sábado, 16 de febrero de 2013

Él y ella



A él le gusta mantener el orden, que todo esté dispuesto de una manera impecable; limpieza en profundidad de la habitación cada dos días, la ropa ordenada por colores y textiles, los papeles archivados por orden cronológico y las tarjetas de visita por orden alfabético.
Le gusta dormir con un vaso al lado de la cama, en la mesilla de noche y un pañuelo debajo de la almohada, por si el frío del invierno le ataca con alguna molesta mucosidad en medio de la noche.  La puerta, siempre a medio abrir, con la luz del pasillo encendida y la persiana subida (para evitar que cualquier caco cometa un acto vandálico). Al lado del vaso de agua también un bote de jarabe para la tos, unos caramelitos mentolados y una linterna de mano, por si se va la luz. Se arregla las uñas una vez cada cinco días. Se las corta, se las lima y se echa zumo de limón para mantenerlas más fuertes. No soporta el olor de la carne frita, por lo que, desde hace un par de años se alimenta a base de verduras, frutas y lácteos. Sale a hacer jogging mañana sí, mañana no; nada más levantarse, sin desayunar se calza sus zapatillas de marca y se recorre cinco kilómetros y medio,  después una ducha y un desayuno rico en calorías. A media mañana una fruta y por la noche una cena ligera.
No le gusta hacer el amor las noches antes de tener una reunión importante o de presentar un proyecto. Prefiere guardar sus energías para cosas más importantes.
Ella sin embargo, duerme sin almohada, sin pijama y tiene al lado de la cama, en el suelo, una botella de plástico de hace más de un mes, llena de agua del grifo. Hace semanas que no cambia las sábanas. Duerme con la puerta cerrada y el ordenador encendido, le gusta cerrar los ojos y escuchar cualquier cosa, aunque sea una película japonesa en versión original. A veces, se olvida de cerrar la puerta de su casa con llave, no tiene miedo a los ladrones, que entren, total, no tiene nada de valor demostrable.
La mesilla de noche la adornan un cenicero lleno de colillas, un mechero y papel de liar. A veces se duerme con el cigarro en la mano. Una vez casi quema su cama y la casa entera. Ahora se ha comprado unos cigarrillos de esos que se apagan automáticamente al minuto. Muchas veces se masturba antes de dormir, le ayuda a liberar tensiones inoportunas y la falta de pareja  desde hace años le hace practicarlo bastante a menudo. No tiene pudor ni vergüenza alguna en reconocerlo.
Se suele levantar pasado el mediodía, pues trabaja hasta altas horas de la noche. Su desayuno es un cigarro y un gran vaso de agua. A veces practica algo de yoga, otras se va al parque a fumarse un canuto en soledad, mirando como las madres juegan con sus hijos, sonríen y se colman de amor. Ella inhala el humo y envidia la felicidad de los demás.
Un día, en ese parque él y ella se encontrarán de manera fortuita y comenzaran un viaje sin soledad, plagado de manías y de turbulencias, que les hará a los dos alcanzar el equilibrio cuya búsqueda ambos ignoraban.
Ahora en la mesilla de noche hay una caja de preservativos y una botella de agua de vidrio. Ambos duermen desnudos y salen a correr juntos todas las mañanas.

sábado, 2 de febrero de 2013

Pues así.


Soy Alba, una chica, o mejor dicho, una mujer de 26 años. No se lo que quiero, pero sí que se lo que no quiero. En los tiempos que nos rodean con su halo de frustración, conseguir saber algo es un gran logro.
 No quiero pasarme la vida en un trabajo de mierda, con una hipoteca, un coche, un televisor y los fines de semana en centros comerciales. No quiero que se aprovechen de mi ni perder el tiempo rodeada de gente que tras cruzar la esquina habla acerca de tu persona hasta que notas que te estallan los oídos. No quiero vivir siempre en el mismo sitio ni comer siempre lo mismo. No quiero terminar vendiendo mi cuerpo en cualquier esquina, o en cualquier despacho de alguna productora audiovisual por conseguir el pan de cada día. Y mira, diciendo esto acaba de pasarse por mi corazón algo que si quiero, que se me respete, a mi persona y sobre todo a mi trabajo, que se me valore por lo que soy y he conseguido en estos años y sobre todo que pueda sacar todo lo que llevo dentro, que me dejen expresarme creativa y sentimentalmente, que mis ideas puedan fluir por el aire y materializarse y cobrar vida y celebrarlo con champán (que no me gusta , pero siempre queda chic en una celebración).
Muchas veces lo que quieres es tan obvio que te olvidas de ello.  Otras tantas lo que tienes es lo que en un tiempo quisiste y ya no aprecias ni solemnizas. Así somos los seres humanos, tontos, en general, idiotas en particular.

Me gusta mucho comer, me llevo bien con mi cuerpo y no me engorda ni con cuatro kilos de tortitas con nata y chocolate. Cocinar es un placer manual que conecta con el orgasmo cerebral en el momento en el que tu creación roza el paladar y ese sabor específico en el que tú has tenido bastante que ver se diluye a través de tus papilas gustativas, tus dientes sienten el tacto y la lengua saborea con gusto demostrándolo y agradeciéndolo con un eructo final.
Soy una persona cambiante, no tengo paciencia para las cosas largas, pero me he propuesto ganarla escribiendo un libro que todavía no he comenzado más que en mis deseos internos. También tengo la intención de correr una maratón a final de año, así que en este caso, más que paciencia lo que tengo que ganar es voluntad (y mucha) para salir a correr todos lo días en pleno invierno madrileño a -1 grado de temperatura (podría ser peor, siempre todo podría ser mucho peor).

A veces pienso en la muerte y en la desaparición, entonces me aterro, paralizo y bloqueo completamente mi cerebro. Me siento perdida y asustada, aunque la teoría budista de la reencarnación me ayuda a sobrellevar estos sustos repentinos con los que me azota la vida. Pero..¿es natural no? Tengo que aceptar que la muerte sin vida no es muerte y al contrario. Y que todo sirve para algo. Ese es mi lema: si algo pasa ha sido porque tiene que pasar. Es una especie de justificación cósmica ante las hecatombes del día a día.

Por lo general suelo ser alegre y social, aunque en el fondo me apasiona la soledad. Me gusta pensar, me gusta tener momentos para mi solita, para aterrarme con malos pensamientos o babear con ensoñaciones caribeñas y soleadas.

¿Y qué más decir de mi? Puedo finalizar diciendo que soy muy circular, muy cambiante, ahora arriba, ahora abajo, ahora vuelvo, ahora me alejo. Pero supongo que todos los seres humanos tenemos un poquito de esto, pues los ciclos de la vida son circulares y nosotros estamos metidos en ello cual hámsters en una de esas ruedas introducidas en una jaula, que no para de girar y girar. Yo solamente espero no vomitar más.

domingo, 13 de enero de 2013

¿Qué pasaría si todos los habitantes humanos de la Tierra saltaran a la vez?


Anoche tuve un sueño bastante inquieto, no tanto en el acto que se produce al dormir como en el sustantivo que lo atestigua. Me desperté asustada de un golpe, mis ojos se abrieron y la oscuridad les asoló. En ese mismo instante noté que estaba sudada y la primera reacción que tuve tras sentir la brillante realidad de la nocturnidad en una habitación, me volví de espaldas buscando el calor de la trasera de mi amor y empecé a recordar.

En el sueño yo estaba en mi casa de veraneo, con una amiga a la cual no reconozco como tal, ni siquiera le pongo cara, pero siento que era amiga. Sí, lo noto, era una buena colega. Es algo que no se puede explicar con palabras, así que no voy a intentar compararlo con nada más, pues serían letras echadas al aire.
En el sueño, la luz era tenue, de interior noche y mi amiga y yo nos disponíamos a irnos a la cama, (repito, mi amiga, no me gusta acostarme con amigas, ni siquiera en sueños). En ese momento, en un punto en el techo apareció una especie de verruga colgante.
Era T, una chica por la que sentía mucho, ¿cómo decirlo? Repugnancia y algo un poco más suave que el odio. Era ella, pero no la veía, pues jugaba el papel de un espíritu malvado que venía a joderme la noche y a no dejarme dormir representado como una verruga estalactita pegajosa pegada al techo. Sí, se que suena raro, pero los sueños son así, y si no, solo hay que ver algún cuadro o entrevista al maestro de los sueños, Dalí. Al momento comenzaban a aparecer más verrugas y mi amiga se sentía preocupada. Los cajones de la mesa se abrían y se cerraban, las cosas se movían violentamente y pasaban cosas del tipo “película de terror para adolescentes asustadizos”. Harta ya de tanto mamoneo, cogí a mi amiga y fuimos a ver qué eran esos ruidos tan extraños que provenían de la cocina…"¿qué estará haciendo ahora T?"- Me preguntaba yo silenciosamente con auténtico interés. Abrimos la puerta de la cocina y en la lumbre había una bandeja de patatas fritas asándose en el aceite ardiente y al lado una docena de huevo aún cerrados. Mi amiga dijo: Bueno hija, si al menos nos hace la cena pues genial ¿no? No había resignación posible. Yo asumí con la cabeza. Ahora no paro e intentar buscar un significado subconsciente a lo de los huevos y las patatas….

