viernes, 31 de agosto de 2012

Walk away


A veces simplemente tienes que darte la vuelta y huir.
Trata de luchar contra el ejército de sentimientos armados con estacas, coge la puerta y vete sin mirar atrás. Es fácil decirlo y hacerlo se convierte en todo un acto heroico que solo los más fuertes podrán realizar para después alcanzar la gloria.

Un larga noche, una mañana aún más larga. Estoy tumbada en mi cama, sola, otra vez. Hace frío, fuera llueve con fuerza y dentro de mi también. Miro a mi alrededor, intento divisar algo y lo único que veo es a la oscuridad del mediodía. Te busco en ella y no estas.
Mientras tanto mi cabeza no deja de enloquecer e imaginarte como en este mismo momento estas besando a cualquier otra, estas haciendola el amor tan suavemente como me lo hacias a mi y estas diciendola todas aquellas palabras que hace menos de tres días me pronunciaste a mi . No puedo. Creo que aún soy una niña enganchada en un mundo de adultos bastante cabrones.

Ya estoy cansada de ríos de lágrimas resultantes del dolor que provoca el jodido amor. Todos somos unas víctima del enamoramiento, de las caricias y miradas. Hay que cambiar.

La femme plus belle du monde

  Tu sais pourquoi tu es avec ça fille?
Parce que tu n’as pas reencontré une autre. Ça veut dire que elle est ton deuxieme assiete, ça forme de tranquilité que tu as pour n’etre pas seule…

Elle sait que tu as ensaye de draguer avec toutes les filles et qu’elles t’on dit  non…Elle sais la classe de tipe de mec que tu es, le tipique mec…comme tous…mais elle t’ai vu d’une forme diferent. 

Elle est franchement idiot…et elle se sent comme ça quelques fois a ton côte…Et ce que tu ne vois pas c’est que elle peut etre avec quelque garcon qui s’a render fou pour elle..mais elle t’a choisi a toi.Qui, a toi.

Tu cherche a la fille de ton reves, la fille la plus belle de toutes, la plus haute, la plus blonde avec  la meilleur visage…
Mais ça n’existe pas, c’est une “utopia”. Tu perde le temp…Je te l’ai dit parce que je sais de que je parle. Tous ont cherche ça quelque fois…

Mais non…c’est un erreur…Ce que tu dois faire c’est ouvrir d’une fois les yeux, finir avec la fantasie et voir ce que tu as devant de toi.
Biensur ça sera meilleur que tes reves avec la femme la plus Belle du monde…

Tu sais pas qu’est ce que tu as jusque tu le perdrerais…

miércoles, 15 de agosto de 2012

Naufragio. Capítulo1: La llegada de Marie.


NAUFRAGIO. (Novela de Ficción por capítulos)

La llegada de Marie.



Las llamas se han apagado y ha llegado la hora de quemar los restos del naufragio y convertir en cenizas todo aquello que un día me destrozó el alma.
Desde el momento en el que el avión despegó, restos de combustible en forma de recuerdos fueron expandiéndose por el contaminado aire negro de Madrid. Poco a poco y a cada milla que avanzaba, ese cielo negro fue haciéndose cada vez más azul llegando al culmen de la claridad en el momento en el que aterricé en suelo extranjero.
El simple hecho de estar en un lugar nuevo, con caras distintas a las habituales y un idioma internacional en boca de todos me hizo sentir que una nueva etapa de mi vida había comenzado.

Y la verdad es que hay que tener huevos para mandarlo todo a la mierda, despedirte de los que quieres y dejar de lado a los que te quisieron. Pero era la única elección posible para olvidar todo lo que había pasado antes, después y durante el incendio. Cuando piensas que no vas a caer más bajo, una cadena imantada repentinamente se te ata en el cuello y tira de ti hacia el más profundo de los infiernos. La caída es difícil, pero se que tiempo después acabaré agradeciéndola, de hecho ya empiezo a hacerlo.

Sinceramente, no se por donde empezar a contar mi historia ni con qué adjetivos decorarla. ¿Tema? El más universal de todos y el único que se me da bien al definirlo y mal al ponerlo en práctica:  El amor. Puede parecer aburrido escuchar siempre las mismas cosas sobre él, acerca de luchas entre corazones que se aman y que tienen un destino fatal, hablar de rupturas, de pasiones, de amantes y de relaciones matrimoniales que se van al garete por culpa de la rutina. Pero esta historia no tiene nada que ver con eso. Es una mezcla de todas ellas llevadas al máximo extremo de la vida, al drama.
Pensándolo bien, lo definiría con palabras como locura, masoquismo, obsesión y dolor, mucho dolor. Me hicieron mucho daño y acabé rompiéndome el corazón yo sola, estrujándolo  y rebanándolo con mis propias manos.

Para llegar a entender el presente siempre es necesario remontarse al pasado así que empezaré esta historia remontándome al momento previo a conocer al actor secundario de la misma.

En esos tiempos disfrutaba de mi soledad. Tras una serie de dolorosas y juveniles rupturas amorosas me había encontrado a mí misma y no deseaba nada más que tener sexo esporádico y que de vez en cuando me acariciaran la mejilla mientras dormía. No pedía más. Todo era sencillo. Las heridas estaban cerradas. Y al hablar de heridas me refiero a que siempre me he rodeado de promiscuidad y alevosía. De deseos e infidelidad. De sexo y mentiras.¿Fui yo o fueron ellos?
Desde pequeña veía que los chicos iban por las golfas, a por las que tenían el par de tetas con el que yo no contaba. Me enamoraba además de los guapos, los chulitos y ligones del grupo. Gente con encanto y con mucho golferío…La maldad tira del carro.
Mis amigas me “quitaban” a los novietes y estos cedían al mínimo escote que ellas mostraban sutilmente, yo mientras sufría en silencio y la envidia iba instalándose en mi con una raíz que ahora es muy difícil de arrancar. Inseguridad y frustración me creó todo aquello. Una inseguridad transformada en horribles celos provocadores de grandes crisis de ansiedad y bajada de autoestima.
A pesar de todo esto, consideraba a los hombres como seres sensibles y susceptibles de fragilidad, sobre todo aquellos que provenían de familias desunificadas, con padres separados y traumas de la infancia. Me los imaginaba como muñecos de porcelana, frágiles y sensibles, que desde muy pronto habían tenido que convertirse en hombres y sacarse las castañas del fuego con esfuerzo y lágrimas encerradas en su habitaciones adornadas con posters de coches y tías buenas. Eran seres que me atraían bastante porque sabía que detrás de esa carcasa tenían un mundo lleno de sensibilidad y amor.
Absurdo pero se incrustó en mi mente como una idea fatal.
Con el paso de los años y de los hombres intenté evitar este tipo de prototipos que no hacían más que destrozarme la mente y el corazón. Pero yo seguí insistiendo con mi complejo de Madre Teresa de Calcuta. Algo innecesario, pues antes que ayudar a los demás debía encontrarme y ayudarme a mi misma. Y para ello he venido hasta aquí.

Mucha gente viene a este lugar para olvidar, pero yo no creo en el olvido, creo en la cicatrización. El olvido solo es un invento de nuestras mentes. Puedes pensar que te vas para evitar recordar pero en ese simple pensamiento ya estas trayendo contigo a esa persona y esos hechos a tu mente. Con tan solo intentarlo. Aunque sí que es cierto el dicho que de que la distancia hace el olvido. Pero más que espacial, la cual ayuda también un poco, ha de ser sentimental.

