Al final, la vida y el tiempo te dan la razón. La más pequeña, la menos resultona, la más tímida del grupo, con el paso de los años resultó ser una gran mujer: una chica intelectual, con clase, educación, respeto, éxito profesional, serenidad y dulzura en sus relaciones, con un abstracto mundo interior y un sentimiento bien amasado de amor propio. Pero, a pesar de todas estas cualidades favorables a cualquier ser humano, hay una cosa en ella que ni siquiera el tiempo puede cambiar, algo que es inherente a la mayor parte de las personas, que casi todos hemos vivido al menos una vez en la vida, algo que quien no lo ha experimentado es incluso capaz de comprenderlo y entender su dolor...¿caéis ya en la cuenta? Me refiero al sufrimiento de una ruptura amorosa, el final de una unión sustancial entre dos personas que de un momento a otro se rompe por completo dejando simplemente algunos retazos clavados en el corazón, habitualmente, de uno de los dos miembros de la pareja.
lunes, 26 de julio de 2021
A mi amiga Marta
jueves, 3 de junio de 2021
Personas cactus
Los cactus llevan en la naturaleza más de sesenta millones de años. Son plantas del grupo monofilético que han evolucionado a lo largo de los tiempos, es decir, que a pesar de los cambios tienen un antepasado en común. Me parecen unos seres vivos fascinantes. Acumulan agua en sus tejidos para adaptarse al hábitat, pueden sobrevivir a las sequías y tardan años en dar una flor que apenas tiene unas semanas de vida. Estas flores suelen ser solitarias y, sorprendentemente, hermafroditas. Curiosamente, estudios afirman que tener un cactus cerca de un objeto electrónico puede actuar como purificador ya que repele las radiaciones electromagnéticas notablemente.
Hay personas que
son un poco cactus. Tienen una coraza dura y punzante pero guardan raudales de sentimientos
y emociones en su interior. A veces, si te acercas demasiado pueden llegar a
pincharte e incluso incrustar una espina en tu corazón. Sin embargo, si les
cuidas, les mimas y les riegas moderadamente, son capaces de abrirse, sacando lo
mejor de sí mismos: una bellísima y singular flor.
A veces no nos
damos cuenta de que las personas, al igual que las plantas, somos delicadas y
necesitamos el tiempo, la atención y el cariño de los demás. A veces abusamos de
cercanía provocando la fuga de un carácter agrio y amargo que puede llegar a agujerear
y por consecuencia, herir. En ocasiones no nos percatamos de que detrás de una
coraza de frialdad la mayoría de las personas contiene en su interior una
esencia completamente diferente a la que vemos y nos equivocamos
cuando miramos y no vemos más allá. A veces todo es únicamente cuestión de
tiempo y de saber esperar.
Un cactus, al
igual que una persona, no es un adorno para llenar estantería en casa si no
algo que requiere dosis de empatía y atención por nuestra parte. Y es que al
final, te das cuenta de que el conjunto de todas estas acciones proviene del
aprendizaje y del fertilizante más potente que existe en este universo: el amor
en todas sus formas.
lunes, 3 de mayo de 2021
El vidente
No había pegado ojo. Las fuertes tormentas no pararon durante toda la noche y ahora sentía una especie de resaca torrencial. Salí de la cama sin ganas. El calentador se tomó el día libre y, para despertarme, tuve que ducharme con un chorrito de agua gélida. De camino al trabajo se me paró el coche en mitad de la autopista. Cojonudo, ¿algo más? El día, como esperado, siguió siendo una mierda. Estaba deseando que terminara y volver a la cama, pero antes me acerqué a hacer unas compras. Cuando estaba llegando a la puerta del super, se me acerco un chico muy alto, delgado y con mirada de pocos amigos con algo en las manos haciendo afán de entrega. Una tarjeta publicitaria. Menos mal. Pensé que quería venderme alguna droga o peor aún, que llevaba una navaja para clavármela y robarme lo poco que llevaba. Muchos pensarán que son prejuicios, pero últimamente no me iba muy bien en general, con lo que ante cualquier hecho particular dudaba y mi mente siempre acababa llevándome al lado oscuro.
En la tarjeta ponía:
“PROFESOR KUNTA, GRAN VIDENTE. Adelántate al futuro y déjame guiarte a las
decisiones adecuadas. Despréndete del pasado de tus ancestros y encuéntrate a
ti mismo. Resultados garantizados al 100%”. Me lo guardé en el bolsillo. En mi
defensa, debo decir que en ningún momento y bajo ningún concepto, se me pasó
por la cabeza utilizar estos “servicios” de dudosa índole, pero sí que me tomé esta
entrega como una señal.
Durante esa noche, sumido
en una nube de humo de peleas entre mis pensamientos y mi alma y de intentar
poner orden a todo el embrollo que se paseaba por mi cabeza, abordé el tema de
la herencia familiar. “Despréndete de tus ancestros y encuéntrate a ti misma” -
volví a leer en la tarjeta.