Volví a la habitación y T empezaba a comportarse ya como en una peli de terror de las buenas, para adultos, las no recomendadas bajo ninguna circunstancia para menores de dieciocho años. Empecé a sentir miedo y desesperación y le preguntaba por qué me estaba haciendo esto y ella no tenía respuesta, solo sonreía como queriendo decir: soy mala y solo lo hago por joder, porque me da la gana. Y ahí, con el miedo metido entre los huesos y el sudor me desperté sobresaltada, y con perdón, acojonada y preguntándome : ¿qué pasaría si todos los seres humanos de la Tierra saltaran en el mismo momento, a la misma hora?


lunes, 7 de enero de 2013

Los grupos



Las ovejas suelen ir en grupo, pocas veces verás una alejada del resto, en general, la mayoría de animales suelen llevar este estilo de vida común. Los animales son como las personas pero sin razón, esto quiere decir que se mueven más a través de sus instintos que de su cerebro.
A mi no termina de convencerme el tema de los grupos… Muchas veces me parece que son el foco descentralizador de la personalidad, la pérdida de caracteres propios y el fin de la individualidad, entre otros.

Fíjense, estamos rodeados de grupos: los que tienen la misma idea política, los que siguen fervientemente al mismo equipo de fútbol, los que defienden unas ideas, los fans de un grupo de música que se reúnen cada vez que el cantante de turno actúa, los boys scout, el coro de la iglesia, y para no irnos tan lejos, los grupos de amigos, bastante diferentes al significado de familia, que a eso ya no le considero grupo, si no, colectivo con la misma sangre que se une para el beneficio altruista y común, algo así como una ONG, la cual también dejaría excluida en este texto.

Supongo que ustedes me entienden cuando digo “grupos”. Hablo de esas personas que se reúnen con un fin en común, hablo de aquellos que vociferan por la defensa de algún derecho redimido, los que quedan para pegar a inmigrantes o los que se ven todos los domingos para tomar un vermú en el bar más caro de la ciudad.
Es difícil entrar en un grupo, para ello necesitarás la aceptación de todos sus miembros y deberás de ser como cada uno de ellos, es decir, una pequeña miniatura, una pieza copiada de un puzzle que construye el todo. Al principio solamente deberás encajar positivamente en su lugar y ser aceptado, caerles bien, demostrar que eres como ellos. Luego, con el paso del tiempo tendrás que pensar y actuar exactamente como ellos hacen, si no, serás criticado, vilipendiado y despreciado y deberás huir sin mirar atrás borrando cada rastro y cada paso en falso dado en el conjunto.

Dicen que la unión hace la fuerza, que uno solo no se puede, pero que entre todos podemos lograr muchos avances en todos los campos de la vida. Y estoy de acuerdo, pero siempre me ha gustado la frase: “dos son compañía tres son multitud” y a mi las multitudes, las masas, nunca me han gustado. Me recuerdan a las ovejas corriendo por el prado en la misma dirección siguiendo los gritos de un solo pastor, del líder, del dominante y opresor, del tirano metafórico que se encuentra en todos estos grupos dañinos.
Por eso opino que hay que saber controlar el nivel de integración en un grupo, conocer su poder y participar en ellos siempre con la justa medida, sin olvidarse de ser nosotros mismos, sin cesar en nuestras diferencias y conquistando y mostrando lo que nos hace únicos y especiales a cada uno de nosotros, seres particulares y habitantes a su vez, de una sociedad común.

Breve y conciso

 
El amor es el sentimiento de paz y seguridad que se te mete hasta las entrañas y conquista tus neuronas.
El amor es la alegría del alma, la felicidad de una sonrisa verdadera, un viaje a un lugar que por mucho que conozcas siempre te resulta nuevo, excitante y desconocido.
El amor es lo que hace que te levantes cada mañana, la fuerza que te empuja y a la vez te separa del destino final.
El amor verdadero es cuando con tan solo dos palabras de una boca deseada, consigues tocar el cielo, cuando tu propia sonrisa reflejada en el espejo inunda tu corazón y enmarca el deseo de una mirada reflejada en los ojos de otro ser.

viernes, 7 de diciembre de 2012

26 años

 Dicen que los acontecimientos de la vida están relacionados los unos con los otros y todo pasa por alguna razón, que con el tiempo descubrirás y seguramente, aplaudirás. Todo tiene un sentido, en la mayor parte de los casos positivo, aunque sus primeras acciones puedan resultarte tan dolorosas como un puñetazo en el ojo. Al final todo sale como tiene que salir, todo te ayuda a aprender, a resurgir y a crecer internamente para lograr la verdadera felicidad y el descubrimiento de tu propia esencia, lo cual, al fin y al cabo es una de las cosas más importantes de esta, nuestra vida.

Ya no tengo coche, ni casa en la playa, mi Mac de hace nueve años ha pasado ha ser un “modelo vintage estropeado sin solución”, ahora soy yo la que cada mes tiene que dar una pequeña contribución a mis padres para los gastos, además ya no hay chica que limpia la casa, todos nos manchamos las manos.
Uno de los pocos elementos tecnológicos que tengo es un Ipod del año 2004, no suelo llevar reloj, ni anillos, ni pulseras, ni pendientes, he dejado de salir de fiesta todos los fines de semana, ya no voy a los clubs de moda, ni fumo habitualmente, tengo la cabeza y el cuerpo limpios pero no porque me pase horas en el gimnasio.
Casi todo lo que ahorro es para proyectos de futuro y para irme a vivir a otros lugares. He dejado de comprar revistas de moda machistas que crean complejos inexistentes en mujeres reales cargadas de manufacturaros complejos.
No veo la tele, me corto el pelo yo y jamás me han hecho la manicura. Eso sí, con la comida no escatimo.

A primera vista, esta situación puede parecer un drama para muchas personas que miran y tocan con los ojos. Para mí es uno de los momentos más felices para mi persona, que me está abriendo los ojos, haciendo que crezca y convirtiéndome en un ser humilde, alegre y positivo, dejando de lado preocupaciones ridículas, absurdas y opulentas y haciéndome una persona más fuerte, luchadora y amorosa.
Una vez fui capaz incluso de robar un billete a un familiar y eso no se olvida jamás. Con el tiempo te das cuenta de que el dinero tiene que ganárselo uno mismo y sobre todo, de que hay cosas que no se pueden comprar.

Ahora uso el transporte público, con lo que no contamino, ni me como horribles atascos de horas, o voy en bici e incluso andando, con lo que moldeo mis piernas y mi trasero, y por supuesto, ejercito mi corazón.
Ya no pierdo el tiempo gastando horas y horas delante del ordenador ni pensando qué modelito ponerme, o qué pensarán los demás, dedico mi tiempo a las personas que me rodean, ver crecer a una sobrina día a día es uno de los mejores regalos del mundo.

Consumo mucho tiempo en los libros y esto junto con la escritura me produce un placer indescriptible que solo unos cuantos agraciados conocemos.
Me siento bien cuando no tengo que pedir ni un euro a mis padres, me siento grande, ¡soy autosuficiente y puedo sobrevivir por mi sola!, cuando salgo a la calle ya no tengo que preocuparme con que me roben o llorar porque he perdido mi móvil o mi reproductor de mi mp3. Ahora tengo 3 cosas y esas tres cosas las cuido con mesura. Aunque al fin y al cabo, solo son eso, cosas.

