jueves, 28 de junio de 2012

La señorita Deseo

La señorita Deseo salió del bar del Boulevard de los Capuchinos con una embriaguez digna de cualquier vagabundo que ha perdido la visión del mundo y se refugia en su cartón de vino infectado de sueños de vidas felices que ocurrieron hace mucho tiempo o que quizás tan solo son retazos de sueños que jamás se realizarán.
Al bajar la calle que lleva al Montmartre repentinamente se le ocurrió la idea de acabar con las penurias su vida.
Tras pasar varios cruces de caminos decidió que lo perfecto era tirarse al río con piedras en los bolsillos de su lujoso y sucio vestido. Es decir, suicidarse de la misma forma que lo había hecho décadas atrás una de sus escritoras más admiradas, Virginia Woolf.
Lo único que ella había querido en su vida le había abandonado por una puta del tres al cuarto que no valía más de tres francos la hora.
No deseaba seguir viviendo, no tenía esperanza, sabía que no podría seguir adelante con tan solo su recuerdo. Ya lo había intentado antes y esto le produjo una amputación del brazo izquierdo al intentar cortarse las venas con una máquina de la fábrica de fiambres de su tio.
No estaba dispuesta a sufrir más, esta vez él no volvería arrepentido, estaba segura.
Y tampoco podría aguantar 1 espera de más de dos años, como la vez anterior.
Llegó al lugar en el que las corrientes del río eran más salvajes y la conseguirían arrastrar hasta el mar para que nadie encontrara su cadáver y el jamás conociera la desgracia.
Buscó piedras y las fue introduciendo tenebrosamente en sus bolsillos. A la vez que realizaba esta acción su borrachera fue bajando progresivamente grados y más grados y comenzó a despertar de la pesadilla que había estado acechando su mente durante esa noche.
Empezó a amanecer. Iba a ser un caluroso día de verano. Ella adoraba el verano, era su estación favorita. El ambiente olía a flores y sexo, olía al olor de la juventud que tanto añoraba pero que tanto había disfrutado.
De repente se miró a sí misma y se quedó ensimismada en sus pensamientos.
Al minuto esbozó una gran sonrisa.
Después como si una mariposa se hubiera posado sobre su piel empezó a reirse a carcajadas. Rió fuertemente y con ganas verdaderas. Se rió de si misma, se rió de él, se rió del desamor y de las tonterías que se pueden llegar a hacer cuando 1 persona que amas abandona tu vida.
Se rió de todo y de la nada.
Se quitó su mascara de sufridora y caminó calle abajo disfrutando del olor del verano y sintiéndose orgullosa de si misma, más que nunca en su vida….

miércoles, 27 de junio de 2012

Me hago uno y nos vamos


-Está empezando a anochecer. Me hago uno y nos vamos ¿vale? Quiero llegar a casa antes de que la pequeña se vaya a la cama. No la vi en todo el día- dijo Ella mirando a su amiga.

Cuando Ella nombró a “la pequeña” se refería a la hija de su hermano. Desde que esta nació hace tres años habían vivido los cuatro en la misma casa. La cuarta persona era su cuñada.
Los padres había fallecido años atrás en un mordaz accidente de tráfico y Ella y su hermano habían sobrevivido juntos en la casa familiar.

-Me voy a ir de esta ciudad. Estoy ahorrando todo lo que gano para desaparecer de aquí durante un tiempo. Las cosas están muy mal, no hay futuro…- afirmó.


Sentadas en la colina del parque de al lado del bloque de edificios donde Ella y su amiga Cristina habían vivido desde la infancia miraban a lo lejos las sierras desnudas bajo el sol de Junio.

-Yo estoy intentando buscar un trabajo para este verano y también quiero irme, no se adonde pero aquí ya estoy harta de estar. Siempre es lo mismo, la misma gente del barrio, los mismos coches, los mismos capullos…-dijo Cristina con un punto de simpatía.

-Sí es cierto, Cris, es cierto- musitó su amiga.