A base de revolver ideas,
experiencias y sentimientos me di cuenta de que muchas veces las personas, dentro
de nuestra nube mental heredada y de nuestro contexto social y experiencial,
tendemos a seguir el ejemplo de nuestros ascendientes, padres y abuelos. “Admiro
a mi padre, quiero ser como él.”, “mi familia es grande, yo también quiero una
familia grande”, “mi madre fue madre joven, yo también quiero serlo”, “mis
padres quieren que la estirpe familiar continúe, así que así lo haremos”, “a mi
hijo le voy a poner el nombre de su padre y del padre de su padre y del padre
del padre de su padre porque es tradición familiar” …
Y de repente, me di cuenta de que todo en la
vida, en tu vida, gira alrededor de una pregunta muy sencilla que muchas veces
olvidamos formular. Entonces pregunté: ¿y tú? ¿Qué es lo que verdaderamente quieres
tú como persona individual? Entonces ocurrió algo mágico, me liberé, de todo lo
que me rodeaba, de la herencia de los traumas vividos por mis antepasados, de
un pasado que ni conozco pero que subconscientemente está ahí, de todo lo que
tenía metido en la cabeza a base de pico y pala, y ocurrió un milagro: fui yo
mismo, sané y aprendí a elegir. Cogí la tarjeta del profesor Kunta y la tiré a
la basura. Los videntes no existen, son los padres.
miércoles, 10 de marzo de 2021
Ell@s
Hoy va por l@s que dicen “yo puedo” y pueden, por l@s que de vez en cuando caen por sentirse súper héroes sin poderes pero vuelven a levantarse más potentes todavía, pues ese es el verdadero poder.
A tod@s los que
consiguieron independizarse a los veinte, no fue suerte, fue mucho esfuerzo; a
l@s que tienen como objetivo conocer más, ser más sabi@s, más profesionales,
más human@s con el fin de poder ayudar a cuantos más, mejor, en cualquier
ámbito grupal.
A tod@s las que intentan
autosuperarse día tras día, a l@s que pueden con un examen de Finanzas II en
ingles siendo de letras puras, a l@s que crían sol@s y a l@s que han sido
criad@s sol@s, a l@s creativ@s ante las crisis, a l@s que mantienen el buen
humor y te sacan una sonrisa, a l@s que aprendieron a decir no, a l@s que les
encanta decir sí y probar, descubrir...
A l@s que no desperdician
energía con “estoy muy gord@ o estoy demasiado delgad@”(¿cuánto es demasiado?).
A l@s que se dedican a
hacer cosas que aportan, a l@s que te vienen a pedir consejo y a l@s que los
dan. A l@s que tienen “un buen par”, a l@s que mantienen la calma, la
coherencia, la inteligencia emocional, a l@s que de vez en cuando la pierden
por completo (¡y qué más da!), a l@s que dan todo o nada, a l@s que se buscan y
no acaban de encontrarse (paciencia), a l@s que empiezan y acaban, y al final y
siempre, a l@s que aman, a sí mism@s y a los demás.
jueves, 18 de febrero de 2021
Nacimiento prematuro
Todo se torció incluso antes de haber nacido. Soy prematura, me adelanté un mes. Mi nacimiento estaba planificado el 6 de enero, cual regalo de Reyes Magos, pero me apresuré y mi madre parió el día de la Constitución Española. De una u otra manera, ambos eran festivos, pensados para descansar, no para sufrir una cesárea, pero el cordón umbilical estaba enredado en mi garganta y no había otra manera de sacarme de ahí. Creo que ese nudo fue el desencadenante de todo. Me ahogaba, quería salir y luché ferozmente agarrándome a la vida para conseguir escapar lo más rápido posible. Ahora me arrepiento de haber tenido tanta prisa. Como en la famosa escena de una película de autor en la que un plano cenital muestra a la protagonista flotando en una piscina en postura fetal y se siente el silencio, la nada, el principio de todo, el deseo de volver al origen, a mecerse en un océano de aguas calientes y tranquilas. Ay la paz ultrauterina… quien volviera a ella aunque solo fuera unos instantes.
Mi fama de peleona me precede y mi primer
trauma infantil también. Hasta los 25 me ponía siempre mala con anginas, mínimo
una vez al mes. Estaba claro que el nudo en la garganta me aprisionó tanto que
me hizo, incluso, ser incapaz de expresar mis sentimientos con facilidad, una
especie de mutismo emocional, quedándose estos atrancados e infectando mi
cuerpo en forma de placas de pus y con dos anginas que solían parecer el par de
huevos que me faltaban a la hora de comunicarme, especialmente con los tíos. Alexitimia.