Un vez por semana toca limpieza general, con un poquito de música, mi pareja y yo limpiamos potentemente nuestros aposentos rodeados de bailes y exóticos movimientos palo de fregona en mano. Nos divertimos, no protestamos, no nos quejamos, solo vivimos con una sonrisa en la boca dando gracias por todo lo que hemos logrado juntos y separados.

Ahora sé las cosas que tengo en el armario, me he dado cuenta de que no merece la pena guardar la ropa de cuando tenía 15 años y que es mejor dársela a otra gente que la necesita más que yo, he dejado esa antigua manía de los recuerdos y las reliquias. Eso me hace sentir bien.
Ya no gasto mis viernes, sábados y domingos (e incluso a veces lunes) en ir de fiesta, en beber, fumar y salir a hacer el capullo a discotecas de precios abusivos, que se aprovechan de los más jóvenes y a estar rodeada de gente, en su mayor parte, superficial que lo único que sabe hacer y que se les da bien es eso mismo, salir de fiesta. (Eso sí, el día que salgo , me pongo hasta nerviosa y salgo por todo lo alto.)
Ya no voy a buscar al tío más bueno del garito, lo tengo en mi cama todas las noches.
Ahora me levanto pronto, me voy con él  o mis 4 mejores amigos a divertirnos al campo, a descubrir nuevos sitios del barrio, a perdernos y reírnos, a hablar con la gente, a ver una peli, a cocinar, a clases de yoga o a crear un programa de televisión que pueda ayudar a los demás.

He desarrollado mi creatividad y me he convertido en “cosas” que nunca pensé que sería: profe de inglés infantil, coordinadora de protocolo, monitora de ocio y tiempo libre, extra en películas y videos, doble en una peli de Almodóvar, camarera e incluso presentadora de un programa (y lo que queda…con ganas, ¡una aprende de todo! Y cuanto más aprendes, más te vales). Y cuando te hacen un regalo, las sonrisas no llegan a abarcar toda la cara, se salen de ella.

He conocido a gente agradable y no tan agradable de distintos ámbitos y me he dado cuenta de una cosa tangible por mis propias manos: en España no tienen ni puta idea de organizar nada, todo va a dedo y quien no es un chorizo es un explotador.  Crecer y conocer son mis fines.

Ahora disfruto el doble de los viajes. Es un verdadero regocijo gastar tu esfuerzo invertido en el trabajo en el puro placer. Pero no me refiero a los hoteles de 5 estrellas o a los restaurantes de comida cara (y mala, en algunas ocasiones y lo sé por haber trabajado en sitios muy caros en apariencia y muy pobres en presencia). No. Me refiero a coger una mochila y recorrer a pie las ciudades y las playas, a conocer gente, a disfrutar de un atardecer o de un amanecer en otro lugar, como si fuera el último de tu vida. A mi me gusta ser viajero, no turista, pasarme en tirada en la toalla cuatro horas seguidas todos los días me aburre. A las “comodidades” contrarias a la palabra “básica”, que si se usan a diario ( q no digo yo que de vez en cuando un jacuzzi sienta de lujo…) le llamo yo opulencia y esto, según la RAE significa : “Abundancia o riqueza excesiva de bienes, exceso de cualquier cosa.”Significa eso y todo lo que la palabra conlleva en un momento de crisis económica mundial. La moral, cada uno la tiene donde quiere. Pero muchos deberían de cagarla. La opulencia gratuita no da envidia, da asco. Las falsas comodidades para mi son como el chiste de “¿Cuál es el colmo de un vago? Hacerse una liposucción para no tener que hacer ejercicio”.

He vivido en distintos lugares de Europa y he conocido a gente incluso de Trinidad y Tobago (sí, esas islas semidesconocidas del caribe), he aprendido a lidiar con compañeros de piso con problemas psiquiátricos, con chicos iguales o peores y he aprendido a arreglar tuberías del baño que estallan en el momento más inesperado. Me gusta hablar con la gente, hablar inglés, francés, español e incluso alemán y conocer las palabras básicas del holandés o el portugués. Me gustan los idiomas, me gustan las diferentes culturas. He besado a hombres y mujeres, he amado y he odiado, me han querido y no me han olvidado, la suerte me ha acompañado y otras veces he tenido yo que ir a buscarla, pero ante todo, no culpo al destino, pues esa sería la excusa más barata.

Por supuesto no pago por ir al gimnasio, hago jogging y boxeo con mi pareja, él me enseña, yo aprendo. Yo le enseño Pilates, él aprende algo nuevo. Mi cuerpo se mantiene en forma y mi cabeza también…¿te aburres?¡Pues vamos a pelear! He descubierto que el deporte es algo necesario para todo ser humano y no lo pienso separar de mi vida.

Adoro dormir todas las noches abrazada a él, me encanta una conversación en la bañera con una copa de vino o un paseo por la Gran Vía o bailar en pelotas cualquier tema de música electrónica.
Vernos todas las noches una película, me ha hecho comprender y conocer el cine, pues en año y medio más de 400 films es una buena lista.
Mis regalos favoritos son los libros y los besos y abrazos. He aprendido tres idiomas. Veo, observo, leo, aprendo, escucho y pienso. Sobre todo, pienso.

He dejado de lado la envidia, pues estoy feliz conmigo misma aunque me falten todas las extremidades de mi cuerpo o deje de usar la talla 36. Y sobre todo, he llegado a comprender que la felicidad entera y completa no existe y que el dolor y las desavenencias son absolutamente necesarias en la vida. Todo consiste en buscarse, en encontrarse. Eso sí, solo tú mismo puedes manejar tu calma interior, eliminar tus iras, tus rabias, tus celos, tus ganas de joder a los demás. Limpia toda la contaminación que llevas dentro y verás la luz del día con otros ojos.

¡Y que me quiten lo “bailao”!…con tan solo ocho años viajé a Nueva York, Florida y Orlando y me monté en todas las atracciones de todos los increíbles parques temáticos que allí visitamos. ¡El sueño de toda niña!Italia, París, Inglaterra, Andorra, España, Portugal, Egipto, Marrakech, Hungría, Cuba…. Quedarán perennes en mi memoria, aparte de por el disfrute porque todo esto no es gratuito y deberá tener una recompensa a las personas que hicieron posibles todas estas aventuras. Gracias a papa y mama, a los cuales agradezco de todo corazón el haberme dado cada cosa en su momento y más que nada en quitármelo todo cuando empecé a tener la posibilidad de obtenerlo por mi misma. Gracias por la educación, el buen gusto y sobre todo el buen humor ante lo blanco y también ante lo negro. Gracias por ayudarme a hacerme como soy, eso sí, siempre en versión mejorada.

Y si esto no es vida, contadme lo que es, porque en mi cabeza no cabe nada mejor que lo que ya he conseguido a mis 25 milésimos años (ya 26). Y, por supuesto, no dejemos de tener sueños, de aprender, de movernos y de disfrutar todo lo que merecidamente está por llegar. Busquemos lo que queremos encontrar y estemos donde queremos estar y sobre todo seamos. Algo, pero seamos.

Así que…¡dejad de quejaros, dejad de llorar, analizaros, estaros solos 24horas con vosotros mismos, no os tengáis miedo ni tampoco temáis a la soledad y empezad a apreciar todo lo que tenéis, que es más de lo que pensáis! Tan solo mirar un poco dentro de vosotros, sí, ahí, en ese gran espacio que hay entre tu corazón y tu cerebro.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Una novela abierta



La cantidad de tonalidades de colores y de especies marinas que existen puede equipararse a las distintas visiones que hay sobre un mismo tema. Es incomprensible para cualquiera de nosotros que lo que uno ve blanco el otro lo vea cien por cien negro. Y ante esta incapacidad de comprensión comienzan los problemas maritales.

No puedo llegar a entender como V tenía esa absurda y egocéntrica visión de la crueldad de nuestra relación. Es tan absurdo como que Rajoy siga diciendo que él ha hecho en el poder todo lo que ha podido para solucionar la crisis y de la mejor manera posible. Como dicen los ingleses: “bullshits”.
 El día que nos conocimos compramos un libro con las páginas en blanco para que fuéramos nosotros mismos los que escribiéramos nuestra novela. El género buscado era el de "historia de amor", pero poco a poco, con el paso de los meses, las letras se fueron acomodando creando palabras que bien podían definir al libro como “una historia dramática”.