La primera mañana que pasé en Malta decidí bajar a dar un paseo por mi barrio y matar la sed con una buena Cisk. No había mucha gente en el bar del puerto, perfecto, quería huir de los turistas y este local parecía más bien autóctono. Un par de pescadores, una mesa con jóvenes y una mujer especial, que llamó mi atención, aún no se por qué razón. La vida muchas veces te pone personas delante de tu camino que en un futuro serán muy importantes para ti.
Sentada en la terraza del bar, bebiéndose la cuarta cerveza, ella me empezó a hablar en francés. Me pidió un cigarrillo y le conté que hace años yo había estado viviendo en la bella París.  Charlamos, o charlé (hablar es uno de mis pasatiempos preferidos), acerca de mi situación. Después, cuando mi necesidad de hablar y desahogarme se calmó, comenzó su turno de palabra. Me dijo que había venido aquí a buscar al personaje de su próxima novela..¿escritora?wauw, la persona que siempre he querido conocer y que la vida, el destino, o yo misma me he puesto en mi camino.
Ella era como un personaje sacado de una novela dramática en la que chica libre, independiente y atractiva se va a un país budista a intentar olvidar a chico cabrón que le destrozó la vida y allí mismo encuentra el nuevo amor. Bonita historia, con amargo final, como la propia vida, pues ese amor también morirá y se convertirá en otra ruptura. Y así se cumplirá una vez más la ley circular de los desastres amorosos.
Mientras charlábamos acerca de nuestras respectivas profesiones y deseos presentes y futuros, un grupo de adolescentes en plena ebullición se sentó en la mesa paralela. Entre los niños había una pareja formada por dos bebés con granos que no paraban de besarse, mirarse con cara de imbéciles y desearse uno a otro inocentemente. Patético. Era ridículo y me estaba empezando a dar ganas de vomitar así que se lo dije a mi nueva amiga y cambiamos de bar.
Y es que la etapa de la adolescencia no debería de existir, tendríamos que pasar de ser niños a jóvenes adultos en un parpadeo, como ocurre ya a día de hoy con la inexistente transición del invierno al verano, convertida más bien en un salto que olvida la bonita, florida y a la vez alérgica y jodida primavera.
Gritos, granos, histeria colectiva, hormonas estresadas, mala leche, niñería, gilipollez mental, anchas pérdidas de tiempo, ridiculez, vestimenta absurda…etapa digna de tirar a la basura, en bolsa bien cerrada y directamente de casa al camión, para que no huela.
Lo mismo haría con las rupturas. Ojalá pudiera cerrar la bolsa y eliminar en un momento toda la mierda acumulada que ha hecho y que se ha dicho en cortos intervalos de tiempo. Lo peor de todo, es que en esos casos, cuando cambias la bolsa, la nueva la llenas de rencor, rabia, pena, melancolía, frustración, una pizca de baja autoestima y un intento de suicidio. No sé que será peor…si dejar la mierda volando alrededor o encerrarla en esa peligrosa bolsa-bomba que si se rompe lo pondrá todo perdido.

Marie y yo, pues ese es el nombre de mi nueva confidente y futura amiga, fuimos caminando por el paseo marítimo sintiendo la brisa en nuestros rostros, disfrutando del atardecer, de la leve bajada de temperatura que se crea en el ambiente en ese momento y no pudimos evitar nombrar a Walt Whitman, el gran poeta que Marie utiliza como inspiración en sus relatos y que yo eludo cada vez que me doy cuenta de que tengo que disfrutar el momento presente, fluir, sentir e interiorizar. Todo muy natural, como se puede comprobar.

Teníamos muchas en común, sentí que era mi alma gemela francesa hasta que me habló de una historia, que gracias a dios, yo nunca había vivo en mis carnes.

- Llegué aquí hace cinco años y jamás he regresado- dijo con cierto tono melancólico en su voz-.  No he podido hacerlo, es largo de contar y ahora no tengo muchas ganas de hablar de ello.

-¿Por qué? Cuéntamelo ahora, hablemos, se que estas deseando hacerlo- tenía que convencerla de alguna manera, la intriga me hacía imaginar todo tipo de cosas curiosas y necesitaba saber la verdad para dejar de elucubrar absurdarme.

Fácilmente la convencí para que empezara a largar su oculta e inesperada historia.

- No  se si sabías que en Malta el divorcio está prohibido. La gente es muy cristiana, tanto que llegan al radicalismo. Un radicalismo cuya existencia no puedes llegar ni a imaginar en pleno siglo XXI.- comentó Marie con cierta aspereza en sus palabras.

Yo ya había oído algo sobre su cerrada y cuadriculada mentalidad. Pero la verdad es que no pensaba que era algo radical. No tengo ninguna prueba, no he visto nada extraño por el momento.

-Me enrollé con un chico cinco años mayor que yo, John, cristiano, proveniente de una familia del tipo Opus Dei, pero a la vez , distinto aparentemente a este tipo de personas. Nos conocimos una noche en el bar en el que él trabaja. Fuimos a la playa a dar un paseo tras unos cuantos sambucas y allí surgió el amor. Y el deseo. Y con ello mi hija Marita. Nuestra historia quedó ahí, en la arena, pues nada más, como se suele decir, que “fue lo que fue”.Pasaron los días y mi menstruación había desaparecido por completo. Cuando me di cuenta de que estaba embarazada y que no tenía ni un euro para abortar decidí contárselo a John. Tonta de mi, no recalqué en que en Malta, el aborto está legalmente prohibido- su cara era una mezcolanza entre pena y rabia, dolor y lástima hacia ella misma.
-Pero lo peor no fue eso-continuó- si no la cara de John cuando oyó la palabra aborto.  Sentí la furia y el asco en su mirada y ahí me di cuenta de en qué consistía la mentalidad radical.
Se lo contó a toda su familia y entre todos hicieron una criba contra mi. La gente en el barrio que se cruzaba conmigo por las calles, me llamaba “asesina”. ¿Asesina?¡Si ni siquiera había matado al niño todavía!

La interrumpí cortando sus últimas palabras y la dije que qué ocurrió con el bebé.
-La niña vive en casa de su padre. No me dejan verla, ni siquiera puedo recordar su carita, pues hace más de 4 años que no la tengo delante de mis ojos.

-¿Pero cómo es posible eso?¿No puedes denunciar?¿No tienes un abogado?

-Aquí la justicia se la toman por su lado. No puedo hacer absolutamente nada más que aguantar insultos y quedarme en esta tierra, lo más cerca posible de mi hija, para al menos sentir su corazón latiendo cerca del mio. Puede quedar un poco poético esto que acabo de decir- razón no le faltaba- pero es lo que debo y quiero hacer.

¿-Y eres feliz?- pregunté tímidamente.

-¿Es feliz una persona que vive en una tierra de injusticia, a la que todo el mundo mira con ojos de odio, que tiene una hija a la que no puede ni siquiera ver de lejos y cuyo marido es un hombre con el que solamente se acostó una vez y al cual ha de pagar, después de todo, una pensión?

Claramente, no había nada más que decir. Sobraban las respuestas.

domingo, 12 de agosto de 2012

Inocencia a través de la piel



Lo que veo a través de esa mirada del color verde de las hojas otoñales, es absoluta inocencia.
Puede que la carne sea capaz de transmitir muchos de sus pecados e incluso su voz, que muchas veces , antes de denominarla como dulce, pudiera provocarle cierta ronquez en la garganta. Pero en el fondo, en los adentros de ese océano verde lleno de peces, he descubierto algo más sincero, más sano y natural que toda la injusticia que cometió.

 Veo que tiene algo que le transmuta en un chiquillo adorable. Es un delgado cuerpo de niño recubierto de fibras adolescentes y con una mente juvenil en pleno proceso de ebullición madura. Me gustaría nadar dentro de ese mar, bucear a través de su cuerpo y de su mente buscando la sinceridad absoluta, la esencia de su ser , buscando algo que me haga confiar en las personas, que me haga volver a alegrarme por un paseo de la mano por los adentros de esta ciudad, Madrid. Sería capaz de cambiar el significado de la época de los ochenta de la frase “De Madrid al cielo”. Aunque también es cierto que me quedaría con una pequeña parte de ese sentido que tiene la frase relacionado con la heroína. La droga que entró a través de las venas de mis ojos y que me hizo cambiar la forma de mirar a mi alrededor y la forma de sentir en relación a los demás y en relación a mi misma.

Todos tenemos sueños de grandeza cuando dormimos, pero mis sueños se limitan a estar despierta, a abrir los ojos y tener delante la realidad que me gustaría que fuera real. Quisiera continuar con este buen comienzo. No quiero la perfección, pues ya he proclamado que es un concepto de dioses y que ni siquiera estos últimos existen. Ahora busco otras cosas, más naturales y sobre todo, respetables. El respeto si que es un concepto existente que hay que evitar , por encima de todo, atentar contra él.
 Quiero respetar la naturaleza, observar una flor, apreciar su tallo, la clorofila de sus hojas, el verde de sus peciolos y de sus ojos.  Quiero enraizarme en la bola de hilos que forman sus ataduras al suelo. Quiero denudarme y anudarme en ese ovillo de naturaleza, de amor, de unión universal. Pero se que he de hacerlo con delicadeza, pues los seres vivos somos frágiles y es fácil marchitarnos. Hay que tener un cuidado sublime, pues la destrucción está al alcance de un dedo de la mano.