Dicen que la última etapa del embarazo sólo se ocupa de acumular grasa debajo de la delicada piel del bebé, lo que le ayudará a regular mejor su temperatura corporal cuando nazca. Siempre tengo frio, y las manos y los pies a veces parecen escarcha. Además me faltaron 4 cm de altura, unos pechos más grandes, las piernas más largas y un estómago más fuerte. Al sacarme me metieron directamente en una incubadora. Me perdí el primer abrazo de la madre, el calor de la carne y me sentí sola sin su olor. Segundo trauma superado, el sentimiento de abandono y soledad. Pero me ha encantado ser la pequeña de la clase, la que se juntaba con los mayores, la que terminó la uni antes de los 22 y la que se buscó la vida desde que nació.
Algunos investigadores consideran que la prematuridad es una enfermedad crónica. Sin embargo, los afectados no siempre estiman que algunas de estas limitaciones funcionales sean un problema, lo que refleja una enorme capacidad de resiliencia y adaptación. De hecho, la prematuridad también puede tener otras consecuencias sorprendentes. Por ejemplo, los adultos que nacen prematuramente suelen tener una personalidad diferente. Diferente, que no anormal. Eso que me llevo.
miércoles, 10 de febrero de 2021
Psicosomatismo
Había pasado una mala noche. Se levantó de la cama con una sensación de mareo. Al llegar al baño y sentarse notó que todo le daba vueltas. Se puso las gafas, forzó los ojos para enfocar y se percató de que estaba sufriendo un episodio de vértigo. Hacía muchos años que no le pasaba. La última vez fue en 2015; el médico le dijo que se trataba de las cervicales, el fisioterapeuta le mandó unos ejercicios para relajarse, la de acupuntura le comentó que los mareos podían estar relacionados con problemas en el riñón, mientras que el que le leyó las cartas dijo que todo se debía a una ruptura sentimental. Decidió creerles a todos ellos.
Volvió a la habitación y
se tumbó. Se sentía como cuando en los viejos tiempos se pasaba de la raya con
el alcohol y debía apoyar una pierna en el suelo (echar el ancla) para
controlar esa impresión de dar vueltas en una noria a toda velocidad. Pero esta
vez era mucho peor, en cada latigazo notaba que se salía de la realidad y que
podría desmayarse en cualquier momento. Respiró profundamente y, como habitualmente,
buscó en internet las posibles causas de su malestar. Angustia, ansia,
inquietud, ansiedad, taquicardia, estrés, agobio, mareo, depresión y de nuevo
ansiedad era la palabra que más se repetía. Volvió a respirar profundamente e
intentar apagar su cerebro, que emitía más de setenta mil pensamientos por
minuto.
No eran buenos tiempos
para mantenerse en equilibrio. La situación global, mundial, provincial,
comarcal y de su casa, eran de poca ayuda. “Psicosomático:
es un concepto del psicoanálisis que se refiere a una lesión orgánica que se
considera de origen psicológico. Es un síntoma físico que se supone producto de
un padecimiento mental. - siguió leyendo en la red.
Hacía cinco años que
había terminado la relación con su pareja, tras doce años de noviazgo. El mismo
tiempo que hacía que no sentía ese desagradable vértigo. De nuevo, no tenía ni
puta idea de qué hacer con su vida. Además las opciones estaban presas,
esposadas en la cárcel del COVID19. Si tan siquiera podía salir de su municipio
y con 45 años cargados a la espalda… ¿Dónde narices iba a ir? Se sentía perdida,
desequilibrada, en una caída vertiginosa al vacío.
Cuanto más pensaba en
ello, más vueltas le daba la cabeza así que decidió hacer una de sus meditaciones
semanales. Cerró los ojos, inspiró, expiró e intentó la hazaña de no pensar en
nada. Se quedó dormida media hora más.
Al volver a abrir los
ojos, sintió como el vértigo había disminuido y se encontraba mejor. Se preparó
el desayuno con desgana y se forzó a hacer sus 10 km diarios alrededor del gran
parque. Se dejó llevar entre los sonidos
de sus pisadas, los cantos de los diferentes pájaros y el silencio placentero que
albergan los pulmones de las grandes ciudades. Bajando el ritmo del camino y
con las endorfinas en su punto álgido se dio cuenta de que no podía seguir anclada
al pasado, ni angustiarse por el futuro, que lo único que le quedaba ahora era a ella misma, y que su principal objetivo era su propia paz; y eso no dependía de
nada ni de nadie más que de ella. Aquella tarde, se arregló por primera
vez en mucho tiempo y se decidió a quedar con el chico con el que chateaba
desde hacía largos meses. La ansiedad había sido ese enlace entre el pasado y el
futuro, pero la vida era ahora.
miércoles, 3 de febrero de 2021
Fatiga pandémica
Hace un año que mi mundo, al igual que el de millones de personas, cambió. Las emociones iniciales fueron similares a que surgen ante una pérdida: el shock y la incredulidad. Los pensamientos más recurrentes, nacieron del ego: por qué esto a mí, qué he hecho mal, qué mala suerte.