Ella estaba terminándose el canuto en silencio. El sol empezaba a bajar, de frente a la montaña. El ambiente era cálido, sin ruidos, se olía cierto miedo mezclado con una tranquilidad engañosa. Cristina le pasó el mechero a su amiga y esta le pasó el cigarro, como un gesto de amabilidad.

-¿Sabes Ella? Creo que todo esto es un puta mierda. Me refiero a la vida, al crecer y todas estas cosas en general. Creo que no sirve para nada y que cuando muera todo habrá terminado- dijo segura de sí misma.

-Ya…¿pero para qué pensar eso no? Me refiero…vamos a vivir, a dejar de amargarnos ,que para eso estamos aquí- repuso Ella.

-Cada vez lo veo todo más absurdo. Todo. Empezando por la humanidad, es ridículo ¿me entiendes? Guerras, religión, hambre, payasos políticos, corrupción, celos, envidias, la fugacidad del tiempo, enfermedades, mierda, mucha mierda- dijo Cristina.

-Pues si todo es ridículo, ¡ríete y tómate la vida como una comedia!- respondió Ella.

- El problema es que yo no tengo sentido del humor y a mi la vida me parece un drama comercial- dijo Cristina con cierta tristeza y le dio la última calada al porro.

-Puedes cambiar eso- dijo Ella tratando de animar a su compañera.

-Pronto lo haré...ya te he dicho que me iré dentro de poco…- contestó Cristina con absoluta firmeza.

Ella la miró sintiendo una angustia dentro de su cuerpo, en lo más profundo, pero la vio tan plena, tan segura de si misma, tan transparente que no pudo contestar a su frase afirmativa; así que simplemente miró hacia el frente y deseó no perder la esperanza jamás.

El sol se puso, se subieron a sus bicis y pedalearon despacio hasta llegar a casa, sin prisa, con mucha tranquilidad, pues no era necesario llegar tan pronto al final.



miércoles, 20 de junio de 2012

La noche de San Juan, un año atrás.


El fuego quema los recuerdos, el agua limpia y purifica todo tu ser, tu interior y tu exterior. Esta es la primera noche de san Juan que no comparto entre amigos, alcohol y hogueras. No por ello es menos especial o melancólica, pues yo misma he provocado un pequeño fuego en la terraza, me he relajado con incienso e infusiones y he escrito las cosas q deseo borrar y lo que quiero alcanzar este año. Tiene gracia, pues el deseo que pedí el año pasado se cumplió y este año lo que quiero quemar y olvidar es todo lo que ocurrió por culpa de ese deseo. Hay que tener mucho cuidado con lo que se pide. Yo este año he sido más egoísta , en vez de centrarme en una persona, en la única persona en la que me estoy centrando es en mi misma.
Libertad, independencia económica, física y psicológica…¿qué más se puede pedir?
Y finalicé la noche con una ducha que lo limpia todo, un porro y el álbum entero de Cristal Stils en mis oídos evitando así también el “dulce ronroneo” de los enormes mosquitos malteses.

lunes, 18 de junio de 2012

Lo que me dijo Walt Whitman...


Cuando la mente se queda en blanco, el cuerpo echa a volar.
Relaja el cerebro, elimina los pensamientos. Eres solamente un cuerpo cargado de alma. Unas manos, unos pies, el pecho ensanchándose, la garganta tragando saliva. Vomita las ataduras, suelta los engranajes de tu mente.

Vacíate, sí…es ahora cuando realmente sientes tu libertad. La ausencia de ti, el cuerpo flotando en gravedad cero, ligereza absoluta.

Mueve tus brazos, salta, estira cada músculo de tu cuerpo, siente tus manos, tus piernas, como si acabaras de descubrirlas. No te pudras, usa tus dedos, tu cuello, tu miembro…Baila, sonríe, déjate llevar en una danza de los sentidos. Coordina tu olfato con el gusto que te ofrece cualquier delicia terrenal, física o material.

Respira, huele, saborea, palpa…canta, utiliza tu voz para gritar que estas vivo!!¡¡estoy viva!!!