Me acuerdo de los primeros días, de la pasión que había entre nosotros y de la intriga y  el misterio que me desprendía. Él me resultaba atractivo y con un interior cargado de sentimientos y actividad, de positividad y acción, de lucha, de alegrías y sonrisas. Miraba sus fotos, su pelo negro, sus ojos azúl claro..jamás había tenido a semejante ángel cogiéndome de la mano y haciéndome el amor. 
En cada imagen de sus viajes, que observaba con todo detalle, le imaginaba a la perfección (subjetiva) y creaba su comportamiento en aquellas fiestas y lugares paradisiacos. Y, maliciosamente, me celaba al imaginar que otras le tocaban y que él también lo hacía con ellas. Me daba envidia que hubieran compartido esos momentos contigo. Afortunadas. 

Yo me llevé lo peor. Fui observadora de una transformación absoluta en su ser. Pasó de ser el chico 10 al maldito demonio mentiroso que me odió.¿Qué le paso? Comenzó a transformarse en un niño desagradable y lleno de manías incurables.

Me gustaba ver sus fotos con coleta, sus caritas de payaso. Alababa sus consejos a cerca de la búsqueda de la felicidad y de los planes de futuro en los que yo aparecía cogida de su mano. Era un estado maravilloso del cual tengo que forzarme a olvidar y salir de ahí, convertirme en un agujero negro que todo lo traga, sin regurgitaciones ni vómitos, sin vueltras atrás, plano, vacío. Debo evitar recordarlo para no hacerme daño, ni a mi, ni a los recuerdos. 

Desafortunadamente, le idealicé y si volviera a ser la persona que conocí aquel 1 de junio compartiría mi vida con él hasta que llegara el final de ese libro en blanco que llenamos de tachones y arañazos convirtiéndolo en una historia sin término, en una novela de esas que dicen “abiertas al lector a todo tipo de elucubraciones acerca de su final y del significado de los acontecimientos”. Acontecimientos que están por llegar.




lunes, 19 de noviembre de 2012

Culpables

  Un acusación es la atribución a una persona de un delito, una culpa o una falta.
Parte de las veces en las que se acusa a alguien de algo se realizan con conocimiento de causa y pruebas eficaces, la mayor parte de las veces sin ellas.

Cuando tenía diecinueve años y me disponía a salir del baño, tuve la mala suerte de aparecer tocándome la nariz (tiendo a los catarros y a los mocos) y una tía mía, a la que quiero y aprecio se cruzó en ese mismo instante conmigo y me acusó de estar metiéndome cocaína, cuando en ese momento lo único que salía de mi nariz eran mocos y mi entrada era completamente vírgen. Acto seguido, tras intentar explicar la verdad, (que estaba haciendo pis y que me picaba la nariz porque sí) me eché a llorar de impotencia.
Las cosas duelen cuando no son reales y el resto se empeña en demostrarlas como ciertas. Vale que ya fumaba mis porritos o salía de fiesta con mis primas, como cualquier persona en su primeriza juventud,  pero de ahí a esnifar hay un gran trecho.

Siempre recordaré el sentimiento de eso momento, cuando harta de rabia ves que no te creen, están convencidos de que mientes y pasas a ser “la yonki de la familia”.

Creo en el poder de la verdad, las evidencias hay que aceptarlas, como acto de cortesía con uno mismo. Por eso aquella vez que, por ciertas circunstancias, tuve la desfachatez y la poca vergüenza de tomar prestado, sin consentimiento, es decir, de robar 50 euros a una persona que quiero, lo asumí, pedí perdón, me arrepentí, me avergoncé por el resto de mi vida y me fustigué cual político corrupto en otro mundo distinto a este. Asume tus errores y gana en sabiduría.

Hoy me he despertado con el titular periodístico de que tres policías declaran al juez que no existía seguridad en el Madrid Arena.
La verdad es que lo ocurrido el día de Halloween en Madrid está remordiéndome los intestinos, no solo por la gravedad y la tristeza de lo ocurrido, también por el desarrollo de los posteriores hechos relacionados con la culpabilidad del accidente.

Hay una serie de pruebas infalsificables que demuestran que hubo fallos en cuanto al sobrepaso del aforo, también a la falta de controles y de seguridad del recinto en general y de la fiesta en particular.
Desde las primeras horas del fatídico 31 de octubre estamos viendo los videos grabados por los asistentes en los que se ve claramente que esa fiesta era un desmadre (como cualquier otra macrofiesta), que había gente hasta tirando bengalas y que la sala principal del lugar, la cual albergo 3000 y pico personas coge ese “y pico” y lo transforma en más de mil. Escuchamos los testimonios de personas que presenciaron esa noche y aseguran que nadie les revisó los bolsos ni apenas las entradas y vemos a jóvenes comentando que fue la peor noche de sus vidad.
 Y ante estos hechos tangibles, visibles y creíbles, señores con intereses absolutamente materiales, nos dicen que todo era correcto, que en ningún momento se sobrepasó el aforo de la entrada y que a todo el mundo se le pidió su ticket y se le realizó el debido control de entrada. Creo que toman a millones de personas por tontas, por ciegas, por sordas y un largo etcétera sobrante.

Se está empezando a acusar a los responsables de mentir desde el primer momento en que tienen la urgencia de darnos unos datos no comprobados siquiera por ellos mismos.
Y…¿Alguien ha visto al encargado del evento llorando y quitándose su culpa? ¿Se fustiga Ana Botella por intentar ocultar una verdad (o un montón en su caso..) y que la descubrieran con las manos en la masa? ¿Ha aparecido algún miembro de seguridad de los que trabajaban esa noche en ese recinto mostrando su formación o su sueldo y asumiendo la veracidad de los hechos?
¿Acaso no tiene la poca vergüenza el señor Rajoy en decir que lo peor de la crisis ya ha pasado y estamos avanzando?

Las acusaciones verdaderas hay que defenderlas con moralidad y las falsas con actos y pruebas, con sudor y lágrimas. Pero en este país la palabra moral no existe y las gotas de sudor de las frentes de los trabajadores se las esnifan los que tienen el poder más asqueroso que existe: el dinero.




viernes, 12 de octubre de 2012

Un suspiro



Tengo ochenta años y creo que jamás podré escribir “tengo ochenta y un años”. Me encuentro en un estado de paz que me va guiando hacia la muerte más certera. Estoy en calma, tranquila, esperando que venga a buscarme y llevarme con ella debajo de su vestido negro ardiente. La verdad es que no deseo vivir más. Creo que ya he hecho todo lo que tenía que hacer aquí. ¿Miedo? No tengo ningún miedo, tan solo cierta intriga porque no sé cuanto me dolerá y ese miedo se transforma en el sufrir.

Estoy tumbada en la cama en la que he dormido los últimos treinta años de mi vida, cama que solamente compartí conmigo misma y con mis sueños, mis comidas, cenas, meriendas, libros, revistas y cigarrillos. No puedo andar, solo permanezco tumbada y desde aquí, mi trono, veo todo lo que ocurre a mi alrededor. Miro por la ventana que tengo en el lado derecho y además tengo un aparato de televisión en la mesita de enfrente. Habito con mi hija y mis nietas y puedo decir que ellas son lo que más merece la pena de mi existencia, mi descendencia, lo único que quedará de mi, cuando, dentro de pocos días me esfume.

Hoy un sentimiento de melancolía no me deja dormir. Es como si echara de menos todo lo que fui y todo lo que soy. Y en ese momento pienso en que me voy a ir. Y aunque ya no quiera vivir más, me entristece el hecho de desaparecer de esta realidad que me ha rodeado desde que nací. Y es que todo ha pasado tan rápido…aún siento al recordar la primera de mis memorias, con tres años, jugando con mi padre al escondite. Y ahora miro mis manos arrugadas, siento mi corazón latiendo tan despacio y recuerdo lo rápido que ha latido durante tantos momentos de mi vida: los besos con los chicos, con las chicas, los guateques, los viajes, Egipto, Canadá, Estados Unidos, el padre de mi hija, el aire fresco del norte, los baños en la playa y un sin fin de recuerdos que esta noche no me dejan dormir.

La verdad es que no todo fue tan bonito. También he vivido la muerte de mis cinco hermanos y la de mi madre en la más absoluta soledad. Y esos recuerdos tampoco se olvidan, aunque intento apartarlos en el lado más recóndito de mi cerebro para que no puedan encontrarme y destruirme como ya lo hicieron en  su momento.