Después de la caída, llegó el despertar, la asimilación y aceptación de todo lo que estaba ocurriendo y del cambio radical de más de 180 grados que tuvieron nuestras vidas. De un día a otro literalmente, todo se dio la vuelta: sin trabajo, sin libertad, sin vernos, abrazarnos o despedirnos. Tanto tiempo en casa provocó la apertura de la caja de Pandora y que millones de pensamientos (el 90% de ellos negativos) invadieran nuestras mentes. Falta de concentración, creatividad bajo mínimos, ilusión desgastada… Nuestros cuerpos mutaron en espaldas con grandes chepas, pesadas; nos hicimos pequeños, nos engulló nuestra propia burbuja. Días de subidas, días de bajadas en la montaña rusa de nuestras emociones. Y de nuevo, la boca de la ballena se abrió y ahí estuvimos, remando y aprendiendo a dirigir el oleaje con nuestros fuertes remos que en ningún momento llegaron a romperse.
Y durante todo el viaje, también hubo lugar para
el recuerdo de lo antiguo y la transición hacia lo nuevo, una mezcla entre lo
vintage y lo futurista, el impresionismo y el surrealismo. Volvimos a pararnos
a apreciar los colores del cielo, disfrutar de un paseo a la orilla del mar, a sentir el amor, a labrar la amistad, despedir lo desgastado, reutilizar lo
anticuado y replantear ese futuro que está por llegar. Con esperanza, entre
telas de araña que a veces se pegan entre los dedos, como nuestros sueños,
legañas incrustadas en las cuencas de los ojos que nos quitan visibilidad.
Entendiendo que todo en esta vida son ciclos, olas para surfear y sobre todo, sin olvidar que ante todo lo demás, tú eres el que debe agarrar fuerte el
timón y en esa marejada, hacer todo lo posible para mantenerte en equilibrio.
Todo pasará. La orilla cada vez está más cerca.
martes, 26 de enero de 2021
Una mala noche
Son las cuatro y media de la mañana. No puedo dormir. Me agobia mucho el hecho de que dentro de tres horas tengo que estar en pie y que llevo el doble metida en la cama. Sudo. Tengo calor, doy vueltas de un lado al otro en busca del gustoso frío de las cálidas y sudorosas sábanas blancas de agosto.
martes, 19 de enero de 2021
Lo natural
Las redes sociales se ha convertido en algo comparable a Puerto Banús: un auténtico escaparate humano; y nosotros somos sus modelos, ridículos hasta con filtros, que paseamos enseñando las “cosas buenas” de la vida (subjetivamente hablando, claro), poniendo etiquetas y disfraces marketinianos a todo lo que nos rodea y, a veces incluso, a nosotros mismos.
Convertimos a niños en
modelos de fotografía y en carnaza para perturbados que navegan a sus anchas
entre nuestros datos y falsa privacidad, influimos en el incremento de los
complejos entre los adolescentes y adultos, posamos y pedimos a nuestros novios
que nos saquen fotos y les regañamos si no nos la sacan como queremos. Ponemos
morritos ilusorios, metemos barriga, nos cambiamos el pelo (y el cerebro) de
lado, posamos, posamos y posamos, filtro aquí, filtro allá…Nos denudamos, nos
exhibimos, nos retocamos, que si las mechas, que si el botox, que si la
celulitis fuera, que si los ojos verdes, que si la papada… y al final
terminamos perdiendo el tiempo y transformándonos únicamente en esclavos mediocres y angustiados.
Lo peor de todo es que
nos cargamos de absurdas frustraciones, de deseos irrisorios, de egos inflados; a
la vez que nos alejamos cada vez más de nuestra esencia, de nuestra alma, del
quienes somos y adónde vamos.
¿Sabéis esa gente que se
pasa el día diciendo literalmente lo súper felices que son y cuanto más lo
repiten más nos damos cuenta de que no están viviendo la vida que les gustaría
vivir ni están en equilibrio consigo mismos? Pues eso son las redes sociales.
Hablan mucho, pero dicen bastante poco. Y a mí la verdad es que me gusta más la
gente honesta, la que va de frente, la que te dice que lleva unos días echa una
mierda y a la semana se levanta y te dice que ha enfrentado su problema y está
mucho mejor. La que te coge una videollamada recién levantada con el pelo despeinado y la
piel llena de grasa. La que te escucha, la que habla, la que te cuenta y comparte sus miedos
con los tuyos. No sé, lo natural, lo que al fin y al cabo somos y sentimos
todos debajo de nuestra piel, ¿no?
viernes, 8 de enero de 2021
Mirar de frente
Sentir la chispa, el estímulo que te acerca más a la vida, el aliento de la pasión exhalando lentamente su dulzor... Manos recorriendo caminos impensables y bocas que traspasan límites que nunca fueron marcados. Porque todo es posible entre las paredes de la habitación que abarca una historia inconfesable cargada de sin sentidos ni razón, construida de fuego interior, de palabras sin decir, de silencios agradables, de copas rebosantes, de gritos y suspiros.