Y sobre todo, quiero ver el sol, buscar mi fuente de vida, eso que me alimente lo necesario para sobrevivir en un campo de cactus y cardos. Quiero su luz, quiero su alimento, quiero echar raíces en él y llegar a ser la planta en flor más bonita del mundo.

lunes, 30 de julio de 2012

Los ruidos del motor del coche


Apago el coche. Me quedo sentada escuchando los ruidos del motor al enfriarse. Me relaja oirlo. Siempre desconecto la radio y me quedo durante unos minutos dentro hasta que deja de sonar. Me ayuda a evadirme de todo lo que tengo en la cabeza, es como una nana para los niños antes de dormirse, una canción psicodélica que me prepara para lo que tengo arriba, en casa. Esta vez la ayuda es superior, hoy tengo el ánimo por los suelos, me siento muy bien ahí sentada,  pero cuando vuelvo en mí todo comienza a desmoronarse de nuevo. Intento alargar la estancia en el vehículo, aquí dentro me siento segura, en una burbuja. Es lo único propio que tengo por el momento, me refiero a este sentimiento y no al coche, que es de mi padre.
Miro el reloj, llevo más de quince minutos alargando la salida. No me atrevo, más bien no me apetece salir de ese momento de paz. Es mi dosis diaria. Cierro los ojos durante unos segundos y no pienso en nada. La calma del garaje me deja en un estado zen que realmente agradezco. Respiro hondo tres veces, disfrutando de estos maravillosos momentos, vuelvo a abrir los ojos y salgo del coche. Mientras abro la puerta de casa noto que me ahogo. Tengo un poco de ansiedad. Me hubiera quedado allá dentro toda la vida, pero no habría sobrevivido más de tres días, así que llega la hora de luchar.

Antes de abrir la puerta del salón veo su reflejo a través de la puerta. Tumbado, como todos los días a las 21:30, hora a la que llego del trabajo. Hoy son las 21:45, me he pasado. Al mirar el reloj cierto nerviosismo ha entrado en mi cuerpo. Pongo la mano en el pomo y en ese instante grita mi nombre. Abro la puerta y le veo mirándome fijamente con cara de pocos amigos y una cerveza en la mano. Así es la mayor parte de los días, aunque en vez de cerveza el vaso suele contener un whisky con hielo. Creo que está borracho.
_ ¿Por qué has tardado tanto?- me pregunta enfadado.
_¿Por qué tienes que beber alcohol cuando el médico te lo ha negado completamente?- respondo yo subida de tono.
 
Me debate diciendo que hace lo que le sale de los cojones (literalmente). Yo también cojo una cerveza de la nevera y me siento a su lado. Él no dice ni palabra. La tele está encendida pero sé perfectamente que no la está viendo. Ni siquiera es capaz de preguntarme que tal mi jornada de trabajo de catorce horas. Ni siquiera me da un beso o me hace una caricia, nada. Me siento un poco confusa y deseo volver al coche y escuchar la tranquilidad, pero no puedo hacerlo, claramente no lo entendería.

_Esta mañana he vuelto a sangrar, he dejado las toallas en la lavadora, pero no la he puesto, más que nada porque no se en que programa hay que ponerla- me dice repentinamente.

_ ¿Has vuelto a sangrar? Entonces mañana debemos ir al médico otra vez. Pediré el día libre y que me lo descuenten de las vacaciones.

_No te preocupes. No quiero ir al médico, estoy harto, además este cáncer me va a matar igualmente, de una manera o de otra, tarde o temprano. No quiero seguir alargando mi vida amargamente- me dice con la misma tranquilidad que yo sentía en el asiento del coche.

La verdad es que, a pesar de haber vivido juntos treinta años yo también deseaba que nuestras vidas dejaran de alargarse amargamente. Mejor dicho, aunque me tomen por dura al decirlo, deseaba que se muriera. 


sábado, 28 de julio de 2012

Buscando palabras

Esto que estas sintiendo ahora, en este mismo instante, esta clase de amor, no es tal…es una simple FANTASÍA. Un momento disfrazado de felicidad máxima, que se va a esfumar en cuanto salgas de mi interior y de estas cuatro paredes. Asi que no me llames amor, no me ames y nunca me digas te quiero, porque este juego puede hacerme mucho mal cuando salgas de aquí. Porque los sueños etéreos por mucho tiempo que pase, nunca se van a esfumar de mi cabeza. No quiero tener un martillo con el que golpearme en momentos de flaqueza, no quiero pensar en lo que puedo haber sido y jamás se dará. No quiero recordar esta habitación y mucho menos recordarte a ti haciendome pasar la noche más intensa de mi vida. Quiero que esta fanstasía se quede aquí, revuelta entre las partículas de aire de esta habitación. Que no salga, más que a través de la ventana y en forma de alaridos de placer. Solamente quiero que mis carnes lo recuerden y que mi corazón deje de latir fuerte, simplemente quiero vivir este momento. Sin preguntas, sin respuestas, sin tormentos. Quiero un adios sin pena, sin lágrimas.

Muchas habitaciones, distintas camas, olores y caricias en mi piel. Noches de eterna juventud y llamas que con el alba no mueren , si no que se avivan aún más hasta la noche siguiente. 
Siento que al atravesar esa puerta algo muere en mi porque se que estas horas que hemos pasado juntos son inigualables. Se que el hasta luego no existe, es mentira, hay que aprender a decir adios.

Los dos estaban sentados en el sofa, uno en frente del otro, completamente desnudos. No había palabras, tampoco eran necesarias, las miradas y los entrelazamientos de manos eran suficientes para transmitir lo que querían decirse. Sus ojos expresaban su dolor, le hablaban del pasado, de un amor ya olvidado, que en esa cálida noche de mayo volvía a reencarnarse en fuego y que se apagaría al alba, en el mejor momento del día.

viernes, 20 de julio de 2012

El parque de atracciones

 De pequeña, una de las cosas que más ilusión me hacía, era ir al parque de atracciones. Este acto triunfal se llevaba a cabo una vez al año, o cada dos años, dependiendo del nivel salarial familiar. Para una niña, el tiempo pasa muy lento, se arrastra como una tortuga y la llegada del verano se hace tan interminable que cuando aparece, no logras discernir el sueño de la realidad.
Y es que de pequeños la vida es como un sueño maravilloso, como un paraíso fiscal en el que te puedes tirar a la bartola en una playa del Caribe mientras el resto soluciona los problemas por ti. Me gustaría volver a ser pequeña, o bueno, aún mejor, vivir en una playa del Caribe.

El primer recuerdo que tengo del parque de atracciones es aproximadamente de cuando yo tenía unos ocho años. Era una tarde de verano. Una de las primeras, desde que el sol empezó a quedarse en el tejado, en las que no había dado el coñazo a mis padres con : “quiero ir al parque de atracciones, quiero ir al parque de atracciones, quiero ir al parque de atracciones” etcétera, etcétera, etcétera. Era muy insistente (en algunos ámbitos de mi vida sigo siéndolo) , pero esa insistencia no servía más que para gastar saliva, quedarme seca y…”quiero una coca-cola, quiero una coca-cola, quiero una coca-cola…pues toma un vaso de agua…”.

Esa tarde veraniega mi hermana mayor y mi madre se habían ido de compras, esa acción tan aburrida cuando tienes 8 años, tan divertida cuando tienes 18 y tan escasa cuando tienes 25 y te cambia la mentalidad (y el bolsillo).
Estaba en el salón con mi padre y me dijo que me vistiera, que íbamos a visitar a un buen amigo suyo. Mi padre no tenía amigos en la ciudad porque llevaba poco tiempo en ella, así que eso de la visita me sonó un poco raro. Subimos al coche y el camino comenzó a hacérseme largo, tan largo que me quedé dormida. Noté que aparcaba y  paraba. Escuché a mi padre diciendo que ya habíamos llegado. Abrí los ojos y vi la entrada del parque de atracciones. Creo que fue uno de los mejores momentos de mi infancia y no digo el mejor, pues ese fue cuando fuimos a Disneyworld, Florida, que por supuesto, no tiene nada que ver con el parque de atracciones de Madrid, pero tampoco tiene el mismo encanto que tiene el nuestro (en su momento, claro, cuando eres bajita e inocente).

Una de las cosas absurdas que más me ilusión me hacían era la compra de la entrada , y no me refiero al acto capitalista en sí, Satán me libre, si no que, me gustaba un montón la pegatina de colores pastel que te daban en la entrada y que todo el mundo se pegaba en la mano cogiendo agua de la grandísima fuente, llena de papeles de pegatinas. Esa pegatina la llevabas durante, incluso semanas, si lograbas convencer a tu madre de que no te frotara la mano con la esponja o de que tus manos estaban completamente limpias tras el pastel de chocolate, las chapas en la arena o los juegos de comiditas con plastelina. A mi la pegatina me duraba un par de días, a lo sumo. Eran tan estrictos con la limpieza, que por eso ahora mi sistema inmunológico está por los suelos.