Qué mayor delicia que el canto a sí mismo, a lo que no es y pertenece al cuerpo, a sentir con la coraza que te protege , al caparazón que te define y te hace ser quien eres

domingo, 17 de junio de 2012

En el sur

Al final del pasillo, luchando contra las estanterías de libros viejos, y cintas cassette de muchos años antes de que nosotros fuéramos un proyecto en las cabezas de nuestros padres, se encontraba la mejor habitación de la casa.
Era un espacioso habitáculo bañado en una luz roja gracias a una de esas lámparas que suelen utilizarse en los antros movidos por el vicio y el dinero, que al fin y al cabo son la misma cosa. Dos ventanales que miraban al sol estaban con la persiana a medio bajar, lo suficiente para que pudiera escucharse el canto de los pájaros que empezaban a piar a esa hora del final de la noche.
En el suelo un tocadiscos rodeado de cajas de vinilo grabados por dioses de la poesía, por Adonis ensangrentados.
En paralelo a todo esto se encontraba la completa comodidad enmarcada en una cama de matrimonio para una persona y por supuesto sin hijos.
Alrededor de toda a habitación había tres espejos situados en la posición adecuada que marcaban aquellas intempestivas horas de la noche. Una mesita de noche compuesta por un cajón cargado de preservativos estaba pegada al lado derecho de la cama, todo ello visto desde mi punto de vista, pues me hallaba en el lado de la cama de la mujer. Invadiendo un poco su lugar con mi posición oblicua estaba el tumbado conscientemente a mi lado. Y entre nosotros la reina. Una gata de menos de un año que estaba necesitada de cariño. Tal vez como nosotros dos. Que terminamos insconscientemente encerrados entre esas paredes que gritaban a los besos y a los abrazos que nunca llegaron a llevarse a cabo. Nos fundimos juntos entre la música, sin mas palabras que el canto de los pájaros y los llantos de Neil Young. Quizás era suficiente para la primera noche que él y yo compartimos cama y magia en una inesperada y cálida noche de primavera.

sábado, 16 de junio de 2012

Manifiesto contra la muerte


Pensar en las pérdidas me supone un vacío existencial cargado de pesar. Incluso me mata pensar en mi propia muerte. A veces imagino mi funeral y las caras de las personas que me quieren. El tremendo pesar que podría causarle a mi madre y a mi padre. Creo que no lo podrían soportar. Espero que nunca tengan que sufrirlo. Ya estaré yo para ello si el reloj cronológico funciona bien.

A veces me siento con miedo y pena. Se me revuelve el estómago al pensar en la vida. Esa vida cercana a la muerte, ese pesar, esas cuestiones incuestionables que me convierten en una persona angustiada.
Me quedaría debajo de la sábana muchas mañanas en vez de levantarme. No me atrevo. No quiero sufrir. No quiero hacerme vieja, temo a la enfermedad y a la muerte como principal enemiga de la vida.
Me cago al pensar que la persona que amo se irá algún día, y es que hay muchos tipos de muerte, no solo la física.

La vida me duele, me va marcando, me frustra, me hace crecer y continuar. Es la llama que llevamos dentro la que hace que nos pongamos en pie cada día.
Pero yo no quiero morir. ¡¡No me quiero morir!!Ni vivir la muerte de las personas que más amo.
MIERDA MIERDA MIERDA Y MIERDA, ¿POR QUÉ NOS TENEMOS QUE MORIR?Yo no quiero convertirme en cenizas. No quiero sentirme como una minúscula hormiga. Tengo miedo de desaparecer, tengo mucho miedo de perderme en la luz.