Una historia de miradas encontradas que encuentran sin buscar un sinfín
de matices. Miradas que se hablan sin decirse nada, miradas de deseo, cargadas
de ansiedad, latentes ojos abiertos y brillantes que siempre piden más, que te
traspasan el pecho haciéndote sentir atravesada por una flecha lanzada a la
espalda.
En la distancia se distingue que todo empezó por un deseo, un capricho sin más, un vacío que llenar. “será mía” y no será por casualidad. El afán de la conquista, de la presa por cazar, el deseo de lo desconocido, el misterio por lo que habrá. Las ganas de recorrerle trazando rutas sin destino final.
Humedecer los fogosos labios deleitándome en las pequeñas y sabrosas comisuras; el olor de lo distinto, la oscuridad de las velas, el sonido
transformador que va llevando a los cuerpos a una intensa catarsis. Y entre los susurros, las palabras envolventes y las miradas indescriptibles, lanzadas y preparadas
al azar.
Abriendo las piernas al calor, al confort de unos brazos que abarcan tu pecho desnudo. Miradas de frente, palabras cruzadas... Mi egoísmo no sabe donde esconderse, haciéndome confuso y asustadizo ante una situación inmanejable con un final inimaginable.
jueves, 24 de diciembre de 2020
Nochebuena
Este año no nos haremos la mítica foto de primos con la abuela en la escalera de la casa de la tía, no se escucharán las risas estrambóticas de las Koplovich ni recordaremos al abuelo gritando "¡Roooosaaaaaa!" ni Alba gritará "¡Viceeeeenteeee!".
Este año el tío Carlos no pelará la piña como un melón, ni el tío Antonio nos vacilará con premios escondidos en los regalos chulos del juego de los dados. Nadia no esperará ver a Papa Noel por la ventana, la prima Rocio no pondrá bonitos nuestros nombres en la mesa y el tío Paco no estará en el jardín preparando el rico cochinillo. Nos perderemos los chistes malos del tío Juanma, la lombarda de la abuela y las risas y la ilusión de Eva, Saúl, Fochi y Elena, más conocidos como “Los Fochis”. Este año Vicente no saldrá por Majadahonda y tampoco imitará el baile de la prima Ilsayid; la tía “Chuches” no nos sorprenderá y nos hará creer de nuevo en la magia y el amigo invisible será más invisible todavía.
Este año nadie le
dirá a la tía Ana que deje el purito ni ella nos dirá que nos quedemos
embarazadas y la tía Rosi no nos pillará fumando en la habitación y nos
regañará entre sonrisas. Este año la prima María no imitará a las blogueras, no
veremos al pequeño Balti y Pati no nos contará sus cotilleos ni grabará
stories con las primas mayores. La prima Ana no dirá que está borracha con una copa de vino,
ni Silvia se partirá de risa de nosotras. No brindaremos mil veces, ni
probaremos un cocktail de Csabi y no jugaremos al póker ni al Chinchón de
resaca el día 25. Este año Sarita se quedará sin conocer el show que monta su
familia en Nochebuena…y es que este es el primer año de nuestras vidas que no
estaremos juntos. Pero si hay algo muy importante que nos quedará en estas
Navidades y es que este maldito año nos ha demostrado más que nunca que una
familia unida que se apoya y se quiere jamás será vencida. Os quiero familia. Salud y
amor.
jueves, 10 de diciembre de 2020
Geranios en flor
A las 8:42, como cada día desde hacía diez años, la canción de “La bamba” retumbaba en sus oídos. Pablo apagó con un golpe seco su despertador y con un bostezo se levantó de la cama. "Un día más, un día menos" - pensó de nuevo.
Nada más poner un pie en el suelo lanzó un grito de dolor. Se había clavado uno de esos diminutos cristales de la botella de ron que bebió y posteriormente destrozó la noche anterior. Terminó de subir la persiana de la habitación y se encendió un cigarrillo. Llovía. Mal empezaba su rutina.
Después de un desayuno basado en una gran dosis de cafeína, y una ducha de agua fría de más de diez minutos salió a la calle. Diluviaba. Además esa mañana volvía a tener aquel chispeante dolor de cabeza con el que amanecía todos los lunes.
miércoles, 2 de diciembre de 2020
El síndrome de Peter Pan
Miré el reloj y eran cerca de las siete. Me acerqué a la habitación principal y levanté levemente una de las grandes persianas que habíamos bajado para alargar una noche que no queríamos que terminara jamás. Dos rayitas brillantes enfocaron de lleno mis pupilas y sentí un escalofrío.
miércoles, 18 de noviembre de 2020
Hoteleros
“El turismo es eterno, es un sector que jamás morirá y aún menos en España, que, desde hace décadas, es uno de los países más visitados a nivel planetario. Tened por seguro que aquel que decida trabajar en el mundo de la hotelería, tendrá trabajo asegurado para toda una vida”. Esta era la frase con la que los profesores de 1º de Turismo inauguraban el curso y que retumbó en mi cabeza en marzo de 2020, año que plantó un ¡zas en toda la cara! a todos aquellos que no vaticinaron esta impensable, pero real pandemia, que nos ha sumergido en una de las crisis MUNDIALES (lo remarco ya que ciertamente alivia el tan repetido “mal de muchos, consuelo de tontos”) más devastadoras que ha vivido la sociedad desde que tengo uso de razón.