Recuerdo que una de mis atracciones favoritas con esa edad( y lo sigue siendo con la actual, pues no han cambiado ni un milímetro la misma, yo creo que ni siquiera han limpiado a los muñecos desde entonces..) era La jungla. Te montabas en una barquita de madera  e ibas recorriendo un “río” (a mi me recordaba al Amazonas), pasando entre rinocerontes,  cocodrilos  (cuando abría la boca , me cagaba) o serpientes. El olor a humedad era significativo e indescriptible. De hecho, casi veinte años después, sigue oliendo igual. No se por qué, pero ese olor, me causaba intriga y misterio. Recuerdo que durante las tardes de invierno, soñaba con ese olor y con esa atracción. La repasaba mentalmente, vagueando en los pocos recuerdos y fantaseando con sus animales “de mentira”. Aún me sigue resultando extraño el seguir recordando cosas que pasaron hace veinte años y más aún, el poder “oler” esos recuerdos.

Cuando llegas a la adolescencia y empiezas a ser “independiente” llega el día en el que puedes ir al parque de atracciones con tus amigos y esto se convierte en toda una aventura. ¿Quién no se ha puesto nerviosa cuando dos de tu grupo de amigos se atreve a subir a la atracción más fuerte? Era como si se convirtieran en héroes y sufrías por ellos. Les mirabas pasar a toda velocidad subidos en ese “peligroso” cacharro, oías sus gritos y cuando bajaban ibas corriendo a recibirles y a preguntarles que si están bien. Ahora todo esto me parece francamente divertido y ridículo a la vez.
La verdad es que cuando eres adolescente, por decirlo de alguna manera formal, eres imbécil, ¡pero mola!

La verdad es que me sigue haciendo ilusión ir al parque de atracciones, pero no es lo mismo... Debe de ser porque lo tengo todos los días alrededor mía y porque vivo en una constante montaña rusa, imparable, en la que a veces te mareas, y en la que otras veces disfrutas con toda la euforia y adrenalina que llevas dentro. Con la alegría del vivir y el misterio del qué vendrá.


jueves, 12 de julio de 2012

Misantropía en la bañera.


Y por fin me encuentro en el sitio en el que quiero estar, en la bañera. Llegó mi ansiado momento de relax del día. Espuma, un cigarrillo y él. Me encanta contarle las anécdotas del día mientras me  deshago echando humo por la boca que a veces se convierte en fuego de heridas superficiales.

Hoy llego a casa bastante triste y desanimada. Miro a mi alrededor y solo pasan cosas malas que me obligan a apreciar con algarabía los pequeños y bonitos detalles del día a día.
¿Qué está pasando en el mundo?¿Qué son estos aires de ira y maldad?¿De dónde salen estos malditos gobernantes que están destrozando mi país y a su gente poco a poco?
Creo que estamos yendo hacia atrás en vez de evolucionar hacia delante. Tenemos coches, aviones, nuevas tecnologías para hacer la vida más cómoda, pero lo que realmente nos están quitando es la propia vida.
Y a ti , tú que tienes trabajo, que ganas una fortuna, que tienes tres coches y dos casas en la playa también te están quitando la vida, te la estas quitando tu solito con toda la basura material que te rodea y la poca belleza interna que te queda. Y es que el egoísmo humano es mordaz. El yo miro para mi culo y no para el de los demás está empezando a verse a cada paso que damos y no, no es envidia, es más bien tristeza y ansiedad.
 A su vez  nos están dejando sin futuro y a su vez esto nos deja desnudos ante la maldad provocada por esos míseros seres que se hacen llamar humanos.
Creo que cada día, poco a poco, voy perdiendo la poca fe que tengo en la humanidad. Lo veo todo negro, pero es que el aire es completamente tóxico en mi país.
Me duele ver todo lo que veo, me frustra lo que tengo a mi alrededor. De pequeños nos dijeron que todo sería más fácil y que el ser humana era grandioso y capaz de cualquier cosa. Nos lo ponían como si fuéramos dioses y no se daban cuenta de que al final todos vamos a morir y a terminar en el mismo sitio, con el mismo sino.
Últimamente considero a los humanos demonios disfrazados, seres envalentonados llenos de ira, celos y rabia. Seres capaces de matar a sus hijos y esposas, capaces dar porrazos a personas de sesenta años…pero qué está pasado?¿qué coño está pasando? Están destruyendo todo lo que habíamos creado con amor.
El mundo está volviéndose loco, el hombre está transformándose en todos los males que lleva en el fondo de su ser. Estamos interpretando una comedia de burlesque absurdo en la que insectos sin alas se creen los dioses del universo.

El otro día una amiga me dijo que mientras tomaban algo en un bar se le acercó un chico de raza negra a hablar. Ella continuó la conversación y ambos se contaron historias que hacia tiempo que no nombraban . Cuando se fueron a despedir tras un diálogo, sin más , y ojo, sin menos, pues hoy en día cada vez es más difícil, él le dijo: “Gracias por escucharme. Es la primera vez en seis meses que alguien conversa conmigo. Todo el mundo me echa de su lado y no me hablan porque soy negro y visto mal.”
No tengo palabras ante esto, solo lágrimas.
La gente tiene un problema en la cabeza y es que no se dan cuenta, repito,  de que todos, absolutamente todos vamos a morir y a terminar de la misma manera y que tan solo somos minúsculas hormigas en un universo infinito.


Supongo que nos lo tenemos merecido, por ser una plaga destructora, pero a su vez hay seres maravillosos que no se merecen todo lo que está pasando. A veces se cruzan en tu camino personas especiales, como mi compañero de bañera,  solo tienes que intentar caminar a su lado el mayor tiempo posible, si no, eres completamente IMBÉCIL…


martes, 10 de julio de 2012

"Hola"


El timbre sonó, dejé la carne en el horno, me quité el delantal, abrí la puerta y volví hacia la cocina, me di cuenta de que había dejado el fuego muy alto y el asado de cordero ha de cocinarse con mesura.

-¿Alba? Hola.

Me di la vuelta y ahí estaba él, fue como una especie de aparición en medio de la nada de mis sentimientos. En frente mía, a dos metros de mi , en la puerta de mi casa. No podía creerlo, pero era real. Traté de calmar los latidos de mi corazón y respirar hondo como si realmente su presencia no me hubiera revuelto el corazón por completo. Por supuesto, no quería que se diera cuenta de mi estrépita impresión. Vamos, rápido, Alba, piensa cómo reaccionar ante esta baza que te juega la vida. Había abierto la puerta demasiado rápido y …¡Era el hombre de mis sueños y de mis pesadillas!( una gran diferencia si lo comparamos con la rutinaria visita de  mi hermana). Seguía callada, los segundos iban pasando y solo me focalizaba en su mirada, en aquellos ojos brillantes y azules que me poseyeron en aquellos tiempos. Ahora trataban de hacerlo de nuevo, su sonrisa de inocencia (ja!¿inocencia? Maldita falsa inocencia), me hicieron reaccionar ante mis pensamientos que se dividían entre :
1) una sensación de rabia y asco mezclada con dolor.
2)Tremenda alegría al ver que había venido hasta mi de nuevo, por alguna razón que aún desconocía.

Mi mente se balanceaba a toda mecha entre las dos opciones, la primera: quiero abrazarle, pero a la vez desearía darle un bofetón.¿Pero cómo se atreve a aparecer así de repente y volver a desvirtuarme todo mi mundo?…¡Será cabrón! Siempre ha sido un maldito egoísta..Aunque por otra parte, parece que está más guapo que antes y mira con que paz me está mirando….
Me quedé paralizada, no reaccioné hasta que vi que sus labios se estaban entreabriendo para decir algo y antes de que ese momento se produjera me aproximé a él , agarré el marco de la puerta y la cerré contra su cara dando un buen portazo.

Aquella mañana justamente estrenaba un nuevo vestido negro que me había comprado el día anterior. Negro, el color del luto, del duelo, de la pena. Por el contrario, él apareció vestido con unos jeans y una camiseta de un amarillo tan chillón que clamaba a gritos la esperanza, el perdón y la reconciliación. Pero, ¿realmente, a que había venido a mi casa? ¿Qué estaba buscando? y lo más importante de todo…¿qué sentía? Como sabía que no iba a poder soportar la intriga durante ni siquiera un día, decidí que lo mejor era abrir la puerta y ver que ocurría.
Así que eso hice.
Una sonrisa enmarcaba toda su boca, sabía lo que estaba pensando: “no ha cambiado nada, sigue desquiciada, casi me rompe la cara con la puerta” así que mi mirada se volvió turbia y volví a estamparle la puerta en las narices.