No se con qué perspectiva mirar mi vida, no puedo poner una puntuación, decir que fui increíblemente feliz o asquerosamente triste. No puedo hablar de mi ni de lo que siento días antes de morir. Solo puedo definirla con un recuerdo que me viene a la cabeza. Un recuerdo de cuando cumplí dieciocho años, en la playa, en la casita que teníamos frente al mar. Ese día, me deslicé en la arena, miré al frente y cerré los ojos para imaginarme como sería cuando fuera vieja y cuanto viviría. Años después, en este mismo momento vuelvo a abrir los ojos y descubro que la vida, es un suspiro,

lunes, 24 de septiembre de 2012

Todos vamos a morir

 
La muerte es eso que nos acecha en cada inspiración. La incertidumbre de la vida nos lleva a plantearnos preguntas de las que jamás encontraremos respuesta. Yo llevo planteándomelas desde que tenía cinco años. Tras descubrir que ni el Ratoncito Perez ni Los Reyes Magos ni Dios eran verdaderos y tangibles empecé a preguntarme que pasaría cuando yo desapareciera.
La angustia vital me acompaña desde el primer día que asomé al mundo y creo que el hecho de haber emergido con el cordón umbilical atado a la garganta dice mucho acerca de mis actuales ansiedades. ¡Yo estaba mucho más tranquila en el paraíso intrauterino!

Mis pensamientos negros imaginan todos los funerales de mis seres queridos, incluso el mío. En mi mente he vivido tsunamis, atropellos, raptos, accidentes de coche, de avión, de barco, infartos cerebrales y un sin fin de cosas desagradables y tristes que me mantienen enchufada a esa tragedia que, por el momento, pasa desapercibida por mi lado. Es un intento de preparación ante lo peor, ante lo posible, ante lo que millones de personas sufren cada día. Y yo, en vez de celebrar mi fortuna, me pongo en el pellejo de aquellos que no la tienen. Es el miedo a la fragilidad lo que mueve estos sentimientos. El miedo a pensar que cada uno de nosotros, tan especiales, tan únicos y mágicos, es como un simple y milésimo grano de harina que se cae al derramarse del paquete y nadie se da ni cuenta.
Me duele la inseguridad del cuerpo humano. Me destroza pensar en que somos débiles y que en cualquier momento fugaz podemos desvanecernos por completo.

No quiero ni pensar (y lo hago…) cómo podré seguir adelante tras la muerte de la gente que amo. O cómo ellos lo podrán hacer tras la mía. Y sobre todo, el hecho de morir sola, de evadirme de la Tierra hacia…¿hacia dónde? ¿Qué pasa cuando morimos? Otro maldito misterio de la existencia humana que me provoca un nudo en el estómago solo al cuestionarla.
Siempre queda la esperanza de la reencarnación, aunque tampoco me alivia demasiado el saber que si nazco otra vez no voy a poder estar  con las mismas personas con las que he compartido esta, mi vida. No se que será peor….si evadirme por el resto de la eternidad (eternidad…solo nombrarla me hace sentir escalofríos) o reencarnarme una vez tras otra , en ocasiones con suerte y otras sin ella.
Y es que…¿qué queda de nosotros cuando nos morimos?¿Que queda de nuestra grandiosidad personal?¿Que queda de nuestros rasgos, de nuestro carácter y personalidad? El recuerdo en los que nos conocieron. ¿Y cuando todos estos mueran? No quedará nada, absolutamente nada. Y pensar eso, directamente me mata.
Por eso creo que la vida es el ahora, este momento , que hay que aprovecharlo y disfrutarlo en cada segundo y eliminar preguntas que nunca tendrán respuesta, eliminar esta angustia del sin vivir, este desasosiego y mirar al frente, a lo que actualmente tenemos delante.

Debemos intentar ayudarnos los unos entre los otros, hacer esta espera mortal más amena y feliz y dejarnos de tonterías, de jodiendas, de desgracias provocadas, de egos subidos, de inclinaciones ante el poder inexistente, de materialidades fugaces y absurdas, de críticas y malhumores, de ganas de molestar, de envidias, de operaciones de cirugía, de complejos, de alabanzas…pues al fin y al cabo…TODOS VAMOS A MORIR y todos seremos el mismo polvo de mierda.


domingo, 9 de septiembre de 2012

¡Que cambien los demás! ( por Borja Vilaseca)


"Desde que nacemos se nos adoctrina para hacernos empleados sumisos y consumidores voraces, y así perpetuar el sistema"

"Como en general huimos de nosotros mismos, lo más común es encontrarnos con personas que no van hacía ninguna parte"


Tenemos tanto miedo al cambio, que muchos nos aferramos a una serie de mecanismos de defensa para no cuestionar las creencias con las que la sociedad ha moldeado nuestra identidad.

Cuenta una historia que el joven rey de un imperio lejano se cayó un día de su caballo y se rompió las dos piernas. A pesar de disponer de los mejores médicos, ninguno consiguió devolverle la movilidad. No le quedó más remedio que caminar con muletas. Debido a su personalidad orgullosa, mandó publicar un decreto por el cual se obligaba a todos los habitantes a llevar muletas. Las pocas personas que se rebelaron fueron arrestadas y condenadas a muerte. Desde entonces, las madres enseñaron a sus hijos a caminar con muletas en cuanto comenzaban a dar sus primeros pasos.

Como el monarca tuvo una vida muy longeva, muchos habitantes desaparecieron llevándose consigo el recuerdo de los tiempos en que se andaba sobre las dos piernas. Años más tarde, cuando el rey finalmente falleció, los ancianos que todavía seguían vivos intentaron abandonar sus muletas, pero sus hue­sos, frágiles y fatigados, se lo impidieron. A veces trataban de contarles a los más jóvenes que años atrás la gente solía ca­minar sin utilizar ningún soporte. Pero los chicos solían reírse de ellos.

Movido por la curiosidad, un día un joven intentó caminar por su propio pie, tal y como los ancianos le habían con­tado. Al caerse al suelo constantemente, pronto se convirtió en el hazmerreír de todo el reino. Sin embargo, poco a poco fue fortaleciendo sus entumecidas pier­nas, ganando agilidad y solidez, lo que le permitió dar varios pasos seguidos. Su conducta empezó a desagradar al resto de habitantes. Al verlo pasear, la gente dejó de dirigirle la palabra. Y el día que el joven comenzó a correr y saltar, nadie lo dudó; todos creyeron que se había des­quiciado por completo. En aquel reino, donde todo el mundo sigue llevando una vida limitada con muletas, al joven se le recuerda como "el loco que caminaba sobre sus dos piernas".

LA INFLUENCIA DE LA SOCIEDAD

"Sé obediente. Estudia, trabaja, cásate, ten hijos, hipotécate, mira la tele, compra muchas cosas. Y sobre todo, no cuestiones jamas lo que te han dicho que tienes que hacer" (PeterJoseph)

No hay nadie a quien culpar. Pero lo cierto es que desde el día en que nacemos se nos adoctrina para que nos convirtamos en empleados sumisos y consumidores voraces, perpetuando el funcionamien­to insostenible del sistema. Así es como, al entrar en la edad adulta, seguimos la ancha avenida por la que transita la mayoría olvidándonos por completo de seguirnos a nosotros mismos, a nuestra voz interior. Por el camino nos desconectamos de nuestra verdadera esencia de nuestros valores y principios más profundos construyendo una personalidad adaptada a lo que nuestro entorno más cercano espera de nosotros.

Si bien la sociedad y la tradición ejercen una poderosa influencia sobre cada uno de nosotros, en última instancia somos libres para tomar decisiones con las que construir nuestro propio sendero. Es una simple cuestión de asumir nuestra parte de responsabilidad. Sin embargo, tomar las riendas de nuestra existencia nos confronta con nuestro miedo a la libertad. Prueba de ello es que tendemos a ridiculizar procesos y herramientas -como el autoconocimiento y el desarrollo personal- orientados a cambiar nuestra mentalidad.