Pero antes de sumergirnos
en el río de barro de los tiempos que corren, retrocedamos y recordemos de
dónde venimos. A mi generación pertenecen aquellos que superamos los 30 pero seguimos
por debajo de los 40. Se nos conoce como Millennials, NINIS o simplemente “generación
perdida”, da igual el nombre, el concepto es el mismo. Si algo tenemos en común
es que la mayoría de nosotros tuvimos la grandísima suerte de poder estudiar
una carrera, formarnos con masters, doctorados, idiomas y mudanzas a Londres o
a Irlanda. Cuando por fin estábamos listos para despegar en el ansiado y
apasionante mundo laboral, nos dieron en la cara con el ladrillo de las crisis
de 2008, otra gran recesión que, en este caso, afectó principalmente a España. En
aquel momento, el que pudo sobrevivir (hablando en plata, aquellos con padres y
madres con pasta) pudieron salir adelante, los demás, tuvieron que “reciclarse”
o “reinventarse” cuando todavía ni siquiera habían sacado rendimiento a sus conocimientos
y habilidades. Aun así, con mucho tiempo, esfuerzo y creatividad, lograron ganar, o al menos
salir inmunes de la batalla.
Una década después de la hecatombe,
cuando todo parecía coger su ritmo y sintonía, llegó el Coronavirus, SARS2,
COVID 19 o también conocido como “el puto bicho malo” y nos confinaron en casa durante
meses. Presagiando la negatividad de la siguiente frase, la esquivo nombrando
algo positivo, ya que fue en este momento en el que tuvimos, por fin, tiempo.
Tiempo para pensar, para plantearnos cosas, para recordar, para ordenar la
biblioteca en orden alfabético, para disfrutar del café del desayuno sin mirar
el reloj, para dormir hasta las once si nos da la gana, para que los abrazos
con tu pareja fueran infinitos o para, por ejemplo, escribir sobre todo aquello
que me ha rodeado profesionalmente durante los últimos 10 años.
Volviendo al tema del turismo, tampoco borraré las palabras de uno de mis primeros mentores en el mundo de la hotelería: “este trabajo es para aquellos que están hechos de otra pasta”. Es una profesión sacrificada, en la que mientras todos descansan y están de vacaciones, tú les estás haciendo disfrutar de las mismas. Una forma de vida donde los planes son improvisados, quizás en Octubre en vez de Agosto, con celebraciones postergadas o perdidas, donde los cumples, aniversarios, puentes o roscón de Reyes se celebran de otra manera o incluso no se celebran.
Pero es un trabajo excitante en el que cada día ocurre algo completamente diferente
al anterior, que te permite relacionarte con todo tipo de personas constantemente,
donde eres un solucionador nato de problemas de cualquier ámbito, con los que
creces profesional y humanamente a medida que pasan las horas, donde los retos
están a la orden del día y tienes el placer de hacer que la gente disfrute teniendo una repercusión directa en su felicidad. Gracias a él, tu curriculum
añade nociones de psicología, coaching, enfermería, docencia, formación de
formadores, comunicador, chamanismo, hombre o mujer del tiempo, decoradora, embaucador,
investigador, CSI, celestina, actriz y muchos más.
Los grandes empresarios
dicen que si sabes dirigir un hotel, eres capaz de dirigir y gestionar
cualquier tipo de negocio. Y es que un hotel es un mini mundo que abarca
multitud de ámbitos, desde el mantenimiento de las instalaciones, la creación y
el diseño de productos, servicios y experiencias, marketing, comunicación,
sostenibilidad, relaciones con clientes, la contabilidad, la decoración del ambiente
y el lugar, la división de habitaciones, las ventas,…en resumen, la gestión de más de 15 departamentos
completamente diferentes uno del otro pero cuya implicación individual es tan relevante
que si uno de esos eslabones cae, toda la cadena se rompe. Cada día pueden
tomar decenas de decisiones que implican acciones de peso para cada uno de esos
departamentos. Se trata de dirigir una orquesta donde lo más importante son las
personas y que, por lo tanto, también conlleva un gran trabajo en cuanto a
gestión de equipos, motivación, formación, crecimiento y desarrollo de los
mismos y un largo etcétera. Y es por todo eso por lo que amamos la hotelería y,
por ello, personalmente, amo mi profesión.
jueves, 12 de noviembre de 2020
Mientras duermen
Un lugar en el que un individuo haciendo y diciendo gilipolleces vacias, sin contenido, tiene dos millones de seguidores que imitan su absurdo ejemplo.
Un país en el que una persona mediática que lo único que hace es hablar sobre los demás cobra treinta veces más que el medico que salva vidas a diario.