-Alba, por favor, abre la puerta, tengo que hablar contigo. Haz las cosas bien por una vez.
-¡Por una vez!-contesté enfurecida-¿Haz las cosas bien por una vez?- grité al mismo tiempo que abría, de nuevo y con rabia esta vez la puta puerta.
-¿Asi que soy yo quien tiene que hacer las cosas bien?¿Fui yo la que estaba en la cama con otra persona cuando la noche anterior me habías rogado que me fuera contigo a vivir y formar una familia allí ? venga, ¡no me jodas!
-Por favor Alba, vengo en son de paz, no quiero discutir, no he llegado hasta aquí para recibir portazos en la cara.

-Nadie te pidió que vinieras.
Su expresión me señalaba que estaba empezando a perder la paciencia así que me calmé, le dije que entrara y que me dijera todo lo que había venido a decir.

Y con un par de narices dijo: Te quiero, Alba. ¿Quieres compartir tu vida conmigo, esta vez de verdad? Solo dime si o no, si la respuesta es no, te dejaré para siempre.

¡¡¿Quéeee?!! Algo dentro de mi saltó como una goma elástica que lleva anudada mucho tiempo, tuve una mueca estomacal muy graciosa y me sentí liberada., De repente, encontré el sentido a todo así que no tuve más remedio que sonreir, abrir la puerta y pedirle con amabilidad que se fuera y que no volviera nunca más. 

A continuación, me dirigí al baño, me quité mis ropas lúgubres, me metí en la bañera, salí de ella, me comí mi asado en su punto y no hice otra cosa más que descojonarme, de él y de la vida en general, que es una maldita comedia.



jueves, 5 de julio de 2012

...Y él salió del agua

…Y él salió del agua. Tumbada en la ardiente arena blanca, a pocos metros de la orilla observaba al detalle como las pequeñas gotas  se envolvían por todo su cuerpo y se desplazaban hacia los bajos con una sensual sutileza y cosquilleante lentitud. Los montículos de agua estaban deseosos de  resbalarse y recorrer todas las partes de su cuerpo. Desde mi toalla sentí un sol aún más abrasador…
Él se dirigió hacia mí con una mirada húmeda y chispeante. Yo me tumbé boca arriba e hice como si no le hubiera visto.
En pocos segundos mi cuerpo sintió un fogoso placer. Se tumbó sobre mí con su cuerpo helado creando una reacción de 0 grados en ambos torsos. Una temperatura perfecta, placentera para mí, ya que mi talle desprendía llamas y caliente para él que temblaba por las frías aguas atlánticas. Fueron unos minutos demasiado agradables…
Al momento vacilamos con la arena y nos pusimos en pie dirección al bar que estaba a pie de playa. Desde allí disfrutamos de una maravillosa puesta de sol que creó una temperatura perfecta en el ambiente, como una reacción entre dos pieles que se aman, que  se corresponden, que se  reparten mutuamente, que se abrigan ante los problemas y se calientan con tan sólo un roce de pieles.  

jueves, 28 de junio de 2012

La señorita Deseo

La señorita Deseo salió del bar del Boulevard de los Capuchinos con una embriaguez digna de cualquier vagabundo que ha perdido la visión del mundo y se refugia en su cartón de vino infectado de sueños de vidas felices que ocurrieron hace mucho tiempo o que quizás tan solo son retazos de sueños que jamás se realizarán.
Al bajar la calle que lleva al Montmartre repentinamente se le ocurrió la idea de acabar con las penurias su vida.
Tras pasar varios cruces de caminos decidió que lo perfecto era tirarse al río con piedras en los bolsillos de su lujoso y sucio vestido. Es decir, suicidarse de la misma forma que lo había hecho décadas atrás una de sus escritoras más admiradas, Virginia Woolf.
Lo único que ella había querido en su vida le había abandonado por una puta del tres al cuarto que no valía más de tres francos la hora.
No deseaba seguir viviendo, no tenía esperanza, sabía que no podría seguir adelante con tan solo su recuerdo. Ya lo había intentado antes y esto le produjo una amputación del brazo izquierdo al intentar cortarse las venas con una máquina de la fábrica de fiambres de su tio.
No estaba dispuesta a sufrir más, esta vez él no volvería arrepentido, estaba segura.
Y tampoco podría aguantar 1 espera de más de dos años, como la vez anterior.
Llegó al lugar en el que las corrientes del río eran más salvajes y la conseguirían arrastrar hasta el mar para que nadie encontrara su cadáver y el jamás conociera la desgracia.
Buscó piedras y las fue introduciendo tenebrosamente en sus bolsillos. A la vez que realizaba esta acción su borrachera fue bajando progresivamente grados y más grados y comenzó a despertar de la pesadilla que había estado acechando su mente durante esa noche.
Empezó a amanecer. Iba a ser un caluroso día de verano. Ella adoraba el verano, era su estación favorita. El ambiente olía a flores y sexo, olía al olor de la juventud que tanto añoraba pero que tanto había disfrutado.
De repente se miró a sí misma y se quedó ensimismada en sus pensamientos.
Al minuto esbozó una gran sonrisa.
Después como si una mariposa se hubiera posado sobre su piel empezó a reirse a carcajadas. Rió fuertemente y con ganas verdaderas. Se rió de si misma, se rió de él, se rió del desamor y de las tonterías que se pueden llegar a hacer cuando 1 persona que amas abandona tu vida.
Se rió de todo y de la nada.
Se quitó su mascara de sufridora y caminó calle abajo disfrutando del olor del verano y sintiéndose orgullosa de si misma, más que nunca en su vida….

miércoles, 27 de junio de 2012

Me hago uno y nos vamos


-Está empezando a anochecer. Me hago uno y nos vamos ¿vale? Quiero llegar a casa antes de que la pequeña se vaya a la cama. No la vi en todo el día- dijo Ella mirando a su amiga.

Cuando Ella nombró a “la pequeña” se refería a la hija de su hermano. Desde que esta nació hace tres años habían vivido los cuatro en la misma casa. La cuarta persona era su cuñada.
Los padres había fallecido años atrás en un mordaz accidente de tráfico y Ella y su hermano habían sobrevivido juntos en la casa familiar.

-Me voy a ir de esta ciudad. Estoy ahorrando todo lo que gano para desaparecer de aquí durante un tiempo. Las cosas están muy mal, no hay futuro…- afirmó.


Sentadas en la colina del parque de al lado del bloque de edificios donde Ella y su amiga Cristina habían vivido desde la infancia miraban a lo lejos las sierras desnudas bajo el sol de Junio.

-Yo estoy intentando buscar un trabajo para este verano y también quiero irme, no se adonde pero aquí ya estoy harta de estar. Siempre es lo mismo, la misma gente del barrio, los mismos coches, los mismos capullos…-dijo Cristina con un punto de simpatía.

-Sí es cierto, Cris, es cierto- musitó su amiga.

Ella estaba terminándose el canuto en silencio. El sol empezaba a bajar, de frente a la montaña. El ambiente era cálido, sin ruidos, se olía cierto miedo mezclado con una tranquilidad engañosa. Cristina le pasó el mechero a su amiga y esta le pasó el cigarro, como un gesto de amabilidad.

-¿Sabes Ella? Creo que todo esto es un puta mierda. Me refiero a la vida, al crecer y todas estas cosas en general. Creo que no sirve para nada y que cuando muera todo habrá terminado- dijo segura de sí misma.

-Ya…¿pero para qué pensar eso no? Me refiero…vamos a vivir, a dejar de amargarnos ,que para eso estamos aquí- repuso Ella.

-Cada vez lo veo todo más absurdo. Todo. Empezando por la humanidad, es ridículo ¿me entiendes? Guerras, religión, hambre, payasos políticos, corrupción, celos, envidias, la fugacidad del tiempo, enfermedades, mierda, mucha mierda- dijo Cristina.

-Pues si todo es ridículo, ¡ríete y tómate la vida como una comedia!- respondió Ella.

- El problema es que yo no tengo sentido del humor y a mi la vida me parece un drama comercial- dijo Cristina con cierta tristeza y le dio la última calada al porro.

-Puedes cambiar eso- dijo Ella tratando de animar a su compañera.

-Pronto lo haré...ya te he dicho que me iré dentro de poco…- contestó Cristina con absoluta firmeza.

Ella la miró sintiendo una angustia dentro de su cuerpo, en lo más profundo, pero la vio tan plena, tan segura de si misma, tan transparente que no pudo contestar a su frase afirmativa; así que simplemente miró hacia el frente y deseó no perder la esperanza jamás.