LOS SIETE ENEMIGOS

"Formamos parte de una sociedad tan enferma que a los que quieren sanar se les llama raros y a los sanos se les tacha de locos" (Jiddu Krishnamurti)

Al obedecer las directrices determinadas por la mayoría, hacemos todo lo posible para no salirnos del camino trillado, rechazando sistemáticamente ideas nuevas. No nos gusta cambiar porque a menudo lo hemos hecho cuando no nos ha quedado más remedio. Por eso lo solemos asociar con la frustración y el fracaso. Tanto es así, que existen siete mecanismos de defensa cuya función es garantizar la parálisis psicológica de la sociedad.

El primer mecanismo de defensa es el miedo (1), el más utiliza­o por el statu quo como elemento de control social. Cuanto más temor e inse­guridad experimentamos los individuos, más deseamos que nos protejan el Estado y las instituciones que lo sustentan. Basta con bombardear a la población con noticias y mensajes con una pro­funda carga negativa y pesimista.

Enseguida aparece en escena el autoengaño (2), es decir, mentirnos a nosotros mismos -por supuesto, sin que nos demos cuenta- para no tener que en­frentarnos a los temores e inseguridades inherentes a cualquier proceso de trans­formación. Para lograrlo basta con mirar constantemente hacia otro lado. Como dijo Goethe, "nadie es más esclavo que quien falsamente cree ser libre".

Por esta razón, el autoengaño suele dar lugar a la narcotización (3). Y aquí todo depende de los gustos, preferencias y adicciones de cada uno. Lo cierto es que la sociedad contemporánea promueve infinitas formas de entretenimiento que nos permiten evadirnos las 24 horas del día. Dado que en general huimos permanentemente de nosotros mismos, lo más común es encontrarnos con personas que no van hacia ninguna parte.

Con el tiempo, esta falta de propósito y de sentido suele generar la aparición de la resignación (4). Cansados físicamente y agotados mentalmente, decidimos conformarnos, sentencian­do en nuestro fuero interno que "la vida que llevamos es la única posible". Asumimos definitivamente el papel de víctimas frente a nuestras circunstancias.

ARROGANCIA Y CINISMO

"Ninguna persona cambia hasta que su situación deviene insoportable" (José Antonio Marina)

En caso de sentirnos cuestionados sole­mos defendernos impulsivamente por medio de la arrogancia (5), muchas ve­ces disfrazada de escepticismo. Esta es la razón por la que solemos ponernos a la defensiva frente a aquellas personas que piensan distinto. Al mostrarnos sober­bios e incluso prepotentes, intentamos preservar nuestra rígida identidad.

Si seguimos posponiendo lo inevitable, la arrogancia suele mutar hasta convertirse en cinismo (6). Sobre todo tal y como se entiende hoy día. Es decir, como la máscara con la que ocultamos nuestras frustraciones y desilusiones, y bajo la que nos protegemos de la insa­tisfacción que nos causa llevar una vida de segunda mano, completamente pre­fabricada. Tal es la falsedad de los cíni­cos, que suelen afirmar que "no creen en nada", poniendo de manifiesto que en realidad no creen en sí mismos.

Por último, existe un séptimo mecanismo de defensa: la pereza (7). Y aquí no nos referimos a la ' definición actual, sino al significado original. La palabra pereza pro­cede del griego acedia, que quiere decir "tristeza de ánimo de quien ' no hace con su vida aquello que intuye o sabe que podría realizar".

En fin, nadie dijo que fuera fá­cil, pero para empezar a cambiar , solo hay que dar un primer paso.

PRISIONEROS DE LAS CREENCIAS

Un niño fue al circo con su padre y quedó fascinado con un enorme elefante, de fuerza descomunal. Al terminar la función, el chico vio cómo el domador ataba una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Le sorprendió constatar que la estaca era un minúsculo pedazo de madera.

- "Papá, ¿cómo puede ser que el elefante no se escape?': le preguntó.

  Y su padre le dijo: - "Porque está amaestrado".

  - "Y si está amaestrado'; insistió el chico, "¿por qué lo encadenan?".

  El padre no supo qué decirle. Otro hombre que había escuchado la conversación le reveló la respuesta:

"El elefante no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que nació. Al principio trataría de soltarse, empujando con fuerza. Pero siendo un elefantito, la estaca era demasiado resistente para él. Y así continuó hasta sentirse agotado, impotente y, finalmente, resignado. Ahora ya ni se lo plantea".

“Y a quien le gusten estos valores de la sociedad y se sienta a gusto con ellos, me alegro, no será objeto de mi crítica, al contrario, ¡que los disfrute!!

viernes, 31 de agosto de 2012

Walk away


A veces simplemente tienes que darte la vuelta y huir.
Trata de luchar contra el ejército de sentimientos armados con estacas, coge la puerta y vete sin mirar atrás. Es fácil decirlo y hacerlo se convierte en todo un acto heroico que solo los más fuertes podrán realizar para después alcanzar la gloria.

Un larga noche, una mañana aún más larga. Estoy tumbada en mi cama, sola, otra vez. Hace frío, fuera llueve con fuerza y dentro de mi también. Miro a mi alrededor, intento divisar algo y lo único que veo es a la oscuridad del mediodía. Te busco en ella y no estas.
Mientras tanto mi cabeza no deja de enloquecer e imaginarte como en este mismo momento estas besando a cualquier otra, estas haciendola el amor tan suavemente como me lo hacias a mi y estas diciendola todas aquellas palabras que hace menos de tres días me pronunciaste a mi . No puedo. Creo que aún soy una niña enganchada en un mundo de adultos bastante cabrones.

Ya estoy cansada de ríos de lágrimas resultantes del dolor que provoca el jodido amor. Todos somos unas víctima del enamoramiento, de las caricias y miradas. Hay que cambiar.

La femme plus belle du monde

  Tu sais pourquoi tu es avec ça fille?
Parce que tu n’as pas reencontré une autre. Ça veut dire que elle est ton deuxieme assiete, ça forme de tranquilité que tu as pour n’etre pas seule…

Elle sait que tu as ensaye de draguer avec toutes les filles et qu’elles t’on dit  non…Elle sais la classe de tipe de mec que tu es, le tipique mec…comme tous…mais elle t’ai vu d’une forme diferent. 

Elle est franchement idiot…et elle se sent comme ça quelques fois a ton côte…Et ce que tu ne vois pas c’est que elle peut etre avec quelque garcon qui s’a render fou pour elle..mais elle t’a choisi a toi.Qui, a toi.

Tu cherche a la fille de ton reves, la fille la plus belle de toutes, la plus haute, la plus blonde avec  la meilleur visage…
Mais ça n’existe pas, c’est une “utopia”. Tu perde le temp…Je te l’ai dit parce que je sais de que je parle. Tous ont cherche ça quelque fois…

Mais non…c’est un erreur…Ce que tu dois faire c’est ouvrir d’une fois les yeux, finir avec la fantasie et voir ce que tu as devant de toi.
Biensur ça sera meilleur que tes reves avec la femme la plus Belle du monde…

Tu sais pas qu’est ce que tu as jusque tu le perdrerais…

miércoles, 15 de agosto de 2012

Naufragio. Capítulo1: La llegada de Marie.


NAUFRAGIO. (Novela de Ficción por capítulos)

La llegada de Marie.



Las llamas se han apagado y ha llegado la hora de quemar los restos del naufragio y convertir en cenizas todo aquello que un día me destrozó el alma.
Desde el momento en el que el avión despegó, restos de combustible en forma de recuerdos fueron expandiéndose por el contaminado aire negro de Madrid. Poco a poco y a cada milla que avanzaba, ese cielo negro fue haciéndose cada vez más azul llegando al culmen de la claridad en el momento en el que aterricé en suelo extranjero.
El simple hecho de estar en un lugar nuevo, con caras distintas a las habituales y un idioma internacional en boca de todos me hizo sentir que una nueva etapa de mi vida había comenzado.

Y la verdad es que hay que tener huevos para mandarlo todo a la mierda, despedirte de los que quieres y dejar de lado a los que te quisieron. Pero era la única elección posible para olvidar todo lo que había pasado antes, después y durante el incendio. Cuando piensas que no vas a caer más bajo, una cadena imantada repentinamente se te ata en el cuello y tira de ti hacia el más profundo de los infiernos. La caída es difícil, pero se que tiempo después acabaré agradeciéndola, de hecho ya empiezo a hacerlo.