viernes, 15 de junio de 2012

El nuevo inquilino de mi cabeza



El paso del tiempo puede vencer la batalla contra el olvido. Un buen día todas aquellas lágrimas que derramaste se secarán repentinamente con un cálido soplido proveniente de una boca ajena.
Entonces te das cuenta de lo absurdo que ha sido y sobre todo, lo absurdo y estúpido que has sido tú mismo en desperdiciar el tiempo derramando tu tristeza y llantos sobre aquel chico que te clavó una espina ya extraída.
Pensándolo bien ese escozor no sobra en tu vida. El lamento ante una desilusión viene bien a la hora de formar el alma. De todas maneras, podría haberme ahorrado la mitad de las gotas de agua salada que poco a poco desbordaron mi mar. Hubiera evitado la deshidratación mental y habría ganado un par de sonrisas. De sonrisas como la de el nuevo inquilino de mi mente. Ese que me ha hecho borrar las cicatrices de mi cuerpo. Los arañados, los cardenales, las magulladuras provocadas por un afín inadecuado. Después de cinco años él ha conseguido lo que una decena de hombres han intentado con esmero.
Y de repente me encuentro en una habitación en la que me encuentro a gusto, recogida, sana. Con unos besos que me erizan el alma. Una agudeza corporal digna de un maestro del esgrima. Calculado, sentido, hiriente de pasión y sexualidad…Estoy bien, me encuentro muy bien. De hecho hace días que siento ese ahogo estomacal que me propuse no volver a sentir en un largo tiempo. Pero es inevitable, una guerra entre cabeza y corazón tan fuerte como la del eros y el tanatos. Es un acto mordaz a la par que excitante. En el fondo no es algo nuevo para mi, porque estas situaciones han sido vividas repetidas veces a lo largo de estos años de curación. Siempre es lo mismo, pero a mi no me lo parece. Creo que nunca he sentido algo tan extremadamente fuerte, peligroso, excitante…simplemente bonito.
Me gusta, me agrada sentir sus manos por mi cuerpo, su lengua, su aliento en la nuca. Que me abrace al dormir, que me susurre al odio y que me lleve de viaje a la luna. Es perfecto, aunque la palabra perfección nunca se ha encontrado en mi vocabulario.
Pero tiene una fecha de caducidad cercana, como siempre. La distancia, el tiempo, los proyectos van a separar algo mágico digno de ser narrado en un cuento de hadas, solo que el final en este caso no será feliz. El tiempo juega con ventaja contra mi y me da sustos en cada esquina oscura. Se acerca sigilosamente a mi como una sombra en la oscuridad y eso me da miedo, me apabulla, me da ganas de gritar.

Sus ojos me miran, sus manos me desean, lo noto, en su voz, en su aliento, en su risa. Me toca como si fuera la primera vez que toca a una mujer.. Nos compenetramos a la perfección en un baile que bien podría estar en la categoría del tango. Somos una pareja rítmica, juntos formamos una melodía única y especial. Somos una canción de Jimmi Hendrix, improvisada, sentida, poesía en el aire, poesía en sus labios, poesía en su mirada, en sus dedos. Me está descuartizando el corazón con sus versos.
 Mi piel se eriza y no puedo evitar sentir escalofríos cuando me acaricia suavemente en las cálidas noches de verano. Una ambiente único, pleno, feliz, naturaleza humana en plena ebullición. Me pasaría la vida con el dentro de mi, aunque sea dentro de mi mente.

miércoles, 13 de junio de 2012

Juan Pequeño...(una quijotada actual)

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”– leyó Juan, con voz acompasada y dramática, tratando de imitar a los juglares de la Edad Media.
Todos sus alumnos le miraban desbordados, unos en risas, otros con intriga. “El Quijote” era el libro que iban a leer en este trimestre primaveral. Según Juan, el “profe”, las historias narradas en la obra son ingeniosas hazañas dignas de admiración. El protagonista de las mismas es un interesante caballero errante, que aspira al heroísmo, tal y como opina la mayoría de los niños de la clase de primero de E.S.O.                                                                                                                
 Juan es un joven  amante de las novelas, que siempre está animando a la lectura y a ver quien es el primer demócrata en alzar su apresurada mano tras la pregunta “¿quién lee?”. A su vez, es un gran intérprete y constante narrador de historias caballerescas, especialmente en el tiempo de recreo.