El sol se puso, se subieron a sus bicis y pedalearon despacio hasta llegar a casa, sin prisa, con mucha tranquilidad, pues no era necesario llegar tan pronto al final.



miércoles, 20 de junio de 2012

La noche de San Juan, un año atrás.


El fuego quema los recuerdos, el agua limpia y purifica todo tu ser, tu interior y tu exterior. Esta es la primera noche de san Juan que no comparto entre amigos, alcohol y hogueras. No por ello es menos especial o melancólica, pues yo misma he provocado un pequeño fuego en la terraza, me he relajado con incienso e infusiones y he escrito las cosas q deseo borrar y lo que quiero alcanzar este año. Tiene gracia, pues el deseo que pedí el año pasado se cumplió y este año lo que quiero quemar y olvidar es todo lo que ocurrió por culpa de ese deseo. Hay que tener mucho cuidado con lo que se pide. Yo este año he sido más egoísta , en vez de centrarme en una persona, en la única persona en la que me estoy centrando es en mi misma.
Libertad, independencia económica, física y psicológica…¿qué más se puede pedir?
Y finalicé la noche con una ducha que lo limpia todo, un porro y el álbum entero de Cristal Stils en mis oídos evitando así también el “dulce ronroneo” de los enormes mosquitos malteses.

lunes, 18 de junio de 2012

Lo que me dijo Walt Whitman...


Cuando la mente se queda en blanco, el cuerpo echa a volar.
Relaja el cerebro, elimina los pensamientos. Eres solamente un cuerpo cargado de alma. Unas manos, unos pies, el pecho ensanchándose, la garganta tragando saliva. Vomita las ataduras, suelta los engranajes de tu mente.

Vacíate, sí…es ahora cuando realmente sientes tu libertad. La ausencia de ti, el cuerpo flotando en gravedad cero, ligereza absoluta.

Mueve tus brazos, salta, estira cada músculo de tu cuerpo, siente tus manos, tus piernas, como si acabaras de descubrirlas. No te pudras, usa tus dedos, tu cuello, tu miembro…Baila, sonríe, déjate llevar en una danza de los sentidos. Coordina tu olfato con el gusto que te ofrece cualquier delicia terrenal, física o material.

Respira, huele, saborea, palpa…canta, utiliza tu voz para gritar que estas vivo!!¡¡estoy viva!!!

Qué mayor delicia que el canto a sí mismo, a lo que no es y pertenece al cuerpo, a sentir con la coraza que te protege , al caparazón que te define y te hace ser quien eres

domingo, 17 de junio de 2012

En el sur

Al final del pasillo, luchando contra las estanterías de libros viejos, y cintas cassette de muchos años antes de que nosotros fuéramos un proyecto en las cabezas de nuestros padres, se encontraba la mejor habitación de la casa.
Era un espacioso habitáculo bañado en una luz roja gracias a una de esas lámparas que suelen utilizarse en los antros movidos por el vicio y el dinero, que al fin y al cabo son la misma cosa. Dos ventanales que miraban al sol estaban con la persiana a medio bajar, lo suficiente para que pudiera escucharse el canto de los pájaros que empezaban a piar a esa hora del final de la noche.
En el suelo un tocadiscos rodeado de cajas de vinilo grabados por dioses de la poesía, por Adonis ensangrentados.
En paralelo a todo esto se encontraba la completa comodidad enmarcada en una cama de matrimonio para una persona y por supuesto sin hijos.
Alrededor de toda a habitación había tres espejos situados en la posición adecuada que marcaban aquellas intempestivas horas de la noche. Una mesita de noche compuesta por un cajón cargado de preservativos estaba pegada al lado derecho de la cama, todo ello visto desde mi punto de vista, pues me hallaba en el lado de la cama de la mujer. Invadiendo un poco su lugar con mi posición oblicua estaba el tumbado conscientemente a mi lado. Y entre nosotros la reina. Una gata de menos de un año que estaba necesitada de cariño. Tal vez como nosotros dos. Que terminamos insconscientemente encerrados entre esas paredes que gritaban a los besos y a los abrazos que nunca llegaron a llevarse a cabo. Nos fundimos juntos entre la música, sin mas palabras que el canto de los pájaros y los llantos de Neil Young. Quizás era suficiente para la primera noche que él y yo compartimos cama y magia en una inesperada y cálida noche de primavera.

sábado, 16 de junio de 2012

Manifiesto contra la muerte


Pensar en las pérdidas me supone un vacío existencial cargado de pesar. Incluso me mata pensar en mi propia muerte. A veces imagino mi funeral y las caras de las personas que me quieren. El tremendo pesar que podría causarle a mi madre y a mi padre. Creo que no lo podrían soportar. Espero que nunca tengan que sufrirlo. Ya estaré yo para ello si el reloj cronológico funciona bien.

A veces me siento con miedo y pena. Se me revuelve el estómago al pensar en la vida. Esa vida cercana a la muerte, ese pesar, esas cuestiones incuestionables que me convierten en una persona angustiada.
Me quedaría debajo de la sábana muchas mañanas en vez de levantarme. No me atrevo. No quiero sufrir. No quiero hacerme vieja, temo a la enfermedad y a la muerte como principal enemiga de la vida.
Me cago al pensar que la persona que amo se irá algún día, y es que hay muchos tipos de muerte, no solo la física.

La vida me duele, me va marcando, me frustra, me hace crecer y continuar. Es la llama que llevamos dentro la que hace que nos pongamos en pie cada día.
Pero yo no quiero morir. ¡¡No me quiero morir!!Ni vivir la muerte de las personas que más amo.
MIERDA MIERDA MIERDA Y MIERDA, ¿POR QUÉ NOS TENEMOS QUE MORIR?Yo no quiero convertirme en cenizas. No quiero sentirme como una minúscula hormiga. Tengo miedo de desaparecer, tengo mucho miedo de perderme en la luz.

viernes, 15 de junio de 2012

El nuevo inquilino de mi cabeza



El paso del tiempo puede vencer la batalla contra el olvido. Un buen día todas aquellas lágrimas que derramaste se secarán repentinamente con un cálido soplido proveniente de una boca ajena.
Entonces te das cuenta de lo absurdo que ha sido y sobre todo, lo absurdo y estúpido que has sido tú mismo en desperdiciar el tiempo derramando tu tristeza y llantos sobre aquel chico que te clavó una espina ya extraída.
Pensándolo bien ese escozor no sobra en tu vida. El lamento ante una desilusión viene bien a la hora de formar el alma. De todas maneras, podría haberme ahorrado la mitad de las gotas de agua salada que poco a poco desbordaron mi mar. Hubiera evitado la deshidratación mental y habría ganado un par de sonrisas. De sonrisas como la de el nuevo inquilino de mi mente. Ese que me ha hecho borrar las cicatrices de mi cuerpo. Los arañados, los cardenales, las magulladuras provocadas por un afín inadecuado. Después de cinco años él ha conseguido lo que una decena de hombres han intentado con esmero.
Y de repente me encuentro en una habitación en la que me encuentro a gusto, recogida, sana. Con unos besos que me erizan el alma. Una agudeza corporal digna de un maestro del esgrima. Calculado, sentido, hiriente de pasión y sexualidad…Estoy bien, me encuentro muy bien. De hecho hace días que siento ese ahogo estomacal que me propuse no volver a sentir en un largo tiempo. Pero es inevitable, una guerra entre cabeza y corazón tan fuerte como la del eros y el tanatos. Es un acto mordaz a la par que excitante. En el fondo no es algo nuevo para mi, porque estas situaciones han sido vividas repetidas veces a lo largo de estos años de curación. Siempre es lo mismo, pero a mi no me lo parece. Creo que nunca he sentido algo tan extremadamente fuerte, peligroso, excitante…simplemente bonito.
Me gusta, me agrada sentir sus manos por mi cuerpo, su lengua, su aliento en la nuca. Que me abrace al dormir, que me susurre al odio y que me lleve de viaje a la luna. Es perfecto, aunque la palabra perfección nunca se ha encontrado en mi vocabulario.
Pero tiene una fecha de caducidad cercana, como siempre. La distancia, el tiempo, los proyectos van a separar algo mágico digno de ser narrado en un cuento de hadas, solo que el final en este caso no será feliz. El tiempo juega con ventaja contra mi y me da sustos en cada esquina oscura. Se acerca sigilosamente a mi como una sombra en la oscuridad y eso me da miedo, me apabulla, me da ganas de gritar.