Un sitio en el que un corte de pelo de moda da más que hablar que el avance de la ciencia y la tecnología; donde la desconfianza, la crítica, los juicios de valor, la envidia y el cotilleo están a la orden del día, donde se mira con los ojos y no con el corazón, se aplaude al guapo y se insulta al feo.
Un lugar en el que las palabras son lanzadas al aire a través de un matasuegras y la manipulación inconsciente está a la orden del día.
Un lugar en el que abundan los catetos que
se creen cualquier mierda que aparece en cualquier absurda fuente de
información sin contrastar.
Un lugar en el que te hacen creer que algo es tu pasión para que
lo conviertas en misión de vida.
Y, sin embargo, a pesar de todo, amo este lugar, pero cuando todo el mundo está durmiendo.
miércoles, 4 de noviembre de 2020
¡Danzad malditos, danzad!
Llevábamos mucho tiempo esperando este momento, para ser exactos un año y veinte días que habían pasado silenciosamente durante la era COVID.
Teníamos muchas ganas de volver a pisar un festival de música y por fin había llegado el día, 20 de junio de 2021. Quede constancia que cuando hablo de un festival no aludo a emborracharse, a restregarse entre la gente, a drogarse como monos, NO, en absoluto, me refiero a algo totalmente diferente a los clichés… Me refiero a que se te erice todo el vello del cuerpo, a que cada sonido se introduzca entre tus venas corriendo por tu sangre, te posea y te haga flotar en el espacio entre bailes y sonrisas ajenas. Y es que hay temas y canciones que son como un peyote inocuo que pueden elevarte a los estados más elevados de conciencia; otros que te dirigen hacia la más tierna melancolía y algunos que incluso pueden llegar a hacerte sentir plena felicidad durante sus 6:35 minutos de duración.
Hay personas que no entienden las maravillas que conlleva el reggae, el jazz, el blues y sobre todo, la música electrónica. Dicen que eso es “chumbachumba” de niñatos que se drogan para soportar esos sonidos del infierno. Sin embargo, yo creo que, particularmente el Techno es el anticristo del absurdo y puto reggaeton. Y es que la desinformación y el desconocimiento llevan al camino de la equivocación y de los prejuicios. La masa está perdida. Es una pena cómo la cultura musical de este país (y de muchos otros) se ha convertido en…en “eso” (no quiero herir sentimientos).
Cuando la comprendes y la sientes, la música electrónica de
calidad es un arte capaz de mantenerte danzando durante largas horas, de
cambiar una tarde de desánimo en todo un jolgorio. Es incluso idónea para transportarte a momentos del recuerdo, modificar
tu espíritu y elevarlo.
Estábamos haciendo cola a
la entrada del recinto en el momento en el que se abrieron las puertas. Todas
estábamos expectantes. La música de uno de los tres escenarios al aire libre
empezó a sonar. Me apasiona ese momento previo a una actuación cuando, la
gente, nerviosa, se va acercando al escenario y…Pum!, el primer sonido de los
altavoces encendiéndose como un fogonazo. Pum! Se apagan las luces. Pum! los
visuales entran en juego…los aplausos, la expectación, una melodía de
introducción, el artista se acerca a la tarima, saluda, luces y de repente…PUM!
Todo el recinto estalla en masa, todas las personas saltan, cierran los ojos,
sienten, viven, se expresan bailando…y, veinte minutos después las sonrisas
invaden el espacio, sientes la energía de que todos somos uno, la unión entre
las personas a través de la música…es envolvente, te atrapa y, de nuevo,
vuelves a sonreír, a sentir que la vida son dos días y que hay que disfrutarla.
Y es que se nos está empezando a olvidar lo que era la vida antes del COVID y,
dentro de nosotros, no hay mayor deseo, de que todo vuelva a la normalidad y que bailemos juntos esta danza.
sábado, 31 de octubre de 2020
El garbanzo negro
“¡A comer!” – grito mi madre puntual como un reloj a las 15:00, horario que se seguía religiosamente en la casa desde que Ana tenía uso de razón.
Los primeros en sentarse
siempre eran los más pequeños y el último, cual cura que sale al estrado, el
patrón de la familia. Con un alargamiento de brazo para coger un trozo de pan,
el padre de Ana daba por inaugurado el almuerzo del día.
Ana tenía dieciséis años,
esa edad tan confusa que, si se pudiera, la eliminaría inmediatamente, dejando
un lapsus temporal entre medias, como una hibernación humana desde los doce
hasta los dieciocho. Y es que la adolescencia es una etapa que Ana siempre
recordará con verdadero pavor y repulsión, con un sentimiento de indiferencia
hacia sí misma, de rabia, de ira.
“Bueno Ana, ¿qué tal
llevas el trabajo de Ciencias, hija?” – preguntó la madre empáticamente y
rompiendo el hielo.
Ana estaba mirando hacia
el plato, concentrada en los garbanzos que nadaban entre la sopa y
principalmente, en uno negro que encontró.