El timbre sonó, todos cerraron sus “quijotes” y se levantaron del pupitre algarazados. Los pequeños y fieles Sanchos Panza se reunían en círculo en torno a él, mirándole con ojos bañados en locura e ilusión; sabiendo que esas historias son delirantes, pero al mismo tiempo deseando vivirlas en sus pequeños huesos de blanda cera. Escuderos firmes ante el ataque de otros niños que juzgaban al cuentacuentos definiéndole con las palabras más fácilmente pronunciables y difíciles de interpretar: “loco” y “soñador”.
Cual trovador cortés, Juan contaba historias de espíritus caballerescos y héroes de cruzadas que dejaban a los menores que él con deseos de que llegara la misma hora del día siguiente, su parte favorita de la jornada. El protagonista de estas imaginativas leyendas se llamaba, Don Quijote. Y digo “se llamaba” y no “es”, pues la verdadera identidad de este hombre al finalizar la historia por vosotros mismos descubriréis.
En el pequeño espacio donde se reunían (una esquina del patio “de los mayores”), todos iban sentándose de rodillas en el suelo como Juan emprendía, ya se sabe, “cuando a Roma fueres, haz como vieres”.
 Los niños esperaban con impaciencia el comienzo del relato. En silencio observaban a su estimado narrador, cual hambrientos perros en un bosque oscuro al acecho de las presas nocturnas. Y, por fin, comenzó la historia:
« Don Quijote era un cortés caballero, con aires de supervivencia en un mundo loco en el que nada es lo que parece. Su sobrenombre era bien sabido por todos los lugareños: El panadero.
Tenía tal destreza manual que era capaz de hasta provocar sonrisas en las señoras más mayores, hurañas y tristes del lugar.  ¿Su truco? La mezcla de harina de trigo recién segado, leche fresca, huevos de corral, levadura y chocolate de África, entre otros sencillos manjares ›› – pronunció Juan dejando en la imaginación de los niños una píldora cargada de los olores definidos.
‹‹ Con estos ingredientes preparaba recetas que hacían las delicias de niños y mayores.
La panadería de Juan era bien conocida en los alrededores. El boca a boca emergía día tras día con frases como: “Tiene unas rosquillas de chuparte los dedos” o “las mejores torrijas que he probado nunca las hace el panadero”. Trabajo digno en mi humilde opinión, el que provoca una sonrisa en el cliente (y un par más de kilos, todo sea dicho).
Don Quijote llevaba toda la vida regentando el local. Había crecido rodeado de dulces olores y más de la mitad del día con harina en los ojos. Su bisabuela le enseñó los grandes trucos de la repostería tradicional antes de morir, y la hija de esta le mostró cómo llevarlos a la práctica con absoluta perfección.
Amaba su trabajo, tanto y casi como a su familia. Su mujer mostraba el mismo amor hacia la cocina, aunque estaba más especializada en lo salado. Era normal, pues las mujeres andaluzas prefieren un pescado marinado a una magdalena de chocolate.
Al que si que le apasionaba el azúcar era a su hijo Juan “pequeño”, fiel a sus prodigios con la espátula e imitador nato de sus gestos de cortesía con sus clientes.›› – dijo Juan guiñando un ojo a los oyentes.
Todos los chavales estaban disfrutando con este comienzo, miraban al relator con ojos de ilusión y expectación. Disfrutaban más de la historia que de comerse una de esas napolitanas recién hechas con chocolate caliente.
Juan continuó: « El sueño de nuestro héroe era que ese templo de la bollería perviviera tras su muerte. Deseaba que su tocayo mantuviera lo que tanto esfuerzo le había costado crear.
Un día, los malvados “hombres de plata” llegaron a la tahona. Con largas alabardas, amenazaron al patrón diciéndole que debía cederles su establecimiento, puesto que un gran castillo para el gobernante habían de construir en ese terreno. Don Quijote batió en cólera, pero a su edad, poco pudo luchar y en este caso la historia acabó mal.
Los hombres de las lanzas apresaron a Juan por negar y negar  y destrozaron el lugar convirtiéndolo en un castillo para el Señor de la Tierra. Desde entonces, nunca más un bollo volví a cocinar y a otra cosa me tuve que dedicar. ››
 En ese momento el timbre sonó, los niños protestaron ante la tristeza del final, pero el profesor finalizó diciendo que  “¡así es la vida real!”.