Sinceramente, no se por donde empezar a contar mi historia ni con qué adjetivos decorarla. ¿Tema? El más universal de todos y el único que se me da bien al definirlo y mal al ponerlo en práctica:  El amor. Puede parecer aburrido escuchar siempre las mismas cosas sobre él, acerca de luchas entre corazones que se aman y que tienen un destino fatal, hablar de rupturas, de pasiones, de amantes y de relaciones matrimoniales que se van al garete por culpa de la rutina. Pero esta historia no tiene nada que ver con eso. Es una mezcla de todas ellas llevadas al máximo extremo de la vida, al drama.
Pensándolo bien, lo definiría con palabras como locura, masoquismo, obsesión y dolor, mucho dolor. Me hicieron mucho daño y acabé rompiéndome el corazón yo sola, estrujándolo  y rebanándolo con mis propias manos.

Para llegar a entender el presente siempre es necesario remontarse al pasado así que empezaré esta historia remontándome al momento previo a conocer al actor secundario de la misma.

En esos tiempos disfrutaba de mi soledad. Tras una serie de dolorosas y juveniles rupturas amorosas me había encontrado a mí misma y no deseaba nada más que tener sexo esporádico y que de vez en cuando me acariciaran la mejilla mientras dormía. No pedía más. Todo era sencillo. Las heridas estaban cerradas. Y al hablar de heridas me refiero a que siempre me he rodeado de promiscuidad y alevosía. De deseos e infidelidad. De sexo y mentiras.¿Fui yo o fueron ellos?
Desde pequeña veía que los chicos iban por las golfas, a por las que tenían el par de tetas con el que yo no contaba. Me enamoraba además de los guapos, los chulitos y ligones del grupo. Gente con encanto y con mucho golferío…La maldad tira del carro.
Mis amigas me “quitaban” a los novietes y estos cedían al mínimo escote que ellas mostraban sutilmente, yo mientras sufría en silencio y la envidia iba instalándose en mi con una raíz que ahora es muy difícil de arrancar. Inseguridad y frustración me creó todo aquello. Una inseguridad transformada en horribles celos provocadores de grandes crisis de ansiedad y bajada de autoestima.
A pesar de todo esto, consideraba a los hombres como seres sensibles y susceptibles de fragilidad, sobre todo aquellos que provenían de familias desunificadas, con padres separados y traumas de la infancia. Me los imaginaba como muñecos de porcelana, frágiles y sensibles, que desde muy pronto habían tenido que convertirse en hombres y sacarse las castañas del fuego con esfuerzo y lágrimas encerradas en su habitaciones adornadas con posters de coches y tías buenas. Eran seres que me atraían bastante porque sabía que detrás de esa carcasa tenían un mundo lleno de sensibilidad y amor.
Absurdo pero se incrustó en mi mente como una idea fatal.
Con el paso de los años y de los hombres intenté evitar este tipo de prototipos que no hacían más que destrozarme la mente y el corazón. Pero yo seguí insistiendo con mi complejo de Madre Teresa de Calcuta. Algo innecesario, pues antes que ayudar a los demás debía encontrarme y ayudarme a mi misma. Y para ello he venido hasta aquí.

Mucha gente viene a este lugar para olvidar, pero yo no creo en el olvido, creo en la cicatrización. El olvido solo es un invento de nuestras mentes. Puedes pensar que te vas para evitar recordar pero en ese simple pensamiento ya estas trayendo contigo a esa persona y esos hechos a tu mente. Con tan solo intentarlo. Aunque sí que es cierto el dicho que de que la distancia hace el olvido. Pero más que espacial, la cual ayuda también un poco, ha de ser sentimental.

La primera mañana que pasé en Malta decidí bajar a dar un paseo por mi barrio y matar la sed con una buena Cisk. No había mucha gente en el bar del puerto, perfecto, quería huir de los turistas y este local parecía más bien autóctono. Un par de pescadores, una mesa con jóvenes y una mujer especial, que llamó mi atención, aún no se por qué razón. La vida muchas veces te pone personas delante de tu camino que en un futuro serán muy importantes para ti.
Sentada en la terraza del bar, bebiéndose la cuarta cerveza, ella me empezó a hablar en francés. Me pidió un cigarrillo y le conté que hace años yo había estado viviendo en la bella París.  Charlamos, o charlé (hablar es uno de mis pasatiempos preferidos), acerca de mi situación. Después, cuando mi necesidad de hablar y desahogarme se calmó, comenzó su turno de palabra. Me dijo que había venido aquí a buscar al personaje de su próxima novela..¿escritora?wauw, la persona que siempre he querido conocer y que la vida, el destino, o yo misma me he puesto en mi camino.
Ella era como un personaje sacado de una novela dramática en la que chica libre, independiente y atractiva se va a un país budista a intentar olvidar a chico cabrón que le destrozó la vida y allí mismo encuentra el nuevo amor. Bonita historia, con amargo final, como la propia vida, pues ese amor también morirá y se convertirá en otra ruptura. Y así se cumplirá una vez más la ley circular de los desastres amorosos.
Mientras charlábamos acerca de nuestras respectivas profesiones y deseos presentes y futuros, un grupo de adolescentes en plena ebullición se sentó en la mesa paralela. Entre los niños había una pareja formada por dos bebés con granos que no paraban de besarse, mirarse con cara de imbéciles y desearse uno a otro inocentemente. Patético. Era ridículo y me estaba empezando a dar ganas de vomitar así que se lo dije a mi nueva amiga y cambiamos de bar.
Y es que la etapa de la adolescencia no debería de existir, tendríamos que pasar de ser niños a jóvenes adultos en un parpadeo, como ocurre ya a día de hoy con la inexistente transición del invierno al verano, convertida más bien en un salto que olvida la bonita, florida y a la vez alérgica y jodida primavera.
Gritos, granos, histeria colectiva, hormonas estresadas, mala leche, niñería, gilipollez mental, anchas pérdidas de tiempo, ridiculez, vestimenta absurda…etapa digna de tirar a la basura, en bolsa bien cerrada y directamente de casa al camión, para que no huela.
Lo mismo haría con las rupturas. Ojalá pudiera cerrar la bolsa y eliminar en un momento toda la mierda acumulada que ha hecho y que se ha dicho en cortos intervalos de tiempo. Lo peor de todo, es que en esos casos, cuando cambias la bolsa, la nueva la llenas de rencor, rabia, pena, melancolía, frustración, una pizca de baja autoestima y un intento de suicidio. No sé que será peor…si dejar la mierda volando alrededor o encerrarla en esa peligrosa bolsa-bomba que si se rompe lo pondrá todo perdido.

Marie y yo, pues ese es el nombre de mi nueva confidente y futura amiga, fuimos caminando por el paseo marítimo sintiendo la brisa en nuestros rostros, disfrutando del atardecer, de la leve bajada de temperatura que se crea en el ambiente en ese momento y no pudimos evitar nombrar a Walt Whitman, el gran poeta que Marie utiliza como inspiración en sus relatos y que yo eludo cada vez que me doy cuenta de que tengo que disfrutar el momento presente, fluir, sentir e interiorizar. Todo muy natural, como se puede comprobar.

Teníamos muchas en común, sentí que era mi alma gemela francesa hasta que me habló de una historia, que gracias a dios, yo nunca había vivo en mis carnes.

- Llegué aquí hace cinco años y jamás he regresado- dijo con cierto tono melancólico en su voz-.  No he podido hacerlo, es largo de contar y ahora no tengo muchas ganas de hablar de ello.

-¿Por qué? Cuéntamelo ahora, hablemos, se que estas deseando hacerlo- tenía que convencerla de alguna manera, la intriga me hacía imaginar todo tipo de cosas curiosas y necesitaba saber la verdad para dejar de elucubrar absurdarme.

Fácilmente la convencí para que empezara a largar su oculta e inesperada historia.

- No  se si sabías que en Malta el divorcio está prohibido. La gente es muy cristiana, tanto que llegan al radicalismo. Un radicalismo cuya existencia no puedes llegar ni a imaginar en pleno siglo XXI.- comentó Marie con cierta aspereza en sus palabras.

Yo ya había oído algo sobre su cerrada y cuadriculada mentalidad. Pero la verdad es que no pensaba que era algo radical. No tengo ninguna prueba, no he visto nada extraño por el momento.