“Ana, ¿puedes contestar a
tu madre y mirarla a la cara cuando te habla? Ana…¡Ana!...¡ANA!¡Estas sorda o
qué te pasa!” – gritó el padre enfurecido.
Cada vez que el padre de
Ana abría la boca durante la comida, los hermanos sabían que no iba a ser para
decirle a la mama lo buena que
estaba… Ninguno de los presentes quería que su padre abriera la boca mientras
comían y tenían mucha mesura en hacerlo ellos mismos también.
Ana miro con los ojos
ensangrentados a su padre, giró la cara hacia su madre y pronunció un simple,
“bien mamá”. Seguidamente dirigió una mirada al patrón y continuo haciendo más
larga su respuesta para satisfacerle “ya está casi terminado, lo entregamos el
lunes”.
No soportaba a su padre,
pensaba que era un puto ogro que se pasaba el día tocándose los huevos en casa
y tocándoselos a los demás, con especial tesón en los de ella. No le gustaba el
trato vejatorio que les daba principalmente a ella y a su madre. La última vez
que le vio darle un bofetón por contestar irónicamente a una de sus preguntas,
sintió como si esa mano hubiera rebotado también en su cara. Su padre le hacía
sentirse débil, indefensa y que no valía para nada. Nunca tenía una sola
palabra buena para ella. Era un amargado que hacía que su adolescencia
estuviera aún más cerca del purgatorio. Ana se sentía como el garbanzo negro de
la familia, como un mutante en una mutante en una peli de serie B. Se sentía
con el agua al cuello, a punto de ahogarse en los últimos suspiros.
“Ana, vamos, acábate el
plato y ayuda a tu madre a recoger la mesa. Siempre eres la última en todo…es
que yo no se si eres tonta o te lo haces” – dijo el padre de Ana mientras se
encendía el cigarrillo de después de comer.
Ana, sin mirarle, cogió
la cuchara, lentamente se comió las dos últimas cucharadas. Se quedó observando
al garbancito negro que había relegado primeramente a un lado y, envalentonándose,
se lo comió y se levantó de la mesa decidida a no volver nunca más.
miércoles, 28 de octubre de 2020
2020, el año de la rata
2020: el año de la rata. Del puto virus. De la devastación. De los cambios. Del autoconocimiento. Del no pensar en el mañana. De la resiliencia y la entereza. 2020, el año más raro de nuestras vidas y de las de aquellos que, lamentablemente, ya no están.
2020, algún día miraremos
atrás y entenderemos el poder que nos has concedido. El poder de, por muy cursi
que pueda parecer, valorar el amor por encima de todas las cosas, el poder de
entender y cuidar nuestra mente y salud como máxima prioridad. La
licencia de hacernos fuertes, de aguantar, de luchar, de no perder la fe, de
ayudar… La potestad de darnos cuenta de quien nos tiene en su cabeza y a quien
tenemos nosotros... de cuidar, de amar, de preocuparnos y de valorar a quien nos
rodea y a quien rodeamos entre nuestros brazos, sin guantes y sin gel, a pelo,
sin miedo.
2020, el año para quemar
todo aquello que ya sobraba dentro de nuestras vidas. Para reafirmar nuestros
valores, capacidades, vicios y virtudes. Para alejar las falsas lecciones de
moralidad de los demás, para criticar la falta de civismo de nuestra sociedad,
para alimentar egos maquillados de payasos y volver a apuntalar que la política
en nuestro país, aunque lo parezca, no es el peor mal que nos rodea. A veces
simplemente es nuestro vecino, nuestro compañero o algún familiar. Al fin y al cabo, un año
que nos está enseñando a aforar lo que verdaderamente importa por encima de lo
demás. Y a que nos resbalen cada vez más las opiniones en torno a tu
autenticidad... 2020… ¿Quién se lo iba a esperar?
Y no sé a ti, pero en el fondo (muy fondo) del agujero, encontré una luz que me llevó a encontrarme de nuevo con mi esencia y a hacer una de las cosas que más me gusta hacer desde que tengo uso de razón y, todo hay que decirlo, que en los últimos años había relegado a un segundo plano: escribir. Porque para mí, desde bien pequeña, escribir es vomitar, es sacar un trocito de tu alma, es una limpieza terapéutica que también puede curar a los demás con su lectura. Es descubrir, indagar, reafirmarse y al fin y al cabo, expresar.
Bienvenidos a mis textos y relatos “ a pelo”: ficción mezclada con realidad, vómitos
combinados con arena y sal del mar, palabras secas, directas, que expulso sin
más, sin ninguna intención oculta, sin un significado detrás.
Y para terminar, o bien,
para comenzar, Bukovski (uno de mis escritores fetiche) dijo que quizás estaba
loco, pero al menos podía volar… Pues en mi caso, a través de las palabras, que
caen sobre las teclas del ordenador como si fueran misiles de guerra, me siento
jodidamente igual. Y si te gustan bien y si no, coges la puerta y te vas.