Ciertamente, este adalid apresado es el padre de nuestro contador de historias o soñador, Juan “pequeño” y desafortunadamente el bonito final que hubiera deseado para su propia crónica no fue más que un sueño altruista, de esos que van corriendo por el aire de las calles de cualquier lugar de la Mancha o de Madrid mismamente, en cada acera, en cada barrio, en cada casa, inclusive en la vuestra propia.






martes, 12 de junio de 2012

No creo en el cambio social....(historias de amor infiel)

Siempre he pensado que los grandes cambios empiezan por la transformación de uno mismo, de su interior, de sus deseos, de sus visiones que desembocan en una metamorfosis de la actitud acorde a sus ideales. Y eso es algo muy difícil de llevar a cabo por algunas personas un tanto…¿cómo decirlo fácilmente…?Idiotas. Es decir, si un día descubres que odias que se maten animales para hacer abrigos de piel, no olvides que la palabra “visón” significa “búfalo” y esto a su vez quiere decir que tú también llevas encima de tus espaldas un mamífero que encontraste el mes pasado en una tienda cara, en pleno periodo de rebajas.
Pero ¿qué puedo esperar de la gente si yo soy la primera que no cree en el cambio social? Tengo una visión de la raza humana formada por un buen pedazo de nietschismo y un trozo más pequeñito de misantropía, .
“Sí, es verdad, todo cambio empieza por uno mismo”- recordé esta mañana después de haberme ventilado una cajetilla de tabaco y veinte euros de hachís. Llegué a sacar esa conclusión cuando llegué a casa y recordé palabra por palabra la discusión que había tenido con J en el bar.
J era mi ex pareja. Siempre andábamos riñendo, inclusive una vez terminada la relación..nunca comprenderé por qué lo hicimos, me refiero a por qué rompimos, pues al fin y al cabo era la misma mierda y al menos, lo  bueno que tenía el estar juntos era que follábamos todos los días.
Fue una dura ruptura para mi, pues, en este caso fui yo la víctima (bueno, esto según mi subjetiva visión, todo hay que decirlo). Está bien, acepto que yo era un poco neurótica, gritaba mucho, le pegué un buen sopapo en la cara y le rayé el coche de lado a lado…pero todo esto fue una consecuencia  al enterarme  que se estaba acostando con otra mujer y en nuestra cama.

En fin…historias de amor,  historias para no dormir..con personajes complicados, que somos los propios culpables de echar a la mierda preciosos sentimientos fértiles y perdurables de una relación. Seres llenos de orgullo y rencor, de envidia y odio, de cuestiones sin resolver, de vacío existencial....seres llenos de mierda, pelotitas de caca que rebotan contra el planeta tierra originando grandes agujeros. Ejércitos terroristas que destrozan a la tierra por ese agujero. Centenas de asesinos hurgan en el y destruyen poco a poco los respirables aires de sensibilidad, simpatía y amor que algunas pocas criaturitas creadas de la nada aún llevan en sus corazones. Pero bueno, vayamos a la cita con mi ex y dejemos los problemas para los amantes.

Habíamos quedado para ir al teatro y charlar acerca del pasado con una cerveza de acompañamiento. Vamos a ver, seamos sinceros…Queríamos acostarnos. Ese era el verdadero objetivo. Miento…mejor dicho, él quería follar y a mi me hubiera gustado que me lo propusiera.