Sus ojos me miran, sus manos me desean, lo noto, en su voz, en su aliento, en su risa. Me toca como si fuera la primera vez que toca a una mujer.. Nos compenetramos a la perfección en un baile que bien podría estar en la categoría del tango. Somos una pareja rítmica, juntos formamos una melodía única y especial. Somos una canción de Jimmi Hendrix, improvisada, sentida, poesía en el aire, poesía en sus labios, poesía en su mirada, en sus dedos. Me está descuartizando el corazón con sus versos.
 Mi piel se eriza y no puedo evitar sentir escalofríos cuando me acaricia suavemente en las cálidas noches de verano. Una ambiente único, pleno, feliz, naturaleza humana en plena ebullición. Me pasaría la vida con el dentro de mi, aunque sea dentro de mi mente.

miércoles, 13 de junio de 2012

Juan Pequeño...(una quijotada actual)

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”– leyó Juan, con voz acompasada y dramática, tratando de imitar a los juglares de la Edad Media.
Todos sus alumnos le miraban desbordados, unos en risas, otros con intriga. “El Quijote” era el libro que iban a leer en este trimestre primaveral. Según Juan, el “profe”, las historias narradas en la obra son ingeniosas hazañas dignas de admiración. El protagonista de las mismas es un interesante caballero errante, que aspira al heroísmo, tal y como opina la mayoría de los niños de la clase de primero de E.S.O.                                                                                                                
 Juan es un joven  amante de las novelas, que siempre está animando a la lectura y a ver quien es el primer demócrata en alzar su apresurada mano tras la pregunta “¿quién lee?”. A su vez, es un gran intérprete y constante narrador de historias caballerescas, especialmente en el tiempo de recreo.

El timbre sonó, todos cerraron sus “quijotes” y se levantaron del pupitre algarazados. Los pequeños y fieles Sanchos Panza se reunían en círculo en torno a él, mirándole con ojos bañados en locura e ilusión; sabiendo que esas historias son delirantes, pero al mismo tiempo deseando vivirlas en sus pequeños huesos de blanda cera. Escuderos firmes ante el ataque de otros niños que juzgaban al cuentacuentos definiéndole con las palabras más fácilmente pronunciables y difíciles de interpretar: “loco” y “soñador”.
Cual trovador cortés, Juan contaba historias de espíritus caballerescos y héroes de cruzadas que dejaban a los menores que él con deseos de que llegara la misma hora del día siguiente, su parte favorita de la jornada. El protagonista de estas imaginativas leyendas se llamaba, Don Quijote. Y digo “se llamaba” y no “es”, pues la verdadera identidad de este hombre al finalizar la historia por vosotros mismos descubriréis.
En el pequeño espacio donde se reunían (una esquina del patio “de los mayores”), todos iban sentándose de rodillas en el suelo como Juan emprendía, ya se sabe, “cuando a Roma fueres, haz como vieres”.
 Los niños esperaban con impaciencia el comienzo del relato. En silencio observaban a su estimado narrador, cual hambrientos perros en un bosque oscuro al acecho de las presas nocturnas. Y, por fin, comenzó la historia:
« Don Quijote era un cortés caballero, con aires de supervivencia en un mundo loco en el que nada es lo que parece. Su sobrenombre era bien sabido por todos los lugareños: El panadero.
Tenía tal destreza manual que era capaz de hasta provocar sonrisas en las señoras más mayores, hurañas y tristes del lugar.  ¿Su truco? La mezcla de harina de trigo recién segado, leche fresca, huevos de corral, levadura y chocolate de África, entre otros sencillos manjares ›› – pronunció Juan dejando en la imaginación de los niños una píldora cargada de los olores definidos.
‹‹ Con estos ingredientes preparaba recetas que hacían las delicias de niños y mayores.
La panadería de Juan era bien conocida en los alrededores. El boca a boca emergía día tras día con frases como: “Tiene unas rosquillas de chuparte los dedos” o “las mejores torrijas que he probado nunca las hace el panadero”. Trabajo digno en mi humilde opinión, el que provoca una sonrisa en el cliente (y un par más de kilos, todo sea dicho).
Don Quijote llevaba toda la vida regentando el local. Había crecido rodeado de dulces olores y más de la mitad del día con harina en los ojos. Su bisabuela le enseñó los grandes trucos de la repostería tradicional antes de morir, y la hija de esta le mostró cómo llevarlos a la práctica con absoluta perfección.
Amaba su trabajo, tanto y casi como a su familia. Su mujer mostraba el mismo amor hacia la cocina, aunque estaba más especializada en lo salado. Era normal, pues las mujeres andaluzas prefieren un pescado marinado a una magdalena de chocolate.
Al que si que le apasionaba el azúcar era a su hijo Juan “pequeño”, fiel a sus prodigios con la espátula e imitador nato de sus gestos de cortesía con sus clientes.›› – dijo Juan guiñando un ojo a los oyentes.
Todos los chavales estaban disfrutando con este comienzo, miraban al relator con ojos de ilusión y expectación. Disfrutaban más de la historia que de comerse una de esas napolitanas recién hechas con chocolate caliente.
Juan continuó: « El sueño de nuestro héroe era que ese templo de la bollería perviviera tras su muerte. Deseaba que su tocayo mantuviera lo que tanto esfuerzo le había costado crear.
Un día, los malvados “hombres de plata” llegaron a la tahona. Con largas alabardas, amenazaron al patrón diciéndole que debía cederles su establecimiento, puesto que un gran castillo para el gobernante habían de construir en ese terreno. Don Quijote batió en cólera, pero a su edad, poco pudo luchar y en este caso la historia acabó mal.
Los hombres de las lanzas apresaron a Juan por negar y negar  y destrozaron el lugar convirtiéndolo en un castillo para el Señor de la Tierra. Desde entonces, nunca más un bollo volví a cocinar y a otra cosa me tuve que dedicar. ››
 En ese momento el timbre sonó, los niños protestaron ante la tristeza del final, pero el profesor finalizó diciendo que  “¡así es la vida real!”.

Ciertamente, este adalid apresado es el padre de nuestro contador de historias o soñador, Juan “pequeño” y desafortunadamente el bonito final que hubiera deseado para su propia crónica no fue más que un sueño altruista, de esos que van corriendo por el aire de las calles de cualquier lugar de la Mancha o de Madrid mismamente, en cada acera, en cada barrio, en cada casa, inclusive en la vuestra propia.






martes, 12 de junio de 2012

No creo en el cambio social....(historias de amor infiel)

Siempre he pensado que los grandes cambios empiezan por la transformación de uno mismo, de su interior, de sus deseos, de sus visiones que desembocan en una metamorfosis de la actitud acorde a sus ideales. Y eso es algo muy difícil de llevar a cabo por algunas personas un tanto…¿cómo decirlo fácilmente…?Idiotas. Es decir, si un día descubres que odias que se maten animales para hacer abrigos de piel, no olvides que la palabra “visón” significa “búfalo” y esto a su vez quiere decir que tú también llevas encima de tus espaldas un mamífero que encontraste el mes pasado en una tienda cara, en pleno periodo de rebajas.
Pero ¿qué puedo esperar de la gente si yo soy la primera que no cree en el cambio social? Tengo una visión de la raza humana formada por un buen pedazo de nietschismo y un trozo más pequeñito de misantropía, .
“Sí, es verdad, todo cambio empieza por uno mismo”- recordé esta mañana después de haberme ventilado una cajetilla de tabaco y veinte euros de hachís. Llegué a sacar esa conclusión cuando llegué a casa y recordé palabra por palabra la discusión que había tenido con J en el bar.
J era mi ex pareja. Siempre andábamos riñendo, inclusive una vez terminada la relación..nunca comprenderé por qué lo hicimos, me refiero a por qué rompimos, pues al fin y al cabo era la misma mierda y al menos, lo  bueno que tenía el estar juntos era que follábamos todos los días.
Fue una dura ruptura para mi, pues, en este caso fui yo la víctima (bueno, esto según mi subjetiva visión, todo hay que decirlo). Está bien, acepto que yo era un poco neurótica, gritaba mucho, le pegué un buen sopapo en la cara y le rayé el coche de lado a lado…pero todo esto fue una consecuencia  al enterarme  que se estaba acostando con otra mujer y en nuestra cama.

En fin…historias de amor,  historias para no dormir..con personajes complicados, que somos los propios culpables de echar a la mierda preciosos sentimientos fértiles y perdurables de una relación. Seres llenos de orgullo y rencor, de envidia y odio, de cuestiones sin resolver, de vacío existencial....seres llenos de mierda, pelotitas de caca que rebotan contra el planeta tierra originando grandes agujeros. Ejércitos terroristas que destrozan a la tierra por ese agujero. Centenas de asesinos hurgan en el y destruyen poco a poco los respirables aires de sensibilidad, simpatía y amor que algunas pocas criaturitas creadas de la nada aún llevan en sus corazones. Pero bueno, vayamos a la cita con mi ex y dejemos los problemas para los amantes.