-Me enrollé con un chico cinco años mayor que yo, John, cristiano, proveniente de una familia del tipo Opus Dei, pero a la vez , distinto aparentemente a este tipo de personas. Nos conocimos una noche en el bar en el que él trabaja. Fuimos a la playa a dar un paseo tras unos cuantos sambucas y allí surgió el amor. Y el deseo. Y con ello mi hija Marita. Nuestra historia quedó ahí, en la arena, pues nada más, como se suele decir, que “fue lo que fue”.Pasaron los días y mi menstruación había desaparecido por completo. Cuando me di cuenta de que estaba embarazada y que no tenía ni un euro para abortar decidí contárselo a John. Tonta de mi, no recalqué en que en Malta, el aborto está legalmente prohibido- su cara era una mezcolanza entre pena y rabia, dolor y lástima hacia ella misma.
-Pero lo peor no fue eso-continuó- si no la cara de John cuando oyó la palabra aborto.  Sentí la furia y el asco en su mirada y ahí me di cuenta de en qué consistía la mentalidad radical.
Se lo contó a toda su familia y entre todos hicieron una criba contra mi. La gente en el barrio que se cruzaba conmigo por las calles, me llamaba “asesina”. ¿Asesina?¡Si ni siquiera había matado al niño todavía!

La interrumpí cortando sus últimas palabras y la dije que qué ocurrió con el bebé.
-La niña vive en casa de su padre. No me dejan verla, ni siquiera puedo recordar su carita, pues hace más de 4 años que no la tengo delante de mis ojos.

-¿Pero cómo es posible eso?¿No puedes denunciar?¿No tienes un abogado?

-Aquí la justicia se la toman por su lado. No puedo hacer absolutamente nada más que aguantar insultos y quedarme en esta tierra, lo más cerca posible de mi hija, para al menos sentir su corazón latiendo cerca del mio. Puede quedar un poco poético esto que acabo de decir- razón no le faltaba- pero es lo que debo y quiero hacer.

¿-Y eres feliz?- pregunté tímidamente.

-¿Es feliz una persona que vive en una tierra de injusticia, a la que todo el mundo mira con ojos de odio, que tiene una hija a la que no puede ni siquiera ver de lejos y cuyo marido es un hombre con el que solamente se acostó una vez y al cual ha de pagar, después de todo, una pensión?

Claramente, no había nada más que decir. Sobraban las respuestas.

domingo, 12 de agosto de 2012

Inocencia a través de la piel



Lo que veo a través de esa mirada del color verde de las hojas otoñales, es absoluta inocencia.
Puede que la carne sea capaz de transmitir muchos de sus pecados e incluso su voz, que muchas veces , antes de denominarla como dulce, pudiera provocarle cierta ronquez en la garganta. Pero en el fondo, en los adentros de ese océano verde lleno de peces, he descubierto algo más sincero, más sano y natural que toda la injusticia que cometió.

 Veo que tiene algo que le transmuta en un chiquillo adorable. Es un delgado cuerpo de niño recubierto de fibras adolescentes y con una mente juvenil en pleno proceso de ebullición madura. Me gustaría nadar dentro de ese mar, bucear a través de su cuerpo y de su mente buscando la sinceridad absoluta, la esencia de su ser , buscando algo que me haga confiar en las personas, que me haga volver a alegrarme por un paseo de la mano por los adentros de esta ciudad, Madrid. Sería capaz de cambiar el significado de la época de los ochenta de la frase “De Madrid al cielo”. Aunque también es cierto que me quedaría con una pequeña parte de ese sentido que tiene la frase relacionado con la heroína. La droga que entró a través de las venas de mis ojos y que me hizo cambiar la forma de mirar a mi alrededor y la forma de sentir en relación a los demás y en relación a mi misma.

Todos tenemos sueños de grandeza cuando dormimos, pero mis sueños se limitan a estar despierta, a abrir los ojos y tener delante la realidad que me gustaría que fuera real. Quisiera continuar con este buen comienzo. No quiero la perfección, pues ya he proclamado que es un concepto de dioses y que ni siquiera estos últimos existen. Ahora busco otras cosas, más naturales y sobre todo, respetables. El respeto si que es un concepto existente que hay que evitar , por encima de todo, atentar contra él.
 Quiero respetar la naturaleza, observar una flor, apreciar su tallo, la clorofila de sus hojas, el verde de sus peciolos y de sus ojos.  Quiero enraizarme en la bola de hilos que forman sus ataduras al suelo. Quiero denudarme y anudarme en ese ovillo de naturaleza, de amor, de unión universal. Pero se que he de hacerlo con delicadeza, pues los seres vivos somos frágiles y es fácil marchitarnos. Hay que tener un cuidado sublime, pues la destrucción está al alcance de un dedo de la mano.

Y sobre todo, quiero ver el sol, buscar mi fuente de vida, eso que me alimente lo necesario para sobrevivir en un campo de cactus y cardos. Quiero su luz, quiero su alimento, quiero echar raíces en él y llegar a ser la planta en flor más bonita del mundo.

lunes, 30 de julio de 2012

Los ruidos del motor del coche


Apago el coche. Me quedo sentada escuchando los ruidos del motor al enfriarse. Me relaja oirlo. Siempre desconecto la radio y me quedo durante unos minutos dentro hasta que deja de sonar. Me ayuda a evadirme de todo lo que tengo en la cabeza, es como una nana para los niños antes de dormirse, una canción psicodélica que me prepara para lo que tengo arriba, en casa. Esta vez la ayuda es superior, hoy tengo el ánimo por los suelos, me siento muy bien ahí sentada,  pero cuando vuelvo en mí todo comienza a desmoronarse de nuevo. Intento alargar la estancia en el vehículo, aquí dentro me siento segura, en una burbuja. Es lo único propio que tengo por el momento, me refiero a este sentimiento y no al coche, que es de mi padre.
Miro el reloj, llevo más de quince minutos alargando la salida. No me atrevo, más bien no me apetece salir de ese momento de paz. Es mi dosis diaria. Cierro los ojos durante unos segundos y no pienso en nada. La calma del garaje me deja en un estado zen que realmente agradezco. Respiro hondo tres veces, disfrutando de estos maravillosos momentos, vuelvo a abrir los ojos y salgo del coche. Mientras abro la puerta de casa noto que me ahogo. Tengo un poco de ansiedad. Me hubiera quedado allá dentro toda la vida, pero no habría sobrevivido más de tres días, así que llega la hora de luchar.

Antes de abrir la puerta del salón veo su reflejo a través de la puerta. Tumbado, como todos los días a las 21:30, hora a la que llego del trabajo. Hoy son las 21:45, me he pasado. Al mirar el reloj cierto nerviosismo ha entrado en mi cuerpo. Pongo la mano en el pomo y en ese instante grita mi nombre. Abro la puerta y le veo mirándome fijamente con cara de pocos amigos y una cerveza en la mano. Así es la mayor parte de los días, aunque en vez de cerveza el vaso suele contener un whisky con hielo. Creo que está borracho.
_ ¿Por qué has tardado tanto?- me pregunta enfadado.
_¿Por qué tienes que beber alcohol cuando el médico te lo ha negado completamente?- respondo yo subida de tono.
 
Me debate diciendo que hace lo que le sale de los cojones (literalmente). Yo también cojo una cerveza de la nevera y me siento a su lado. Él no dice ni palabra. La tele está encendida pero sé perfectamente que no la está viendo. Ni siquiera es capaz de preguntarme que tal mi jornada de trabajo de catorce horas. Ni siquiera me da un beso o me hace una caricia, nada. Me siento un poco confusa y deseo volver al coche y escuchar la tranquilidad, pero no puedo hacerlo, claramente no lo entendería.

_Esta mañana he vuelto a sangrar, he dejado las toallas en la lavadora, pero no la he puesto, más que nada porque no se en que programa hay que ponerla- me dice repentinamente.

_ ¿Has vuelto a sangrar? Entonces mañana debemos ir al médico otra vez. Pediré el día libre y que me lo descuenten de las vacaciones.

_No te preocupes. No quiero ir al médico, estoy harto, además este cáncer me va a matar igualmente, de una manera o de otra, tarde o temprano. No quiero seguir alargando mi vida amargamente- me dice con la misma tranquilidad que yo sentía en el asiento del coche.

La verdad es que, a pesar de haber vivido juntos treinta años yo también deseaba que nuestras vidas dejaran de alargarse amargamente. Mejor dicho, aunque me tomen por dura al decirlo, deseaba que se muriera. 


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