Como siempre, yo llegué pronto a la puerta del bar, estaba un tanto nerviosa y al ver que él todavía no estaba por ahí decidí repetir el camino “coche-puerta del bar” unas seis veces hasta que a la séptima la cagué y me pilló entrando en el coche:
-“¡Ey Bea!Siento el retraso, he tenido lío en el curro, ¡no te vayas!” -gritó J corriendo hacia mi desde la acera de en frente (por temor a quedarse sin echar un polvo esa noche, estoy segura).

Decidí no excusarme. 1-0, él gana. “No te preocupes, anda que no has tenido que esperarme tu a mi veces” -le dije sonriendo.

Le miré de arriba abajo en cuanto se descuidó. Estaba igual que siempre. De hecho reconocí perfectamente los pantalones rojos que llevaba. Los mismos que se puso en aquella celebración de mi cumpleaños, meses atrás, exactamente el día que descubrí que se había acostado con una compañera del trabajo. Del mío. Pero:  “si me fui a su casa, estaba en la cama con ella en pelotas y ni siquiera se me levantó”. Así que me lo tuve que tomar como que “no fue nada grave… “.Y aquí es donde aparece el sopapo en la cara que he mencionado al principio de la historia.

La verdad es que me cabreó mucho que llevara esos malditos pantalones y mi rabia empezó a crecer por debajo de mi cuerpo salvaje. La sentía saliendo a borbotones por la boca , lanzando burradas que ni siquiera la tía más choni del mundo se atrevería a pronunciar. Estaba ardiendo de rabia y de dolor y tuve que hacerlo antes de que me diera un síncopa. Aunque esta vez, en esta cita acordada años después, venía en son de paz. Asi que me la tragué entera con una calada.

Entramos en el bar. La luz era tenue. Unas seis mesas poblaban el apetitoso lugar. Él había reservado una mesita  llena de velas rojas que, por así decirlo, incitaba a la pasión.
Nos sentamos y J, seguro de si mismo y sin ni siquiera consultarme, pidió una botella de tinto y dos copas.
“Vaya…esta vez si que se lo está currando- pensé”.
Desde que lo dejamos, (o lo dejé, o bueno, mejor dicho me dejó él solito en el momento en que le vi comiéndose a esa zorra) quedábamos cada dos o tres meses. Bebíamos en algún bar perdido en medio de la nada y acabábamos en la cama de cualquier hostal. No era una consecuencia del alcohol, era un objetivo previo. El sexo entre los dos fue y es el mejor de toda mi vida.

Empezamos a beber y a hablar de cosas formales, de los trabajos, los estudios, los viajes….Estaba siendo una de las mejores conversaciones que había tenido con él desde hacía meses. J estaba espléndido, gracioso, tierno, simpático, atractivo..hasta le veía tan guapo como cuando me enamoré locamente la primera vez. Pero de repente, llegó la hecatombe con la segunda botella de vino:

-“Me caso”,-pronunció súbitamente J.

Me empecé a reir sonadamente, me lo estaba tomando a broma, estaba tan chisposo esa noche…Y no, lo único que estaba era felizmente enamorado. Tanto como para casarse.

-“Sí, el 10 de abril, con Sara, una chica que conocí hace 9 meses. Y sí, no hace falta que lo digas, la fui infiel contigo un par de ocasiones. Pero no quiero hablar de eso, está olvidado, ambos sufrimos mucho”- dijo J.

Mi cara no tenía descripción posible. Intentaba fingir una mirada de alegría y aceptación, de aprobación. Casi me ahogo al intentar hablar de lo nerviosa que estaba.

-“Bien, me pilla muy de improviso, pero, si eres feliz…brindemos por ello”-dije interpretando un papel digno al Goya, al Kafka y si apuras hasta el Oscar.

-“ Sí. Soy más feliz que en toda mi vida”.- Exclamó J ciego ante mi falsa expresión.

Y brindamos. Y volvimos a brindar y él no dejó de hablar de ella y yo no dejé de hablar de Pablo, mi chico imaginario. Y la verdad es que por las cosas que decía sobre ella, la chica tenía que ser maravillosa, un cielo, una princesa encantada y no de las de cuento, si no de las verdaderas.