Habíamos quedado para ir al teatro y charlar acerca del pasado con una cerveza de acompañamiento. Vamos a ver, seamos sinceros…Queríamos acostarnos. Ese era el verdadero objetivo. Miento…mejor dicho, él quería follar y a mi me hubiera gustado que me lo propusiera.

Como siempre, yo llegué pronto a la puerta del bar, estaba un tanto nerviosa y al ver que él todavía no estaba por ahí decidí repetir el camino “coche-puerta del bar” unas seis veces hasta que a la séptima la cagué y me pilló entrando en el coche:
-“¡Ey Bea!Siento el retraso, he tenido lío en el curro, ¡no te vayas!” -gritó J corriendo hacia mi desde la acera de en frente (por temor a quedarse sin echar un polvo esa noche, estoy segura).

Decidí no excusarme. 1-0, él gana. “No te preocupes, anda que no has tenido que esperarme tu a mi veces” -le dije sonriendo.

Le miré de arriba abajo en cuanto se descuidó. Estaba igual que siempre. De hecho reconocí perfectamente los pantalones rojos que llevaba. Los mismos que se puso en aquella celebración de mi cumpleaños, meses atrás, exactamente el día que descubrí que se había acostado con una compañera del trabajo. Del mío. Pero:  “si me fui a su casa, estaba en la cama con ella en pelotas y ni siquiera se me levantó”. Así que me lo tuve que tomar como que “no fue nada grave… “.Y aquí es donde aparece el sopapo en la cara que he mencionado al principio de la historia.

La verdad es que me cabreó mucho que llevara esos malditos pantalones y mi rabia empezó a crecer por debajo de mi cuerpo salvaje. La sentía saliendo a borbotones por la boca , lanzando burradas que ni siquiera la tía más choni del mundo se atrevería a pronunciar. Estaba ardiendo de rabia y de dolor y tuve que hacerlo antes de que me diera un síncopa. Aunque esta vez, en esta cita acordada años después, venía en son de paz. Asi que me la tragué entera con una calada.

Entramos en el bar. La luz era tenue. Unas seis mesas poblaban el apetitoso lugar. Él había reservado una mesita  llena de velas rojas que, por así decirlo, incitaba a la pasión.
Nos sentamos y J, seguro de si mismo y sin ni siquiera consultarme, pidió una botella de tinto y dos copas.
“Vaya…esta vez si que se lo está currando- pensé”.
Desde que lo dejamos, (o lo dejé, o bueno, mejor dicho me dejó él solito en el momento en que le vi comiéndose a esa zorra) quedábamos cada dos o tres meses. Bebíamos en algún bar perdido en medio de la nada y acabábamos en la cama de cualquier hostal. No era una consecuencia del alcohol, era un objetivo previo. El sexo entre los dos fue y es el mejor de toda mi vida.

Empezamos a beber y a hablar de cosas formales, de los trabajos, los estudios, los viajes….Estaba siendo una de las mejores conversaciones que había tenido con él desde hacía meses. J estaba espléndido, gracioso, tierno, simpático, atractivo..hasta le veía tan guapo como cuando me enamoré locamente la primera vez. Pero de repente, llegó la hecatombe con la segunda botella de vino:

-“Me caso”,-pronunció súbitamente J.

Me empecé a reir sonadamente, me lo estaba tomando a broma, estaba tan chisposo esa noche…Y no, lo único que estaba era felizmente enamorado. Tanto como para casarse.

-“Sí, el 10 de abril, con Sara, una chica que conocí hace 9 meses. Y sí, no hace falta que lo digas, la fui infiel contigo un par de ocasiones. Pero no quiero hablar de eso, está olvidado, ambos sufrimos mucho”- dijo J.

Mi cara no tenía descripción posible. Intentaba fingir una mirada de alegría y aceptación, de aprobación. Casi me ahogo al intentar hablar de lo nerviosa que estaba.

-“Bien, me pilla muy de improviso, pero, si eres feliz…brindemos por ello”-dije interpretando un papel digno al Goya, al Kafka y si apuras hasta el Oscar.

-“ Sí. Soy más feliz que en toda mi vida”.- Exclamó J ciego ante mi falsa expresión.

Y brindamos. Y volvimos a brindar y él no dejó de hablar de ella y yo no dejé de hablar de Pablo, mi chico imaginario. Y la verdad es que por las cosas que decía sobre ella, la chica tenía que ser maravillosa, un cielo, una princesa encantada y no de las de cuento, si no de las verdaderas.

Me empezó a dar mucha envidia. Me hubiera encantado estar en el lugar de esa preciosa (hay que reconocerlo, la vi en unas 200 fotos del facebook) y atenta chica. Así que para hacer frente a mi angustia existencial seguí bebiendo.

Llegó un momento en el que me di cuenta de que ambos estábamos completamente borrachos. Me refiero a que llegamos a ese punto en el que no éramos capaces de andar sin tambalearnos y ni siquiera de pensar con fluidez. Las luces rojas del bar, el calor del alcohol, él sentado al lado mía, tan guapo, tan feliz…

Como en toda borrachera legendaria, empezamos a recordar situaciones pasadas. Él me volvió a desvelar que en “aquella época” estaba colgadísimo de mí, que se moría con mi boca, mi pequeñita nariz y mi “acojonante” culo.
Y se acerco a mi y me miró con ojos de deseo. A J también le gustaba mi sonrisa, el tono atractivo de mi voz, y, estoy segura de que mi nueva camiseta de los Stones le llamó la atención positivamente.
A mi él me encantaba, lo que no me hacía tanta gracia era la idea de que tuviera novia y aún encima que fuera a casarse con ella. “Buah, no pasa nada,seguro que yo le follo mejor y que cuando lo hace con ella recuerda nuestros salvajes polvos”- pensé.

Nuestras caras se encontraron de frente debido a un movimiento desequilibrado de las copas  y con una gran sonrisa empezamos hablando de lo bien que lo pasábamos juntos y acabamos con una conversación sexual. Mientras, el tono de la misma iba subiendo, con indirectas por parte mía. Deseaba tenerle de nuevo conmigo.
Sé que no debía hacerlo, que, por mi propia carne había sufrido el dolor de un hombre infiel, pero, el alcohol me dejaba separarme de mi idea pacífica. Él luchaba por evitar el pecado, intentaba no caer en la tentación.

Salimos del bar. Había cerrado con nosotros dentro y el dueño, un yonki del speed estaba abriendo de nuevo para cambiar los gin-tonic por cafeses.

Debajo del árbol del que estábamos esperando, supuestamente al primer autobús de la mañana (ya habían pasado dos que iban camino de nuestras respectivas vidas) un insecto, como un gusano, se posó sobre la cabeza de él. El gusano de la maldad, de la muerte, del engaño. Iba recorriendo toda su cabellera. Yo observaba su movimiento con cada palabra que decía, mis ojos tras las gafas de sol lo seguían inquietos. Me daba asco. Y él también.
Entonces, no se por qué, de repente, decidí dejar el juego , la maldad, el atrevimiento y dejarle a él y a su mujer en paz. Supongo que el alcohol terminaba de diluirse en mis venas.” Cada uno con su vida, porque si juegas con fuego, algún día te puedes quemar. “
Nos despedimos con un gran abrazo y me autodeseé mucha felicidad y amor.

Ahora creo que hice bien. Siempre he creído en la ley del karma y en que todo lo que sube termina por bajar y viceversa. Ahora todo está bien y se que algún día volverá a estar mal. El ciclo sin fin, como dirían en El Rey León.
El cumplimiento de esta absurda e incomprensible ley del bien y del mal es algo que he ido comprobando a lo largo de los años y que ahora se ha incrustado en mi piel. Me rijo por esa norma y me muevo en torno a ella.

Se que la vida es algo extraño y sin sentido, por el momento, hasta que gane la batalla del descubrimiento y consiga el preciado tesoro del saber, pero mientras tanto jugaré con el karma y la bipolaridad.

Y es que hace unos seis meses todo era una mierda, nada tenía sentido, y yo me estaba echando a perder….
 Eso sí, sigo sin creer en el cambio social, aunque sí en el de uno mismo. Porque todo gran cambio, empieza por el tuyo propio, por tu actitud, por saber decir no cuando hay que hacerlo, por salir a las calles, por protestar por lo que realmente te mereces y te están quitando… La lucha social es como el amor, o lo mantienes o termina desapareciendo.

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