada.
Y si esto no es vida, contadme lo que es, porque en mi
cabeza no cabe nada mejor que lo que ya he conseguido a mis 25 milésimos años
(ya 26). Y, por supuesto, no dejemos de tener sueños, de aprender, de movernos
y de disfrutar todo lo que merecidamente está por llegar. Busquemos lo que
queremos encontrar y estemos donde queremos estar y sobre todo seamos. Algo,
pero seamos.
Así que…¡dejad de quejaros, dejad de llorar, analizaros,
estaros solos 24horas con vosotros mismos, no os tengáis miedo ni tampoco
temáis a la soledad y empezad a apreciar todo lo que tenéis, que es más de lo
que pensáis! Tan solo mirar un poco dentro de vosotros, sí, ahí, en ese gran
espacio que hay entre tu corazón y tu cerebro.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)