Me empezó a dar mucha envidia. Me hubiera encantado estar en el lugar de esa preciosa (hay que reconocerlo, la vi en unas 200 fotos del facebook) y atenta chica. Así que para hacer frente a mi angustia existencial seguí bebiendo.

Llegó un momento en el que me di cuenta de que ambos estábamos completamente borrachos. Me refiero a que llegamos a ese punto en el que no éramos capaces de andar sin tambalearnos y ni siquiera de pensar con fluidez. Las luces rojas del bar, el calor del alcohol, él sentado al lado mía, tan guapo, tan feliz…

Como en toda borrachera legendaria, empezamos a recordar situaciones pasadas. Él me volvió a desvelar que en “aquella época” estaba colgadísimo de mí, que se moría con mi boca, mi pequeñita nariz y mi “acojonante” culo.
Y se acerco a mi y me miró con ojos de deseo. A J también le gustaba mi sonrisa, el tono atractivo de mi voz, y, estoy segura de que mi nueva camiseta de los Stones le llamó la atención positivamente.
A mi él me encantaba, lo que no me hacía tanta gracia era la idea de que tuviera novia y aún encima que fuera a casarse con ella. “Buah, no pasa nada,seguro que yo le follo mejor y que cuando lo hace con ella recuerda nuestros salvajes polvos”- pensé.

Nuestras caras se encontraron de frente debido a un movimiento desequilibrado de las copas  y con una gran sonrisa empezamos hablando de lo bien que lo pasábamos juntos y acabamos con una conversación sexual. Mientras, el tono de la misma iba subiendo, con indirectas por parte mía. Deseaba tenerle de nuevo conmigo.
Sé que no debía hacerlo, que, por mi propia carne había sufrido el dolor de un hombre infiel, pero, el alcohol me dejaba separarme de mi idea pacífica. Él luchaba por evitar el pecado, intentaba no caer en la tentación.

Salimos del bar. Había cerrado con nosotros dentro y el dueño, un yonki del speed estaba abriendo de nuevo para cambiar los gin-tonic por cafeses.

Debajo del árbol del que estábamos esperando, supuestamente al primer autobús de la mañana (ya habían pasado dos que iban camino de nuestras respectivas vidas) un insecto, como un gusano, se posó sobre la cabeza de él. El gusano de la maldad, de la muerte, del engaño. Iba recorriendo toda su cabellera. Yo observaba su movimiento con cada palabra que decía, mis ojos tras las gafas de sol lo seguían inquietos. Me daba asco. Y él también.
Entonces, no se por qué, de repente, decidí dejar el juego , la maldad, el atrevimiento y dejarle a él y a su mujer en paz. Supongo que el alcohol terminaba de diluirse en mis venas.” Cada uno con su vida, porque si juegas con fuego, algún día te puedes quemar. “
Nos despedimos con un gran abrazo y me autodeseé mucha felicidad y amor.

Ahora creo que hice bien. Siempre he creído en la ley del karma y en que todo lo que sube termina por bajar y viceversa. Ahora todo está bien y se que algún día volverá a estar mal. El ciclo sin fin, como dirían en El Rey León.
El cumplimiento de esta absurda e incomprensible ley del bien y del mal es algo que he ido comprobando a lo largo de los años y que ahora se ha incrustado en mi piel. Me rijo por esa norma y me muevo en torno a ella.

Se que la vida es algo extraño y sin sentido, por el momento, hasta que gane la batalla del descubrimiento y consiga el preciado tesoro del saber, pero mientras tanto jugaré con el karma y la bipolaridad.

Y es que hace unos seis meses todo era una mierda, nada tenía sentido, y yo me estaba echando a perder….
 Eso sí, sigo sin creer en el cambio social, aunque sí en el de uno mismo. Porque todo gran cambio, empieza por el tuyo propio, por tu actitud, por saber decir no cuando hay que hacerlo, por salir a las calles, por protestar por lo que realmente te mereces y te están quitando… La lucha social es como el amor, o lo mantienes o termina desapareciendo.

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